Oda al té #137
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“La filosofía del té no es un simple
esteticismo en sentido ordinario
del término, puesto que expresa,
conjuntamente con la ética y la religión,
la totalidad de nuestro punto de vista
sobre el hombre y la naturaleza.
Es higiene, porque insiste en la limpieza;
es economía, porque muestra que la comodidad
radica en lo simple más que en lo complejo y costoso;
es geometría moral, en la medida en que
define nuestro sentido de la proporción
con respecto al universo”
El libro del té
Kakuzo Okakura
Soy de té y no de café, nunca lo he tomado y la única vez que lo intente terminé con arcadas. Me he convertido en una exquisita amante de él, es decir, no me gusta cualquiera, y soy exigente al momento de elegirlo, por lo que siempre llevo unas bolsitas en mi cartera. Muchos se han reído de mí pero, ¿a algunos de ustedes les gusta tomar cualquier café? Hago caso omiso a la recomendación del envoltorio, el que sugiere dejarlo por tres a cinco minutos sumergido en el agua hirviendo, además prefiero el de bolsa al de hojitas. Con el paso del tiempo he ido disminuyendo el consumo de cafeína y solo bebo el sabor de té English Breakfast o el Earl Grey al desayuno, después opto por las infusiones. En algunas ocasiones me animo con el té verde o blanco, pero nunca el Oolong ni el Pu-Erh porque me carga su sabor y olor.
¿Cómo habría sido mi vida si los holandeses y portugueses no lo hubiesen traído desde Europa? Seguramente me habría sumado a los cafeístas. Aquí en Brasil, donde escribo esta Oda al té, le llaman Chá preto, me ha costado aprenderme la palabra. En la tarde, a veces, sobre todo en invierno, elijo un sabor más liviano que contenga una baja dosis de cafeína. En mi casa tengo una planta de cedrón y de menta, crecen perfecto en maceta, pero no superan la personalidad y textura del té negro. Obviamente con el calor que está haciendo en Santiago y en Brasil he disminuido mi consumo, pero antes de partir de vacaciones estaba con el aire acondicionado en mi taller y me dieron ganas de tomarme uno. Encendí la tetera -uso una tradicional, la que va al fuego y suena cuando el agua está lista – y lo acompañé con una tableta de chocolate, me sentía tan feliz como una colegiala a la que le habían obsequiado un regalo sorpresa. Hasta saqué una foto y la publiqué en IG, la que tuvo muy buena recepción. Hay algo en estos brebajes, ya sea el café o el té que nos reconforta.
Hace un par de veranos atrás asistí a una Ceremonia del té y me costó entender la manera en que nos hacían beberlo. Habían varios tipos, pero fui incapaz de saborearlo porque no lo endulzaban y eran fuertísimos. Yo no tomo azúcar y por más que he tratado de abandonar la sucralosa, ha sido imposible, además que no me gusta la Stevia o con miel. Ojalá algún día sea capaz de beberlo a capella, así nomás. Antes le ponía dos sobres de endulzante, ahora voy en uno. ¿Ustedes cómo lo endulzan?
Con un grupo de escritoras chilenas estamos creando una antología sobre el café y yo soy la oveja negra del grupo, porque soy la única que escribe sobre el té y de cómo crecí en una casa donde era un ritual beber café en las mañanas. En mi país somos bien amigos del té, es común beberlo en las comidas y de acuerdo a una encuesta que se hizo en el 2023 un 74% de los chilenos lo bebemos, convirtiéndonos en uno de los mayores consumidores detrás de Rusia, Turquía y Marruecos.
El té es limpio, no deja mal olor en la boca, ensucia menos los dientes que el café. Hay tantos aromas y sabores que siempre puede sorprenderte. Igual echo de menos esos tiempos, en donde (parezco la típica vieja que dice que todo tiempo pasado fue mejor) cuando en los restaurantes y cafeterías solo habían dos o tres sabores. Ahora debo estudiar el listado como si fuera un tratado de libre comercio con China.
Mis recomendaciones
- Un documental: Nina e Irena una joya que recién descubrí. El director Daniel Lombroso en julio de 2022 (@dlumbo) se mudó a la casa de su abuela Nina, en Long Island, con un pequeño equipo de rodaje y comenzó la producción de un corto documental sobre cómo sobrevivió al Holocausto. Está contado de una manera muy tierna y linda.
- Una novela: Antes de que se enfríe el café de Toshikazu Kawaguchi. Es muy hermosa y fácil de leer, la compré en la Casa del libro en Madrid el año pasado. Me llamó la atención que había vendido más de un millón de ejemplares, lo que nunca es un buen indicio para mí, pero Juan Carlos Palomar, el librero del que me hice amiga, me dijo que era preciosa y valía la pena leerla. Así lo hice y no me arrepiento. La historia se centra en cuatro clientes de una pequeña cafetería, donde si te sientas en un lugar específico y bebes un café durante una cierta cantidad de tiempo, puedes regresar al pasado. Hay ciertas limitaciones, pero se logra mucho.
Mis momentos
- Estoy agradecida: De que existe repelente para los mosquitos, aunque a veces ni siquiera eso es suficiente para que me dejen de picar.
- Algo que aprendí: He aprendido mucho esta semana. Algo muy novedoso es lo que descubrí en el paseo que hicimos a unos manglares. Era de noche y cuando golpeaba el agua con el remo, el fitoplancton se iluminaba creando la sensación de magia. Esto se llama bioluminiscencia, que es un proceso a través del cual los organismos vivos producen luz, lo que da como resultado una reacción bioquímica. Se los prometo: como una varita mágica.
- Fui feliz: Durmiendo una siesta en una hamaca y también golpeando el agua para que salgan las chispas de luz.
Te invito a escuchar los tres últimos capítulos de Espiral con las entrevistas Maite Alberdi (cineasta), Catalina Infante (escritora) y Jorge Carrión (escritor).
Lee. Escribe. Crea con té.
Karen.
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