Oda al queque de miel #170
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Queridos odistas,
Si les llama la atención el título de esta Oda están en lo correcto, pero cuando lean van a entender por qué la elegí.
Cada año en estas fechas, en septiembre u octubre, mi vida sufre una revolución, como la de muchos judíos en el mundo. Inauguramos un período intenso de fiestas que comienza primero con el año nuevo judío, Rosh Hashaná y culmina con Simjat Tora, o la entrega de la Torá (el Antiguo Testamento).
Durante estos casi veinticinco días es costumbre comer alimentos dulces y por eso, cocino varios queques de miel en el período. Me encanta. Pero la receta que hago es difícil porque lleva muchos ingredientes y varias veces me ha sucedido que me confundo y me salto uno. Así fue la semana pasada, creo que a la mezcla no le puse chancaca y algunos me salieron muy pálidos. Lo descubrí gracias a que mi papá me comentó que el suyo estaba desabrido. ¿Qué hice? Rápidamente los cociné otra vez. Pero no tenía esencia de vainilla, tampoco clavo de olor molido. En fin, es ese momento donde cocinamos y nos enteramos de que falta algo cuando ya estamos con las manos en la masa.
Este queque solo lo cocino durante esta época, el resto del año no lo hago. Por un motivo muy sencillo: el aroma que sale del horno marca un antes y un después en mi casa. Es como una señal de que estamos viviendo la revolución, de un tiempo en otro tiempo. A veces me pregunto para qué me exijo tanto, pero rápidamente me digo que me encanta compartir con mis amigos y familiares un poco de la dulzura de la miel, algo simbólico y muy potente. La cocina queda un desastre, llena de miel, de azúcar, de gotas de la mezcla, pero vale la pena.
¿Por qué es miel y no otro elemento como el azúcar? La miel es más compleja, tiene algo de dulce y agraz, la abeja es no comestible, le tenemos respeto. Entonces ella, la miel, es una combinación entre temor, dolor y dulzura, como la vida en que hay momentos fantásticos y otros, llenos de lágrimas. Cuando los niños comienzan a aprender el abecedario judío, el que denominamos Alef Bet, es costumbre cubrir las letras con miel. Así ellos la lamen y aprenden la primera lección: que el estudio es dulce. O bien, simplemente, la comemos porque es rica, o para rendirle honor a la abeja obrera que solo produce una y media cucharadita de miel en toda su vida.
Mis recomendaciones
Una novela: La muerte del pingüino de Andrei Kurkov de la editorial Blackie Books, publicada originalmente en 1996. Fue todo un descubrimiento y una literatura que te descoloca con humor, con una propuesta fresca, llena de metaliteratura y algo del género de novela negra. La figura del pingüino, Misha, la mascota que adopta Víktor, se alza como una voz silenciosa, donde los ojos de un sistema corrupto siempre te observan, te catan. Nos sitúa en la Ucrania de los años 90 y nos paseamos por un mundo solitario, donde Víktor busca la felicidad dentro de un mundo gris. La Unión Soviética siempre de fondo.
Unas fotografías: Los ganadores de los Epson International Pano Awards 2024, son preciosas. Me impactaron.
Mis momentos
Estoy agradecida: De haber comenzado Rosh Hashaná con toda mi familia cenando en mi casa.
Aprendí: Para producir 450 gramos de miel son necesarias dos millones de flores y 566 abejas.
Fui feliz: Corriendo 21k con mi prima Debbie y hacer mi mejor tiempo histórico en estos catorce años que llevo corriendo. Espero capitalizar esa marca, queda trabajo por delante.
¿De qué se trata Todos nuestros fuegos? Descúbrelo en este vídeo:
¿Escuchaste el Cuestionario Espiral a la escritora española Rosa Montero?
Lee. Escribe. Crea con queque de miel.
Karen.
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