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Hola, hola ¿cómo estás? Soy Karen Codner y te doy la bienvenida al programa 118 de Espiral y el último de este año y, ¿qué estás esperando? Mándame tu foto para conocerte, para saber dónde escuchas Espiral y así lo convertimos en una conversación. En este último programa del 2024, y tal como te conté en el programa anterior, tendremos un recuento con algunos de los entrevistados que pasaron por el micrófono Espiral. Así podrás volver a deleitarte o bien, escuchar por primera vez algunas de las respuestas de Hinde Pomeraniec, Catalina Infante, Katya Adaui, Patricio Pron y Rafael Gumucio.
Recuento personal
Estoy trabajando en varios cuentos al mismo tiempo, no, en realidad, termino de editar uno y paso al siguiente. Cada vez que comienzo con el trabajo de reescritura se me aprieta el corazón, el estómago, que en Chile le decimos la guata. Ni te imaginas lo difícil que es enfrentarse al texto. Si escribes una novela, siento que es distinto porque estás sumergida en un mundo, en cambio, cada relato es un universo por sí mismo y requiere energías distintas.
Esta semana terminé los talleres de lectura y como siempre lo hicimos con regalos (libros, obvio) y una cena. Es una tradición que implementé hace un par de años y da muy buenos resultados. Los participantes se van feliz y la profe también.
Estos meses de verano serán muy distintos y tendré que ocupar mucha fuerza de voluntad para ponerme a trabajar. Sin la presión de los talleres de lectura me queda espacio para la lectura y escribir, es decir, enfrentarme a esta sensación de que si no lo hago, nada ocurrirá. Además ya tengo una idea para una próxima novela, pero está muy lejos de ser algo concreto, algo que pueda decir: comencé. Solo está en mi cabeza y reconozco que en verano me cuesta mucho más escribir. No sé si es el clima o el ambiente que fluye. Mi idea es seguir, seguir intentando. Entre cuentos y esta idea, algo saldrá. En enero estaré yendo y viniendo de la playa, y febrero me lo tomaré completamente libre, sin Odas ni Espiral y poco Instagram. También pretendo en enero avanzar en la preparación de los talleres de lectura que comenzarán otra vez en marzo y si me animo, lanzaré un taller de escritura para principiantes, pero será por zoom. No presencial, lo que es bien distinto.
Planes, hay que tener planes. Y sueños, ¿o no? Además quiero leer mucho en el verano. Ya separé varias novelas que tengo hace mucho pendientes, que compré como buena compradora compulsiva de libros esperando algún día leerlas. Ha llegado el momento.
Queridos amigos, aquí me despido hasta el 2025, porque en el próximo Espiral, el primer viernes de enero, estará con nosotros Cynthia Rimsky, ganadora del Premio Herralde novela con Clara y Confusa.
Hinde Pomeraniec
KC: Mira yo acá la lista, tú me nombraste muchos entrevistados. Bueno, Susan Sontag también, Atwood, Svetlana Aleksiévich, esas fueron por escrito.
HP: Aleksiévich fue por teléfono.
KC: ¡Por teléfono¡ ¿Y en qué idioma fue?
HP: Con una intérprete, fue una producción impresionante que hicimos desde Infobae. Conseguir una intérprete escritura, Svetlana no quería un zoom porque estaba en su dacha, estaba en su casa de fin de semana con amigos y me había dicho, yo te doy la entrevista, pero tiene que ser telefónica y por una especie de WhatsApp que no era exactamente un WhatsApp, pero era como una especie de WhatsApp Y la conseguimos, fue increíble. O sea, no la pude tener en imagen, pero tuvimos el sonido, armamos como una serie de videítos y con imágenes. Y fue una entrevista fabulosa de la que todavía hoy saco cosas porque incluso ahora mi segunda versión del libro de rusos, utilicé fragmentos de la entrevista que hice con ella porque dijo cosas muy interesantes sobre Putin así que fue una entrevista maravillosa.
KC: ¿Nunca aprendiste ruso?
HP: No, yo no sé hablar ruso, es de lo que me arrepiento.
KC: Porque entiendo que el pasado de uno, la historia de la familia, viniendo de Ucrania, viniendo de ese sector del mundo, sea determinante en la identidad de uno.
PM: Sí.
KC: Pero lo tuyo lo llevaste un extremo, o sea, publicar lo que has publicado, para los que nos están escuchando, “Rusos postales de la era Putin”, después tienes “Rusos: versión ampliada y actualizada” y además estás constantemente conversando con ese mundo.
Entonces uno diría, bueno, una argentina judía escribiendo sobre Putin, es una aventura.
HP: Sí, igual hay un detalle ahí que es una argentina judía, hija de tercera generación por parte de mi madre de argentinos porque mis abuelos maternos fueron argentinos, y segunda por parte de mi padre, los padres de mi padre eran europeos, pero lo que no tenés que olvidar es que mi padre fue comunista toda su vida.
KC: Bueno, esa era la otra pregunta.
HP: Claro. Exacto.
KC: ¿Cuánto te marcó el comunismo a ti?
HP: Sí, muchísimo. Primero por una cuestión generacional. Yo nací el año en que se creó el muro de Berlín, o sea Guerra Fría a full. Me eduqué en esa guerra fría. Tenía 15 años cuando comenzó en la Argentina la dictadura más fuerte, más salvaje y en ese momento, en plena Guerra Fría, todo lo que tenía que ver con el comunismo y el estalinismo era algo de lo que no se hablaba, se hablaba de todo lo otro, del hombre nuevo, de lo que significaba en términos de salud y educación para todos. Todo lo que tuvo que ver también, yo nací dos años después de la revolución cubana. O sea muy marcada por un padre judío comunista cuando digo judío comunista mi padre jamás renegó de su judaísmo, es más se casó con mi madre, después tuvo un segundo matrimonio, pero se casó con mi madre y hubo ceremonia religiosa en el salón porque él no quería ir al templo, pero hizo la ceremonia por su madre. Mi hermana y yo, mujeres ambas, pero si hubiéramos sido varones, él siempre reconocía, que hubiéramos tenido circuncisión porque no hubiera podido trasgredir eso por sus padres, que era aquello que él más respetaba y siempre, aun estando en contra de cuestiones relevantes del Estado de Israel, de políticas bélicas o expansionistas digamos, cosas que en muchos casos yo comparto con esa mirada, pero él nunca renegó de ser judío, al contrario, había una cosa orgullosa de un judaísmo que permitía la laicidad, por otra parte. Un judaísmo que permite la diferencia, que permite el pensamiento más transgresor, un judaísmo que no es religioso, o sea, vos podés ser religioso, pero vas a ser judío igual, aunque no seas religioso.
Todo eso que a mucha gente le cuesta mucho entender. Cuesta muchísimo entender eso. A mí me llevó también mucho tiempo. Vos sabés que en determinados países latinoamericanos todavía más, es decir, cuando hay una comunidad casi inexistente de judíos, Israel, todo resulta lo mismo y resulta que no, no es todo lo mismo. porque yo estoy por supuesto digamos, a favor de la creación del Estado de Israel. Creo que significó un avance fenomenal después del Holocausto, que significó la posibilidad de que realmente los judíos que se sintieran perseguidos por las razones que fueran, podían tener su espacio. Tengo familia, te diría que la mayor parte de mi familia y tengo muertos enterrados en Israel, o sea, que a mí alguien venga a decirme que por cuestiones que tienen que ver con el gobierno de turno, por más salvaje que sea, hay que terminar con el Estado de Israel, o sea, salga de mi vista señor, salga de mi vista, señora. Esto es antisemitismo puro y duro, o sea con eso nada. Pero terminé en judía y estábamos hablando de comunismo. El comunismo me recontra marcó, me súper marcó, me dolió muchísimo perder una referencia que para mí era importante, o sea ir creciendo y dándome cuenta que detrás de eso que estábamos hablando había matanzas enorme, masacre gigantescas.
KC: ¿Cómo te explicas esta dualidad en tu padre? Eso es lo interesante, que murió hace poco, digamos, y según lo que tengo entendido nunca reconoció los crímenes.
HP: O los minimizaba o le molestaba y le dolía. Mi papá pertenece, además aquellos que cuando cayó el muro de Berlín te refundó a sí mismo. Y empezó a trabajar en derechos humanos. Y trabajó muy duramente en derechos humanos, fue uno de los presidentes de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre vinculado al Partido Comunista, por supuesto. Pero pasó por todas las contradicciones mi papá, porque en la Argentina, además, el PC estuvo vinculado de alguna manera a la dictadura, tiene desaparecidos de la dictadura, de hecho, un familiar mío, un primo lejano comunista, está desaparecido por la dictadura. Pero al mismo tiempo intervenía en la, bueno, este general es menos salvaje o sangriento que este que la Unión Soviética hizo negocios con la dictadura. Todas cosas que al progresismo la Argentina le cuesta muchísimo reconocer. Es muy difícil, a los que pensamos así en general, acá en Argentina, nos llaman Corea del Centro.
Patricio Pron
KC: ¿Cuál es tu relación hoy en día con las drogas?
PP: ¿Las legales o las ilegales? Las ilegales no las consumo desde hace muchos años, de hecho, tuve un breve tránsito por ellas que me dejó más o menos frío. Las legales son, creo yo, una buena herramienta, una buena muleta en algunos momentos de la vida. Allí cuando se te hace difícil caminar, pueden ayudarte como las muletas a continuar. Sin embargo, esta opinión generalizada y muy general tiene que ser moderada, detallada tal vez. Hay dos aspectos en los que me parece evidente, que debemos en una actitud menos complaciente que la mía propia con relación a las drogas legales. La primera de ellas es que, desde luego, las drogas legales, en primer lugar, no curan nada. Constituyen como tipo una muleta, no reemplazan el buen funcionamiento de las piernas de las personas y dependen mucho el encontrarse con personas que las conozcan y las puedan prescribir. Un gran problema en relación con los psicofármacos en la actualidad es que no hay muchos médicos realmente cualificados para administrarlos, o que tengan el tiempo suficiente para conocer a sus pacientes y saber qué deben darles y qué no. Al mismo tiempo, creo que hay un gran problema que las drogas legales tal vez solo oculten. Y es que en la medida en que son tan consumidas en la actualidad no hacen sino poner de manifiesto que nuestro modo de vida nos hace daño.
KC: ¿Y alguna vez tuviste algún tema con el alcohol o solo con las drogas?
PP: Las combinaba, combinaba ambas durante, D*os mío, nunca he hablado de esto en público, así que supongo que será una primicia para buena parte de las personas que conozco. No, con alcohol nunca tuve problemas, supongo en virtud de que parece no haberme atraído demasiado. Las drogas legales los psicofármacos han sido útiles para mí en un momento u otro de mi vida.
KC: ¿Pero no si las ilegales o sientes que cumplieron una función en cierto periodo de vida?
PP: Yo era muy joven cuando tomaba drogas ilegales. Tenía quince años, tal vez, no recuerdo mucho de ellas y no estoy seguro de que fuesen de mucha utilidad. Excepto naturalmente para colmar una curiosidad que otra forma hubiese colmado, tal vez con resultados más adversos o negativos. Fui muy afortunado.
KC: ¿Qué dirías a un chico que está en esa, que está drogándose?
PP: Tiende a crearse que los escritores por el hecho de que escribimos acerca de la vida, dicho de forma muy general, tenemos una posesión acerca de ella, que sabemos algo que el resto de las personas no sabe. Esto no es así realmente, solo podemos hablar por nuestra propia experiencia. La mía propia, se divide en dos aspectos en relación con este tema, por una parte, me parece absolutamente imprescindible que sí a colmar la curiosidad que uno tiene. Puestos a escoger entre la seguridad o la satisfacción de una curiosidad, yo siempre escogeré la satisfacción de esa curiosidad. Es esta actitud la que me ha llevado no solamente a probar drogas, que es el tema del que estamos hablando, sino también a escribir libros que no hubiese escrito de otra manera, si hubiese decido quedarme en una zona confortable. Por otra parte, desde luego, creo que buena parte del trabajo de todos nosotros consiste en liberarnos de los muchos peajes y las muchas ataduras que tenemos. Prácticamente, nuestro trabajo consiste en liberarnos de ellas, algunas nos son impuestas con la mejor de las intenciones de nuestros padres, otras en el resultado de las instituciones por las que circulamos, en la escuela que hemos tenido, de la clase a la que pertenecemos, del género o la raza que nos han determinado mucho antes que supiésemos qué significa la palabra determinación. Y es trabajo de todos nosotros liberarnos de ellos para averiguar, ya no solamente quiénes somos, sino además quiénes queremos ser, que es tal vez mucho más importante de quiénes somos. Algunas personas es posible que las drogas legales y las ilegales sirvan para liberarse de esa manera. Sin embargo, creo que, y ya no hablo solamente de mi experiencia, sino de la experiencia de muchos amigos y amigas que conozco, ese tipo de liberaciones solamente suponen otro tipo de confinamiento, acaban conduciendo a una parálisis incluso mayor que aquella que supuestamente vienen.
KC: O sea, tú estuviste confinado antes que todo el planeta estuviera confinado.
PP: Un buen amigo mío, que además es psiquiatra, me dijo que, al comienzo de la pandemia, yo no iba a tener problemas con el confinamiento porque en sustancia, el escritor, es alguien que por definición está confinado y que está confinado en su cabeza y en la cabeza de otros. Hay algo liberador. Tal vez, no haya nada muy liberador en escribir, pero sí algo muy liberador en leer. Y quienes lo hacemos regularmente, quienes voluntariamente nos convertimos en otros durante las muchas horas en que estamos leyendo el libro, no nos sentimos especialmente confinados en ese sentido. Naturalmente, por mi parte, mi preocupación principal estaba relacionada con las personas mayores que me rodeaban, las personas dependientes, las personas vulnerables. Pero yo no me sentí especialmente angustiado durante el periodo. No estaba especialmente aprehensivo en relación con el contagio. Estaba dispuesto a, sin correr riesgos en virtud digamos de que uno procuraba ser, simplemente cuidarse, en buena medida para no poner en riesgo otros. Me sentía relativamente orgulloso de estar atravesando una experiencia, De hecho, cuando me contagié finalmente el Coronavirus y pude atravesarlo, me sentí, más allá de malestar físico, me sentí contento de poder haber tenido una experiencia que no habría tenido de otra manera.
KC: En El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, hay algo que me encantó. Tú lo fuiste a presentar a tus padres, literalmente a Argentina.
Y dijiste que estabas dispuesto a cambiar cosas si ellos, había párrafo fragmentos que no estuvieran satisfechos.
KC: ¿Te pusiste nervioso al hacer este ejercicio de ir a pedir la venia del padre y la madre? ¿Cómo fue ese proceso?
PP: Absolutamente, fue una de las experiencias, uno de los momentos más difíciles de mi trabajo como escritor, de mi recorrido como escritor. Nunca antes había pedido su autorización para publicar un libro y no he vuelto a hacerlo. Pero en la medida en que este libro narraba cosas que implicaban a mis padres, que no constituían solamente parte de mi historia personal, sino también, y de manera muy destacada, parte de la historia personal de ellos, se me hacía necesario que ellos otorgasen su aprobación. En realidad, no se trataba tanto de una aprobación, sino de la posibilidad de rechazar el libro. El arreglo que establecimos es que eventualmente si ellos se sentían incómodos con el libro, podían ejercer su derecho a veto a la publicación en Argentina.
KC: Eso es algo muy fuerte para un escritor.
PP: Lo es, desde luego, sí. Pero a su vez, al menos yo como escritor, me guio por un criterio que es muy similar al de los médicos, de lo que se trata es de, al menos de no hacer daño, y yo no quería hacerles daño, no quería poner en peligro sus carreras profesionales en ese momento. Ahora se puede mencionar, tal vez en ese momento no, pero mi madre, por ejemplo, era jefa del archivo del periódico en al que en su juventud le arrojaba cócteles molotov, al periódico conservador por excelencia de la ciudad. Yo no veo contradicción posible. No me parece la peor contradicción el arrojar cócteles molotov en la fachada del periódico conservador y años después acabar trabajando en él. Creo que mi madre hizo un mejor periódico. Y el periódico con el tiempo dejó de ser conservador gracias a gente como mi madre.
Rafael Gumucio
KC: Uno se debe estar preguntando de qué libro estamos hablando, es sobre Los Parientes pobres que se los recomiendo. Es una historia bastante particular, de una familia muy grande, que supongo que tiene relación con la tuya y lo interesante que se sale de tu historial, en el cual tú abordas tanto a las mujeres, las voces femeninas y aquí tenemos la voz del padre ¿Qué padre tenemos aquí?
RG: Es un padre muy importante, muy marcador, pero al mismo tiempo es artista, por lo cual se sale un poco de rol completamente normal de un padre de familia. Es un padre muy prolífico porque hizo once hijos. Y claro, es la figura un poco del Di-s padre, porque de alguna forma un escultor es un poco lo que Di-s fue, nos hizo con arcilla y bueno, así quedamos.
KC: ¿Quedaste satisfecho con este libro?
RG: Muy satisfecho. Sobre todo, he estado muy satisfecho con la lectura, los lectores. Uno no se puede separar del éxito del fracaso de los libros. Porque yo pensé que iba a ser difícil de entender, tiene muchos narradores, muy compleja la forma que tiene, por lo cual pensé que la gente iba a decir, no entiendo nada, ¿quién es él que está hablando? Subestimé mucho al lector.
KC: ¿Y cuánto te tomó escribir?
RG: Me tomó tres años y un día. Lo empecé hace tres o cuatro años, lo dejé reposando y lo he ido corrigiendo desde entonces.
KC: ¿En qué se vincula este padre con el tuyo?
RG: Muy poco. Mi padre no es una figura aplastante, ni gigantesca. Es una persona con la que tengo una relación mucho más de simpatía. Es una persona muy intelectual, pero al mismo tiempo muy distraído. No es una persona que, como el personaje en mi novela, decide si las olas son buenas o no. Pero mi abuelo por parte de madre es mucho más parecido al personaje, me inspiré bastante en él para escribir la novela.
KC: ¿En qué más te inspiraste?
RG: También me inspiré un poco en José Donoso, en el criollismo surrealista de Donoso. Me inspiré en la idea de que la sociedad chilena es una sociedad endogámica y un poco contar la endogamia, me pareció muy divertido.
KC: ¿Quedaste satisfecho con esa descripción de la endogamia de la sociedad chilena?
RG: Sí. Por supuesto que es un juego literario, no es un análisis sociológico o antropológico de la sociedad chilena. Pero es como un juego sobre ese concepto, que está súper asumido como un concepto histórico real. No sé si es tan real como mitológico.
KC: Oye, Rafa, en tu libro y en todos tus libros hay mucho humor.
RG: Sí.
KC: Y, además, tú estás a cargo del Instituto de Estudios Humorísticos de la Universidad Diego Portales. Por favor, explícame, ¿qué significa eso? Porque me da risa solo escuchar el nombre.
RG: El Instituto de Estudios Humorísticos es una institución en que fomentamos el humor. Mostramos grandes hitos del humor y, al mismo tiempo, también mostramos a nuevos integrantes de la familia humorística. Mostramos distintos tipos de humor. Entregamos un premio anualmente. Hacemos mucha difusión.
KC: ¿Cuál es el motivo que nazca esto? ¿Cuál es el rol? ¿Se justifica?
RG: Yo creo que sí porque, primero, es totalmente único, no existe otro. Y creo que una universidad es un buen lugar para estudiar este fenómeno, que además es muy importante. El humor en Chile, todos los diarios, revistas, programas de televisión que han tenido humor han triunfado, desde “Topaze” hasta “The Clinic”, pasando por Jenaro Prieto. El humor siempre ha sido importante en nuestra forma de ver el mundo.
KC: ¿Y qué rol cumple en tu vida el humor?
RG: Muy esencial. Es una forma de ver el mundo, de entender la realidad, de entender sus complejidades, de poder asumirlas, porque si no hubiera humor, no podría asumir las rigurosidades de la realidad. Sería para mí imposible de aguantar, pero el humor me lo hace aguantable.
KC: ¿Cuál es la diferencia para ti entre el humor y el sarcasmo?
RG: Yo creo el sarcasmo es parte del humor. El humor es una visión de los defectos y errores humano como una materia de entretención. En vez de enojarse porque la gente es imperfecta y el mundo está destruido y la muerte nos acecha, en vez de mirarlo como algo terrible es divertirse con ello.
KC: ¿Sientes que naciste con el humor o se te fue formando con el paso de los años?
RG: Lo que pasa es que en mi familia el humor ha sido siempre una forma de comunicación muy importante. Mi abuelo, Enrique Araya, es uno de los escritores humorísticos más famosos de la historia del humor en literatura chilena, por lo cual es un poquito hereditario este asunto. Yo muchas veces he querido hacer llorar o querido hacer reflexionar, y he hecho reír. Yo creo que era para mí inevitable terminar esto.
KC: ¿Y es difícil escribir humor en tus novelas?
RG: El galán imperfecto fue la primera novela en que yo traté conscientemente de escribir algo que fuera humorístico. En esta también hay una voluntad consciente del humor, pero generalmente no intento hacer reír, tampoco intento hacer llorar. Este fue el primer intento serio de hacer reír.
KC: A mí me llama la atención tu carrera, porque tus opiniones son muy certeras, muy puntuales y tienes una pluma exquisita, en el cual yo te sigo en Ex-Ante también, se las recomiendo. Pero tu visión política siento que se ha ido modificando y pasando de la izquierda a un centro, podríamos decir, o ha sido menos radical, ¿me equivoco?
RG: Siempre fui socialdemócrata, incluso eso me llevaba a problemas en mi juventud. Siempre he sido poco extremo, siempre he sido concertacionista. Quizás estaba más enojado con el mundo, quizás el estallido me hizo cuestionar mucho la capacidad de la izquierda de transformar en racionales cosas que no tenían nada racional y de darle entidad a personas y mundos que me resultaban muy peligrosos. Eso me alejó un poco, pero sigo sintiéndome adherente a la figura, por ejemplo, de Allende o a la historia de la izquierda chilena.
KC: ¿Pero siente que has renegado un poco de tu historia, en el sentido que ya no eres tan combatiente como antes?
RG: No, nunca fui combatiente, por eso te digo, siempre fui amarillo, pero ahora no quiero ser del partido amarillo, porque todo lo que se transforma en partido, no es lo mío. Yo no creo que haya renegado, evidentemente he envejecido. Eso no lo puedo evitar.
KC: Claro.
RG: Leo los artículos que escribía cuando joven o relativamente joven, y no estoy en desacuerdo para nada.
KC: Te atreves a leerlo.
RG: A veces me los he encontrado porque una vez tuve que hacer una exposición de humorista en dictadura, y había una revista en que yo trabajaba, no en dictadura, sino que, en democracia, y leía mis artículos. Algunos me parecían muy buenos, otros no tanto. Pero sí, mis opiniones políticas eran más o menos las mismas que tengo hoy.
KC: ¿Y tienes discusiones políticas con tu mamá?
RG: Sí, es mucho más de izquierda que yo.
Katya Adaui
KC: ¿Y tienes bloqueos de escritora? ¿Terminas a veces algún proyecto y dices, no puedo escribir nada más?
KA: No, yo me trato bien y me tengo muchísima piedad para todo. Esto es lo que puedo hacer ahora, esto es lo que he hecho con esta edad, con esta inteligencia, eso es lo que he podido hacer. Esto es lo que sé de la vida hasta hoy, calma. Y después, voy, vivo, voy al cine, al teatro, como rico, amigos, amor, trabajo, me distraigo. Y eso también es estar escribiendo. Estás leyendo para después. Y en algún momento va a eclosionar, pero hay que esperar la hora de la eclosión, que cuando llegue, sentarme. Pero no, no pienso en esos clichés del «estoy bloqueada» porque bloqueos solo llaman a más bloqueo y si estoy bloqueado es que te has puesto un bloque delante tuyo. Claro que existe, pero no hay que darle tanta entidad porque se destraba leyendo, se destraba con conversaciones interesantes, profundas y lindas, se destraba paseando al perro. La creatividad se destraba instantáneamente a cada paso que das, si estás atenta y atento. Si solo estás en tu cabeza, si estás tan mental, es ego. Hay mucho ego. Hay que hacer otras cosas, no hay que ponerle tanto a la escritura, no es tan importante, a nadie le importa. Es una cosa más.
KC: Solo a uno.
KA: Claro, es un oficio, ya está. No pasa nada la verdad. No es tan importante.
KC: Katy, hablemos de la familia, que creo que es un temazo central en tu narrativa. En una entrevista en la Bestia Lectora, comentas sobre las tramas familiares que abordas en tus libros: «La familia, un núcleo poderoso y frágil a la vez, una potencia muy dada a la implosión». Me da la sensación que tu literatura es una búsqueda al enigma de la familia, casi como si estuviéramos empezando a leer “Anna Karenina”.
KA: Mira, no sé, ahora estoy escribiendo otras cosas tan alejadas de la familia.
Creo que fue una etapa grande de duelo en mi vida que tuve que hacer. Pero el tema con la familia es que es el material que tenemos a mano, es el material fresco. Siempre fresco, siempre a mano.
KC: Claro, es efectivo eso.
KA: Por más pequeña que haya sido nuestra familia, todos hemos habitado una, casi todos, la mayoría de nosotros, incluso cuando las familias sean tres amigos.La pregunta más que la familia, para mí es lo familiar ¿Qué es lo familiar? Y siempre pienso en esto de Freud, cuándo lo familiar se vuelve extraño, cuando te bota de la casa, cuando se vuelve siniestro. Eso a mí me encanta, porque me encanta en la vida también detectar cuando algo se vuelve perverso, malo, dañino para el otro. Eso que ahora llamamos toxicidad, pero antes le decíamos maldad. Eso me interesa detectarlo, ese olfato para decir acá hay algo malo, no me meto ahí. Esa autopreservación. En escritura a mí me gusta el tránsito de lo familiar a lo oscuro, porque es ahí donde está la escritura, la escritura no existe en solo lo familiar, existe en las aguas tenebrosas que suelen venir de la infancia, en los miedos infantiles, ahí ocurre. Y no es terror, yo nunca escribo terror, no me sale el terror, pero reconozco que a veces es terrorífico u horroroso. No porque solo es realista, es menos horroroso. Y la familia ocupa esa entidad, se nos dice, es la célula básica de la sociedad, crecemos con eso, es sagrada la familia y con esta idea de los sagrados asociados a la familia no la hemos cuestionado y hemos permitido que los abusos más espantosos sean tragedias intrafamiliares. El abuso, el abuso sexual, explotación ocurre al interior de las familias mayoritariamente. Ocurre que sea un extraño, pero casi siempre es alguien conocido, a quien tú veías como un familiar, un lugar seguro. Eso es lo que me interesa pensar cuando el enemigo está en casa, pero que era tu amigo antes.
KC: En ese sentido, viendo lo familiar en el sentido de una familia,
comprendiste, esto se lo dijiste a Hinde Pomeraniec en Vidas prestadas, y les recomiendo esa entrevista, es una pena que el podcast también se haya acabado, no sé si lo supiste.
KA: Gracias Milei.
KC: Los que nos están escuchando, dense una vuelta por Vidas prestadas lo van a gozar, así como Tilde de Marcelo Simonetti, son muy buenos espacios.
Pero dijiste algo, que me quedé con la frase: “Comprendí con la profunda convicción de esa gente que no debería haber tenido hijos y los tuvo”. Como tus padres. Es una frase, una frase muy dolorosa, una cosa es aseverarla y otra es sentirla.
KA: Pero es así, no sabemos todos que hay gente que no debió tener hijos y los tuvo igual.
KC: Pero quizás que solamente lo puedes descubrir una vez que los hayas tenido.
KA: Claro, también. Pero más de pensarlo, pienso en atestiguarlo. Gente maltratadora y dices, pero, ¿para qué tuvo hijos? Por cumplir, pero con qué se cumple, con qué demanda se cumple ¿La de los propios padres? ¿La de la sociedad? ¿Todos deberían tener hijos? qué sé yo no, no sé. Ves esos discursos también, los discursos de grandes ecologistas diciendo que el mundo debe dejar de reproducirse, que ya no se reproduzcan los pobres, cuando son ellos los que contaminan ¿Cómo sería? No sé. Pero lo que sé, es que la infancia, eso es lo sagrado. Es una época que debería ser sagrada, dado que no vamos a poder preservarles a los niños y a las niñas el horror del mundo, no darle el horror en casa. No necesariamente por lo económico y lo material, pasa por otro lugar de amor. Padres sanos, hijos sanos porque los hijos van a repetir las violencias que reciben. Niño ve e imita, es bien duro. Imagínate padres más pasivos, niños más tranquilos, el mundo sería un lugar menos rabioso, menos vengativo, menos ansioso.
KC: Pero es una quimera bastante grande lo que estás diciendo, porque nosotros como seres humanos, somos seres cambiantes.
KA: Es que cambiar sí, destruir no. Y el niño tiene una mente tan frágil que es muy fácil manipular y destruir. Viste que a un niño le toma cuatro días confiar en un extraño internet, cuatro días tu hijo es de Internet.
Catalina Infante
KC: Trabajas vinculada a la escritura, ya sea en tu rol de periodista, en tu rol de escritora, en tu rol de editora, de tallerista, o sea, muchas facetas, ¿cómo nace esto en ti?
CI: ¿La escritura?
KC: Sí.
CI: Desde muy chica. Te diría que siempre he escrito, desde que tengo uso de conciencia que he escrito y tuve la suerte de nacer en una familia que está ligada a los libros. Mi papá siempre ha trabajado desde que yo tengo conciencia. Pero nací cuando él ya trabajaba en el área editorial. Mi mamá tenía la librería Catalonia. Entonces crecí muy rodeada de libros, me estimuló harto. Mi mamá me incentivaba mucho la lectura y la escritura. Y tuve que desarrollarlo bastante, pero me costaba mucho, era algo más íntimo. Me costó harto. Mi primer libro lo publiqué en solitario, porque hice libros con la Sonia Montecino. Hice el proceso de escritura, pero no era mi narrativa. De libros de mi autoría, ya pasados los 35. Entonces me costó mucho soltarme en la escritura. Y primero trabajé en el área editorial con mi padre harto tiempo, en la librería. También como periodista en Revista Paula. Entonces desarrollé otras partes de la escritura que tenían que ver con la literatura, pero la verdad es que siempre he escrito y creo que es lo que más me gusta hacer. O sea, desde la primera vez que publiqué me lo tomé como mi oficio y como lo que quiero hacer siempre, independiente de que uno viva de otras cosas, porque es imposible vivir de la escritura. Pero sí, para mí es mi oficio principal y es algo que quiero hacer toda mi vida.
Y que creo que ha estado, siempre me ha acompañado.
KC: Entonces, ¿cómo es un día típico tuyo en torno a la escritura?
CI: Mira, intento ser disciplinada en la escritura, pero me cuesta mucho. O sea, estoy haciendo constantemente mil trabajos. No tengo un solo trabajo. Entonces estoy en muchos proyectos a la vez y sobre todo haciendo talleres. Es lo que más hago en la semana, lo que más preparo, además de otros trabajos que no son tan glamourosos, pero que tienen que ver con corrección. En cuanto a la escritura, me cuesta encontrar el momento, pero una vez que entro en la historia me pongo más aplicada. Ahora estoy tratando de escribir otra novela, pero el primer impulso cuesta mucho empujar la historia y gran parte de la escritura se desarrolla, no en el acto mismo de escribir, de sentarse frente al computador y ponerse a escribir, sino en pensar mucho la historia, en procesar emociones o experiencias o inspiraciones que estén ocurriendo y que de repente te toman. Ahora estoy tomada por una historia y la pienso mucho, la tengo en la mente todo el día. Entonces el proceso de escritura no es tan ordenado para mí. De repente en los talleres trabajo mucho con textos de escritores que hablan sobre sus procesos creativos y en su mayoría son bastante disciplinados. Y claro, uno lee también de escritores que son más consagrados y han podido tener más tiempo de hacerlo, pero que se levantan en la mañana y se ponen a escribir todos los días, aunque no salga nada. Y eso me parece maravilloso, pero a mí me cuesta muchísimo, me cuesta muchísimo empujar eso. Soy muy nocturna también para escribir mis cosas. El día lo tengo más tomado por el trabajo, pero en la noche encuentro un poquito más de paz para ponerme a escribir. Soy muy lenta, me puedo pasar mucho rato en un párrafo. Me cuesta empujar las historias. Me demoré harto en La grieta, me demoré cuatro años, y es un libro muy cortito. Entonces no tengo un proceso creativo tan ordenado.
KC: ¿La historia viene a ti o tú buscas la historia? Es decir, cuando terminaste, por ejemplo, La grieta, que lo tengo acá, que lo recomiendo en un mil por ciento, una joyita publicado por Emecé, terminas el proyecto, terminaste eso y ahí tú te sientas y haces otros proyecto,s mientras te va a llegar alguna idea, o activamente te sientas a buscarla.
CI: La verdad es que tampoco. He tenido distintos procesos creativos en los distintos libros. Pero creo que me llega. Me llega la historia, me toma algo, un personaje o me toma una imagen o un ritmo de escritura y me va llevando. Bueno, en el tiempo que llevo haciendo estos talleres, que te decía que he leído mucho sobre procesos creativos de distintos escritores, todo el mundo tiene sus propios, encuentran sus propias formas y ven la literatura desde distintos lugares. Hay gente que guioniza mucho y estructura mucho, después se pone a escribir, busca la historia, investiga. A mí me pasa más como si la historia ya existiera y yo tuviera que estar intentando develarla. Y eso me cuesta mucho, encontrarla. Es como ir sacando capas hasta encontrar la historia que realmente quiero narrar. Que es un proceso muy bonito porque con La grieta me pasó que esa historia siempre estuvo ahí, pero me costó ir sacando las capas para encontrarla y cuando la terminé pensé esta fue la historia que siempre quería contar. Siempre fue este personaje, todos estos fueron los personajes siempre, pero llegar a ellos cuesta, entonces por eso me cuesta ir empujándolo y voy muy lento, como quien fuera esculpiendo algo. Como una piedra en bruto y tuvieras que encontrar esa forma que tiene la escultura que te va a quedar. Y en el caso de lo que estoy escribiendo ahora, no tengo idea qué es ni para dónde va, pero uno tiene una intuición y vas empujando y vas empujando y voy escribiendo de manera muy desordenada párrafos por aquí, por allá, porque soy muy dispersa y con déficit atencional, entonces tengo este proceso que se adapta a eso, me concentro poco rato en textos cortos y después cuando tengo todo esto, como un patchwork, ahí voy hilando. Cuando ya tengo todo, aunque desordenado, voy hilando. Que es lo que me pasó con La grieta, ya había entendido. Tenía el primer capítulo, el último capítulo y tenía varios textos entre medio. Entendí que era la historia y tenía que ponerme más ordenada en el sentido más racional. “Ya, me falta un capítulo que tenga que ver con el padre, me falta el capítulo que tiene este conocerse con este” y eso es un alivio porque ya está la esencia, está el corazón latiendo de esa novela y lo que me queda es coser. Es una parte que ya me alivia, me entretiene y estoy mucho menos tensa porque lo otro es lo que me cuesta más. En el proceso que estoy ahora puede ser muy lento y mucho de pensar. Yo me acuerdo en La grieta que escribí la mayor parte acá en el campo, de pasear mucho por el campo y pensar en estos personajes, pasear con mi hijo andando en bicicleta, pensando todo el tiempo en Laura, en Esther, en la relación de ellas dos y eso es gran parte de la escritura. Otra gran parte de la escritura es corregir. Entonces, el momento que uno se sienta a escribir es poco. Es un porcentaje muy importante, pero si uno lo dimensionara en horas, el menor porcentaje es estar sentado escribiendo. Más que nada estar tomado por la historia, pensar la historia y luego editar lo que ya lograste escribir.
KC: De esa proporción de esos cuatro años, ¿cuánto le dedicaste a la escritura neta y lo otro a la edición?
CI: A la edición mucho, a la corrección mucho. Yo te diría que un año escribiendo y el resto entre pensando, dejando descansar la historia, corrigiendo, leyendo en voz alta mil veces, hasta que me sonara bien. Leyendo y releyendo todo el tiempo obsesivamente.
Cierre
¡Y finaliza un año más! Este es el cuarto año del podcast, me cuesta creerlo y todavía tengo muchas ganas de seguir. Cada vez hay más auditores y me permite conocer a muchos escritores que son sensacionales. Ojalá compartas conmigo tus impresiones, me mandes una foto o bien, un correo contándome qué te parece Espiral, así se convierte más en una conversación.
Lee. Escribe. Crea con Espiral.