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#58 Entrevista a la escritora española Julia Navarro

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Hola, hola ¿cómo estás? Soy Karen Codner, periodista y escritora, te doy la bienvenida al programa #58 de Espiral, tu podcast de literatura y creatividad. Emocionada es poco, jamás imaginé tener el honor de entrevistar a Julia Navarro, escritora española de gran trayectoria, con siete novelas publicadas y súper ventas a nivel mundial. Julia es periodista y trabajó durante 35 años exclusivamente en ello hasta que por esas cosas de la vida quiso dar un giro completo a su vida y se aventuró con la escritura. Obviamente jamás pensó que sería la escritura súper ventas.

Una novedad de Espiral que a partir de hoy y en honor a Julia Navarro y a este gran 2021, los capítulos con invitados los voy a dividir en dos episodios. Es decir, hoy es la primera parte con Julia y mañana, a esta misma hora y lugar -sea donde sea que escuches Espiral- tendrás la segunda parte. Decidí hacer este cambio en honor a tu tiempo. Y en el segundo capítulo vendrá un cuestionario muy divertido que ideé hace bastante, cuando comencé con Espiral por allá en el 2019.

Recuento personal

Grabo estas palabras horas antes de subirme al avión de regreso a Santiago. Junto al equipo de Memoria Viva, institución de la que soy parte, vinimos a un viaje de trabajo que ha sido muy, muy enriquecedor. Y reconozco además que fue muy gratificante porque compré una cantidad exorbitante de libros. ¿Tiene lógica? No. Ignoro cuándo podré leer tanto, pero así sucede cuando amas mucho lo que haces y quieres más y más.

«Eterna Cadencia», es mi librería favorita de Buenos Aires

Sigue el concurso del “Cuaderno de escritura” y se ha puesto muy difícil la elección porque los comentarios que están dejando en redes son muy lindos. ¿Cómo voy a elegir a los 4 ganadores el 21 de diciembre? Además otra cosa que me tiene feliz es que por fin “Cuaderno de escritura” lo encuentras en Buscalibre.

Participa por una de los cuatro ejemplares del «Cuaderno de escritura » que sortearé

Ahora te invito a sumergirte en el mundo de creación y las tremendas reflexiones de Julia Navarro.

Entrevista a Julia Navarro

JN: Gracias. Gracias Karen por invitarme a participar de tu podcast, porque eso me va a dar la oportunidad de entrar en contacto con todas esas personas que te siguen y yo te lo quiero agradecer.

KC: Dime Julia, qué estabas haciendo, ¿qué interrumpí cuando te tuviste que conectar al zoom?

JN: No interrumpiste nada. Estaba hablando con las personas de la editorial que me estaban contando actividades que tengo previstas para este mes de diciembre, enero, mes de febrero, estábamos viendo cosas de agenda.

KC: Y cuéntame una cosa, el libro, este último libro, salió el 26 de agosto si no me equivoco, ¿no?

JN: Efectivamente, el 26 de agosto.

KC: Y de ahí empieza una maratón más o menos.

JN: Empieza una maratón por España recorriendo muchos lugares, reuniéndome con los lectores. Para mí es muy importante lo que estoy viviendo en estos momentos, porque ha sido volver a estar con los lectores después del año duro de Covid que estuvimos confinados, que no podíamos salir, que no podíamos ir a ninguna parte, de nuevo me vuelvo a reencontrar con los lectores. Y yo creo que un escritor sin los lectores no tiene nada sentido, su trabajo no tiene sentido, porque tú escribes para los demás. Entonces está siendo muy emocionante ese reencuentro. Estoy viajando por toda España y estoy viviendo con especial emoción esta promoción. Por eso, porque es retomar la vida allí donde la dejamos, cuando llegó el Covid.

Último libro de Julia Navarro

KC: Dijiste una frase hermosa en febrero, si no me equivoco, en el podcast de Madrid, que te entrevistó una niña encantadora. Dijiste, y cito: “Tengo demasiadas inquietudes para ver la vida a través de un balcón”.

JN: Sí, es verdad. Yo sufrí mucho durante el confinamiento. Asomarme a la calle, a las calles vacías, esa sensación de que no hay absolutamente nada, solamente escuchabas el silencio, a mí me resultaba absolutamente doloroso. Yo necesito la vida para poder contarla. Yo no me puedo encerrar para escribir. Yo soy una escritora que toca la realidad, que toca la vida. Yo me nutro de la vida. Mis novelas, mis historias, no tendrían ningún sentido, sin las historias de los demás. Yo no puedo ver la vida a través de una ventana, Y tampoco puedo ver la vida a través de una pantalla. Las pantallas son muy útiles. Nos están ayudando a que podamos conectarnos. Ahora mismo yo estoy en Madrid, tú estás en Buenos Aires, y eso es fantástico. Pero eso no sustituye a mirar a una persona directamente a los ojos. Nada sustituye a la complejidad que se establece cuando estás hablando, tienes a alguien en frente. Eso con la pantalla es muy difícil de conseguir. Así que yo me quiero asomar a la vida real. No me quiero asomar a la vida a través de las pantallas y a través de las ventanas.

KC: Julia, eres una persona muy rigurosa, me da la sensación, por lo que pude aprender en el pre reporteo. Yo también soy periodista. Si tuviera que hacer un resumen, eres vegetariana, amante del ballet, y bailarina frustrada. Yoguista de kundalini, perrera, tienes un hijo, tienes un marido, y al parecer también si esto es cierto. A ver si conoces a quién estoy poniendo, quien está sonando. ¿Quién está cantando?

JN: Sabina.

KC: Te encanta.

JN: Es uno de mis cantantes favoritos. Yo no le conozco. Nunca le vi. Nunca hablé con él. Pero es uno de mis cantantes favoritos. Porque Sabina también es un, yo creo que es un cantante que canta también la vida. Canta las emociones, canta los sentimientos, el desgarro. Es uno de mis cantantes favoritos.

KC: ¿Y puedes escribir con música? ¿Con este tipo de música?

JN: No. Yo escribo con Mozart. Escribo acompañada de Mozart la mayor parte de las veces. Pero eso no significa que de repente estoy escribiendo y noto que necesito que me den una sacudida. Y entonces puedo poner a Sabina, o puedo poner a Leonard Cohen, o puedo poner a Paco Ibañez. De vez en cuando, si necesito levantarme de la silla y tener esa sacudida, y entonces le digo a Mozart “vuelvo dentro de un rato” y entonces, pues escucho a Sabina.

KC: Y Julia, ¿en la pandemia también te levantas a las 5 de la mañana?

JN: No. En la pandemia todo se trastocó. Todo cambió. Los días no se terminaban nunca. Las noches tampoco se terminaban nunca. Entonces, hacía unas jornadas un poco anárquicas, aunque yo intentaba seguir con mi disciplina, ¿no? A mi me gusta madrugar, por tanto madrugaba, pero no madrugaba tanto. También fue un tiempo de lectura. Leí mucho. Y sobre todo releí mucho. Me volví a reencontrar con los clásicos, ¿no? De la literatura del siglo de oro español. Para mí fue un momento importante. Ese reencuentro con los libros que habías leído de adolescente, que habías leído en la juventud, y que estaban ahí en la biblioteca y que no habías vuelto a leer. Así que, fue también una época de reencuentro.

KC: Supe que estuviste releyendo “El Quijote».

JN: “El Quijote» lo tengo siempre cerca. Lo tengo encima de mi mesa de trabajo. “El Quijote» es una escuela de vida. Es una escuela, es un libro lleno de sabiduría sobre la condición humana. Y no importa por qué página lo abras, siempre aprendes algo. Yo de vez en cuando abro el ejemplar de “El Quijote», no importa por qué página, y leo dos o tres páginas y siempre me sorprende.

KC: Bueno, es que, ¿sabes por qué me reí ahora? Este año mi hija que está, no sé cómo se dice en España, en tercero medio en Chile, le queda un año más de colegio, tuvo que hacer un trabajo de “El Quijote». Pero, ¿Por qué nos hacen leer esto? ¿Qué tenía en la cabeza este señor? ¿Qué cosas se imaginaba? Y yo le decía, ¡pero si es precioso! Claro, quizás para un adolescente todavía le cuesta entenderlo, pero cuando ve cómo funciona su cabeza en la realidad y lo que quiere lograr y cómo está estructurada la sociedad y los procesos, es muy interesante.

JN: “El Quijote» es muy moderno. Porque en definitiva trata sobre la esencia del ser humano. Por tanto “El Quijote», no hay siglo que pase por el personaje, porque es un personaje universal y eterno. Y por tanto, no importa que lo leas hoy o que lo puedan leer los hombres del tres mil veintiuno, da igual. Es un personaje que no se va a acabar nunca, y que es una escuela de enseñanza sobre la condición humana.

«Don Quijote de la Mancha» es un libro fundamental para Julia Navarro

KC: Bueno, sigo. Entonces, es una escuela llena de sabiduría sobre la condición humana. ¿A eso aspiras tú con tu escritura?

JN: Yo creo que el último gran misterio que hay en este planeta, es un planeta en el que el hombre ya lo conoce, no. Ya no queda nada por descubrir, el hombre ha cruzado los mares, se ha adentrado en las selvas, ha corrido peligro atravesando desiertos, los grandes hielos. Ya no queda nada por conocer. Todavía nos queda algo muy importante por conocer y es a nosotros mismos. ¿Quiénes somos?, ¿Qué sentido tiene la vida?, ¿Qué hacemos aquí? Esas son preguntas que el hombre se hace desde el principio de los tiempos, ¿no? Desde que el ser humano tiene conciencia empieza a pensar, desde que se reunía en torno al fuego en aquellas cuevas y estaba sobrecogido por los fenómenos de la naturaleza y no entendía muy bien cuál era el misterio de su vida. Qué sentido tenía su vida. Estamos haciéndonos estas preguntas, ¿no? Entonces para mí, escribir es ese viaje al fondo de la condición humana. Es el viaje a todos los claroscuros, es siempre un viaje interior. A través de los personajes, intento plantear preguntas de quiénes somos y porqué somos lo que somos. Hago preguntas que no significa que tengan respuesta, o que yo sea capaz de encontrar la respuesta. Pero me interesa sobre todo la condición humana. Los porqués.

KC: En ese sentido, claro, en una entrevista dijiste: “Escribo para buscar respuestas a las preguntas que me hago”. Esas preguntas que te haces, ¿han ido evolucionando a través del tiempo, o es una principal?.

JN: Yo creo que sigue siendo la misma pregunta. Se pueden plantear de distintas formas y pueden tener más intensidad. En un momento determinado de la vida de cada uno hay preguntas que se sobreponen a otras, ¿no? Pero al final, es la gran pregunta. El porqué ¿qué sentido tiene la vida? ¿por qué estamos aquí?.

KC: Y ¿la respondiste? ¿Tú la tienes?

JN: No, no la tengo. Me gustaría tenerla. Me gustaría tener fe suficiente para darle una respuesta trascendente. Todo eso es obra de Dios y él sabrá porqué estamos aquí. Pero para mí es una respuesta que evidentemente no es satisfactoria, ¿no? Porque yo intento entender. Entonces, no tengo respuestas. Son preguntas que no dejo de hacerme. Son preguntas que se hace el ser humano a lo largo de toda su vida. Si tiene un segundo para pararse a reflexionar. Porque no tiene que encontrar un sentido a la vida, entender qué narices hago aquí. Qué sentido tiene mi existencia y qué sentido tiene la existencia de otros seres humanos.

KC: Cuando has escrito tanto y tan bien y has llegado más allá del número superventas, eso no dice nada, pero cuando te pasa esto que escuchas que seis mujeres chilenas están emocionadas, ¿no sientes que has encontrado tu rol? ¿Lo que viniste a hacer? ¿A iluminar a través de tus palabras?

JN: No. No. Quizás porque soy muy exigente. Y porque, yo no me creo importante como para que lo que yo diga, lo que yo escriba, lo que yo piense, es una motita de polvo dentro de la inmensidad del universo. Por tanto, no. Lo que sí hago es intentar disfrutar de la vida y buscar que sean los demás los que me iluminen a mí. Para mí, tener una conversación pendiente con seis mujeres chilenas en el 2022, me parece un planazo estupendo. Unos buenos planes que voy a tener para el 2022. Porque compartiremos cosas, una conversación, seguro que voy a aprender mucho de las cosas que me podáis contar. Pero yo no intento iluminar a los demás, porque no creo que yo tenga esa capacidad. Sí tengo capacidad de compartir, si tengo esa capacidad para discutir, para intentar buscar esos porqués. Pero no tengo respuestas, así que siempre estoy con las orejas muy abiertas a ver si alguien me da alguna respuesta.

KC: Bueno. Uno no conoce a la gente a través de entrevistas, pero cuando estaba haciendo la investigación, dije: ella es una persona tremendamente sensible y humilde, y muy empática, me dio la sensación. Una persona que no ha perdido el centro de lo que pueden ser los escritores, que dicen que algunos tienen el ego un poco grande.

JN: A ver, lo que pasa Karen tú eres periodista, yo también. Yo creo que el periodismo es una escuela de vida extraordinaria. A lo largo de mi vida, lo mismo que tú, seguro, he conocido gente muy importante. Muy importante hoy. Que mañana lo dejaba de ser. Gente que se creía que estaba en la cima del mundo, y al día siguiente a ras de suelo. Eso me ha hecho siempre tener muy presente que no podía despegar los pies de la tierra. Que no podía despegar los pies del suelo, que hoy la vida te sonríe y mañana te da la espalda. Que hoy, los mismos que te lanzan todo tipo de alabanzas, mañana te miran con desprecio. Que hoy a los mismos que muestran un interés enorme por ti, mañana les eres indiferente. Por tanto para mí el periodismo ha sido eso, una escuela de vida, y yo nunca despego los pies de la tierra. Sé que todo es efímero, que los lectores me quieren, pero no sé si me van a querer mañana. Y tengo que estar preparada para que cuando eso pase, el sufrimiento sea estrictamente inevitable, pero ni un gramo más.

KC: ¿Eres creyente?

JN: Sí. Tengo un sentido trascendente de la vida. Porque necesito tenerlo. No me resigno a que el ser humano sea un conjunto de células organizadas para pagar la hipoteca de la casa. Por tanto, intento entender, antes lo decía, el porqué, los porqués, qué sentido tiene la vida. Y supongo que como tantas personas, pasas por muchas etapas a lo largo de tu existencia. Crees más, crees menos, no crees nada, yo he pasado por todas esas etapas. Y ahora estoy en una etapa que supongo también tiene mucho que ver con la edad. En la que intento racionalizar la idea de Dios, aunque racionalizar a Dios es absolutamente imposible, pero bueno, yo estoy en esa pelea. De quiero creer, no sé si creo, si creo, pero no sé si debo de creer. Es una pelea conmigo misma, pero hay algo que se me escapa, hay algo que se que no alcanzo a entender, y es ese por qué, el porqué de la vida. Por qué nos hemos organizado. Ese conjunto de células para terminar siendo unos seres absolutamente complejos, con un pensamiento complejo, y qué hacemos en este planeta. Entonces, creo que tiene que haber una respuesta, una respuesta que no sabemos cuál es, y creo que tiene que haber un porqué, que no alcanzamos a entender, o no alcanzamos a ver. A lo mejor es todo muy sencillo. Pero hasta ahora no hay nadie que lo haya explicado.

KC: Julia, desgraciadamente tuvimos el problema de conexión y yo te pregunté qué religión profesas, y ahí me quedé y llegué a la mitad de la respuesta.

JN: Perdona. Qué religión se puede profesar en España. España es un país católico, ¿no? Entonces es parte de nuestra cultura. Yo creo que la religión es la manera en que el ser humano a intentado dar respuestas a esas preguntas, ¿no? Esas respuestas se hacen a través de la filosofía o a través de la religión. Pero el hombre ha intentado la religión como fórmula para intentar ordenar esos porqués e intentar tener respuestas a esos porqués. Entonces, yo soy hija de la religión católica. De la cultura judeo cristiana, de Roma, de Grecia. Esa es mi cultura. Esas son las raíces de occidente, y más allá de que uno sea o no sea creyente. Más allá de que uno pueda practicar o no practicar la religión, son parte de nuestras raíces. No se puede explicar Europa sin esas raíces. Independientemente que luego, en la vida personal de cada uno tenga una actividad religiosa o no la tenga. Viva de espaldas a la religión, sea ateo, sea lo que quiera. Pero uno no puede olvidar cuál es su ADN.

KC: Julia, me quedé pensando en esto de la crianza, de la religión. De tener unos padres o una madre que te dijo: “No, no quiero que seas bailarina profesional”. Porque así fue y está bien, muchas veces a muchas personas nos ha sucedido eso, ¿Qué dirían tus padres al verte hoy, como esta gran escritora que tocas el corazón?.

JN: Afortunadamente, mis padres, mi madre, que es la persona fundamental en mi vida me pudo ver. Realmente ella fue una persona que si hubiese sido por ella, yo hubiera seguido adelante con mi sueño de ser bailarina. Eran todas las circunstancias que nos rodeaban, hacían muy difícil que yo lo fuera. Por tanto yo di ese paso atrás. Pero no se lo puedo achacar a mi madre. Digamos que las circunstancias que vives, el país en el que vives, el momento en el que toca vivir, es lo que a mí me hizo dar el paso atrás. Pero bueno, yo siempre encontré a mi madre como mi mejor aliada y como la persona que nunca, nunca, nunca me permitió que pusiera barreras a mis sueños. Mi madre siempre me dijo que yo llegaría siempre donde yo quisiera llegar. Y siempre fue mi apoyo, realmente el día en que yo perdí a mi madre, ese es el día en que yo pensé, que me había quedado colgando de la nada. Me había quedado sin suelo, me había quedado sin techo. Y así estoy desde que ella murió hace unos años. Sin suelo y sin techo.

KC: ¿Y la maternidad qué significó para ti?.

JN: Yo, cada vez que veo a mi hijo, digo: Madre mía, la cantidad de disgustos que yo debí de dar a mi madre porque, cada vez que él hace lo que quiere, como es natural, y yo no estoy de acuerdo, pienso: “mi pobre madre, lo que me tuvo que aguantar”. Pues ahora me toca a mí hacerlo con mi hijo. Bueno, yo creo que la relación madre hijo es una relación rica. Es algo muy especial. Es algo muy importante. Y hay un momento en que es muy complicado siempre. Es cuando ese cordón umbilical se tiene que empezar a romper porque ellos tienen que tener su propia vida. Es un momento doloroso el día en que te das cuenta que tu hijo se pertenece sólo a sí mismo. Y cuesta, a mí me cuesta. A veces digo “pero si tiene 29 años”, pero yo me sigo preocupando. Si tiene los ojos brillantes, le pongo la mano en la frente a ver si tiene fiebre, porque está constipado. O sea, sigo haciendo cosas que digo, eso ya no te corresponde hacerlo. Yo siempre estoy permanentemente preocupada y yo creo que cuando uno tiene un hijo, por muchos años que tenga, siempre lo vas a ver como tu niña o tu niño. Nunca lo vas a ver como una persona adulta, cuesta mucho.

KC: Para los que nos están escuchando hoy día, seguramente no saben que este hijo es uno de los principales causantes de que Julia se haya lanzado a escribir. Creo que es tan tierna la historia que por favor, compártela. Es maravillosa.

JN: Bueno, mi hijo me reclama los derechos de autor de la primera novela. Porque yo había escrito libros de ensayo, libros de política, pero nunca había escrito una novela, y un verano en la playa con mi hijo, que en ese entonces era pequeño, desesperada porque llegaba la hora de comer y todos los días era lo mismo: “mami un poquito más, mami un poquito más”. Y yo me bajaba siempre a la playa, me metía debajo de una sombrilla con 10, 15 periódicos, que me leía del derecho, del revés, y uno de esos días, que mi hijo estaba especialmente pesado. Estaba insoportable con un el “un poquito más, un poquito más, déjame jugar más, ahora me vuelvo a bañar.” Nos vamos. “Sí, pero me meto otra vez en el mar”. Entonces, uno de esos días, ya en mi desesperación, empecé a leer los obituarios. Imagínate mi grado de desesperación. Y entonces encontré un obituario que daba cuenta del fallecimiento de un científico, de un micro analista, Walter McCrone, que había puesto entre muchas cosas bajo su microscopio, la sábana santa de Turin. Entonces tenía una pequeña historia sobre si la sábana era auténtica, si era falsa. Y aquello encendió mi imaginación y empecé a escribir la que fue mi primera novela: “La hermandad de la sábana santa”. Y mi hijo siempre me reclama: “Gracias a mí eres novelista, y el éxito de esa novela me lo debes a mí, así que los derechos de autor los deberías de compartir conmigo”. Siempre me lo dice en broma porque, claro, todo lo que yo tengo es de él, pero siempre me hace esa broma.

KC: ¿Y él escribe?

JN: No. Él no escribe. Es abogado.

KC: ¿Y tu marido? ¿Cuál es la clave? Porque me imagino que llevas muchos años casada.

JN: Muchos años, sí. Va a ser cuarenta años el año que viene.

KC: Y tú has abogado por los derechos de las mujeres hoy en día, que muchas puedan tener una postura más o menos radical. ¿Cómo se vive un largo matrimonio siendo feminista?

JN: Pues, desde el respeto. Yo tengo la suerte de tener un marido inteligente.

KC: Y él tiene la suerte de tener una mujer inteligente.

JN: No pero, entiendo que si él decidió estar conmigo y que nos casáramos, era porque le interesaba cómo era yo. Decir, a mi me horrorizan esas personas que quieren cambiar a alguien. Que quieren amoldar a alguien a lo que ellos quieren. Yo nunca he intentado cambiar nada de mi marido, ni él nunca ha intentado cambiar nada de mi. Yo creo que el único éxito que hay en nuestra relación, es que siempre tenemos una conversación ininterrumpida. Que llevamos 40 años hablando. Que lo que nos une es esa larga conversación que no se acaba nunca. Que gira en sobre la vida, sobre la literatura, la música, los viajes. No hemos dejado de sentir la necesidad de hablar entre nosotros. Y yo creo que esa es la clave de que llevemos cuarenta años juntos, y luego mi marido siempre ha sido absolutamente respetuoso con mis ideas feministas. Y los dos hemos sabido preservar muy bien nuestros espacios, nuestras carreras profesionales. Es decir, de la misma manera que su carrera profesional para él ha sido siempre muy importante, la mía también lo ha sido. Y por tanto, aquí nadie se sacrificaba por nadie. Entonces, yo no iba a sacrificar mi carrera profesional por la suya, y tampoco nunca esperé que él sacrificara su carrera profesional por la mía.

KC: ¿Él a qué se dedica?

JN: Él es periodista y también escribe. Además es profesor de la universidad. Se acaba de jubilar. Era profesor de Estructura del lenguaje en una universidad. Entonces, digamos que siempre hemos mantenido una vida en común y una vida en paralelo. La vida en paralelo, yo he tenido mi vida profesional con mis intereses. Él ha tenido su vida profesional con sus intereses. Por eso ha habido una conversación ininterrumpida, porque ninguno ha dejado de ser lo que quería ser, porque yo no entiendo la relación en el que las mujeres siempre han tenido que dar un paso atrás. No es que nunca me lo haya pedido mi marido, no se le habría ocurrido. Por tanto, el haber tenido esa vida en común, pero al mismo tiempo una vida independiente, yo creo que es lo que nos ha ayudado a llegar hasta aquí.

KC: Ahora que estoy uniendo nexos, el año pasado y este año, entrevisté a una pareja de escritores, Alejandro Zambra y su señora, que es Jazmina Barrera, escritora mexicana. Y les hice esta misma pregunta que te voy a hacer hoy. El tema de los libros y la biblioteca. ¿Cuáles son?, ¿son todos de todos, los tuyos los míos, los nuestros? ¿cómo se organiza esa biblioteca?

JN: Es complicado, eh. Hay libros que son de los dos y hay libros que son de cada uno. Y que tiene que ver mucho con los gustos de cada uno. Nosotros compramos libros, pero continuamente. No todas las semanas compramos libros. Él compra los suyos y yo compro los míos. En función de nuestros intereses de cada momento. Hay libros que son comunes, pero hay libros que son de cada uno. Entonces, yo no tengo ninguna intención de separarme de mi marido, cuarenta años después, porque no tengo ningún motivo. Pero creo que si lo hiciéramos, la biblioteca estaría bastante clara cuáles son sus libros y cuáles son los míos. Y cuáles son los de los dos.

KC: Bueno, pero ¿tienes un espacio físico, o están todos combinados? ¿hay algún orden en esta biblioteca?

JN: Digamos que, en mi casa, en todos los sitios hay libros. Como Virginia Woolf decía, “el cuarto propio”. Tengo el cuarto propio donde yo escribo, está lleno de estantes con libros que son mis libros. Mi marido tiene su propio despacho, que ahí están sus libros, y que él los coloca como quiere. Eso sí no me gusta nada cómo los tiene colocados o distribuidos pero, no digo nada. De vez en cuando, digo: “oye pero, esto no lo deberías de tener aquí”, entonces me mira y digo: “no he dicho nada”. Porque cuando él viene y me dice lo mismo, yo también lo miro y le digo (hace un gesto de “no” un dedo de su mano). Y luego pues, ahí en el salón que también hay otra biblioteca y hay más libros en común, y yo los coloco de una manera. Él un día llega y los coloca de otro. Hay ese juego.

KC: ¿Cuántos libros tienen, más o menos? ¿sabes?

JN: No tengo ni idea de cuántos libros. Pero yo creo que unos cuantos miles de libros sí tenemos.

KC: Bueno, es que también me estaba acordando que entrevisté a Mónica Lavín, una escritora mexicana, y ella me contó que durante la pandemia se mudó con su pareja, y tuvo este problema de los libros. Ella tenía sus libros en su departamento y había que llevar los libros del departamento de la otra persona. Y es un tema cómo vuelves a ordenarlos. Cómo organizas y haces que conversen estos dos mundos.

JN: Con una habitación propia. Es decir, yo creo que todas las mujeres tenemos que tener una habitación propia. Que no podemos renunciar a eso. Sé que es fácil decirlo, porque vivimos en una sociedad en la que las casas cada vez son más pequeñas, más prácticas, no hay espacio, todo el mundo tiende a que sea lo más funcional posible, pero yo no renuncio nunca a mi habitación. Y por tanto, mi habitación propia, es la habitación donde yo trabajo y es la habitación de mis libros. Esa es mi reivindicación. Una habitación propia, como decía Virginia Woolf.  Pero soy consciente que eso no siempre es posible. Porque la gente vive en departamentos pequeños, y tienen que buscar el espacio donde acomodar los libros de ambos. Pues yo creo que una pared para uno y una pared para otro.

KC: Dime una cosa, también tu marido que es ¿Juan?

JN: No. Fermín.

KC: Fermín. Un nombre muy español. Es tu primer lector.

JN: Sí, siempre. Imagínate tener un profesor de estructura del lenguaje en casa y no aprovecharlo. Sería tonta.

KC: ¿Cómo es ese proceso? Okey, “acá está el manuscrito” y ¿tú te escondes? ¿cómo son esos días de espera para ti?.

JN: Bueno, yo tengo un enorme respeto intelectual por Fermín. Por tanto su opinión me importa, y me importa mucho, porque sé que va a ser la opinión más sincera y más crítica. Por tanto, cuando él lee un manuscrito, nunca lo lee hasta que yo lo he terminado y lo he corregido.  Cuando yo he terminado la novela, cuando he corregido la novela, cuando he terminado la novela es cuando se la doy, y se la doy antes de dársela a mi editor. Y en ese momento es en el que él la lee. Y la verdad es que siempre espero con impaciencia la crítica que él vaya a hacer. Porque, por ese respeto intelectual que tengo hacia él. Porque sé que la suya va a ser una opinión sólida, va a ser una opinión consistente, no va a ser la opinión de “estupendo” o del “si no le gusta no me lo va a decir». Él en cada novela siempre me ha dicho: “mira, de esto pienso tal”, “de esta que has escrito pienso esto otro”, y siempre hay esa conversación sincera y apasionante entre nosotros.

KC: ¿Hay momentos en que te ha dolido, Julia, la crítica? ¿cómo es ese intercambio?.

JN: Bueno, es un intercambio. Digamos que, la verdad es que nunca me ha hecho una crítica diciendo: esto es horrible, guárdalo y no se te ocurra enseñarselo a nadie. Hasta ahora todas mis novelas le han gustado. Lógicamente unas le han gustado más y unas menos. Lo mismo que a los lectores. Por ejemplo, con “Historia de un canalla” yo recuerdo que me dijo: “es muy buena, pero vas a tener problemas con los lectores. Esta es una novela que a tus lectores les va a sorprender, y a muchos no les va a gustar”, entonces es una novela muy dura, y prepárate porque a lo mejor no va a ser el éxito que han sido las anteriores”. Y tuvo toda la razón. Yo  no me puedo enfadar cuando alguien me dice esa lectura crítica de una novela.

«Historia de un canalla», Julia Navarro

KC: Y en ese sentido, en “De ninguna parte”, hay dos aspectos que me llaman muchísimo la atención. Es más breve que las anteriores.

JN: Sí, pero eso fíjate Karen, yo nunca sé, cuántas páginas va a tener una novela mía, porque no pagino. No quiero saber si voy por la página 200 o 400. Eso hace que yo escriba en libertad, por tanto, cuando yo termino, es cuando llamo a mi hijo, que es el que sabe manejar las cosas del mundo virtual donde siempre me pierdo, y ahí ya me entero cuántas páginas he escrito. Hasta ese momento, no tengo idea. Yo no sabía cuántas páginas iba a tener este libro. No supe que tenía 418 hasta que la terminé. Y no me preocupa, yo creo que cada historia hay que contarla en el espacio que uno necesita contarla. Que no puedes estar pensando: “uy, a las editoriales les gustan los libros de 300 páginas”. Si yo escribiera pensando en eso, no podría escribir.

     Así fue una parte de la conversación ¿qué has leído de Julia Navarro? ¿te gustó este primer diálogo? Espero tu respuesta en mi correo karen@karencodner.com o bien directamente en mi página con la transcripción www.karencodner.com Y está atento y atenta mañana a la segunda parte con Julia Navarro.

Lee. Escribe. Crea.

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