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Oda a una cabeza azul #172

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Oda a una cabeza azul #172

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Queridos odistas,

¿Qué hago pensando con una cabeza azul? La historia comienza con Marcelo Simonetti y su taller de escritura semanal en el que participo. La dinámica es sencilla. Él nos da un pie forzado, es decir, alguna idea sobre la que tenemos que escribir y de ahí, los participantes nos lanzamos. Hace un par de miércoles nos dijo que escribiéramos sobre una cabeza en algún lugar inesperado, de ahí nace este texto. Marcelo consideró que era un texto apropiado para Oda.

Ejercicio de cabeza azul:

“Cómo volver a escribir después de tanto tiempo, en que he estado sumergida en otro ritmo, sin pausa, sin silencios de escritura. Cómo las escasas ventanas que he tenido las he ocupado en preparar los talleres y he escapado de esto, de lo que me gusta y que requiere otra concentración, otro tipo de trabajo.

Escribir sobre una cabeza. Venía manejando y pensaba, ¿qué imagino con ello? ¿cómo es la cabeza? ¿de quién? ¿de qué? Dime lector ¿tienes alguna idea? Me di cuenta, entre semáforo y semáforo, que lo que realmente necesitaba era sentarme aquí en mi taller y volver a conectarme con las palabras y el silencio. Solo mío. A solas. Pero no lo estoy, porque de manera mágica hay otras mujeres y un hombre que me acompañan remotamente. Pero estoy sola. Respiro un aire de soledad mientras a lo lejos escucho el río Mapocho y sus aguas turbias corriendo al centro de Santiago. El piar de unos pájaros alegran el entorno, aunque hoy, a las cuatro de la madrugada, me hacían más difícil la tarea de volver a dormir. Tuve que tomar algo. Eran las 4:44 am y decidí privilegiar el sueño por sobre el cansancio, el descansar por sobre el trote y el gimnasio, el sueño por sobre el deber ser. La decisión fue la correcta, porque hoy en la noche, cuando esté en el matrimonio de Dominique, no me pesarán las piernas ni los ojos. Estaré en esa jupá (una especie de pequeña carpa blanca pequeña, usado en matrimonios judíos, para las parejas que se casan), observando a los novios que conozco de pequeños, con mi cuerpo y alma ante ellos.

Pero debo volver a la cabeza. ¿O no, lector? La veo, está ante mí, es una enorme, demasiado grande para ese plinto. Nunca me gustó. Cuando estoy alrededor de ella con su cráneo azul cobalto, ojos hacia adentro, me recuerda un tótem, también un moai pero dicen que ellos tenían cuerpo, mi cabeza azul no. Me pregunto quién puede querer tener una escultura así en el living de su casa. Al parecer varios, partiendo por el artista. Perderá la cabeza dice la reina roja en Alicia en el País de las Maravillas. Literal. Hemos perdido esa cabeza y muchas. Quisiera que volvieran a donde pertenecen. Una cabeza vacía, huecos rodando por mi ciudad. Sueño con tomarlas con ambas manos y encajarlas en cuerpo y alma. Me las imagino rodando por la Alameda, preguntándose cuáles ganarán la carrera del poder y la desidia. Las veo como un trofeo de los Mayas, ´toma aquí la tienes, puedes colgarla en tu habitación´.

Debería estar escribiendo un cuento, pero me doy por satisfecha con solo sentarme aquí, al frente de la pantalla, y escribir libre, sin las cabezas del artista Benjamín Lira con su presencia inquietante. El escultor debe saber mucho sobre el cráneo humano, estudió su anatomía. Yo no. Solo sé que no me gustan los bustos, ni las esculturas de cabezas. He visto muchas obras de Lira. Algunas con la nariz chata, otras con el cráneo alzado. Todas sin labios, sin bocas. Sin voz. Selladas. En posición de clausura.

Quisiera preguntarle a los escritores Juan Carlos Onetti cómo escribiría un cuento de cabezas, también a Carlos Fuentes y quizás a Natalia Ginzburg. No me la imagino a ella dentro del género neofantástico. A mí también me cuesta. Debe ser por eso que estoy aquí llena de digresiones buscando crear un cuento sobre una cabeza que está en el centro de un living. Dicen que la literatura se trata de conversar sobre las anomalías y este objeto, sea del material que sea, sea del animal que sea, es una de ellas.

Tú lector, que estás leyendo este escrito, que no es un relato, tampoco un ensayo, sino que palabras de miércoles sujetas a la libertad de la creación, qué le dirías a esta cabeza azul. Yo lo sé. Le preguntaría si se encuentra linda, porque si bien ya no se puede hablar de los cuerpos, supongo que en el arte pictórico aún la política de cancelación es menor. Puede ser que mañana o la semana subsiguiente, también cancelen a los críticos y ellos no puedan ejercer su libre albedrío. Suponiendo que yo soy una crítica de arte, diría que es una cabeza hermosa, en el sentido de que tiene equilibrio, prestancia, hay fuerza en la piedra, está bien elegido el color. Pero es complemente desproporcional y eso la convierte en una grotesca. Te habla por medio de esos ojos cóncavos, vacíos, en la mitad del salón, es imposible que pases a mi lado sin verme. Yo, Claudio, así me imagino al emperador romano. De esta magnitud. No como la de Adriano que está en el Museo del Prado, por lo menos, lo esculpieron con cabello y boca”.

Así finalicé el ejercicio de la cabeza. No fue un cuento ni tampoco un ensayo, una especie de meditación. Lo he leído varias veces y me gusta su digresión, la libertad que sentí en escribir lo que quisiera.

¿Qué te imaginas con una cabeza azul?

 

Mis recomendaciones

Un documental: Martha Stewart en Netflix, cuenta la historia de esta famosa empresaria, su glorioso ascenso, caída y su regreso a las pistas. Se trata de cómo construyó su imperio, la mirada a su infancia y también, cuando la encarcelaron por uso de información privilegiada.

Una novela: Desayuno de campeones de Kurt Vonnegut, publicado en 1973. Tiene una excelente edición de Blackie Books. Es un ejercicio de lectura muy interesante, donde este escritor que alcanzó la fama, la reputación y muchas depresiones, aborda con humor y sátira los problemas de la sociedad norteamericana. Además de sus dibujos con los que complementa el texto.

 

Mis momentos

Agradecida: De que la maratón de Valencia se hará este 1 diciembre.

Aprendí: Uno pensaría que los idiomas sintéticos, es decir, que ocupan menos palabras son más rápidos. Pero no. Al final, equilibran los tiempos y su ritmo es más pausado, con lo que no hay mucha diferencia entre uno y otro.

Fui feliz: En la comida en mi casa con amigos, celebramos a unos novios. Qué lindo estuvo.

 

¿Escuchaste el Cuestionario Espiral con los argentinos Salvador Cristófaro y Julia Ariza de editorial Fiordo?

#115 Salvador Cristófaro y Julia Ariza, «Cuestionario Espiral»

 

 
 
 

Todos nuestros fuegos

Lee. Escribe. Crea con cabeza azul.

Karen

 

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