Olivia Schtern -antes Rivka- vive en su pequeño departamento en Nueva York junto a su perro George. Desde los catorce años su existencia ha sido una vorágine: el fatídico incendio en el que mueren su madre y seis hermanas es solo el punto de partida de un periplo personal complejo, en el que ha tenido que pasar penurias económicas y aprender a valerse por sí misma en un mundo que parece ajeno. Su padre, también sobreviviente de la debacle familiar y a quien no ve desde ese trágico día, la llama cada 11 de diciembre solo para permanecer mudo al otro lado de la línea telefónica. Esta eterna rutina de mutismo se verá alterada por un viaje al sur del mundo, donde conocerá a un hombre enigmático con quién vivirá un intenso romance aparentemente condenado al fracaso.
Escrita con una delicadeza inusitada, Todos nuestros fuegos es una novela familiar y de formación, una profunda Historia que aborda la vida íntima de una adolescente judía que ha experimentado la hostilidad de un mundo adulto que se cae a pedazos y que, en su orfandad, deberá encontrar la fuerza para sobrevivir.
Karen Codner, periodista y magister en Literatura Comparada, se sumerge en la ficción para hablar acerca de la identidad, los claroscuros de la vida cotidiana y sobre lo que significa ser una joven judía en una Nueva York cosmopolita y en un Chile conservador. Como el coro de una tragedia griega, las voces silentes de las mujeres hacen eco en esta obra tan luminosa como dolorosa.
¿Por qué leer Todos nuestros fuegos?
Se trata de un ficción conmovedora, emotiva y luminosa. Un relato que nos sumerge en la intimidad de los vínculos familiares y nos conecta con la inmensa capacidad humana de sobreponernos a la catástrofe.
Delicada, sensible y entrañable: la pluma de Codner nos envuelve en la historia de una mujer decidida a encontrar su lugar en el mundo.
- Rivka, la joven protagonista judía de la novela, viajará de Estados Unidos a Chile en busca de un nuevo comienzo y encontrará, sin haberlo previsto, el amor.
- Uno de los atributos de la novela es la habilidad con la que la autora retrata el poder de los vínculos femeninos.
Lo que han dicho sobre Todos nuestros fuegos
Fragmentos
«¿El nombre de tu pueblo, papá? Ella intenta, esta primera mañana de su nueva vida, recordarlo, recordar los nombres de los que asesinaron. En una sola ocasión escuchó sus nombres y los olvidó como si fuera una anciana desmemoriada. Las hojas lacres cubren el pavimento, recuerdan la colchoneta de una gimnasta. Una furgoneta llena de cajas de huevos casi choca con un camión de cemento. Olivia ve a un hombre vestido con unos pantalones amarillos y una chaqueta llena de orificios. Él levanta la cabeza de hechicero y la saluda. Ella cierra la ventana.
En la ducha intenta alejarse un poco más de Rivka, tarea compleja cuando aún resuenan en ella tantas peleas por el agua caliente en Penn Street. Esther, ocupaste toda el agua caliente. Estheeeeeeeeeeeer, voy a triturar tu sombra Revlon, a la cuenta de tres si no… Olivia esconde ágil su ayer. Pero no puede dejar de contemplarse. Soy la mujer ante el espejo. Ignora que un Picasso bautizó así uno de sus cuadros. Rivka, chica de pollera y camisa celeste, caminante de Williamsburg con apenas dos dólares para el egg cream. ¡Diecinueve años! Su nariz de adolescente, que antes asomaba apenas, ahora ha cobrado serenidad y una preponderancia aguileña. Diecinueve años en un nombre inaugural.»