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Hola, hola ¿cómo estás? Soy Karen Codner, periodista y escritora, te doy la bienvenida a Espiral, tu podcast sobre literatura y creatividad. Hoy en el programa 55 converso con Claudia Piñeiro, escritora argentina, dramaturga, guionista, y editora. Hace unos meses se lanzó en Netflix “El reino”, del cual fue coguionista junto a Marcelo Piñeyro. Claudia Piñeiro ha Ganado múltiples premios, es una escritora súper ventas y destaca el Sor Juana De la Cruz que se lo adjudicó el 2010 por su novela “Las grietas de Jara”. Conversar con esta escritora es enfrentarse a una mujer directa, que da batallas (ha sido una de las caras más visibles del aborto libre en Argentina donde hace unos meses se aprobó la ley de aborto libre). En este programa de Espiral conversamos sobre sus intereses, el tipo de escritura que cultiva y cómo logra delinear a la clase alta de Buenos Aires. Obvio, también me contó sobre sus lecturas y de cómo se define en ellas.
Recuento personal
Grabo encerrada en el baño de un hotel directo al teléfono, en las notas de voz. De ahí que la calidad de grabación sea distinta. Desde hace una semana estoy en la Patagonia chilena. Primero fui a Torres del Paine con mi cuñada y escalamos a Base Torres, que es todo un desafío y ahora me reuní con mi marido en Puerto Natales. El 18 de noviembre conversaré en Instagram Live con Pablo Simonetti, escritor chileno, también superventas, que acaba de lanzar su novela “Todos los hombres que no fui”. Este evento se enmarca en una serie de actividades que estaré realizando por el lanzamiento de “Cuaderno de escritura” un pequeño libro que ha tenido muy buena recepción, enfocado a ti, o a cualquiera que tú conozcas, que desee retomar la escritura, o bien comenzar a escribir. Con Pablo vamos a abordar su propio proceso proceso creativo y nos dará excelentes consejos para escribir más y mejor.
Por lo mismo mi recuento personal de hoy es breve y ahora te dejo con la entrevista a Claudia Piñeiro.
Entrevista a Claudia Piñeiro
KC: Hola Claudia ¿cómo estás?
CL: Hola ¿cómo estás? buenas tardes.
KC: Yo estoy muy bien, un poco impactada de tenerte aquí al otro lado de la pantalla del Zoom, del micrófono, ya no sé cómo se dice. Y darte las gracias, me imagino que hacerse un tiempecito en la agenda para conversar no es tan fácil y tengo que decirles a nuestros queridos auditores que fue quizás que demasiado rápido para mí, así como una locomotora, además que para mí han sido días muy intensos, pero eso no viene al caso. Quería saber ¿qué estabas haciendo antes de unirte al Zoom? ¿qué te interrumpí, básicamente?
CP: Tres conversaciones diferentes, porque vivimos absolutamente conectados con distintas situaciones. Una conversación era con una amiga que rápidamente terminó, pero después estaba conversando con alguien que me tiene que hacer una entrevista para Amnistía, para un trabajo que están haciendo de Amnesty, que era una conversación profesional. Y a su vez, con un amigo que me estaba contando que se acababa de desmayar en la calle, entonces, tampoco le podía cortar tan rápido. Ya estaba en su casa, estaba bien pero me estaba contando una situación personal importante, y a veces uno no puede cortar las conversaciones tan rápidamente y empezaba el Zoom, entonces, mirá lo que hice, puse: «te tengo que dejar porque tengo un Zoom ahora con Chile», como si Chile fuera algo que me protege, porque no es lo mismo tengo un Zoom, no sé, con alguien de por acá, que lo puedo posponer o lo que sea, ya uno lo pone internacional el Zoom, para que no se sienta que no le estoy dando bolilla. Era difícil cortar porque era un tema importante y, por otro lado, estabas vos del otro lado esperándome.
KC: «Esperando» que lindo verbo encuentro. Uno se pasa la vida esperando ¿o no?
CP: Sí, sí. Sí, es una larga espera.
KC: ¿Y tú que esperas?
CP: No sé, uno va haciendo cosas y entonces, en el hacer va generando la espera, pero, no me quiero poner dramática, pero en realidad, lo que esperamos es la muerte, porque uno nace sabiendo que la última espera es esa, la muerte y cómo llegas hasta ahí, cuántas cosas haces antes, pero, en definitiva, la última espera es esa.
KC: Como la Última Cena.
CP: Claro, sí, no hay mucho más.
KC: De hecho, en tu narrativa la muerte es un «don» tema.
CP: Está siempre presente como el abismo más profundo que puedo presentarle a un personaje, yo voy poniendo a los personajes frente a abismos, frente a situaciones complicadas que hay que resolver, y claramente, la muerte es la más complicada y además la que es imposible de resolver en un punto, no tiene solución, es lo único que no tiene solución.
KC: ¿Dirías que es tu tema recurrente o hay más temas recurrentes? El “gran tema” de Claudia Piñeiro.
CP: Es un tema, es el gran tema, pero hay otros temas recurrentes, me parece que la narrativa que yo escribo hay otros temas recurrentes que tienen que ver también con el silencio, con el que dirán, con las apariencias, con la hipocresía, con las reglas rígidas, con el lugar de la mujer en el mundo, con el lugar de ciertos diferentes en el mundo, diferentes entre comillas.
KC: ¿Del «otro» como figura literaria?
CP: Sí, pero del otro cuando el otro se recorta, cuando el otro es alguien con una identidad muy particular. Por ejemplo, en casi todas mis novelas hay algunos adolescentes que no se sienten totalmente integrados a la sociedad en la que viven, en eso hay muchos, pero hay muchos otros que se parecen a otros, repitiendo la palabra. En cambio, hay algunos que se recortan y son diferentes, y esos también se repiten en mi narrativa.
KC: Tú en ese sentido tienes unos comienzos no tradicionales en torno a la literatura, siendo que, yo encuentro que «lo Piñeiro» ya es casi un adjetivo en sí mismo porque, no todos tienen que saberlo, pero ella es una tremenda escritora no solo a nivel nacional en Argentina sino a nivel internacional, superventas, o sea acabas de sacar una tremenda serie «El reino» en Netflix, tienes logros, y si los logros se pueden medir en términos de venta y de publicaciones en cualquier género digamos, exorbitantes, no sé si medimos así el éxito. Pero empezaste por otro camino, venías por otro camino, la valentía que tuviste para modificar tu camino más tradicional podríamos decir ¿te acuerdas cómo te conectaste a esa valentía?
CP: Sí, en realidad, yo creo que más que la valentía es la sensación de que el camino que uno va a recorrer se va torciendo por avatares y ahí lo que hay más que valentía, a lo mejor como una perseverancia de volver a los lugares que uno quiere en el sentido, yo siempre escribí desde que soy lectora-escritora escribo, no me pensaba como escritora porque en mi familia no había escritores, no había artistas, entonces era difícil pensar “quiero ser escritora”, pero si era cierto que yo quería estudiar una carrera humanística, quería estudiar sociología y cuando terminé el colegio secundario la dictadura militar cerró en la Universidad Pública Argentina, las carreras humanísticas y entonces, terminé estudiando ciencias económicas. Entonces, eso primero tuvo que ver con una situación real de mi país que se cerraron muchas carreras y había que elegir entre lo que quedaba.
KC: O sea eso es un dato objetivo.
CP: Es un dato objetivo. Ante esa situación del destino, estudié ciencias económicas. Cuando empecé a trabajar y me iba bien, porque yo era estudiosa y trabajadora y demás, de todos modos, no era feliz porque no era lo que tenía ganas de hacer, y entonces, ahí fui torciendo ese lugar hacia el que me fue llevando el hecho objetivo que fue la dictadura de mi país, y yo lo fui torciendo buscando alternativas que me acercaran a la escritura. Empecé a estudiar guion y trabajar en una revista como periodista gráfica y todo eso me devolvió otra vez a ese lugar de donde yo venía que era la necesidad de la escritura, de la palabra escrita.
KC: Pero, podemos decir, no sé si estudiar contabilidad, que es contadora, que entendemos en Chile, pero escribías con números.
CP: Sí, es la carrera de ciencias económicas en Argentina. Empecé la carrera sin saber si iba a ser contadora, licenciada en administración o economista, pero es cierto, que es una carrera que tiene muchísimos números, a mí los números me encantan por otra parte.
KC: Me imagino, porque a mí me cargan, ahora me gustan de adulta, pero cuando era muy joven, sino seguiría en la universidad intentando pasar el primer año.
CP: Pero bueno, también la universidad en la Argentina, la Universidad Pública es una universidad muy universalista en el sentido que no estudias solamente contabilidad si vas a estudiar para contadora, yo también tenía materias como filosofía, lógica, geografía, historia, entonces, también hay una educación muy importante, en la universidad argentina por lo que vienen estudiantes de todas partes de Latinoamérica, porque además es gratuita es algo de lo que nosotros nos enorgullecemos, de la Universidad Pública Argentina. Entonces, fui haciendo con más gusto algunas materias, con menos gusto otras, me recibí, tuve muy buenos trabajos. Fui luego formándome por otros carriles más alternativos, iba a talleres literarios, empecé a estudiar guion con una maestra de guion, literatura con Guillermo Saccomanno, dramaturgia con Mauricio Kartun, después di el examen, ya de grande, para la carrera de dramaturgia en Buenos Aires que es una escuela municipal que entran quince personas sobre trescientas que se anotan y bueno di el examen, entré, hice la carrera, todo eso fue como posterior, buscando ese camino de la escritura.
KC: En tus años adolescentes ¿te buscaste mucho?
CP: Mis años adolescentes fueron años bastante particulares, hay uno de mis libros que se llama «Un comunista en calzoncillos» que es el libro más autobiográfico que cuenta,
KC: De tu papá ¿no?
CP: De adolescente, de la mano de mi papá y fueron años particulares porque eran años en los cuales, justamente mi papá tenía ideas políticas muy contrarias a lo que era la dictadura militar y toda la adolescencia mía fue durante la dictadura militar, y entonces yo estaba todo el día preocupaba de no decir fuera de mi casa, lo que se decía dentro mi casa y a su vez como sos adolescente no quieres quedar fuera de los círculos de tus amigos, entonces no sabes qué decir delante de tus amigos porque nadie manifestaba cuestiones políticas como las que se manifestaban en mi casa, fue un tiempo raro, por decirlo de alguna manera, de mucho secreto, de mucho “no contar lo que pasa en mi casa fuera de mi casa”.
KC: En ese sentido, investigando para entrevistarte, he visto que hablas reiteradamente de tu padre, la figura del padre, como te marcó en cierto sentido, porque a él le importaba que tú fueras a la universidad. También declaraste, y aquí voy a leer, que era un lector clásico, y tu madre era una persona muy culta también ¿o no?
CP: Bueno los dos empezaron carreras universitarias y ninguno de los dos las pudo terminar por cuestiones de inconvenientes de la vida, de trabajo, etcétera, a los dos le gustaba leer, pero te diría que mi mamá era más inquieta en ese sentido, que mi papá inclusive. Mi mamá leía bastante más que mi papá y en mi casa había una biblioteca pequeña pero también por cuestiones económicas, estaba la pequeña biblioteca que se podía comprar y eso es lo que teníamos. Mi papá era una persona más interesada por el día a día, por el diario, todos los días venía y leía el diario con nosotros, como más interesados por la actualidad, por decirlo de alguna manera, y las cuestiones políticas de la actualidad, y mi mamá era más interesada por la lectura y otro tipo de cuestiones artísticas.
KC: ¿Y qué diría tu padre hoy de ti?
CP: Bueno, yo pienso que estaría muy contento porque además para él, en su momento, él pensaba que el hecho de ser mujer a mí me iba a complicar.
KC: Era un tema digamos.
CP: Era un tema, y me acuerdo que él por ejemplo, estaba orgulloso de que yo era buena alumna y demás, le decía, una vez me contaba que alguien le había dicho si no fuera mujer, llegaría a presidente de la argentina, él no sabía que iban haber tantas presidentas mujeres en la Argentina, por lo menos, tuvimos dos, pero que además que las mujeres iban a hacer tanta carrera política pero en ese momento a él le parecía que tenía condiciones y que el hecho de ser mujer me las podía limitar, por otra parte siempre me incentivó para que no fuera así. Yo me acuerdo que mis amigas, por ejemplo, iban todas a corte y confección que era algo muy común cuando yo era chica y mi papá no me dejaba ir y me decía: «no vos tenés que ir a estudiar inglés, tienes que estudiar esto y lo otro para tener un buen trabajo y luego comprarte la ropa que quieras sin la necesidad de quedarte en tu casa a coser tu ropa”, cosa que también es extrema, porque a lo mejor uno puede saber coser su ropa y no necesariamente deja de aprender las otras cosas, pero entiendo lo que mi papá me quiso transmitir. Esa cosa del rol de la mujer que tenía que ir a corte y confección y el rol del varón que tenía que ir a hacer deporte y estudiar otro tipo de carrera. Él todo el tiempo me estaba sacando de ese lugar, me estaba siempre incentivando para hacer las «cosas de varones» por decirlo de alguna manera.
KC: ¿Tu madre que rol jugaba?
CP: Mi mamá, si uno lo miraba de afuera parecía como que el que mandaba en mi casa era mi papá, sin embargo, como pasa en muchas familias, pienso que mi mamá manejaba los hilos por debajo. Y, además, mi mamá fue una viuda muy joven y hubo que continuar la vida con nosotros, digamos, con los inconvenientes que tiene ser una viuda joven sin herencia por otra parte, no es que mi papá se murió y nos dejó una herencia, sino que ella tuvo que arreglarse con lo poco que teníamos. Y además, mi mamá, digamos, está en «Un comunista en calzoncillos» que es el libro autobiográfico y que habla de mi padre, y hay una novela que se llama «Elena sabe» que si bien no tiene nada que ver con mi historia personal, o sea, Elena no es mi madre, ni yo soy Rita su hija, pero mi mamá tuvo Parkinson, y el cuerpo de esa mujer en esa novela, es el cuerpo de mi mamá. Entonces mi mamá también tiene su novela dedicada y esa mujer, «Elena sabe», que es una mujer que tiene Parkinson y por lo tanto, tiene tanta dificultad para moverse, para estar en el mundo, para esperar que la pastilla empiece a funcionar y entonces poder hacer lo que tiene que hacer, la salva el humor muchas veces, y a mi mamá le pasaba eso, mi mamá lo mejor que me transmitió es que en las peores circunstancias el humor te salva.
KC: ¿Cómo transmites el humor en tus escritos?
CP: Bueno, al principio en las novelas siento que estaba más presente después me fui amargando de a poco y se fue escapando, pero me parece que igual está un humor ácido. Me gusta mucho el humor inglés, también el humor como lo describe Pirandello que dice que el chiste es algo de lo cual nos reímos y nos olvidamos al instante, y en cambio, el humor que vale la pena es aquél en el cual nos reímos, pero inmediatamente estamos reflexionando y pensando cómo me puedo reír de esta barbaridad. Entonces, el humor que me gusta es ese, el que te hace reflexionar inmediatamente.
KC: Yo tengo que confesar que te descubrí el verano, con «Las viudas de los jueves» y me quedé así, con la boca abierta- no me van a ver aquí los auditores- porque reflejaste un mundo, argentino, pero muy similar al de Chile, el de las apariencias, el de la clase alta, el de los suburbios, el de los clubes, que ahí no se le dicen clubes a los que viven fuera de Buenos Aires.
CP: Countries.
KC: A los countries, sí. El de la adopción, un mundo muy complejo, ser adoptado y no pertenecer, muchos temas. Pero si tú provienes de un hogar, digamos con un padre comunista, me imagino que no pertenecías a la clase más alta y capitalista de la Argentina ¿no? no vivías en el country,
CP: No, no, no. Yo vivía en Burzaco que es la zona sur del gran Buenos Aires, pero después de grande, casada, fui a vivir a una urbanización así.
KC: Ah, que interesante.
CP: Conozco el lugar también.
KC: Ah, ¿te gustó?
CP: Mira tiene cosas interesantes y cosas que no me gustaron, pero que de todos modos uno puede ir haciendo recortes. Primero, que hay urbanizaciones de distinto tipo, no todas son de clase alta aristocráticas, muchas tienen que ver con profesionales, con distintos tipos de prestaciones muy diferentes unas a otras, pero además, en el momento en que yo me fui a vivir era un momento en que recién empezaban y no tenía que ver con eso, sino con irse fuera de la ciudad, a un lugar muy alejado, mi ex-marido, el padre de mis hijos es arquitecto, entonces, teníamos la posibilidad de construir una casa en un terreno alejado, todavía la ruta Panamericana que hoy es una ruta anchísima que llega para esa zona, era una ruta de dos manos que tenías hacer un montón de cola para pasar. Me acuerdo que cuando yo vivía ahí con mis hijos tenía una caja llena de mapas, gomas, sacapuntas porque si vos necesitabas algo para el colegio tenías que hacer kilómetros para ir al lugar más cercano donde podías comprar un mapa de la provincia de Buenos Aires. Era otro momento, y después, bueno, uno se quedando, viviendo en esos lugares porque también es donde tienes tu casa, yo me divorcié, esa era mi casa, mis hijos crecieron ahí, y la verdad es que yo creo que ellos supieron entender bien el “adentro y el afuera”, que el adentro es una cosa bastante ficticia, bastante reparada pero como con ficción y que afuera hay un montón de otras cosas para conocer y han siempre salido en colectivo de mi casa, colectivo es ¿cómo lo llaman ustedes?
KC: Es la micro, es colectivo que es el taxi, la locomoción.
CP: Claro, salir de la casa, volver a la casa, caminar si hay que caminar no sé cuántas cuadras para llegar hasta la ruta, digamos que se han manejado bien en el adentro y el afuera. Nosotros nos fuimos a vivir ahí hace veinte, y cinco años atrás y todo ese auge de los countries fue un poco posterior.
KC: Yo me acuerdo de que leyendo ese libro, dije “wow, cómo alguien pude escribir tan bien una situación tan universal” en el sentido, me acuerdo que los jazmines en la primavera como que te llegabas atrofiar del olor de los jazmines, o estos jardineros como figuras invisibles, cosas que personas con sensibilidad lo pueden ver y otras ni siquiera en su vida lo han pensado, eso es maravilloso. Eso es lo hermoso de la escritura, que nos hace vernos y abrir a las cosas que son, a veces, tan naturales para algunos ¿Cómo llegaste al género policial, novela negra? ¿dónde se inserta esto dentro de Claudia Piñeiro?
CP: Bueno, yo creo que hay una obsesión por la muerte y cuando hay una muerte y si hay un enigma y una búsqueda de la verdad hay una línea policial. Me parece que en casi todas mis novelas hay una línea que tiene que ver con eso, pero que muchas veces está en segundo plano. Tú hablas de «Las viudas de los jueves» y ahí lo policial está en segundo plano no hay una trama que responda a la pregunta quién lo mató y por qué, que sería la pregunta típica del policial, sino que son otras, se cambian. Incluso, vos sabes que cuando estaba escribiendo, bueno, la imagen disparadora de esa novela fue una imagen que tiene que ver con el cuento de Cheever «El nadador», que tiene una película que el protagonista era Burt Lancaster y él era alguien que vivía en un lugar así en Estados Unidos, en la década del cincuenta y que había perdido su familia, se había divorciado, había perdido su dinero y estaba dejando la casa que estaba bastante deteriorada pero mientras tanto, vivía ahí y hacía un recorrido por el lugar donde vivía, yendo de la pileta, piscina, (no sé cómo lo llaman ustedes), de piscina en piscina, entonces nadaba en su piscina, pasaba a la del vecino, pasaba la del club, pasaba a la del vecino, y así iba haciendo todo el recorrido por el barrio. Y mi sensación cuando yo estaba escribiendo esta novela, era que quería escribir una novela que transcurriera en los noventa en la Argentina, era que en alguna de esas piscinas Burt Lancaster aparecía flotando ahogado y ya apareció la muerte, o sea estaba con esa imagen y ya apareció. Al tiempo dejaba esa imagen en la cabeza y aparecían dos cuerpos más flotando, entonces, lo que tenía que hacer después era contar qué pasó para que esas personas terminen de esa manera esa noche. Hay una intriga, hay algo de policial y de novela negra, pero a su vez no responde al típico caso policial, si hay un cuarto cerrado porque digamos que las comunidades, los countries figuran como cuarto cerrado, tienen tantas dificultades para el ingreso que si alguien aparece muerto en un lugar así, el que lo mató está ahí adentro porque es tan difícil entrar, es como el cuarto cerrado clásico de la novela policial. Pero creo que lo que más se surge son las preguntas. Y con mis novelas posteriores lo mismo, yo creo que hay una búsqueda de la verdad, hay un interés por la muerte, hay mucha violencia porque todas mis novelas están muy arraigadas en la sociedad actual, entonces, los personajes salen a la calle y se encuentran con la misma violencia que nos encontramos nosotros, y entonces, siempre en primer plano o en plano más secundarios hay una línea policial. «Betibú» es mi novela más policial, esa sí la pensé «voy a escribir una novela policial» y desde el primer capítulo la escribí pensado que era una novela de género, sin embargo, todas las otras las escribí pensando voy a escribir una novela, y el policial o la novela negra me tomó de camino, en el medio, al poco tiempo, o mucho de estar escribiendo aparecía los rasgos de novela negra o policial pero no es que las concebí pensando, voy a escribir una novela policial.
KC: ¿Cuánto te toma en promedio escribir una novela?
CP: Siempre entre dos y tres años. Dos años y medio te diría que es un buen promedio.
KC: Porque tu corpus es muy grande. ¿Tú misma te la crees?
CP: No, bueno, vos sabés que cuando yo escribí «Las viudas de los jueves» ya había escrito «Tuya», ese año lo había publicado una editorial más pequeña que después pasó a Alfaguara, pero fue lo primero que pude publicar, en realidad, antes había publicado un libro para chicos que me lo habían publicado en España la editorial Édebe, pero son todos pasos que uno va dando y no termina de convencerse si vas a seguir siendo publicada, si vas a ser escritora. Me acuerdo que con el primer libro, este que era para chicos, que se publicó en España, yo ni lo había visto, no sabía cómo era.
KC: “Serafín” ¿no?
CP: Claro. En ese momento no había Internet y todas esas cosas y un amigo viajó a Madrid y me mandó una foto del libro en el Corte Inglés, donde venden libros, y me trajo un ejemplar y fue la primera vez que lo vi, que vi un libro mío con mi nombre. Pero bueno, uno nunca sabe que va a pasar con todo eso, entonces, si vos decís, si te lo crees, tarda mucho hasta que vos te creas que vas a seguir publicando, que puedas decir soy escritora, también es difícil cuando empiezas a decir soy escritora. A principio, yo voy siempre con pie muy cuidado, pisadas muy cuidadas de dónde ir pisando porque también escritores que escriben una novela y luego desaparecen hay muchísimos y muy pocos de esos que escriben muy poco y quedan para siempre como puede ser Rulfo ¿no? Si hay escritores que han escrito poco y de todos modos es tan maravilloso que están en las galerías de los mejores escritores, pero hay muchos otros que escriben una novela y desaparecen y vos decís «y bueno, ¿quién es este escritor? Ah, sí escribió tal novela». Me parece que se va componiendo la obra a lo largo de los años.
KC: O sea, claro ¿quién hace al escritor, el público o uno mismo? ¿de dónde viene la definición? Las definiciones que nos gustan tanto y las catalogaciones en el mundo occidental. ¿Con cuál género te siente más cómoda al momento al momento de sentarte a escribir?
CP: Yo creo que me siento más cómoda con la novela, después, dentro de la novela y los géneros los olvido al momento de escribir, no estoy pensando voy a escribir para tal género. Me siento cómoda con la novela porque la novela me permite explayarme en la vida de personajes, los protagonistas, secundarios, lo que sea, me parece que es el mundo del personaje. David Lodge dice que la novela es el desarrollo de la conciencia de los personajes y yo creo que todo lo que sucede en trama son excusas para entender quiénes son esos personajes, a veces, el cuento como necesita otra precisión va más a la anécdota de ese cuento y menos a desarrollar ese personaje, si bien hay cuentos que tienen claramente desarrollado personajes digamos no es lo que sucede habitualmente, la novela te permite relajarte irte por caminos secundarios, contar de cada uno de ellos, etcétera. Entre novela y novela siempre trato de escribir una obra de teatro, que también me gusta muchísimo porque de alguna manera me sirve para descarbonizar las bujías ¿no? Esa cosa de haber estado dos años, tres años escribiendo una novela y decir bueno, ahora voy a escribir algo más libre. Siento que el teatro es más libre en cuanto a la elección del lenguaje en mi caso porque no es tan pegado al aquí y ahora que me obliga a hacer un lenguaje muy concreto, tengo más posibilidades de vuelo poético en la dramaturgia y además son proyectos de más corto alcance.
KC: De todos los premios que has ganado, más de quince diría ¿cuál es el que más te sorprendió?
CP: Bueno, uno que cuando me lo dijeron me sorprendí muchísimo, bueno, en realidad te sorprendes con varios, pero de uno que por las circunstancias fue muy particular fue «Con las grietas de Jara» cuando gané el Premio Juana Inés de la Cruz. Yo estaba en una ciudad de la Patagonia argentina justamente porque estábamos fallando un premio, que se fallaba en esa ciudad de la Patagonia argentina, estábamos con todo el jurado eligiendo una novela ganadora.
KC: O sea tú misma estabas siendo jurado de un tercero.
CP: Yo estaba siendo jurado de un premio argentino «Letra Sur» se llamaba ese premio, y había periodistas invitados, estábamos los jurados, los periodistas invitados etcétera. Una de las periodistas invitadas se llama Silvina Friera y es una periodista de Página 12 que es amiga mía y me acuerdo que subimos a las habitaciones porque después teníamos que bajar a anunciar quién había ganado, y me llaman por teléfono de México porque me había ganado el premio Sor Juana, y yo estaba rodeada de periodistas pero no podía decir nada porque estábamos ahí para otra cosa, estábamos para anunciar otro premio pero yo estaba desesperada por contárselo a alguien. Entonces, llamé a Silvina a su habitación y le dije: «Silvina, podés subir un minuto a mi habitación que tengo algo que decirte» y ella vino toda preocupada y le digo: «Mirá te tengo que contar algo pero no lo podemos decir hasta que no se falle el premio porque ahora tenemos que hablar de otra cosa, pero me acabo de ganar el premio Sor Juana». Entonces, las dos nos pusimos a saltar encima de la cama así como dos colegialas para celebrar que había ganado el premio y después salimos todas compuestas y derechitas sin decir nada hasta que pasó el evento ese y ahí lo pude comunicar.
KC: ¿Y cuál premio te gustaría ganarte que no te has ganado?
CP: Cuando yo empecé gané el premio Clarín y demás, uno se presenta a los premios, yo me presenté al premio Clarín, al Sor Juana también, la editorial mandó los libros pero uno se presenta al premio Sor Juana etcétera, ahora hay otros premios que a veces te sorprenden porque no te presentaste y un día te llaman y te dicen sabés que te ganaste por ejemplo, el Literaturpreis en Alemania, yo ni sabía que estaba concursando cuando lo gané con «Elena sabe» y fue como una sorpresa agradable, esas son sorpresas son muy importantes porque ni siquiera vos sospechás que alguien leyó tu libro, que lo está evaluando, que lo conmovió y por lo tanto, lo propone para una larga lista o para una corta lista de finalistas, esos premios generan también mucha alegría y mucha sorpresa.
KC: Ese es un regalo sorpresa.
CP: Claro
KC: En su más pura excepción ¿hay algún personaje? porque tú escribes principalmente ficción, en el sentido ficcón de lo que sea, aparte del libro sobre tu padre y tu madre que hemos hablado ¿hay algún otro libro que sea más cercano a la auto ficción o a la biografía?
CP: No, la única que es auto ficción es «Un comunista en calzoncillos» que a su vez tiene ficción no todo lo que cuento ahí es cierto, hay cosas que son ficción. «Elena sabe» tiene un personaje que tiene la misma enfermedad de mi madre y por lo tanto el cuerpo de ese personaje, el cuerpo de mi madre. Y en todas las otras novelas son cosas que uno le presta a los personajes, a veces te dicen seguro que «Betibú» digamos, la protagonista de esa novela tiene más o menos tiene mi edad y que tiene los hijos de mi edad, que es escritora y que también trabaja como periodista etcétera, seguro que sos vos, o en el caso de «Catedrales» que es mi última novela, muchos dicen seguro que vos sos Lía, porque es la hermana que se declara atea y pone una librería y lo que le importa son los libros. Entonces la gente te asocia con lo que sabe de vos, y lo que sabe de vos es una pequeña parte, y yo muchas veces me rió porque soy más parecida alguno de los personajes que nadie se le ocurre que tienen que ver conmigo a los cuales también le presto cosas mías porque uno tiene cosas buenas y cosas malas, y conoce sentimientos buenos y sentimientos malos y todo eso te sirve para componer personajes desde la ambición desde el dolor, desde la mentira, el enojo, lo que sea, un montón de sentimientos que tenemos todos y que conocemos y que a veces tratamos de reprimir en nosotros mismo pero a su vez le damos rienda suelta en un personaje ¿no?.
KC: En ese sentido, ¿cómo te afecto a ti la maternidad?
CP: Mira, para mí la maternidad siempre fue algo que yo sabía que iba a ser madre, o sea, uno nunca sabe si puede ser madre, pero no era algo que yo ponía en duda, muchas veces pensé no sé si algún día me casaré, eso sí lo dude mucho, pero ser madre, no tenía tantas dudas con ser madre, siempre me pareció que era algo que quería, que era una experiencia que quería vivir y por lo tanto, la maternidad para mí fue un momento deseado, desde el deseo y tengo tres hijos, y entonces, le dediqué mucho tiempo, son muy seguidos, y mucho tiempo todos juntos en esa época a la crianza de mis hijos. De todos modos, creo que la maternidad tiene mucho de lo que no se habla, yo veo chicas jóvenes que te dicen “pero por qué no nos contaron que era tan difícil ser madres”. El otro día fuimos al teatro con una amiga periodista, María O’donell que es una periodista que es muy conocida acá y fuimos a ver una obra de teatro que se llama «Precoz» que es una adaptación de una novela de Ariana Harwicz que tiene el tema de la maternidad y es una maternidad tremenda, y nosotras tenemos una frase «que difícil es maternar» porque nadie te explica, o sea, por lo menos en mi generación, vos eras madre, tenías tus hijos, te iba a salir bien, iba a estar todo bien, más o menos te ibas a dar cuenta cómo iba a ser la cosa y después te vas enterando que no es tan así, que hay un montón de cosas que tenés que dejar de lado, que hay un montón de cosas que te salen mal, que hay un montón de cosas que no te gustan y es muy difícil a veces hablar de esas cuestiones porque no está preparada mucha gente para eso. Recién ahora me parece que hay muchas escritoras, generaciones de escritoras con muchas ganas de hablar también de las dificultades de la maternidad, entonces, empiezas a escuchar por todos lados, “pero sí, pero sí, pero sí”, obvio todas nosotras sabemos de las dificultades que ha sido maternar niños chiquitos y también niños más grandes y que sigue siendo porque siempre hay dificultades con la maternidad. Pero yo vengo de una generación en la cual estas cosas no se hablaban y sobre todo parecía que si vos decías que tenías un inconveniente en esto de maternar era porque era un problema o una falla tuya. Yo tengo una novela que se llama «Una suerte pequeña» que justamente es una mujer que llega a la maternidad sin habérselo planteado y que realmente se da cuenta que ella no quería ser madre, que no estaba preparada para ser madre, que fue madre porque era lo que el destino le tenía preparado y sin embargo eso no quiere decir que no quiere a su hijo, y no quiere decir que no haya amor en ese vínculo y demás pero lo que cuestiona es el rol de ser madre, el no haber estado preparada para decir, no yo no quiero ser madre.
KC: ¿Fue la separación en un tiempo que no era tan común separarse?
CP: ¿Mi separación, decís?
KC: En general, sí, tu separación ¿cómo la vives?
CP: No era tan común pero más o menos, pero si es cierto que por ejemplo en el caso de mis hijos fueron de los primeros. Me acuerdo que una vez mi hija me dijo «en el colegio no hay papás separados», y yo le dije «dales tiempo» y al rato ahora todos los padres de las amigas de mis hijos casi, menos algunos, se separaron, o sea, que te quiero decir, quizás nosotros éramos padres más grandes de edad y nos separamos un poco antes, pero al poco tiempo se empezaron a separar muchos y digamos que es una cosa absolutamente normal en el círculo de mis hijos, no lo sentí como una cosa rara. En el grupo de mis amigas después que me separé yo, varias se separaron y, por lo tanto, estuve muy acompañada, me parece que las amigas son fundamentales para pasar ese tiempo de la separación ¿no? porque uno empieza la vida totalmente sola, de nuevo, porque estás acostumbrada a hacer las cosas de a dos y empiezas a hacer las cosas solas, a resolver muchas cosas de manera absolutamente independiente, si no las resolvías antes que estabas casada pero quiero decir como una marca mucho más fuerte en ese sentido, por lo menos, en mi caso, el sostén de las amigas fue lo más interesante de ese periodo, el encontrarse con otras mujeres pasando por la misma situación.
KC: ¿Y sigues creyendo en el matrimonio?
CP: No sé a qué te refieres con el matrimonio, si con el matrimonio te refieres a la cuestión legal de casarse y todo eso, me cuesta, yo estoy en pareja.
KC: No, el vínculo estable entre dos personas.
CP: Bueno yo estoy en pareja hace diez años con una persona después de mi matrimonio, por lo tanto, creo en los vínculos fuertes y en el estar con alguien y sentirte bien con esa persona y continuar la vida junto a otro, ahora si vos no estás bien con esa persona me parece que también puedes tener una vida plena viviendo sola.
KC: Sí, pero crees en este sentido casi fantasioso que lo ponemos en los cuentos «y vivieron felices juntos para toda la vida» ¿tú crees que es factible eso?
CP: No, lo de los cuentos yo no creo nada me parece que es una forma horrenda de haber educado a la gente, a las mujeres, sobre todo, con una educación sentimental pero también a los varones con una educación sentimental que ha puesto ataduras, marcas, sensación de que uno es raro sino le pasa lo mismo que a las princesas de los cuentos. Si creo que es lindo estar con otra persona, compartir cosas, vivir con otro, hacer la vida más amable, estar enamorado, estar feliz, todo eso es precioso, ahora si no sucede, tener un matrimonio porque hay que tener un matrimonio, tener una pareja porque hay que tener una pareja, no de ninguna manera, me parece que se puede también ser feliz vivir una vida plena, estando solo, sin ninguna duda.
KC: Eres una persona de muchas causas, se nota que tienes una personalidad fuerte, que eres apasionada, obviamente, para lograr todo lo que has logrado debes ser trabajólica también, debes trabajar mucho. Dentro de tus causas está el feminismo que lo hemos estado hablando y también el tema del aborto, lo que pasó en Argentina marcó la pauta ¿o no? dentro de los países latinoamericanos.
CP: Sí, me parece bueno en lo que tuvimos en Argentina.
KC: El aborto libre.
CP: Sí, es aborto legal, seguro y gratuito porque el aborto, no sé cómo lo llaman ustedes, pero viste que a veces las palabras parece que dices aborto libre y es que todas las mujeres van a salir corriendo a hacerse abortos, que no es cierto.
KC: No, no es cierto.
CP: Es la posibilidad de hacerlo dentro de un sistema de salud y con legalidad y no ir presas porque en la Argentina hasta que se sancionó esta ley, la mujer podía ir presa por cometer un aborto. Eso es lo que sucede en «Catedrales», mi última novela, la cuestión de que finalmente la única culpable de un aborto es la mujer que accede al aborto y el médico si es que lo encuentran, esos eran los penados por la ley en Argentina. Y bueno, en la Argentina hubo una lucha muy importante, pero yo creo que es algo que se va dando con diferencias de meses, de ratos en toda Latinoamérica, ustedes en Chile también tienen un movimiento feminista importantísimo, van logrando pasos. Hay algo últimamente que ustedes les salió mal, ¿no es cierto? una votación.
KC: Es que nos han pasado tantas cosas en el último tiempo.
CP: Claro. Creo que hay una última votación que no pasó, pero va a pasar porque el camino de la aprobación de las leyes que tienen que ver con los derechos de las personas llevan su tiempo, a uno le parece que, a veces hay frustraciones en el camino y en todo los países, nosotros en el 2018 no ganamos la elección, ganamos en diputados pero no en senadores, y después, en el 2020, con una situación política más favorable ganamos la elección y eso mismo va a pasar en Chile, y eso mismo va a pasar en otros países de Latinoamérica que todavía no lo lograron. Ahora hace poco México logró un gran avance también, entonces bueno, son movimientos que se van a seguir dando a pesar de que haya en el medio piedras que van entorpeciendo el camino.
KC: ¿Cuál sería el tope de acuerdo a tu opinión para el aborto? ¿de cuántas semanas?
CP: No soy médica, tampoco legisladora, en Argentina son catorce semanas y me parece que es una buena medida pero tampoco, es una respuesta que te doy definitiva, hay países que tiene doce semanas, hay países que tienen otra cantidad de semanas. Alguien dijo alguna vez, cuando estaba debatiendo, que hay que buscar el punto donde la sociedad se sienta cómoda con ese número, con esa cantidad de semanas, la sociedad está dispuesta a que una mujer pueda acceder a un aborto hasta determinada cantidad de semanas que es la que consensuan que se puede interrumpir un embarazo. Obviamente, cuando pasas de determinada cantidad de meses ya eso no es aborto, sino que es un parto. Entonces, depende el lugar donde esa sociedad que va a aprobar esa ley se sienta cómodo para definir hasta acá es posible. En la Argentina fue catorce semanas.
KC: Y hablando un poco de Chile ¿has visto todo lo que nos ha sucedido? Bueno, desde antes de que desatará el COVID-19, tuvimos todo el tema, se llamó en ese minuto el despertar, pero fue todo un tema de reforma sociales a partir de octubre del 2019, ya parece que fue el siglo pasado de tanto que ha pasado. ¿Qué te has enterado? ¿Lo has seguido?
CP: Todo, nosotros estuvimos absolutamente pendientes de lo que pasaba en Chile, muy pendientes y me parece que esos movimientos chilenos después tuvieron también réplicas en otros países, pero fue como un despertar no solamente para Chile sino para varios países de Latinoamérica. Hemos vivido con mucho interés y muy pendiente todo lo que pasó, en cuánto los logros que terminan ahora con la Asamblea Constituyente que están teniendo ahora, y también en cuanto a los crímenes, como por ejemplo la cantidad de gente que ha perdido ojos a partir de las represiones, muchas por las balas de goma que han perdido ojos, y bueno y tantas otras cosas que pasaron en estas luchas.
KC: Pero tú opinión, lo que me interesa es ver algo más amplio, el fenómeno de la violencia en sí misma independiente de quién la ejecuta en este minuto. ¿Estamos ante una sociedad más violenta, crees tú? En la manera de manifestarse a momentos.
CP: No, yo creo que Chile se manifestó, que venía no manifestándose y la forma de manifestarse es salir a las calles y cuando sales a la calle tratan de reprimirte y eso genera situaciones de violencia, pero a mí me parece que los pueblos tienen derecho a manifestarse sobre todo cuando no son escuchados, sobre todo cuando tienen injusticias. En la Argentina tenemos una gran tradición de salir a las calles a manifestarnos y a mí me parece que lo que hizo el pueblo chileno fue salir a las calles a manifestarse. La violencia se genera después, se genera cuando no se sabe manejar ese reclamo me parece a mí, por supuesto, que puede haber violencia de algunas personas que se pongan violentas, yo hechos particulares no los analizo.
KC: No, el vandalismo te estoy hablando en realidad, los destrozos de la propiedad pública.
CP: No, pero es no es el caso para mí de las manifestaciones de la gente que ha salido a la calle a reclamar por sus derechos, el vandalismo es otra cosa para mí.
KC: Ahora, hablando un poco más ¿cuál es tu relación con D*os? Mal que mal tu última novela se llama «Catedrales».
CP: Ninguna porque yo no creo que haya D*os entonces no tengo ninguna relación con D*os porque no creo en D*os.
KC: ¿Y nunca la tuviste?
CP: No, lo que tuve fue una educación católica, mi familia es una familia católica, fui a un colegio, en la primaria, pero en la secundaria fui a un colegio de monjas, mi madre, mis abuelas y la familia de mi padre también son una familia católica, entonces lo que tuve fue una educación católica.
KC: ¿Pero nunca has tenido una fe mayor que tú trascendental o crees en alguna otra cosa? ¿cuál creencia?
CP: No quiero entrar en temas controvertido para el otro, yo no creo en la fe tampoco, yo creo en lo que opina Freud de la fe, en lo que opina Richard Dawkins de la fe, lo que opinan un montón de filósofos, psicólogos y demás con respecto a qué es la fe. Respeto que la gente tenga fe y que crea en esa fe, pero no puedo hablarte de la fe porque yo no creo en la fe, yo creo que es otra cosa, yo creo que es miedo a la muerte, como en Egipto creían en determinado dios, que hoy nos parece insólito que creyeran en Ra o en Osiris, bueno, hoy se cree en otros dioses que con el tiempo creerán los que venga dirán: “uh, mira creían en este D*os”, y así será. Eso es lo que yo opino, no quiero ofender a nadie, pero no es un tema que me guste conversar porque en general la gente que tiene fe no está preparada para que uno le diga yo no creo en D*os y que se te respete de esa manera. Mirá Richard Dawkins creo que es, en uno de sus libros que habla del ateísmo, dice que en Estados Unidos se le preguntó a la gente si votaría a un presidente católico, protestante, musulmán, etcétera y siempre la respuesta era positiva del orden del 90% sea de la religión que fuera, en cambio, cuando se le preguntó si votaría un ateo estaba del 50%, y yo creo que a nosotros no se nos respeta esa posibilidad. Si yo te digo que no creo en D*os, y vos me preguntas sobre la fe, y si yo te estoy diciendo que no creo en la fe, vamos a entrar en un tema controvertido que me parece que no tiene sentido porque es como si no me respetarás eso, no creo en D*os no hay más para hablar de esto, yo no creo en D*os, no creo en la fe que más te puedo decir de eso.
KC: Pero el alma ¿tenemos alma nosotros?
CP: Es pasa que del otro lado hay alguien que no puede creer que yo no crea en D*os y que no tenga fe, siento eso. El otro día me entrevistó un periodista y me dijo: “bueno, pero yo diría que soy agnóstico, porque decir que soy ateo es soberbio”, y a mí me pareció soberbio su contestación porque yo tengo derecho a no creer en D*os
KC: Absolutamente. Yo soy una persona de profunda fe, pero esa es mi posición.
CP: Exacto, pero yo no te preguntaría: «y por qué, pero de verdad crees que una mujer puede haber engendrado a un hijo sin haber tenido relaciones con una persona y que esa persona…», yo no te insistiría sobre el tema, en cambio, cuando del otro lado hay un ateo se le insiste y es molesto para uno porque entramos en temas controvertidos que me parece que así como yo respeto al que tiene una fe, también me tendría que respetar cuando digo no creo en D*os», para mí D*os no existe, para mí cuando nos morimos no hay nada y no creo en la fe, creo que la fe es otra cosa. Creo que el otro puede tener algo muy valioso para él que siente que es la fe, pero si vos me preguntas ¿pero cómo alguna vez no sentiste fe? Crees que tendría que haber sentido fe y yo de verdad no creo que tendría que haber sentido fe.
KC: ¿Y piensas que tenemos almas los seres humanos? Alma entendido como una fuerza individual, algo que se sobrepone al cuerpo físico.
CP: Creo que hay algo más allá que el cuerpo físico, no usaría la palabra “alma” porque es muy cristiana y no me gusta, pero si hay algo del orden de lo espiritual y ser ateo no significa ser mala persona.
KC: No, no.
CP: Pensar en los otros también y tener espíritu y tener un montón de cuestiones espirituales y quizás hasta de mayor entrega y todo, pero no necesariamente religioso.
KC: ¿Y no has pensado en inventar esa palabra?
CP: No, es el espíritu, las energías, la espiritualidad. Yo creo que uno puede ser muy espiritual y no estar ligado a los bienes materiales, a las cosas de este mundo etcétera a través de otras fuerzas que tienen que ver con la naturaleza, con lo que uno quiera de los otros, de las personas, del prójimo, pero no necesariamente religioso.
KC: ¿Con qué te conmueves Claudia? Porque se ve que eres una persona de opiniones tajantes, tienes opinión, pero ¿qué es lo que te conmueve?
CP: Yo lloro muchísimo, me conmueven muchísimas cosas, me conmueven los niños, me conmueven la pobreza de los niños, me conmueve el dolor, me conmueve la naturaleza, me conmueve una obra de arte al estilo Stendhal me puede conmover también. La amistad me conmueve, la entrega del otro. Me conmueve por ejemplo, en este último yo pasé por un momento muy complicado en mi país cuando estrenamos la serie «El reino» con muchas agresiones y cuando me entrevistó un periodista y me dijo: «antes de empezar con la entrevista te quiero preguntar una cosa ¿cómo estás?», me puse a llorar porque me conmueve esa cosa de que el otro sienta que uno es una persona y que las personas se pueden comunicar de persona a persona ¿no? y eso me conmovió muchísimo porque no pasa habitualmente, habitualmente te encuentras con alguien que te empieza hacer las preguntas que te tiene que hacer, pero no va a la persona, y la verdad que eso me conmovió mucho.
KC: «El reino» debe haber sido fuerte para ti, yo creo que no esperabas tanta controversia, tanto ataque gratuito, tanto, ¿o uno está preparado?
CP: Nosotros sabíamos, nos parecía porque ya como se había mostrado la serie en Netflix a la gente, a los que lo ven dentro de Netflix, a los que se los mostramos, que iba a ser una serie que iba a tener mucho recorrido y lo sigo teniendo, ayer salió un artículo de una página en «Le monde diplomatique» en Francia, salió otro en un diario alemán, o sea, es como una serie que viaja y que causa interés a donde llega. Lo que no pensamos es que iba haber una controversia tan grande, por un lado, fue positivo también que un hecho artístico como puede ser una serie genere tanto debate en la sociedad, eso sí fue bueno porque se ve que era una tema que debía ser conversado porque durante semanas donde iba se hablaba de la serie, se hablaba de los temas de la serie, de las iglesias evangelistas pero también del poder, de los partidos de ultra derecha, de la justicia, de los servicios de inteligencia, un montón de temas que están en la serie y que generaron mucho debate y eso fue bueno. Después, bueno, obviamente no me imaginaba las agresiones que hubo y mucho menos que las agresiones se recortaran sobre mi persona nada más, porque somos dos guionistas y solamente las agresiones fueron hacia mí y no hacia el otro guionista que somos guionista los dos, la mitad de la serie cada uno, o sea que debería haber sido compartido pero por el hecho de ser mujer y ser feminista se dedujo que todo lo que a ellos les molestaba de la serie tenía que ver con mi ideología.
KC: Y Piñeyro se llama también el otro guionista.
CP: Marcelo Piñeyro.
KC: Pero con «y».
CP: Con «y» y no somos parientes, es muy gracioso porque nos siguen preguntado si somos parientes, incluso lo escriben bien y nos siguen preguntado si somos parientes, es muy gracioso.
KC: ¿Y te pudiste sanar de estos ataques? ¿te pudiste proteger?
CP: Sí porque tuve mucho apoyo de mucha gente, entonces, eso rápidamente desaparece, o sea, sí, te digo todas esas cosas no son gratuitas, generan daño y generan temor y durante varios días yo estuve muy asustada porque cuando vos sentís que del otro lado hay alguien con mucho poder que te está atacando de forma personal te sentís asustada pero después fue cediendo.
KC: ¿Y cómo se manifestó ese susto? Porque son situaciones extremas.
CP: Bueno, llorar por supuesto y temblar por supuesto y pensar alguien me puede hacer daño también. Y lo primero que hice fue empezar hablar con algunos amigos y decirles “mira me está pasando esto”, escribieron esta carta dicen esto de mí y esos mismos amigos se preocuparon de armar, no es que yo les pedí hagamos algo, dije mirá lo que me pasa y ya inmediatamente se empezaron a armar las redes de cómo reaccionar a un ataque de ese tipo pero son como redes de solidaridad.
KC: O sea eres muy amiga de tus amigos en general.
CP: Tengo muchos amigos, sí, por suerte.
KC: Claudia, me encantó una frase que leí la encontré linda, preciosa pero además tan amplia tan porosa de «Vidas prestadas» lo declaraste: «Soy una lectora bulímica y caótica» Mira, no sé por cuál de los dos comenzar, bulímica, ¿qué es ser bulímica? que uno vomita todo como que tiene un descontrol, pero caótica.
CP: Sí, es una frase que yo usaba mucho antes y hoy me cuidaría quizás de usarla.
KC: ¿En serio?
CP: Porque me parece que la palabra puede ofender a alguien, pero vos me entendés lo que quise decir.
KC: Yo lo comprendo, pero absolutamente, es que lo encontré.
CP: Claro, desesperada de leer, y leer, y leer, pero en ese sentido, como sin control.
KC: No, de verdad, bueno, personalmente yo no lo leí, claro uno siempre, a ver, uno siempre puede herir.
CP: Sí a lo mejor, pero vos me entendiste perfectamente lo que quise decir. Lo de caótico tiene que ver con que yo no hice una carrera, entonces al no hacer una carrera de letras no tuve una formación de decir bueno, primero ahora vamos a leer esto, vamos a leer esto otro sino que voy leyendo de manera caótica y muchas veces en función a lo que me va recomendado gente que sé que me gusta lo que escribe, lo que lee, que en general coincidimos y estoy permanentemente atenta desde subir a un transporte público y ver lo que está leyendo alguien que le ves cara de apasionado hasta que te lo recomiendo el crítico más importante.
KC: Que lindo también, ¿dónde lo escuché? ¿habrá sido en ese mismo programa? cuando tú decías que alguien que va en el metro y tú lo ves leyendo como que te genera una, te mentiría, no te puedo citar tal cual pero era una cosa, que pasa a los lectores que estamos, como esta cosa del voyerismo pero en el buen sentido, que queremos saber qué estás leyendo, lo que se ha visto limitado tremendamente con el libro electrónico, que no tengo anda contra el libro electrónico.
CP: Vos sabés cuando mis hijos eran chicos y yo vivía fuera de la ciudad, tenía que andar mucho en auto con ellos y siempre tenía sobre la luneta un libro,y una vez uno de mis hijos agarró un libro que estaba sobre la luneta y me dice “que hay acá dentro que lo llevas a todas partes” y yo pensaba bueno, eso sería genial que lo tomará como algo que le incentivara a leer, justamente averiguar que hay ahí adentro que uno lo lleva a todas partes.
KC: Claro ¿Cómo te ha afectado la tecnología en tu lectura, el mundo digital instantáneo, electrónico, las redes sociales? ¿cómo has visto esta progresión en ti? Esta lectora caótica que comienza a leer, que se le viene aquí el volcán.
CP: Mira, las redes sociales me quitan mucho tiempo y trato de apagarlas porque soy bastante adicta a las redes sociales, sobre todo a Twitter, que me entretiene mucho, entonces ahí se pierde mucho tiempo, pero en cuanto a los aparatos para leer, yo sigo leyendo en papel, lo que pasa es que realmente los dispositivos electrónicos son muy buenos cuando uno tiene que viajar, cuando necesita mucho material, creo que es bueno acostumbrarse también porque evita muchos inconvenientes de me falta tal libro, bueno lo tengo en el e-reader y ya está, no tengo que ir a la biblioteca a buscarlo a ver dónde lo puse. Creo que hay muchas cuestiones prácticas sobre todo para gente que viaja mucho como yo, que los dispositivos electrónicos nos han ayudado. Por otra parte, yo sigo prefiriendo leer en papel y lo que sí me resulta muy agradable es el audio libro, que es otra cosa no es leer, es cerrar los ojos, empezar a dormirte y alguien te está contando un cuento.
KC: Pero ¿no te desconcentras en el audio libro?
CP: No, con el audio libro no, aprendí escuchando en la ruta mientras vas manejando también me interesa en vez de escuchar un noticiero o una canción.
KC: Pero ¿podrías leer lo mismo, en un soporte, supongamos que a ti te gusta Proust ¿podrías escuchar un audio libro?
CP: No, probablemente Proust no porque necesitas una porosidad en la lectura y necesitas muchas veces volver a leer un párrafo, me aparece que son lecturas que hay que leer, pero hay otro tipo de literatura que me parece que se puede escuchar perfectamente en un audio libro.
KC: Quiero hablar sobre lo referentes literarios, pero primero, porque yo tengo una pésima traducción de «En busca del tiempo perdido”, ¿cuál traducción comprarías tú?, ¿de cuál editorial? ¿cómo vamos y compramos esta si que me la aseguro?
CP: No soy muy buena para eso, pero generalmente hay, no sé, por ejemplo, nosotros acá en Argentina teníamos en un momento unas traducciones de Shakespeare hechas por grandes escritores argentinos que lo hacía la editorial Norma, entonces cada obra de Shakespeare estaba traducida por un gran escritor o gran traductor argentino, me parece que uno tiene que mirar quienes son esos traductores, lo que pasa es que no siempre tienes tanta variedad, a veces vas y es la edición que hay y compras la edición que hay. Muchas veces ediciones españolas que a lo mejor son muy buenas para leer allá pero que a nosotros nos resulta muy raro, a veces, leer un libro de un japonés que hable con la palabra “gilipollas” y cosas así te resulta raro, si es un español no porque si es un español puede decir eso, pero no puedes estar leyendo a un japonés y te empieza con esos términos. A nosotros no hace ruido como a ellos les hace muchísimo ruido también los modismos locales nuestro.
KC: Claudia ¿cómo hay que leer «En busca del tiempo perdido»? Y esta es una pregunta completamente autorreferente porque yo lo leí hace muchos años, pero ¿cómo tengo que leerlo, por orden o da lo mismo? ¿cómo es esa lectura, esa experiencia lectora?
CP: Hay que dejarse llevar por un río de palabras, uno tiene que dejarse llevar y que esas palabras te vayan meciendo porque básicamente es eso, un río de palabras, «En busca del tiempo perdido» y son muchos tomos, entonces a veces también acobarda, también uno puede leer un tomo y decir el próximo tomo lo leo el año que viene, me parece que uno debería permitirse poder leer a Proust aunque sepas que no vas a leer los siete tomos porque si no te quedas afuera de algo que es realmente interesante. Me parece que puedes leer «Por el camino de Swann» disfrutarlo y no seguir leyendo y bueno, no importa, o sí importa, pero siempre es mejor que no haberlo leído.
KC: ¿Por qué «En busca del tiempo perdido» y no «Ulises» que también es un derroche de palabras?
CP: Bueno, a mí me atrae muchísimo más la prosa de Proust en «En busca del tiempo perdido», el «Ulises» de Joyce me deja bastante afuera, lo he intentado varias veces lo he leído y me encantaría leerlo con alguien que me ayude a determinar ciertas claves porque siento que lo que leo no termino de aprovecharlo como si tuviera algunas pautas de lecturas que no he tenido porque no he estudiado letras, porque no tengo esa formación. Muchas veces cuando veo que Gamerro o que algunos de los escritores argentinos dicen voy a dar un curso sobre la lectura de «Ulises» y siempre digo, me voy a anotar.
KC: Yo también. Avísame porque eso también me gustaría porque no es un libro creo que para leerlo en el sentido tradicional como sería una lectura que va, que se da, que fluye. ¿Cuáles son tus referentes literarios?
CP: En Argentina siempre digo que nosotros tenemos la marca de nombrar siempre a Borges, Cortázar, a Piglia te diría que son los que internacionalmente siempre nos preguntan, pero si yo te tuviera que nombrar a uno por fuera de esos que son ineludibles, lo nombraría a Manuel Puig, me parece que Manuel Puig tiene una literatura que yo siento muy cercana, que me encantaría escribir como escribe él, que siento que mis mundos tienen algo de sus mundos, que también tenía un interés por lo cinematográfico, por lo audiovisual que yo también tengo, entonces lo siento como un gran referente en ese sentido.
KC: ¿Hoy día que estás leyendo Claudia? Si es que te acuerdas, porque a veces uno ni se acuerda y no es porque no sepas que estás leyendo.
CP: No, te digo no es que no me acuerde tengo acá una pila de diez libros porque soy jurado de un premio entonces estoy leyendo, ya los leí, pero estoy releyendo porque tengo ahora, la semana que viene que dar la respuesta, porque soy jurado del premio FILBA que se despacha la semana que viene y estoy leyendo los diez finalistas, que como te digo ya los leí, pero tengo que encontrarme el jueves con los otros jurados y por lo tanto, quiero tener bien fresco.
KC: ¿Y lees todos los días Claudia?
CP: Siempre, casi todos días tienes algo para leer, a lo mejor no la novela que estoy leyendo por decirte en este momento no es que estoy leyendo una novela en particular porque estoy leyendo lo del concurso, pero cuando estoy leyendo una novela en particular a veces, hay días que trabajé todo el día con guiones o con la novela y llega la noche y apoyo la cabeza y me quedé dormida lamentablemente. Por eso tomé la costumbre de leer a la mañana, después de desayunar dedicarle un tiempo a la lectura porque me estaba pasando que a la noche llegaba demasiado cansada y ya no tenía posibilidad de leer del mismo modo, y entones uno arranca ya el día con una lectura, aunque sea de un rato y sientes que que si ese día a la noche no llegas a leer bueno algo ya leíste.
KC: ¿Sabes qué? de todas las opciones nunca se me había ocurrido, ya supongamos que uno hace deporte, yo corro, empezar al revés, yo decía bueno, lo dejo para la tarde, pero eso es casi un auto engaño.
CP: Hay un escritor argentino, Martín Kohan, que yo admiro mucho, que es un gran lector y, justamente, en este premio que te conté en la Patagonia, él era jurado, y nos llevaron de una ciudad a otra por el medio de la Patagonia desierta en un colectivo que se iba moviendo entre medio del ripio y él iba contra el vidrio leyendo un libro y yo que decía yo estaría ya vomitando porque con ese movimiento, me dice “no lo que pasa, es que yo leo siempre una hora por día y cuando llegue ya no voy a poder entonces tengo este, como esa cosa metódica de decir yo tengo que leer una hora por día” y me pareció una gran opción, decir como sea yo leo una hora por día después si leo, leo más, seguramente él lee más que una hora por día pero mínimamente. Y yo encontré que en la mañana es mejor eso, para mí, para mi biorritmo de ahora que en otras épocas, era otro es mejor ahora que en la noche, en la noche yo me quedo dormida con mucha facilidad.
KC: Ah, que bendición. Yo he llegado a pensar Claudia, incluso, bueno obviamente que dejar el teléfono, cualquier cosa en otro lugar físico creo porque sino no lees bien y tomar el cronómetro para no auto engañarse. Bueno vamos a tener que probar a ver cómo van a hacer mañana cómo decir mañana empiezo la dieta, mañana empiezo a leer en la mañana. Yo leo harto, pero es distinto como uno se vincula con eso.
CP: Además tienes mucha más posibilidad de atención.
KC: Sí, y ese aire más limpio esa luminosidad distinta, no es una luminosidad absoluta de las cuatro de la tarde, es distinta. Claudia, vamos a ir cerrando, pero antes quiero saber la vejez o el cambio de década, ya eres una mejor de seis décadas y no se nota. ¿Cómo te ves tú como Claudia Piñeiro hoy? ¿cómo le hablarías a una de los veinte años?
CP: Mira, siempre en esas edades uno cree que es más viejo de lo que es, creo que cuando tienes veinte años piensas que sos más grande lo que sos, cuando tienes treinta. Me acuerdo que cuando cumplí cincuenta, al poco tiempo que cumplí cincuenta, escribí una nota para el diario Clarín que fue sobre los cincuenta justamente y los cambios en la mujer en los cincuenta , y ya me parecía como que era el comienzo de la vejez y después me pasé todos los cincuenta espléndida, y bueno llegás a los sesenta y decís bueno será hora y yo creo que vamos a llegar a los ochenta y va a pasar lo mismo ¿no? porque hay como un temor que no necesariamente se va cumpliendo con respecto a los pasos, también hay que poder aceptar determinadas cuestiones que tienen que ver con la edad. Me parece que las mujeres a veces con los cuerpos somos muy exigentes con respecto al peso, con respecto a las arrugas, con respecto a un montón de cosas que la verdad a mí me gusta más ver el paso del tiempo, no te digo que una persona se tenga que dejar ni mucho menos pero, nos pasa a mucho cuando escribimos guiones que pensamos en determinadas actrices que sabés que no las podés llamar porque ya no tienen la cara natural para su edad, sino que tienen la cara tan arreglada que no da para ese personaje, a lo mejor un personaje de una mujer que vive en tal lado, que hace tal cosa, no sería una mujer toda operada con una cara espléndida sino que sería una mujer normal de esa edad ¿no? . Y uno va viendo como hay mujeres que evidentemente no pueden resistir eso y necesitan verse de otro modo, a mí me resulta muy raro, me impresiona mucho las caras de las mujeres tocadas me impresiona muchísimo mucho más que la vejez porque la vejez es algo digno, o sea es la vejez, en cambio esa resistencia esa necesidad de decir que “no”, que la vejez no me toca y te toca igual, te toca distinto, te toca con marcas que se notan que son de un bisturí, eso me impacta mucho.
KC: A mí me atormenta el tema de la memoria ¿no te atormenta perder la memoria ni siquiera perderla? te digo que se disminuye tu capacidad de memoria de acordarte, de vincular cosas, unir.
CP: Yo creo que perdemos concentración y muchas cuestiones cognitivas, sigo haciendo ruido con las pulseras las voy a dejar.
KC: Los que nos están escuchando ya lo saben no es un problema, aquí la autora Claudia Piñeiro que juega con sus pulseras de plata.
CP: Me doy cuenta cuando trato de estudiar algo, yo era muy rápida estudiando un montón de cosas y ya no soy tan rápida, entonces, eso también es una aceptación igual que las arruga. Y con respecto a la memoria, no tengo ese temor, hay cosas que me olvido, me doy cuenta, sobre todo los nombres, esa cosa de “no me sale tal nombre, no me sale tal ciudad, no me sale tal apellido”, bueno eso pasa pero no es algo grave, yo creo que si hay un temor de tener una enfermedad de otro tipo que no sea la vejez, enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer, pero no la vejez, digamos, el tema de perder tonicidad en el cerebro por una cuestión normal porque es lo mismo que las arrugas de la cara ¿no?
KC: Claudia que me quedé pensando algo nada que ver con la vejez, en esta lectora bulímica y caótica inventa otros calificativos después, aunque no te gusten, ¿Tú llevas una bitácora de lectura? ¿rayas tus libros? ¿o los cuidas como si fueran objetos sagrados? ¿qué tipo de lectora eres ahí?
CP: Yo doblo las páginas, cosa que la gente no le gusta mucho, pero doblo páginas para después acordarme que ahí hay algo, tengo algunos códigos de como doblar según lo que quiero marcar y puedo marcar con lápiz negro, no me gusta marcar con algo que no sale.
KC: Con lápiz, no sé cómo le dicen, nosotros le decimos con un lápiz a mina.
CP: Sí, un lápiz a mina, pero con otras cosas no, y después uso mucho las orejitas esas, si tengo que usar el libro para algo ponerle orejitas de colores.
KC: Okey, te voy a confesar algo a mí también me gusta mucho las orejitas que nosotros le decimos banderitas, y yo ocupaba las de plástico, alguien que es un archivista me dijo ¡cómo se te ocurre! ¡qué crimen! vas a echar a perder los libros. Hay que cambiar las orejitas de plástico por las de papel, porque hay un ácido que echa a perder el libro, entonces ahora tengo una nueva obsesión, en todos los libros marcaditos es ir cambiando las banderitas de plástico por papel que contamina menos, que tú también hablaste en una entrevista hace poco del tema del cambio climático y todo eso como estaba presente en Europa y no tanto en nuestros países, pero ahí te doy un tip ¿Eres obsesiva?
CP: Sí, ahora que me lo dijiste me voy a preocupar.
KC: Pero está bien no es algo tan malo.
CP: Tampoco cuesta nada porque hacerlo mal, si se puede hacer bien.
KC: Exacto ¿Hay algo que te gustaría agregar en esta conversación que hemos tenido?
CP: No, muchísimas gracias, la verdad es que me encanta que me hayas entrevistado, me encanta poder hablar con vos de estos temas, de la literatura, de la vida, de las cosas que nos pasan, y me encanta mucho que llegue esto al público chileno, a la gente que vive al otro lado de la cordillera, tan cerca y que en todo estos meses no hemos podido cruzar de un lado para el otro, con esta cosa de la pandemia parece mentira que estando tan cerca y no nos hemos podido ver desde hace dos años, con amigos que están del otro lado, y ustedes venir para acá etcétera, así que es una manera de atravesar esas fronteras que estuvieron cerradas.
KC: Claro. Claudia yo te quiero agradecer para mí ha sido todo un descubrimiento conversar contigo porque encontré mucho sobre ti, pero en realidad, no encontré mucho sobre ti, había que escarbar un poquito más y esa es la idea, y creo que aprendí mucho. Cuando una persona escribe tanto y tiene tal nivel de sensibilidad es importante conocerla más allá de lo formal
y del discurso hecho.
CP: Muchas gracias.
KC: Y muchas gracias de nuevo por tu tiempo y la concentración y las pulseras.
CP: Bueno sí.
KC: Ahí están.
CP: Estas pulseras las voy usando de a poco porque me las empezó a regalar mi pareja por cada año una pulsera esas cosas antiguas, él es más grande que yo y parece que se usaba en su época. Y ya tengo tanto peso en la mano que no las puedo llevar y él se ofende, dice ¿por qué no las llevas? y yo digo no puedo.
KC: Y suenan.
CP: Las voy llevando de a tres, de a tres así porque si no cuando cumplamos veinte años, ya no sé, necesito una carretilla.
KC: ¿Y no te molestan para escribir?
CP: Sí, me las saco todo el tiempo para escribir me las saco también.
KC: ¿Eres zurda o de recha?
CP: Soy derecha.
KC:¿Y la ocupas en la mano izquierda?
CP: Las tengo en la derecha.
KC: Ah no, te las tienes que sacar.
CP: Me saco todo, me saco los anillos.
KC:¿y para dormir también?
CP: Sí, sí hasta el reloj, todo.
KC: ¿Y tienes algún ritual para escribir o te sientas y ya, disparas?
CP: Me siento y ya.
KC: Pero me tengo que sacar las cosas para escribir.
CP: Pero me tengo que sacar todo, los anillos, las pulseras, el reloj, todo.
KC: Incluso a veces los aros.
CP: Otra cosa, tengo que tener las uñas muy cortas porque vos sabés que si me hace ruido la uñaen la tecla me molesta. Basta, terminemos acá porque o si no vamos a seguir.
KC: No porque después nos van a echar la culpa de esto también. Gracias Claudia, cuídate.
CP: Gracias Karen, muchas gracias. Adiós, hasta la próxima.,
KC: Chao.
Autores mencionados
Guillermo Saccomanno
Mauricio Kartun (dramaturgo)
Luigi Pirandello
Juan Rulfo
David Lodge
Ariana Harwicz
Richard Dawkins
Stendhal (Henri Beyle)
Marcel Proust
James Joyce
Martín Kohan
Carlos Gamerro
Jorge Luis Borges
Julio Cortázar
Ricardo Piglia
Manuel Puig
Libros mencionados
Un comunista en calzoncillos
Elena sabe
Betibú
Tuya
Las viudas de los jueves
Serafín, el escritor y la bruja
Con las grietas de Jara
Catedrales
En busca del tiempo perdido
Ulises
Claudia Piñeiro es una de las grandes voces de la literatura latinoamericana, con una prosa rica y una propuesta que llega a millones de lectores ¿Cuál es tu libro preferido de Piñeiro? Cuéntame, como siempre la transcripción está en mi página web.
Lee. Escribe. Crea.
Chaooo.