Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Entrevista a Jorge Carrión

#96 Entrevista a Jorge Carrión

Escuchame en:

Comparte en tus redes

🎧 Escucha mi podcast aquí 👇

 

    Hola, hola ¿Cómo estás? Soy Karen Codner y te doy la bienvenida al programa 96 de Espiral y me harías muy feliz si lo recomiendas a tus amigos, me pones un like donde sea que lo escuches. Así podré llegar a más auditores.

      La semana pasada tuvimos a Jorge Carrión con el Cuestionario Espiral y hoy comparto con ustedes la entrevista en profundidad a este escritor, crítico literario, ensayista español, entre tantas cosas que él hace. Me  pregunto cómo alguien puede trabajar en tantos ámbitos, ser tan multidisciplinario. Porque Jorge Carrión publica muchísimo, es columnista de varios medios, durante años colaboró con The New York Times en español, ahora en Infobae, tiene un boletín mensual que te lo recomiendo con muy buenos datos, comentarios y reflexiones, tuvo dos podcast, pero sin duda lo que más llama la atención de él es que tiene opiniones sólidas y no le tiene miedo a la innovación y experimentación. También te recomiendo que veas la serie Booklovers que la acaba de lanzar, es una delicia.

      Jorge Carrión vivió unos años en Buenos Aires donde se empapó de la cultura latinoamericana, dice que se enamoró de esa ciudad. Su última novela Los campos electromagnéticos la escribió mano a mano con Inteligencia Artificial. En el diario El País dijo: “Para mí ha sido una lección de humildad. He entendido que ya saben redactar y que pronto serán capaces de escribir”, contó de este libro-evocación de los surrealistas Breton y Soupault.

      En Espiral me contó que no podemos seguir pensando que la Inteligencia Artificial nos va a exterminar, ni qué tenemos hacemos con Siri o con Alexa en términos de imperialismo, o como si fueran nuestras criadas. Te aseguro que en esta conversación vas a aprender muchísimo y se te abrirá nuevos horizontes.

Recuento personal:

      La semana pasada estuve en la Feria del libro de Guadalajara, México, donde tuve la oportunidad de estar con muchos escritores de primera línea como Tatiana Tibuleac y Mónica Lavín. Además escuché varias charlas en torno al libro y al tema que está de moda, y del que hablamos bastante con Jorge Carrión sobre la Inteligencia Artificial. Yo soy una usuaria de ella y sé que el mundo editorial y el oficio de los escritores se está viendo impactado con esta tecnología, pero nos iremos acostumbrando, convivirán ambas dimensiones, o quizás soy muy optimista y prefiero pensar así, porque de otra forma me angustiaría.

      Una excelente y maravillosa noticia es que hace unos días me enteré que mi próxima novela Ceniza, que publicaré bajo el sello Seix Barral, tiene fecha de lanzamiento para este marzo. Me dio gusto y mucho nervio, son solo tres meses en el que deberé tomar múltiples revisiones y sin duda mi marzo será muy distinto al que acostumbro a tener. Ahora viene un período de definiciones en torno a la cubierta, su diseño, a una última lectura, a enviársela a críticos, definir cómo será el lanzamiento, un plan de medios, como ves, muchas cosas divertidas e importantes.

    Diciembre me imagino que se vive bien parecido en la mayor parte del planeta, de cierre y obertura. Estoy terminando mis talleres de lectura, planificando el 2024, pensando mis proyectos y me siento también muy cansada. Necesito las vacaciones y también estoy meditando qué cambios quiero o necesito hacer para el próximo año. De cierta manera tantas listas, recuentos, lo mejor y lo peor me generan incomodidad, como si yo también debiera caer en eso, ¿y que pasa si no lo hago? Nada, no pasa absolutamente nada.

    Este es el último episodio de Espiral hasta el enero del 2024 y le agradezco muchísimo su apoyo, el que me escuchen y compartan este podcast. Espiral en el 2023 creció en auditores con números sorprendentes. El episodio 92 con Jan Arimany de editorial Trotalibros y José Carlos Rodrigo Breto, escritor español fue el más escuchado y el que más se compartió ¿A qué escritor o escritora te gustaría que entreviste el 2024? Cuéntame, escríbeme a mi correo karen@karencodner.com

Entrevista a Jorge Carrión

 KC: Hola Jorge, ¿cómo estás?

JC: Hola Karen, ¿muy bien y tú?

KC: Muy bien. Aquí en Santiago de Chile, y tú, ¿dónde vives Jorge?

JC: Vivo en el barrio del Poblenou, en Barcelona. Un poco en las orillas de la ciudad y cerca del mar.

KC: Y cuéntame, ¿qué estabas haciendo cuando te tuviste que conectar aquí a nuestro encuentro?

JC: Acababa de llegar a casa después de ir a buscar a mis hijos al colegio y dejarlos en la actividad extra escolar, que es algo que hago prácticamente todos los días, los llevo por la mañana y los recojo por la tarde.

KC: ¿Tú naciste en Tarragona?

JC: Sí, pero por pura casualidad. Mi padre tenía su plaza de la compañía telefónica en Tarragona cuando mi madre se quedó embarazada. Yo nací allí, pero al cabo de un año, ya nos trasladamos los tres al Mataró, que es la ciudad donde crecí, donde tuve mi educación sentimental digamos.

KC: ¿Y hace cuánto que vives en Barcelona?

JC: Pues, en el año 94 terminé la secundaria en Mataró y empecé la carrera, la universidad, Humanidades en Barcelona. Y en el año 97, a finales, muy valiente con veinte años, empecé a trabajar para poderme pagar una habitación en un piso de estudiantes compartido en Barcelona. De modo que llevo desde el año 98 viviendo aquí, hace ya veinticinco años. Aunque he pasado muchas temporadas fuera, sobre todo en América Latina, y también en Mataró una época. Pero básicamente llevo veinticinco años en los cuales mi base principal de operaciones, de experiencias, ha sido Barcelona.

KC: Así que también viviste en Argentina, ¿no?

JC: Sí. En el año 2002 me fui a Australia a escribir un libro sobre mi familia australiana y sobre unos monjes que habían ido en el siglo XIX a Australia. Escribí un libro que se llama Australia, un viaje en cuya primera parte, sigo la pista de los monjes, y en la segunda, de mi familia. Y ese viaje tuvo una escala muy rara, muy inesperada y muy tonta, porque realmente no tiene ningún sentido hacer escala en Buenos Aires para ir a Australia, pero bueno, fui a una agencia de viajes, y como yo tenía ganas de conocer Buenos Aires, y la chica que trabajaba allí no tenía mucha experiencia, me dijo que era lo mismo ir por el oeste que por el este, y acabé en Buenos Aires una semana. Ahí digamos que me enamoré de la ciudad y decidí al año siguiente, 2003, hace veinte años exactos, empezar mi supuesta vuelta al mundo por Buenos Aires. Y digo supuesta porque sí que estuve en otros sitios, Bolivia, Brasil, incluso China y Estados Unidos pero siempre volví a Argentina. De modo que entre una estancia y otra pasé más de un año viviendo en Buenos Aires y Rosario y viajando por todo el país.

KC: ¿Qué fue lo que te llamó la atención en Argentina del país y de la cultura es Argentina?

JC: Yo creo que fue un enamoramiento múltiple. Primero ya estaba enamorado de Borges y de Cortázar, y de Ricardo Piglia, y de la tradición crítica, académica y literaria de Argentina, que quizás sea la más fuerte de la cultura en español del siglo XX. Pero después, claro, empecé a conocer gente e hice grandes amigos y amigas, e incluso me enamoré literalmente en Argentina. Entonces, eso hizo que hubiera una red de afectos que me fueran devolviendo a la ciudad de Buenos Aires y después a la de Rosario.Y eso es muy interesante, porque cuando piensas en el viaje romántico, lo piensas en términos de libertad, de no saber nunca dónde vas a dormir la semana siguiente. Pero cuando llevas varios meses viajando lo que necesitas es un sistema, una base, una especie como de suelo o de colchón y yo lo encontré en Argentina, hasta el punto que estudié alemán en Argentina. Es decir, me apunté a unos cursos de alemán en el Goethe-Institut de Buenos Aires, porque después de tantos meses de libertad absoluta necesitaba una cierta rutina, y estudiar y sentir que estaba utilizando mi tiempo para aprender. Por eso finalmente me instalé en Argentina y desde ahí pues fui organizando viajes puntuales a otros países.

KC: ¿Eres un romántico?

JC: Quizás lo fui de joven, también fui muy ingenuo, muy naïf, cortazariano en el sentido más superficial de la palabra, vinculado con la Maga y con el azar objetivo, y con esa relectura que hace Cortázar del surrealismo. Cuando en realidad con el tiempo me he dado cuenta de que si soy cortazariano, lo soy en el otro sentido, el sentido más vinculado con el existencialismo, más vinculado con el cosmopolitismo o con lo transgénero, porque Cortázar, para mí, sobre todo, fue un autor como Federico García Lorca, que transitó muchos géneros y que, incluso, entendió la literatura con una forma del arte contemporáneo.

KC: Mirándolo desde hoy, tienes 47 años, una prolífica carrera, eres muy activo en redes, eres un profesional que se la juega por lo que cree, pero, ¿cuándo crees tú que empezaste a delimitar este amor por los transgéneros y hacer bastante quijotés con ciertas propuestas y muy soñador y también en probar nuevas empresas en el sentido de nuevas aventuras?

JCLa verdad es que es una cuestión en la que estoy pensando mucho últimamente, porque tengo 47 y ya soy mayor. Diría que en verdad lo he hecho siempre. Es decir, yo soy, como tantas otras personas nacidas en el siglo XX, un amante de los fanzines, alguien que hizo muchas revistas en papel en los años 80 y 90. Alguien que intentó siempre aprender, descubrir, experimentar. Y mi primer libro – que es un libro que no quiero reditar- se llama Ene. Es una novelita de amor precisamente muy cortazariana. En ese libro mezclé todos los géneros y lo escribí hace casi 25 años. Es un libro fragmentario con poemas en prosa, con ficción, con ensayo, con aforismos. De modo que yo creo que esa suerte como de destino, maldición, la he tenido siempre y lo que he hecho es siempre intentar ser fiel a ese propósito de jugar, experimentar, de probar, y últimamente, con mis podcasts, como Solaris, con mis cómics, con la serie de televisión Booklovers, sigo en la misma misión autoimpuesta y absurda de intentar no repetir fórmulas que ya sé que funcionan, y siempre buscar algo distinto, y quizás un poco nuevo.

KC: Entonces estas categorías que uno podría decir decimonónicas: la novela, el ensayo, el cómic, el cine… no existen, son solo un solo formato para ti, sino que hay una sincronía entre todos estos géneros.

JC: Sí. Yo creo que el momento en que entendí cómo funciona la estructura o el artefacto, o la forma libro, tanto de ficción como de no ficción, tanto novela como ensayo o crónica o libro de viajes, ya empecé a ser capaz de trasladar esa estructura, que es una estructura compleja y extensa, de largo aliento, a otros formatos y otros lenguajes. Es decir, finalmente si tú vas a una buena exposición en un museo de arte contemporáneo o a un centro cultural, o escuchas un buen podcast o ves una serie o una novela gráfica o, incluso, sigues un curso,en un máster o en una licenciatura, estás asistiendo a un tipo de estructura narrativa y ensayística muy parecida a la que se da en los mejores libros. De modo que lo que he hecho en los últimos años ha sido expandir mi artesanía literaria y mi experiencia en escritura de libros a otros lenguajes. Por eso yo digo que lo que hago es ensayar narrativas o narrar ideas tanto en periodismo como en museografía, como en literatura o cómic o podcast.

KC: ¿Cómo te podrías definir? porque no eres un escritor simplemente, en el término tradicional de la palabra.

JC: Evidentemente no soy un escritor clásico o convencional, pero lo que hago es escribir, porque escribo textos o guiones, que es una forma de texto, guiones de exposiciones, o guiones de podcasts, o guiones de series, o guiones de novela gráfica. Pero sí que es verdad que la palabra escritor está muy vinculada con la literatura y yo soy una especie como escritor expandido o transversal. Pero bueno, la verdad es que me pienso, me siento como escritor. La escritura literaria, la lectura de literatura es el centro desde el cual intento expandirme. No obstante, los últimos tiempos he pensado mucho en esa palabra, escritor, porque mi último libro, Los campos electromagnéticos, lo he coescrito con Inteligencia Artificial, con GPT3 y GPT2. Y eso me llevaba a una idea de futuro que sería la de ex- escritor o la de post-escritor, que sería el momento en cual un escritor básicamente lo que haces es diseñar, conceptualizar y editar textos escritos con Inteligencia Artificial. Y ese horizonte tampoco me parece terrible, al revés, me parece súper interesante y estimulante. De modo que si llegara a ser un post-escritor, tampoco tendría ningún problema con ello.

KC: ¿Lo pasaste bien escribiendo con inteligencia artificial Los campos electromagnéticos?¿Te divertiste?

JC: Sí, mucho. Estos días leyendo Maniac, la novela de Benjamín Labatut, que me ha gustado mucho. Él habla de Kasparov jugando ajedrez contra una máquina sufriendo y deprimiéndose. O de Lee Sedol jugando a Go con una máquina y adelgazando ocho kilos por la presión. Yo en cambio, lo contrario, quizás incluso engordé porque me lo pasé muy bien, me divertí mucho. Me pareció un juego, un experimento súper interesante, rico, ameno, sorprendente, desafiante. Pero claro, es cierto que Kasparov perdió al ajedrez, Sedol perdió al Go. Y yo ni perdí, ni gané porque en ajedrez y en Go, se pierde o se gana pero en literatura siempre se pierde. Como decía Beckett, cada vez se fracasa mejor, de modo que no tenía tanto en juego como tenían ellos.

KC: En ese sentido, rescataste la experiencia surrealista de André Breton y Philippe Soupault -yo no sé francés, mi pronunciación no le hace justicia- o a la revolución que suscitó en Susan Sontag, la aparición de los computadores e internet.

JC: Sí. De algún modo de intentar repetir esa sensación o esa emoción a partir de experiencias de vanguardia, de innovación. Lo que hicimos con Taller Estampa en Los campos magnéticos fue desenterrar la experiencia de Breton y Soupault con este libroque fue el primero de escritura poética automática. Y si ellos hicieron una lista de títulos de poemas y escribían a partir del título, yo lo que hice fue una lista de prompts, de instrucciones, inspirada en los títulos de los poemas de ellos y le daba a la máquina ese punto de partida para que creara sus textos, a partir de títulos que yo había generado inspirándome en Breton y Soupault. Por ejemplo, ellos le dan a la máquina, digo, a su cerebro, la instrucción de escribir un poema a partir de la imagen de un cangrejo ermitaño y yo lo hago a partir de la imagen de un algoritmo ermitaño. Lo curioso es que tanto en Breton como en el GPT3, ese es el poemas o el texto más raro porque de algún modo, no sé por qué, la máquina se volvió loca cuando le hice escribir sobre el algoritmo ermitaño. Algo parecido en términos de novedad y de investigación ocurrió en los 80 y en los 90 con la computación personal y después con Internet. Como decías, Sontag, cuando instala un ordenador en su casa y se da cuenta del potencial de Internet, decide que quiere otro ordenador en su casa, y se instala uno, no me acuerdo si en el dormitorio, y otro en el estudio, para estar siempre conectada. Un poco de esa euforia y de ese interés por descubrir las posibilidades de las nuevas tecnologías, es lo que intento reproducir en el libro, aunque evidentemente el libro llega en otra época. Llega en el momento en que desconfiamos de Google, de Facebook, sabemos que nos espían, que nos roban, el GPT3 ha sido entrenado de un modo ilícito con bancos de datos que no han sido obtenidos de la forma más ética posible. De modo que, aunque hay una cierta desconfianza, sospecha, duda, yo intento comunicar la idea de que el futuro pasa por nuestra conversación horizontal con la Inteligencia Artificial. Que no podemos seguir pensando que nos va a exterminar, ni que tenemos que relacionarnos con ella como hacemos con Siri o con Alexa en términos de imperialismo o como si fueran nuestras criadas. El libro, de algún modo su manifiesto ético a favor de trabajar con las IA de la forma más sostenible, educada y cargada de futuro posible. De algún modo, es un statement sobre una forma colaborativa y horizontal de trabajar con la IA hasta el punto de que en la portada del libro, co-firmamos el volumen Taller Estampa, GPT2, GPT3 y yo.

KC: No le tienes temor entonces a esta avance vertiginoso de la Inteligencia Artificial.

JC: Sí, le tengo miedo claro que sí. Pero también tengo miedo a Netanyahu, Putin, Trump, Milei, a la ultraderecha, y a las bombas atómicas. Me refiero que es uno de tantos elementos amenazadores que hay en nuestro mundo y, al parecer, por los diarios, por la prensa y las redes sociales, parecería que es el más terrible, y no, uno más. Evidentemente, como el fuego en la antigüedad o como la máquina de vapor en la Revolución Industrial se puede utilizar correcta o incorrectamente, de modo que depende de nosotros, de los seres humanos y el uso que le demos.

KC: En Paredro Podcast, le contaste a Camilo Hoyos de tu infancia, de que venías de una familia humilde ¿Cómo recuerdas esa infancia?

JC: Pues la verdad es que la recuerdo sin ningún tipo de trauma ni de sombra. Recuerdo que mis padres, aunque no leyeran, me contaban historias. Mi madre y mi abuela materna cuentos, mi madre me leía muchísimo en voz alta. Y mi padre, más vinculado a los refranes, con su infancia, con el campo. Sigue siendo un hombre muy sabio en lo que respecta a cuándo hay que sembrar, cuándo hay que cosechar, o qué frutos, frutas y verduras son propias de cada estación.

KC: Está muy conectado con los ciclos naturales.

JC: Totalmente, tuve una infancia en el campo totalmente rural. Y también me inculcaron la idea del esfuerzo en las labores. Yo trabajo el fin de semana desde que tenía trece años y siempre he sido bastante autónomo económicamente. Por otro lado, lo que yo quería era un microscopio, un telescopio, juegos de minerales o de física o de química, enciclopedias y novelas, y siempre las tuve.

KC: Tuviste acceso.

JC: Sí, hicieron el esfuerzo, me regalaron todo eso. Y además en mi ciudad, Mataró, había una buena biblioteca pública a la que yo iba, incluso, cada día con diez u once años. Mis tardes eran la biblioteca pública. De algún modo creo que toda mi obsesión con las librerías y con las bibliotecas tienen que ver con llenar ese vacío de libros de mi infancia. Pero mi infancia no estuvo vacía, ni mucho menos de amor, de apoyo, de estímulos, porque los estímulos que me daban ellos eran muy bien recibidos, y los que no, me los generaba. Yo me autoimponía escribir una novela, escribí una novela con nueve o diez años. Investigar, ir de excursión, construirme un cazamariposas. De modo que mi infancia en mi recuerdo, que bien te metes un recuerdo construido, fue muy interesante y de algún modo explica dónde estoy ahora. Mis podcasts, Solaris y Ecos, son de cultura, ciencia y tecnología. Yo creo que beben directamente de esa época en la cual yo todavía no había decidido estudiar literatura ni humanidades, y quería ser científico o incluso detective privado.

KC: ¿Les diste dolor de cabeza a tus papás siendo tan curioso intelectualmente?

JC: Yo imagino que más bien en la adolescencia porque es una época difícil en la cual buscas derribar figuras de autoridad, buscas consolidar tu propia personalidad y vocación. Yo imagino que fue difícil sobre todo en la adolescencia. Mi padre me llamaba picolisto porque siempre respondía y era un poco impertinente. Ahora me arrepiento, ahora que soy padre y sé lo que duele que tus hijos te contradigan o te cuestionen. Pero entiendo que fue un proceso importante para mí de afirmación como individuo, y que, como padre, mi deber será ser el saco de boxeo cuando llegue al momento con mis hijos.

KC: ¿Pero en tu familia hubo alguien ligado a las letras, a la escritura, al arte? ¿O una típica familia trabajadora?

JC: No, mi familia desde que hay memoria, es decir, desde mis tatarabuelos, son campesinos del sur de España, de Andalucía o de la frontera con Extremadura o con Castilla. Quizás Carrión tiene que ver con Carrión de los Condes, que es un pueblo de Castilla. Yo diría por mis rasgos muy morenos, pelo muy negro, cuando tenía pelo, ojos castaños, que debo tener sangre judía y árabe. Han sido generaciones de campesinos y de peones, y de gente con trabajos que ahora llamaríamos muy precarios. Mi madre llega aquí a Cataluña en la adolescencia, mi padre también, y mi padre consigue sacarse unas posiciones en la compañía telefónica, lo que le dio un trabajo muy estable y con un buen sueldo. Como decían ellos, clase media baja. Mi madre estudió secretariado, pero dejó de trabajar para cuidarnos y después cosía en una máquina de coser en casa. Ninguno de los dos tiene estudios superiores, y, de hecho, ninguno de mis tíos, ni de mis abuelos, ni tíos abuelos lo tuvieron. Y por lo tanto yo soy la primera persona de toda la familia que llegó a la universidad. Pero ahí hay una pauta y es que la mayor parte de mis primos y mis dos hermanos también se licenciaron. De modo que somos la primera generación quizás de la historia de la familia Carrión y de la familia Gálvez que tenemos estudios universitarios. El otro día me acordaba que cuando llegué a la Universidad de Pompeu Fabra, donde estudié y donde trabajo ahora, la primera semana había un tour de visita de la universidad y nos lo hacía un chico más mayor, de otro curso, y me acuerdo que le pregunté: ¿Qué hay que hacer para ser doctor? Yo entré con dieciocho años a la universidad queriendo ser doctor, sin saber lo que era ser doctor. Y finalmente, cuando me doctoré en literatura comparada, me quité como un peso, como una carga autoimpuesta, que quizás tiene que ver con eso que comentas, con esa tradición, esa genealogía o ese árbol genealógico en el cual no hubo títulos. Y yo de modo inconsciente pensaba que debía darles a mi historia familiar ese título, aunque después, la verdad, es que ser doctor no te cambia la vida.

KC: No te cambia la vida, pero te abre caminos, te abre rutas, te abre conexiones, y justamente sigues trabajando en la misma universidad donde estudiaste ¿No?

JC: Sí. Pero ha sido rara mi historia académica porque yo me licencié, me doctoré me di cuenta que no quería ser un académico en el sentido que no me interesaba publicar papers, ni ganar puntos, ni hacer carrera académica, ni la burocracia, en realidad evito cualquier burocracia en mi vida. No hago si puedo evitarlo, reuniones, no voy a congresos, no me interesan los rankings ni nada por el estilo. Entonces, abandoné la universidad. Tenía una plaza de profesor asociado en el departamento de humanidades de la Universidad de Pompeu Fabra y lo dejé, pero seguí dando clases en el Máster en creación literaria, en el cual estaba como escritor. Y sí, es verdad, evidentemente me favorecía ser doctor, pero mi plaza estaba porque era escritor, y José María Micó, el fundador del Máster, me invitó a ser co-coordinador primero y después co-director del magíster. Evidentemente, ser doctor me favoreció para esa plaza. Pero no hago ningún tipo de trabajo que tenga que ver con notas a pie página, bibliografía o carrera académica.

KC: ¿Y la universidad no te lo exige?

JC:  No, porque es un centro adscrito a la Pompeu Fabra, en el cual se entiende que el prestigio que yo puedo tener con mis libros y mis artículos, o el trabajo que puedo hacer de divulgación y de compartir conocimiento, compensa. Hay otros compañeros y compañeras que sí tienen un perfil más académico y que publican papers, pero yo por suerte no tengo que responder a ese tipo de exigencia.

KC: Eres bastante revolucionario en ese sentido ¿No?

JC: O tengo mucha suerte, no sé a qué se debe, pero he intentado siempre defender un espacio de libertad. Un acuerdo cuando estaba dando clases en la universidad de grado y también de estudiantes norteamericanos que venían un semestre, daba clases cuatro meses y estaba ocho meses escribiendo y viajando. Es decir, si he negociado y he buscado una cierta independencia para poder dedicarme a mis proyectos creativos y personales. Y en los últimos tiempos he tenido la suerte de poder trabajar para museos, productoras de podcasts como Podium Podcast, para productoras como CaixaForum+. Diversificar los proyectos también me ha dado independencia y bueno, tengo la suerte de ahora mismo escribir solo lo que quiero escribir, sin que nadie me exija, ni me pida, ni me diga que tengo que escribir.

KC: Jorge, ¿tú te desconectas durante el día?

JC: Bueno, duermo la siesta siempre que puedo. Es un hábito que me acompaña desde los quince años y siempre que estoy en casa duermo siesta. Evidentemente desconectado no, con la desconexión absoluta, pero hablo de siesta de hora, hora y media cada día que me permite tener como dos jornadas, una jornada de mañana con toda su intensidad y la jornada de tarde, a veces con mis hijos y con algunas horas de trabajo, y ahí desconecto. Hace unos años tomé el hábito también de hacer paddle surf, que es este falso deporte que consiste en coger una especie de tabla de surf y de irte al mar a remar, y estar una hora remando, yo vivo muy cerca de la playa. Me parece que es como mi forma de meditar, o de hacer yoga, o de desconectarme, y me gusta particularmente porque es sin teléfono móvil. Yo podría llevármelo en una funda del plástico, pero no me interesa, me interesa estar esa hora pensando y sintiendo las olas y viendo las medusas que van por debajo de tus de tus pies o Barcelona como unidad en el paisaje. De modo que cuando consigo hacer las dos cosas, paddle surf y siesta, estoy dos horas desconectado. 

KC: Jorge hablemos de la paternidad ¿Cuántos niños tienes? Por qué me has hablado mucho de ellos. 

JC: Tengo dos hijos, Francesco y Marco que ahora tienen siete y nueve años.

KC: ¿Y cómo te ha impactado la paternidad?

JC: Fue muy interesante porque cuando nacieron yo estaba escribiendo un libro que se llama Barcelona. Libro de los pasajes, y es muy ambicioso, muy largo, en el que llevaba muchos años trabajando. Había recorrido todo Barcelona caminando para documentarme, tenía un montón de dosieres de bibliografía, de apuntes. Y, bueno, mi hijo mayor nació, seguí escribiendo, empecé a caminar por Barcelona con él en el cochecito, en el carrito. Después, nació mi hijo menor al año y medio, y pensé que podría combinar la paternidad de dos niños, de dos bebés, con la escritura de ese libro. Y un día me levanté a las cinco de mañana, cosa que no ha había hecho nunca antes, para escribir porque estaba obsesionado con ese libro, y a las ocho estaba muerto, y a las nueve estaba otra vez en la cama. Me di cuenta de que no podía ir en contra de la paternidad, ni de los horarios, ni de la nueva vida que yo había decidido con mucha consciencia y felicidad vivir. Empecé a compatibilizar una cosa con la otra. Y Membrana, la escribí entre las nueve que dejaba a los niños en la guardería y las cuatro que los iba a buscar, a partir de las cuatro me desconectaba totalmente de la novela, y al día siguiente, a las nueve, otra vez estaba metido en ella. Yo creo que es una cuestión de madurez y es una cuestión también de que, si eres escritor siempre escribes, es una forma más subterránea, pero yo estoy con ellos jugando ajedrez o al baloncesto y estoy escribiendo. El tema es cuando después tienes tiempo de verter lo que has pensado, lo que has escrito mentalmente en el documento o en la libreta, si eres capaz o no. Y, bueno, no siempre ocurre. Pero yo he conseguido, creo, hacer compatible la paternidad con la creación. De hecho, sinceramente, me siento más creativo y más intenso en mis proyectos, en mi escritura desde que soy padre. He publicado Barcelona. Libro de los pasajes, Contra Amazon y Membrana. Creo que los libros más fuertes que he conseguido escribir de no ficción y de ficción es siendo padre.

KC: Volvamos un poco a tu vida más profesional, si en realidad hay una frontera entre ambos. Te miento Jorge, cuándo lo leí, pero lo recuerdo cuando abrí ex-Twitter, X, y comunicaste que habías recibido un correo electrónico del New York Times diciendo que se cerraba la parte de la edición en español de ese diario del cual tú eras columnista ¿Recuerdas lo que sentiste? Porque recuerdo que dijiste: “nadie me llamó o me dieron una explicación un poco más elaborada”.

JC: Bueno, es que liquidaron la redacción y no permitieron que hubiera un comunicado oficial porque requisaron las computadoras. Fue una cosa bastante fea porque enviaron unos abogados de Nueva York a México donde estaba la sede del New York Times. Y fue un clásico ejemplo de mala traducción cultural, el día en el que iban los abogados era festivo en México, de modo que estaba cerrado. Tuvieron que volver al siguiente. Y ahí fue cuando comunicaron que se cerraba la empresa, que era una sede como de start-up vinculada con el New York Times. No nos dieron ningún tipo de explicación formal desde Nueva York. Yo fui muy feliz también colaborando primero en el New York Times y después en el Washington Post. Los dos proyectos fueron iniciativa personal de Elías López, un gran periodista, muy joven, venezolano, formado en Estados Unidos y creo que el problema era ese, que era una iniciativa personal, no había realmente por parte de las familias y de los accionistas, ni del New York Times ni del Washington Post, un interés real de contar con intelectuales y periodistas iberoamericanos en su plantilla y la prueba es que siguen publicando en español, pero solo traducción del inglés.

KC: Claro, pero ya no hay generación de contenido propio en español.

JC: No.

KC: He pensado mucho sobre tu libro Contra Amazon, pero sobre todo, más que en el libro, sobre el mensaje, y siento que hay una contradicción porque vives sumergido en el algoritmo, vives trabajando con chat GPT, vives inmerso en esta cultura más tecnologizada y tú vas contra Amazon o contra cualquier tipo de plataforma en el cual ellos manejen nuestra elección de lectura o que sepa lo que leemos. Pero vivimos insertos en esto, esto es. En ese sentido, estás haciendo una campaña por preservar las librerías, que yo también me sumo, pero es casi imposible lograr esa abstracción de esta dominación de plataformas digitales, de la cual tú participas también por ejemplo en X, en Instagram. Es difícil lo que estás proponiendo o es una quimera.

JC: Bueno, yo creo que es una cuestión de micropolítica y de opciones. Me parece que el hecho de que yo nunca haya comprado nada en Amazon me define tanto como el hecho de que esté en Instagram o en X. Y también creo que el hecho de que sea el autor de Contra Amazon me define tanto como el hecho de que sea el autor de Membrana, que es una novela sobre inteligencia artificial, o de Teleshakespeare que es una novela sobre series de televisión, evidentemente digitales. Yo no soy ni apocalíptico, ni integrado, intento estar en un término medio e intento que mi vida cotidiana también esté en un término medio. Yo estoy mucho en las pantallas, en los algoritmos, en las redes, en Word, en Google, en Netflix o en Filmin, pero también estoy mucho en las librerías, en los museos, en los parques, en las playas, o jugando con mis hijos. Yo creo que es una cuestión de equilibrio y que ser lúdico y contrario a tecnología no tiene ningún sentido porque la tecnología tiene muchos aspectos y ofertas maravillosas. Y ser un súper partidario fanático de la tecnología tampoco tiene demasiado sentido.

KC: Jorge ¿Qué te llevó a traducir El infierno de Dante? Porque ese sí que es un gran desafío. 

JC: La inconsciencia porque no tenía el conocimiento para hacerlo, ni mucho menos. Era muy joven, buscaba trabajo y decidí aceptar esta propuesta que evidentemente no se basó en el conocimiento de italiano ni de Dante, sino en leer muchas adaptaciones en prosa en catalán. Yo tenía 21, 22 años y además no era una colección para adultos, ni para expertos, era una colección para secundaria. Entonces, yo di varios cursos sobre El infierno para profesores y para alumnos. Y con el profesor que grabamos los cursos, Jordi Cachás, a quien no he vuelto a ver en los últimos veinticinco años, e hicimos este proyecto que no debe ser considerado parte de mi currículum.

KC: Me quedó muy claro. Pero supongo que Booklovers, que lo estás lanzando el 23 de noviembre del 2023, sí quieres que sea parte de tu currículum. Si me puedes contar de ese proyecto maravilloso que estoy esperando 

JC: Pues, bueno, es una iniciativa de CaixaForum+, que es una plataforma gratuita de Caixa, del banco, y es una la plataforma de documentales y series.

KC: La estuve viendo, es maravillosa.

JC: Y también podcasts. Y bueno, Booklovers es una serie sobre bibliotecas, librerías, lectores del mundo, con cinco capítulos: Barcelona, Madrid, Lisboa, Buenos Aires y Ciudad de México. El primer capítulo Buenos Aires se estrena el 23 de noviembre.

KC: El día de mi cumpleaños.

JC: Ah, bueno, felicidades de antemano. Cada semana habrá un capítulo, y el de Buenos Aires cuenta con Leila Guerriero, Miguel Ávila, Francisco Garamona y un montón de espacios increíbles de esa ciudad. Y es lo mismo que me ocurrió con el cómic o con el podcast, después de muchos años leyendo cómic, llega un día en que te animas a escribir tú un guion. Con el podcast me ocurrió lo mismo. Y hace ya doce años que escribí Teleshakespeare  sobre series de Estados Unidos. Hace más de quince que escribo crítica de televisión, de modo que yo creo que tenía las lecturas, el background como para animarme a hacer una serie, y hace cinco años hice el proyecto de Booklovers lo presenté en varias plataformas no acabé de encontrar el lugar adecuado, hasta que hace un año y medio surgió la oportunidad con CaixaForum+. Creo que es una  serie digna, y que sobre todo llena un hueco o un vacío. Todos mis libros los he escrito porque no existían, es decir, no existía un libro que contará la historia de las librerías y lo escribí. 

KC: Qué es fascinante, por favor léanlo.

JC: Gracias. No existía una novela que fuera a la vez una serie de televisión, escribí Los muertos o una novela que fuera un museo de ciencia ficción y de inteligencia artificial y escribí Membrana. Y Booklovers,  para mí era absurdo que no hubiera una gran serie sobre bibliotecas y librerías del mundo y lo hicimos.

 KC: De todas tus creaciones ¿Cuál es el más regalón, así como con este mi corazón está eternamente identificado?

 JCAsí como en términos sentimentales.

 KC: Sentimentales, no racionales.

 JC: Probablemente sea Librerías, porque es una vuelta al mundo, son mis viajes de juventud. Y siempre me he sentido muy cómodo y querido en las librerías, Y la continuación de Librerías es Contra Amazon, que en verdad solo hay un texto sobre Amazon, los otros veinte son sobre escritores, bibliotecas y librerías del mundo, que ahí también seguí con esa idea de autobiografía sentimental, que es lo que estás preguntando.

KC: Jorge, ¿Y no pensaste no tener tus libros en Amazon?

JC: No depende de mí. Yo pondría en un problema a mis editores con ese tipo de demandas. Tú como escritor vendes los derechos de explotación de tu obra a un editor. Y podría hacerlo con mi editor español con que tengo mucha confianza, evidentemente no con mis editores en Estados Unidos, en China, en Rusia, en Turquía o en Francia. De modo que depende más de ellos que de mí. Pero sí que ha habido gente que ha comprado Contra Amazon en Amazon y me ha dicho después de leerlo que era el último libro que compró en Amazon.

 KC: Yo estoy tratando, no me resulta tan bien. Lo trato de hacer, pero realmente cuesta, sobre todo en un país donde la oferta editorial es muy estrecha, tú comprenderás que es difícil encontrar ciertos títulos acá. Pero estoy tratando, estoy en el intento. Dime Jorge, ¿En qué estás trabajando hoy? Si podemos saber.

JC: Hoy, exactamente hoy, en un podcast nuevo para Podium Podcast que hace tiempo que estoy desarrollando.

Cierre:

      Te sugiero seguirle la pista a Jorge Carrión, con su expertise, siempre está al día y ayuda a ordenarse en este mar de información sobre literatura y librerías. A veces da talleres de escritura y siempre lo encuentras en redes sociales como @jorgecarrion21 en X e Instagram. Acuérdate, escríbeme y cuéntame a quién te gustaría que te entreviste el 2024. Siempre a mi correo karen@karencodner.com

            Que tengas un muy, muy fin de año. Chao.

Lee. Escribe. Crea con Jorge Carrión.

Karen.

 

 

¿Te gusta escribir pero no sabes cómo comenzar?

Portada libro Cuaderno de escritura

Gracias!

Abajo encontrarás el enlace de descarga: