Oda al 2024 #175

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Queridos odistas,

       

Estoy en un café escribiendo esta Oda con anticipación y espero que los odistas que celebran Navidad hayan tenido una muy linda.

Esta Oda es un recuento del 2024.

En enero estaba en pleno proceso de edición de Todos nuestros fuegos y el escrito lo releí, ¿cuántas veces? Ni idea. Febrero fue más tranquilo hasta la última semana cuando viví un momento único: llegó la caja con los primeros ejemplares. Queridos odistas, aún ese sentimiento pleno, de felicidad y emoción, de nervios está vivo en mí. Quizás uno escribe por esos breves momentos de intensa felicidad. No lo sé.

En marzo se desataron otros sentimientos aún más bellos, de una plena felicidad y logro. No lo podía creer, el lanzamiento superó con creces mis expectativas, lo más lindo fue recibir el cariño de tantos. Me sentí súper acompañada, saber que hay un montón de personas que les gusta la lectura y conocer a la autora de una novela. Quizás uno escribe por estos breves momento de complicidad.

Los siguientes meses fueron de promoción, la excitación inicial mutó a la calma propia, al pudor de salir en medios. También a volver a recorrer la ciudad, las librerías, conociendo los libreros, los vendedores, subiendo contenido a IG, visité la radio Bío Bío, contesté un cuestionario de la revista El Sábado, me entrevistó la periodista de CNN y de varios podcasts. Puedes revisar todo este material en mi web. De hecho, en enero saldrá una gran entrevista que me hizo Adriana Pacheco en Hablemos escritoras.

Entre estos movimientos telúricos, seguí con los talleres de lectura, los que se convirtieron en un oasis y un cable a tierra. Una muy buena amiga, lo recuerdo tan bien, me invitó a tomar desayuno a su casa y me dijo: “estoy preocupada por ti, no quiero que te vengas abajo cuando pase todo esto”. Se lo agradecí enormemente porque me hizo tomar conciencia, del auto cuidado, de no perder el centro, de buscar de vías que hicieran de colchón. Una de esas fueron los talleres, el trote y las amigas.

Lo que más me tenía “triste”, más bien incómoda, eran mis ganas de volver a escribir. No podía. Si bien la historia de Rivka Schtern la había superado, mi cabeza no estaba funcionando en términos creativos. Supe que tenía que tomar cartas en el asunto y me enteré que la escritora mexicana, Laia Jufresa tenía una academia de escritura. Me enrolé en Escribir es un lugar. Así, cada día a las once de la mañana, me uní a un grupo de mujeres donde estábamos unidas en silencio durante una hora escribiendo lo que nos ocurría. Cada sesión la iniciaba con mi diario personal donde volcaba mis preocupaciones y sueños. Luego editaba mis cuentos antiguos; esto me ayudó a perder el temor.

De manera paralela me sumé en los talleres de escritura de Marcelo Simonetti, Pía Barros y Antonia Torres. Suena bastante y lo fue. Pero lo veo como un shot de energía, de esas instancias nacieron textos que hoy se han convertido en relatos. Abandoné a Pía y a Antonia, pero por motivos distintos. A Pía, porque el horario coincidía con mi taller de los miércoles. El de Antonia, porque mi cabeza no funcionaba a última hora del día. Terminé el año solo con el de Marcelo, los miércoles a las once de la mañana hasta la hora de almuerzo.

A lo largo del año escribí cerca de diez cuentos y pude trabajar en serio tres. Es decir, todavía estoy en ellos, pero cada reescritura implica que se me apriete el estómago, dude, me detenga, vuelva. Me da tranquilidad la frase que dijo el recientemente fallecido Paul Auster: “Escribir es un acto solitario. Eres tú luchando contra un papel en blanco y ganando pequeñas batallas todos los días”.

Con septiembre vino otra revolución que hablé en varias Odas. Comenzaron las fiestas judías lo que implicó que mi vida literaria se resintiera. Para escribir y estoy convencida -por lo menos para mí- la rutina es clave, saber que todos los días son más o menos similares y hay espacio tanto físico como mental para hacerlo. Con las fiestas sucede todo lo contrario, son tiempos intensos, con desconexión total y muchas, muchas preparaciones. De esto les conté en la Oda al queque de miel. Al finalizar intenté volver a mi rutina, pero de pronto, ya se venía la maratón de Valencia que fue el primero de diciembre y un viaje posterior a ella. Entonces mi segundo semestre fue muy variado. Diría que lo que me salvó de la locura de tanto cambio fueron mis talleres que me obligaron a estar siempre ahí, en modo tranquilo, en saber que eso no se iba a modificar.

Ahora, a fines de diciembre, he vuelto o intento recuperar la rutina. Pero es difícil porque el verano para mí siempre ha sido un desafío. No sé si es el calor o el ambiente más alegre y social, pero me cuesta concentrarme. Entonces, lo que he hecho desde que volví de Valencia, es obligarme a ir al taller, a enfrentarme a mis cuentos y estoy leyendo más. Incluso tengo una idea de novela que estoy masticando, pero otra vez, el dolor de estómago.

También en enero voy a trabajar en mis talleres de lectura y dejaré mis clases preparadas al máximo. En febrero me tomaré vacaciones. ¿Cuáles son mis planes para el 2025? Escribir, leer, los talleres y correr otra maratón. ¿Cuáles son los tuyos? Cuéntame. Escríbeme y me sentiré más acompañada también.

 

Mis recomendaciones

Una serie: La emperatriz”, una producción alemana, que narra la historia de la emperatriz Elisabeth de Austria que se casó con el emperador Francisco José de la casa de los Habsburgo. Está inspirada en la vida de Isabel de Baviera, conocida como Sisi. Una joven rebelde que costó casarla y debió enfrentar la corte y sus rigurosas reglas. Muestra el clima convulsionado del imperio austro húngaro, a lo que suma el poder de la madre de Francisco José, y su visión muy ortodoxa de cómo se debe gobernar. Este complejo escenario, además, con las tensiones propias de los cambios de la revolución industrial y la pobreza en que vivían los súbditos. A medida que ves más capítulos te comienza a decepcionar por su guion efectista, o demasiado sexo o libertades ficcionales. Pero, de todas formas, lo estoy pasando bien.

Una novela: Un lugar llamado Antaño de Olga Tokarczuk. Esta fue una de mis grandes lecturas del 2024 y sin duda, ya ocupa un lugar en mi corazón. Para muchos con tintes de realismo mágico y un guiño a Cien Años de Soledad, porque narra la historia de Antaño, un lugar imaginario en Polonia, donde en menos de 300 páginas, se retrata la historia de ese país durante el siglo XX. “Antaño es un lugar en el centro del universo”, así arranca. Los capítulos son breves y el tiempo es un elemento central de la narración. He leído tres novelas de esta Premio Nobel y por lejos, esta fue la que más me gustó.

Mis momentos

  • Fui feliz: Celebrando Janucá junto a mi familia.

  • Algo que aprendí: El único idioma que utiliza los signos de interrogación dobles es el español. Esto se debe a que en 1874, la RAE decidió que en todas las preguntas, independiente de su extensión, se deberá poner el signo de pregunta y exclamación al principio y al final.

  • Estoy agradecida: De que en menos de un día, Todos nuestros fuegos fue recomendada como una buena lectura.

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¿Escuchaste el recuento del 2024 de Espiral?

#118 « Recuento 2024 »

Te dejo las recomendaciones de Todos nuestros fuegos que mencioné en “Estoy agradecida”:

 

 

 

 

Todos nuestros fuegos

Lee. Escribe. Crea con el 2024.

Karen

 

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