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105 Entrevista a Patricio Pron

#105 Entrevista a Patricio Pron

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        Hola, hola ¿cómo estás? Soy Karen Codner y te doy la bienvenida al programa 105 de Espiral y me harías muy feliz si lo recomiendas a tus amigos, me pones un like donde sea que lo escuches. Eso me ayudará a llegar a más auditores. Hoy te invito a escuchar la entrevista en profundidad al escritor argentino radicado en España, Patricio Pron. Vive en Madrid junto a su esposa y dos gatos. En nuestra conversación exploramos diversos temas y fue muy interesante conocerlo desde su intimidad y visión de vida. Posee una mirada particular y me explicó por qué no tuvo hijos, su postura ante la escritura y cómo enfrentó ciertas crisis durante su carrera.

        Patricio Pron nació en Rosario y hace más de una década se radicó en España. Además de escritor es crítico literario y Doctor en filología románica por la Universidad  de Göttingen en Alemania. Es autor de varios libros de novelas y cuentos. El año pasado publicó La naturaleza secreta de las cosas de este mundo por Anagrama. Además colabora en diversos medios y ha escrito numerosos ensayos. En el 2010 la revista Granta lo seleccionó entre los veintidós mejores jóvenes en castellano, ganó el Premio Juan Rulfo de relatos, el Premio Cálamo Extraordinario por el conjunto de su obra y el Premio Alfaguara de Novela en el 2019. Es un hombre silencioso, que busca la soledad, escribe constantemente en sus diarios donde va apuntando escenas de su vida, lo que lee, lo que ve. Hablamos sobre las drogas, las legales e ilegales, donde tuvo un período que consumió las ilegales y hoy ya no lo hace. Como ves fue un encuentro lleno de secretos develados, donde Pron contestó con amabilidad y confianza las preguntas. En fin, una buena conversación. Te invito a escribirme con tus comentarios y así Espiral se convierte más en una conversación.

Recuento personal  

        ¡Felizzzzzzzz! La semana pasada les había dicho que volvería a escribir y creo que de a poco lo estoy logrando, o sea, acercándome a esa idea. El lunes me senté frente a la pantalla, no pasó nada pero al día siguiente, sí. ¿Qué cambió? Busqué ayuda y me uní a un grupo de apoyo a autoras que se llama “escribir es un lugar” que lo lidera Laia Jufresa, una escritora mexicana que en el 2017 fue seleccionada como una de los 39 autores más distinguidos de Latinoamérica por el proyecto Bogotá39. Es algo muy sencillo pero que promete. Dos veces al día, a las once de la mañana y siete de la tarde, nos reunimos en un link un grupo de mujeres que desean escribir. Nadie habla, solo tenemos en común este deseo y que estamos frente a la pantalla. Durante una hora nos dedicamos al proyecto que deseemos y la monitora, nos avisa cuando restan tres minutos para que finalice el tiempo. Por primera vez en meses escribí en mi diario personal y después edité un cuento. Un tremendo avance. Cada una elige cuándo conectarse, no es obligación hacerlo todos los días.

        Además recibí en mi casa a tres escritoras chilenas, Carmen Gloria López, Alicia Fenieux y Magdalena Salazar. Hace tiempo que no nos veíamos y alrededor de la mesa, tomando desayuno, conversamos sobre lo que más nos gusta, obvio escribir, leer y la creatividad. Salí con el corazón muy lleno. Además que el día anterior nevó en mi casa y el jardín parecía de cuento. Te invito a escuchar a Patricio Pron.

Entrevista a Patricio Pron

KC:  Hola Patricio ¿Cómo estás? 

PP: Muy bien, Karen. Es un gusto saludarte. 

KC: Para mí también. Para los que nos están escuchando, Patricio es argentino, pero vive en Madrid hace muchos años. Cuéntame ¿Qué te interrumpí cuando te tuviste que conectar a esta entrevista de Espiral? 

PP: Desde luego he estado esperando tu llamada para la entrevista. Pero, estaba contestando correos, que es lo que los escritores hacemos prácticamente todo el tiempo.

KC: Estuve averiguando harto de ti, espero haberlo hecho medianamente bien con un escritor tan contundente. Dijiste en «Tratos y retratos», en la entrevista con Silvia Lemus – que los que nos están escuchando se la recomiendo, son dos partes muy buenas – y ahí tú declaraste: «Los grandes escritores abren camino con su presencia, pero también los cierran.» Bueno, yo considero que tú deberías estar abriendo caminos.

PP: Muchas gracias, es un magnífico elogio. Sin embargo, es un hecho que cuando los escritores abren camino, también lo cierran detrás de sí. Los que son realmente buenos nos muestran que había algo para hacer, algo para leer que no habíamos leído antes. 

KC: Patricio, pero en ese sentido, porque es muy bueno como tú lo dices, James Joyce, Proust, claramente esos son unos referentes que abren y cierran caminos. Pero en literatura contemporánea hoy, quiénes tú dirías «Guau, ese es un escritor que me abrió un camino». En ese sentido, estoy tratando de explicar, es un referente, alguien que pruebe algo distinto, que nos hace leer distinto, que lleva la literatura a otras orillas. 

PP: Afortunadamente hay muchos escritores y muchas escritoras que lo están haciendo. Afortunadamente también algunos de esos escritores son escritoras. Esta es una época en la que estamos por primera vez, posiblemente en siglos, escuchando y leyendo más mujeres que a hombres. Los escritores y las escritoras que en este momento están produciendo literatura que me interesa a mí innombrables. Y tengo la particularidad de que tan pronto alguien me pregunta por ellos, tiendo a bloquearme y olvidar todos los nombres que tenía en mente. Pero digamos, estoy frente a mi biblioteca aquí, tal vez puedo valerme de los libros que tengo a mi alrededor para responder a tu pregunta. César Aira es un escritor magnífico que me ha enseñado muchas cosas, que sigo leyendo con devoción y que es el autor con el que yo no podría evitar, que me abrió un camino, y que creo que está presente en alguno de los libros que he escrito. Pero que desde luego es inimitable. Está también María Moreno, Cristina Rivera Garza, son escritores y escritoras que me importa mucho, a los que leo con mucho entusiasmo, como leo a los a los clásicos, a los escritores muertos. Sergio Chejfec, que falleció recientemente, también era un escritor muy importante para mí. Y desde luego, lo son también muchos escritores alemanes e ingleses y norteamericanos que tal vez sean menos conocidos para los amigos y las amigas que nos están escuchando. Sin embargo, como digo, pertenecen a la categoría de escritores que abren una puerta y tienen la generosidad de mantenerla abierta para nosotros. Sin embargo, debemos internalizar su literatura si queremos producir la nuestra propia. La imitación no sirve o no basta en literatura, es necesario ir a más. Y si bien es evidente que incluso, aunque quisiéramos imitar a un autor o una autora que nos entusiasma, no lo podríamos hacer puesto que pondríamos en nuestra imitación, cosas que nos pertenecen por completo. Lo cierto es que se trata de leer a esos escritores que son importantes e internalizarlos, hacer algo con ellos que nos sirva a nuestros fines. Juan Villoro, Ricardo Piglia en su momento. Graciela Speranza, la ensayista argentina. Marcelo Cohen. Son escritores que fueron, muy importantes para mí, siguen siéndolo. Gratitud para con ellos como lector. 

KC: En Letra Global con Ana María Iglesia, declaró, estoy citando: «es uno de esos autores para los que cada nueva novela es sinónimo de ambición. Para él, escribir supone un desafío de las formas, huir del conformismo y evitar la reiteración». ¿Es así? 

PP: Espero que sea así, desde luego me alegra muchísimo que Ana María lo haya dicho y que tú lo menciones aquí. Idealmente es así. Naturalmente los propósitos de un escritor no necesariamente determinan estos resultados. Hay algo de intuitivo y hay algo de provisorio. Hay algo de contingente en lo que siempre escribimos. Pero hay un objetivo, desde luego, y mi objetivo personal es ese efectivamente, que cada nuevo libro sea ligeramente distinto al anterior. Que sea una figura en el enorme friso de la literatura y en el pequeño friso que conforman mis libros. Creo que hay dos tipos de escritores en sustancia, escritores proustianos que escriben una y otra vez el mismo libro aspirando a que a cada nuevo libro sea la expresión final de un proyecto personal que no se desplaza, no se modifica con el tiempo. 

KC: Pero eso fue una decisión consciente, según lo que entiendo, de acuerdo a tu historia, porque reniegas de un estilo, a pesar de que tienes un estilo marcado en cómo titulas, y eso te lo pregunta cualquiera porque es un desafío para el lector recordar títulos. Tienes un estilo marcado en los diálogos, en la estructura, en los párrafos. En cómo ocupas la investigación, en el tipo de ensayo de repente. Pero la pregunta va hacia estas crisis que tú tuviste y lo has dicho en reiteradas ocasiones que tuviste una crisis con tus primeros libros y tomaste una decisión consciente, de que cada obra tendría un estilo diferente. ¿Va a venir una tercera crisis? 

PP: Cuando hablas de crisis, desde luego entiendo que lo haces en relación con, digamos, tomando en cuenta una de las excepciones de la palabra, hablando de crisis como transformación, como cambio. 

KC: Obviamente.

PP: Más que en lo que hace las crisis personales, que naturalmente como el resto de las personas también las tengo, pero procuro disimular. Es posible, desde luego, que haya una nueva vuelta de tuerca, tan pronto como las establece cierto consenso en relación con el modo en que yo trabajo o con lo que sería mi estilo, procuro cambiar cosas. Tan pronto como se estableció el consenso de que yo era un buen escritor de literatura fantástica río platense, comencé a escribir otro tipo de novelas. A continuación, cuando parecía haberse establecido cierto acuerdo entre los electores de que yo era un buen escritor de novelas que transcurren en el pasado, empecé a ocuparme, sobre todo en el presente. Lo que se manifiesta en Mañana tendremos otros nombres, una novela mía, que ganó un premio importante, y también en La naturaleza secreta de las cosas de este mundo, mi último libro. Seguramente en cuanto se establezca un consenso respecto a mi capacidad o mis limitaciones para escribir acerca del presente, procuraré escribir otras cosas. Se trata siempre de no quedar atrapado en las expectativas del lector o incluso las propias, las que uno tiene como escritor en relación con lo que tiene que hacer. Mi trabajo no consiste en escribir una y otra vez las novelas de Patricio Pron. Quiero ampliar un territorio, que algunos lectores consideran que es el territorio de mi literatura. 

KC: ¿Es una decisión consciente la tuya cuando te estás enfrentando a un proyecto nuevo de ir un poco más allá? 

PP: Ese es el disparador. Desde luego, eso es lo que establece lo que yo llamaría la escena de escritura. Una cierta disponibilidad, una idea de la que tirar. La mayor parte de mis libros han comenzado con una imagen, con una situación narrativa, con unos personajes de los que yo no sabía demasiado. Es lo que sucedió, por ejemplo, con la última novela, La naturaleza secreta de las cosas de este mundo. Lo tenía casi como quien tiene el recuerdo de un sueño, la imagen de una joven que se dirige en un coche a través de una carretera de al interior de una ciudad, de una capital, que iba a tener un accidente y ese accidente iba a estar motivado por algo que recuerda, por algo que no sabía que recordaba y que tenía que ver con su padre. Pero no sabía mucho acerca de esa persona, ni sabía nada acerca de su padre, y me tomó la escritura de toda una novela saber que esa joven se llama Olivia, que se dirige hacia Manchester y que ese accidente va a tener una relación estrecha con el recuerdo de las circunstancias de la desaparición de su padre, de algo que le sucedió con su padre, que ella misma no creía recordar. 

Tampoco sabía nada yo acerca de Edward, de su padre, escribiendo la que podemos llamar la primera parte de la novela, cuando se me hizo evidente que, aunque la novela podía terminar con la historia de Olivia, era importante contar a continuación la historia de Edward. No porque Olivia hubiese interpretado mal los hechos vinculados con la desaparición de su padre, sino porque su interpretación era solo una de las muchas posibles. Tal vez también valía la pena seguir a Edward y ver por qué razón había hecho esto tan difícil de imaginar, que es dejar todo atrás. Y que, sin embargo, a pesar de ser inimaginable, es algo que muchos de nosotros sentimos muchas veces en la vida, el enorme deseo de dejarlo todo atrás, de tener otra vida. 

KC: No sé si leíste a Rosa Montero, La buena suerte

PP: No.

KC: Justamente, es que sabes que me impactó, lo leí pandemia. Y estaba leyendo el tuyo, yo no tengo tan buena memoria como tú, La naturaleza secreta de las cosas de este mundo. Y dije, ¿dónde he leído algo similar, esto de desaparecer? Qué difícil es desaparecer. 

PP: Puede parecerlo, sin embargo, miles de personas desaparecen en este momento. Algunas, naturalmente, lo hacen a consecuencia de las muchas violencias que se ejercen sobre nosotros, violencias políticas, violencias económicas, las violencias relacionadas con la inmigración. Yo escribí esta novela en España donde deberíamos ser más conscientes, si no lo somos, de que, en nuestras costas, tan apreciadas por el turismo, mueren miles de personas tratando de llegar a Europa. Pero también hay personas que voluntariamente se marchan, desaparecen. El fenómeno no es nuevo, en Japón tiene una larga tradición, pero también lo tienen otros lugares, incluso en Estados Unidos, donde puedes comprar servicios, empresas que se las arreglan para que desaparezcas, para cancelar tus cuentas, para borrar tu rastro, para hacerte posible empezar de nuevo. ¿Es realmente posible empezar de nuevo? Sin embargo, esa es la pregunta que yo me hago en la novela, pero que también se hacen los personajes ¿Qué significa empezar de nuevo? ¿Qué sucede cuando queremos ser otros? y ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a ser otros, realmente a dejarlo todo atrás? y habiendo dejado todo atrás ¿Podemos dejarnos atrás a nosotros mismos? 

KC: Bueno, eso es lo que trata realmente de responder esta novela. El personaje de Edward es magnífico. A mí la verdad es que me sedujo más que el de Olivia. Me adentré muchísimo en las implicaciones de sus acciones, en cómo miraba el mundo. Porque me vi en cómo mirar el mundo desde otra orilla sin pertenecer y pertenecer a la misma vez ¿Qué te llevó a situarla en Gran Bretaña, en Manchester?

PP: Me interesa la cultura británica como a la mayor parte de las personas. Manchester es un lugar que incluso quienes no hemos visitado nunca, creemos conocer por cuanto de allí viene buena parte de la música que nos interesa, mucho del cine británico, y naturalmente, una gran cantidad de literatura. Como digo, no he estado nunca en Manchester y esa era tal vez la principal razón. Si hubiese hecho que esta novela transcurriera en un lugar que yo conozco bien, me hubiese sentido, por una parte, obligado a documentar en buena parte de las escenas. Y, por otra parte, quizás no hubiese conseguido el efecto de extrañamiento que deseaba conseguir con este libro. Lo tiene para mí mismo, seguro estas derivas de Edward que podrían haber sido derivas en cualquier ciudad grande, digamos Santiago de Chile, en Buenos Aires, en Madrid mismo, tal vez tienen un carácter más fantasmal en virtud de que se trata de una ciudad que no conozco. Y fantasmal es el carácter en general de la novela. Yo diría que es una historia de fantasmas, de fantasmas contemporáneos. Tienen la particularidad de que, siendo fantasmas, están vivos. Trae una dimensión en la vida cotidiana de todos nosotros, en particular de la irrupción de esto que llamamos las nuevas tecnologías, que es profundamente fantasmal incluso, aunque nosotros no hayamos muerto somos los fantasmas de otras personas. 

KC: Con José Luis Trueba de Librería Gandhi, en otra entrevista que recomiendo, afirmaste que sería una catástrofe que tus libros más antiguos fueran mejores que los actuales, entonces ¿No debemos leer los más antiguos? 

PP: Los más antiguos están retirados de circulación y no pueden ser leídos directamente, excepto que te metas en la base de ciertas bibliotecas y en oscuros archivos. Esos libros, los primeros libros que publiqué, tal vez los primeros tres o cuatro libros, expresan la suma de limitaciones y capacidades que yo tenía por entonces. Son los mejores libros que yo podía escribir en ese momento. Pero no son, tal vez, los libros por los que preferirías ser recordado por los lectores y las lectoras.

KC: Son tus fantasmas. 

PP: Exacto, está muy bien pensado, sí. Este gesto de cortar las raíces del árbol, por decirlo así, no es por completo nuevo. Adolfo Bioy Casares, por ejemplo, el gran escritor argentino, impidió la circulación de sus tres primeros libros. Y en vida, Borges renegó los primeros libros también. Fueron publicados después, tras su muerte, por decisión de su viuda y más por el enorme deseo de los lectores de leer las obras ocultas de Borges, más que por otra razón o más que por la voluntad del propio Borges. No es del todo nuevo que algunos escritores prefiramos mantenernos algo alejados del pasado. Y al tiempo que, desde luego, la mayor parte de escritores creemos que el mejor libro es el último. 

Alguien hablaba en algún momento de la relación o del parecido entre los libros y los hijos. Yo no estoy seguro de que se pueda decir que el último hijo es siempre el favorito. Yo mismo no tengo hijos, de modo que no puedo afirmar ni esto ni lo contrario, pero sí, personalmente, soy mucho más interesado siempre en lo que voy a hacer a continuación, más que en lo que he hecho, cosa que de todas maneras tiendo a olvidar. Sí hay, sin embargo, intentos y aproximaciones a ese pasado. Mi último libro de relatos, que es un compendio y un recorrido por toda mi actividad como escritor, que se llama Trayéndolo todo de regreso a casa, incluye tres relatos de cada uno de esos libros ocultos. Pero, tal vez, tres relatos sea suficiente para saber qué lector era yo y qué escritor era yo. Puesto que, como digo, lo más interesante para mí, no son tanto los diálogos del pasado sino los diálogos del presente y los del futuro, lo que voy a escribir a continuación, las conversaciones que estamos teniendo en el presente.

KC: Pero sí revelaste bastante en la novela más autobiográfica que tú tienes, El espíritu de mis padres sigue subiendo la lluvia. En la cual, voy a citar como comienza: «Entre marzo abril del 2000 y agosto del 2008, ochos años en los que viajé y escribí artículos y viví en Alemania. El consumo de ciertas drogas hizo que perdiera casi por completo la memoria, de manera que el recuerdo de esos años, por lo menos el recuerdo de unos noventa y cincos meses de esos ocho años, es más bien impreciso y esquemático” ¿Cómo vivir sin memoria? 

PP: Es una buena pregunta. Los efectos que tuvo ese periodo en mí se extienden y sigo teniendo una muy mala memoria. De modo que cuento con una serie de herramientas para compensar mi escasa memoria. Tengo un diario de lecturas, sin el cual no podría prácticamente recordar nada de lo que he escrito. Tengo un pequeño diario más esquemático de viajes y de conversaciones que se extiende en un punto o se complementa con un diario de visionado de películas, que más bien, adquiere la forma de una lista con una serie de palabras claves, nada más que eso. Y por lo demás, confío mucho en las personas que me rodean, especial en mi mujer. Muchas veces tengo que preguntarle, oye, contigo estuve en Turquía y nos pasó esto y esto otro. A veces no es así, la mayor parte de las veces me recuerdo, es falso. Vivir sin memoria, con una memoria muy precaria es dificultoso, desde luego, es enormemente dificultoso, pero esas son las dificultades que me han tocado a mí. Me siento enormemente satisfecho y agradecido por el hecho de que teniendo esas dificultades, estas no me impiden hacer lo que más me importa a mí, que es leer y escribir. Y no me han impedido contar la historia que se narra en «El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia» que como señalabas es el libro más autobiográfico que he escrito, el que tiene más elementos personales, puesto que narra la historia de unos acontecimientos que nos sucedieron mis padres y a mí, y algunas personas próximas a nosotros, durante el periodo de la dictadura argentina, de la última dictadura argentina. Esa novela, por cierto, será publicada en breve por Anagrama en una edición corregida y ampliada, que incluye buena parte de las fotografías de las que se habla en ese libro. Será incluso más personal, más íntima, que en su edición original.

KC: Eso es una gran decisión.

PP: Sí, en su momento no recuerdo siquiera porque no planteé a mi editor, a Claudio López. Yo estaba convencido que esta pequeña historia personal iba a ser solamente relevante para mí, para mi familia y para algunas personas próximas. De modo que cuando entregué ese libro a mi editor, lo hice también con un libro de relatos. Convencido de que él iba a rechazar esta novela y finalmente iba a publicar el libro de relatos. Publicó ambos libros y esa novela mía se convirtió en la novela que más se ha hablado, de la que más se han escrito ensayos. 

KC: ¿Te sorprendió eso? 

PP: Muchísimo. Me sorprende muchísimo. Como digo, pensaba que el libro ni siquiera era publicable. Los autores no somos los mejores críticos de nosotros mismos, ni siquiera aquellos que perseguimos una formación para trabajar como críticos literarios y estamos en condiciones de evaluar la obra de otros autores. Hay una especie de miopía por proximidad que determina que tengamos intuiciones, que tengamos proyectos, que tengamos propósitos, pero que estos no puedan supeditarse a un criterio racional como el que emergería de quien los viese con algo más de distancia. Me sucede continuamente, el encontrarme con que los amigos y las amigas que vienen a conversar conmigo acerca de mis libros, en conversaciones como esta, en las firmas de libros o en las presentaciones, me dicen cosas de los libros que yo no sabía acerca de ellos. Y esto que podría inquietar a un escritor, a otro tipo de escritor, a mí me reconforta por completo. 

Me da la impresión de que allí, donde me encuentro con que los lectores y las lectoras que me explican cosas de mis libros, se encuentra la justificación del hecho de que los haya hecho públicos. Hay muchas razones para escribir, pero muy pocas para publicar, si lo piensas bien. Y una de ellas es esa, el hecho de que en ocasiones vienen los amigos y las amigas y te cuentan cosas acerca de los libros, es decir, acerca de ti mismo, que tú no sabías, que tú no conocías antes. 

KC: ¿Cuál es tu relación hoy en día con las drogas? 

PP: ¿Las legales o las ilegales?  Las ilegales no las consumo desde hace muchos años, de hecho, tuve un breve tránsito por ellas que me dejó más o menos frío. Las legales son, creo yo, una buena herramienta, una buena muleta en algunos momentos de la vida. Allí cuando se te hace difícil caminar, pueden ayudarte como las muletas a continuar. Sin embargo, esta opinión generalizada y muy general tiene que ser moderada, detallada tal vez. Hay dos aspectos en los que me parece evidente, que debemos en una actitud menos complaciente que la mía propia con relación a las drogas legales. La primera de ellas es que, desde luego, las drogas legales, en primer lugar, no curan nada. Constituyen como tipo una muleta, no reemplazan el buen funcionamiento de las piernas de las personas y dependen mucho el encontrarse con personas que las conozcan y las puedan prescribir. Un gran problema en relación con los psicofármacos en la actualidad es que no hay muchos médicos realmente cualificados para administrarlos, o que tengan el tiempo suficiente para conocer a sus pacientes y saber qué deben darles y qué no. Al mismo tiempo, creo que hay un gran problema que las drogas legales tal vez solo oculten. Y es que en la medida en que son tan consumidas en la actualidad no hacen sino poner de manifiesto que nuestro modo de vida nos hace daño. 

KC: ¿Y alguna vez tuviste algún tema con el alcohol o solo con las drogas? 

PP: Las combinaba, combinaba ambas durante, D*os mío, nunca he hablado de esto en público, así que supongo que será una primicia para buena parte de las personas que conozco. No, con alcohol nunca tuve problemas, supongo en virtud de que parece no haberme atraído demasiado. Las drogas legales los psicofármacos han sido útiles para mí en un momento u otro de mi vida. 

KC: ¿Pero no si las ilegales o sientes que cumplieron una función en cierto periodo de vida?

PP: Yo era muy joven cuando tomaba drogas ilegales. Tenía quince años, tal vez, no recuerdo mucho de ellas y no estoy seguro de que fuesen de mucha utilidad. Excepto naturalmente para colmar una curiosidad que otra forma hubiese colmado, tal vez con resultados más adversos o negativos. Fui muy afortunado. 

KC: ¿Qué dirías a un chico que está en esa, que está drogándose? 

PP: Tiende a crearse que los escritores por el hecho de que escribimos acerca de la vida, dicho de forma muy general, tenemos una posesión acerca de ella, que sabemos algo que el resto de las personas no sabe. Esto no es así realmente, solo podemos hablar por nuestra propia experiencia. La mía propia, se divide en dos aspectos en relación con este tema, por una parte, me parece absolutamente imprescindible que sí a colmar la curiosidad que uno tiene. Puestos a escoger entre la seguridad o la satisfacción de una curiosidad, yo siempre escogeré la satisfacción de esa curiosidad. Es esta actitud la que me ha llevado no solamente a probar drogas, que es el tema del que estamos hablando, sino también a escribir libros que no hubiese escrito de otra manera, si hubiese decido quedarme en una zona confortable. Por otra parte, desde luego, creo que buena parte del trabajo de todos nosotros consiste en liberarnos de los muchos peajes y las muchas ataduras que tenemos. Prácticamente, nuestro trabajo consiste en liberarnos de ellas, algunas nos son impuestas con la mejor de las intenciones de nuestros padres, otras en el resultado de las instituciones por las que circulamos, en la escuela que hemos tenido, de la clase a la que pertenecemos, del género o la raza que nos han determinado mucho antes que supiésemos qué significa la palabra determinación. Y es trabajo de todos nosotros liberarnos de ellos para averiguar, ya no solamente quiénes somos, sino además quiénes queremos ser, que es tal vez mucho más importante de quiénes somos. Algunas personas es posible que las drogas legales y las ilegales sirvan para liberarse de esa manera. Sin embargo, creo que, y ya no hablo solamente de mi experiencia, sino de la experiencia de muchos amigos y amigas que conozco, ese tipo de liberaciones solamente suponen otro tipo de confinamiento, acaban conduciendo a una parálisis incluso mayor que aquella que supuestamente vienen.

KC: O sea, tú estuviste confinado antes que todo el planeta estuviera confinado. 

PP: Un buen amigo mío, que además es psiquiatra, me dijo que, al comienzo de la pandemia, yo no iba a tener problemas con el confinamiento porque en sustancia, el escritor, es alguien que por definición está confinado y que está confinado en su cabeza y en la cabeza de otros. Hay algo liberador. Tal vez, no haya nada muy liberador en escribir, pero sí algo muy liberador en leer. Y quienes lo hacemos regularmente, quienes voluntariamente nos convertimos en otros durante las muchas horas en que estamos leyendo el libro, no nos sentimos especialmente confinados en ese sentido. Naturalmente, por mi parte, mi preocupación principal estaba relacionada con las personas mayores que me rodeaban, las personas dependientes, las personas vulnerables. Pero yo no me sentí especialmente angustiado durante el periodo. No estaba especialmente aprehensivo en relación con el contagio. Estaba dispuesto a, sin correr riesgos en virtud digamos de que uno procuraba ser, simplemente cuidarse, en buena medida para no poner en riesgo otros. Me sentía relativamente orgulloso de estar atravesando una experiencia, De hecho, cuando me contagié finalmente el Coronavirus y pude atravesarlo, me sentí, más allá de malestar físico, me sentí contento de poder haber tenido una experiencia que no habría tenido de otra manera.

KC: En El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, hay algo que me encantó. Tú lo fuiste a presentar a tus padres, literalmente a Argentina. 

Y dijiste que estabas dispuesto a cambiar cosas si ellos, había párrafo fragmentos que no estuvieran satisfechos.

KC: ¿Te pusiste nervioso al hacer este ejercicio de ir a pedir la venia del padre y la madre? ¿Cómo fue ese proceso?

PP: Absolutamente, fue una de las experiencias, uno de los momentos más difíciles de mi trabajo como escritor, de mi recorrido como escritor. Nunca antes había pedido su autorización para publicar un libro y no he vuelto a hacerlo. Pero en la medida en que este libro narraba cosas que implicaban a mis padres, que no constituían solamente parte de mi historia personal, sino también, y de manera muy destacada, parte de la historia personal de ellos, se me hacía necesario que ellos otorgasen su aprobación. En realidad, no se trataba tanto de una aprobación, sino de la posibilidad de rechazar el libro. El arreglo que establecimos es que eventualmente si ellos se sentían incómodos con el libro, podían ejercer su derecho a veto a la publicación en Argentina. 

KC: Eso es algo muy fuerte para un escritor. 

PP: Lo es, desde luego, sí. Pero a su vez, al menos yo como escritor, me guio por un criterio que es muy similar al de los médicos, de lo que se trata es de, al menos de no hacer daño, y yo no quería hacerles daño, no quería poner en peligro sus carreras profesionales en ese momento. Ahora se puede mencionar, tal vez en ese momento no, pero mi madre, por ejemplo, era jefa del archivo del periódico en al que en su juventud le arrojaba cócteles molotov, al periódico conservador por excelencia de la ciudad. Yo no veo contradicción posible. No me parece la peor contradicción el arrojar cócteles molotov en la fachada del periódico conservador y años después acabar trabajando en él. Creo que mi madre hizo un mejor periódico. Y el periódico con el tiempo dejó de ser conservador gracias a gente como mi madre. Pero ese es un juicio personal. Hay casos que naturalmente contar esto podía suponer un peligro para ella, un peligro profesional. Y ellos tenían el derecho debido a la publicación. Cuando yo se los envié, en una semana no me contestaron nada, no me dijeron nada. Mi hermana me llamaba por teléfono para preguntarme qué había escrito que mi padre no hablaba desde hace una semana y mi madre solo lloraba. 

KC: Oh, D*os mío, ¿Y tú estabas en Madrid? 

PP: Yo estaba en Madrid. Pero cuando finalmente aceptaron, me contestaron. Me dijeron que no iban a ejercer el derecho a veto. Fueron enormemente generosos en ese sentido, que no vamos a ejercer el derecho a veto porque sabemos que es importante para ti publicar este libro. No estamos de acuerdo con todo lo que cuentas ahí, tenemos otra visión. Y en ese momento sucedió algo que para mí fue muy importante y sigue siéndolo. Mi padre me envió una larga carta.

KC: Que la traté de encontrar y no la encontré. 

PP: Está en la página web bajo el enlace de Record Script.

KC: Quizás yo no la busqué bien en la página web porque la busqué, lo hice.

PP: Puede que haya sucedido eso. Mi padre hizo una lectura que es prácticamente de página por página, contando su propia versión de los hechos. 

A veces la versión ratificaba mi propia versión de los hechos, a veces la matizaba y en algunos casos en concreto la negaba. Con su permiso yo publiqué la carta en mi página web. Con el tiempo, algunos amigos, algunas amigas vinieron a decirme que ellos creían que se trataba de parte del artificio de la novela, es decir, que esa carta me la había inventado yo. El caso es que no me la invité yo, esa carta la escribió mi padre. Y esa carta junto con el hecho de que mi padre, mi madre, después de esta novela, volvieron al activismo político, son de las mejores cosas que pasaron en relación con esa novela. Más que las muchas traducciones, los premios, las ediciones y demás, es el hecho de haber podido devolverles eso a ellos, que para ellos era importante lo que me satisface especialmente de haber escrito este libro.

KC: ¿Y no pusiste ahora en la nueva edición parte de la carta? 

PP: Creo que no. Lo que estamos haciendo, puesto que la edición sale en junio, actualizar la carta e incluir una sección dedicada a lo que pasó después, puesto que la novela fue publicada en 2013, si no me equivoco – o en 2011, tal vez- y a continuación se produjeron algunos hechos, no solamente vinculados con mi familia y con el regreso de mis padres al activismo político, este pueblo en el que transcurre la novela. Así como con la historia de Alicia Burdisso, la joven desaparecida que centra parte del libro. A quien mi padre introdujo en la política, que fue años después desaparecida. Hay una actualización del libro, que adquiere, incluso sin esa actualización, un carácter bastante actual y contemporáneo. Si uno piensa en el hecho de que cuando escribí el libro en 2011, parecía hasta haberse establecido un cierto consenso en Argentina en torno a los hechos trágicos, el pasado reciente del país. Ese consenso ha sido puesto en cuestión en los últimos meses, incluso por el Estado, con una especie de regateo obsceno, en el marco del cual se discute si fueron treinta mil las personas asesinadas, torturadas, desaparecidas por el Estado o si fueron veinte mil o diez mil o mil. En mi opinión, incluso aunque hubiesen sido dos o tres o solo una, el Estado argentino sería obligado pedir disculpa por lo que le queda de existencia. Este regateo inmoral, pone de manifiesto el hecho de que, por una parte, el pasado nunca se cierra por completo. Por otra parte, el hecho de que denominamos pasado al sitio donde dirimimos los pleitos del presente, una y otra vez echamos la vista atrás, y no para glorificar el pasado o para ponerlo en cuestión, sino porque depositamos en el lo que son los conflictos del presente. En esa discusión del pasado decimos mucho más acerca del presente que del pasado mismo. Por lo tanto, el pasado debe permanecer abierto para que en él se escriban otros pleitos.

KC: Oye Patricio, estaba pensando que volviste a ser niño al ir a pedir permiso para hacer algo, casi una travesura. Me dan permiso para. 

PP: Bueno, algunos sostienen que escribir es continuar con ciertos vicios infantiles, incluyendo el vicio infantil de contar historias. Hay una escena que yo he contado que he mencionado en relación con otra novela mía llamada Nosotros caminamos en sueños que narra, ficcionaliza ciertos acontecimientos. 

Básicamente la guerra de Malvinas, entre Inglaterra y Argentina, que se produjo cuando yo tenía seis años de edad. En aquel momento recuerdo que mi madre me preguntaba al regreso del colegio qué había sucedido y el hecho es que no había sucedió absolutamente nada. Supongo que en ocasiones yo inventaba pequeñas historias, pues tal no vino porque está enfermo y esto se peleó con esta. 

KC: Eres de Rosario, pero Vives en Madrid junto a tu señora y dos gatos.

Casi no tienes acento argentino. De acuerdo a lo que escuché en entrevistas, te gusta el juego, eres una persona lúdica. Sueles viajar de una manera bien particular con tu señora. Así lo contó Silvia Lemus en que viajan a la misma ciudad y se dan citas, se buscan, pero no se encuentran. Casi estás escribiendo una novela con tu señora. ¿Sigues haciendo lo mismo o has cambiado el tipo de viaje o el tipo de dinámica con ella? 

PP: En ocasiones seguimos haciéndolo, pero lo que sucede es que nos interesan cosas muy similares, entonces acabamos encontrándonos. Esta pequeña práctica, este pequeño juego que yo conté en un relato y que Silvia se apropió estaba destinado a descubrir si compartíamos tanto como creíamos, y así ha sido, parece haber sido el caso. De todas formas, me interesa tanto lo que compartimos como lo que no compartimos. Tú lo mencionabas, yo nací en Argentina, me formé en Alemania, vivo en España, he estado viviendo en otros lugares del mundo. Mi esposa es chilena, se crió en Venezuela, vive en Madrid hace muchos más años que yo. Muchas veces cocinamos y no sabemos si lo que estamos cocinando es algo que mi madre hacía, que hacía la madre Giselle y que empezó a hacer con ingredientes venezolanos a falta de los chilenos. O sí, fue lo que yo aprendí en Alemania y que traje de algún modo. No sabemos en ocasiones si yo sigo sin saber si el picaporte se dice picaporte o pomos de la puerta, esa clase de cosas. Vivimos una especie de estado de indeterminación, en la medida en que llevamos más tiempo viviendo fuera de nuestros países de origen que en ellos. Pero esto no me desagrada en absoluto y creo que es algo que toda persona debería experimentar alguna vez en la vida. Creo que todos creemos saber quiénes somos y dónde vinimos y qué es lo que significaría ser chileno o ser argentino o ser un residente en España. 

KC: ¿Qué significó para ti haber ganado el Premio Alfaguara de novela del 2019? con Mañana tendremos otros nombres ¿Cómo lo viviste? ¿Cómo lo vives hoy? Ya han pasado par de años. 

PP: Siempre hay que aclarar que no es un premio que haya ganado yo, es un premio que ganó un libro que yo escribí. Eso me parece relevante siempre para evitar el caer en las tentaciones en las que se puede llegar a caer cuando uno se sienta respaldado por premios de la importancia como un Alfaguara. Estos premios pueden hacer creer a las personas, incluso los escritores que caminan sobre un suelo firme. Y, sin embargo, cada vez que te enfrentas a una página en blanco tienes un nuevo proyecto, lo haces, como si nunca antes hubieses escrito nada. Siempre estás comenzando de nuevo y esta tal vez es una de las razones por las que, a mis ojos, es tan atractivo escribir libros. El ganar el primer Alfaguara en 2019 una enorme satisfacción, un gran placer, supuso la posibilidad de que mis libros fuesen leído por amigos y amigas que no sabían de mí antes. 

KC: O sea, llegaste a otro público. 

PP: Sí. Digamos que pude tener diálogos que no hubiese tenido de otras maneras. Visité lugares a los que no había ido, al tiempo que regresé a lugares que conocía de antemano, donde ya tenía lectores y lectoras, con algo parecido a una buena noticia para ellos. Cuando nos gusta un escritor o una escritora, tendemos a hacernos propios cada uno de sus éxitos, sus reconocimientos y no hay nada de malo en ello. Me siento feliz que escritor que yo admiro haya ganado un premio. Ahora bien, los premios son tan importantes como nosotros creamos que son. Y sí quienes consideran que el premio Alfaguara es un premio importante, desde luego considerarán que fue importante que lo ganase. Quienes tal vez no lo consideran tanto, pondrán algo más en duda esa importancia. Las personas que enfadan con los premios deben saber que no hay nada más sencillo que ignorarlos. Pero a veces sucede que premios importantes apoyan libros que son buenos y los amigos y las amigas que han leído Mañana tendremos otros nombres, me dicen que para ellos fue un libro importante. 

KC: En La naturaleza secreta de las cosas de este mundo donde ponen tu biografía: Vive con su esposa y dos gatos. ¿Cómo se llaman primero? 

PP: Se llaman Benito y Rodolfo, que son nombres de unos dibujos animados que había en América Latina cuando mi esposa y yo éramos niños que se llamaba «La pandilla de Don Gato». Me dicen los amigos que también en Chile lo había. Mi idea originaria era llamarlos Ven y Vete. Porque me gustaba la idea de decir, ven Vete, Vete, no, vete tú Ven, ven Ven, esa clase de cosas y lo intentamos durante un día. 

KC: Y fue muy confuso, me imagino. 

PP: Fue muy complicado y mi esposa dijo, mira, se van a llamar Benito y Rodolfo, ella les puso el nombre. Son muy importantes para nosotros, como te puedes imaginar. Habíamos acogido un gato enfermo llamado Mao Tse-Tung y procuramos. de que estuviese todo lo bien que podía estar, durante todo el tiempo que le quedase. Tras la muerte de Mao Tse-Tung, quedamos muy afectados y tuvimos que hacer nuestro duelo y esperar hasta tener otro gato. Conocidamente, nos vimos en la situación de hacerlo, lo que implicaba tratar de encontrar un apartamento más grande, etcétera. Buscamos hermanos, y estos vinieron a nosotros, estos nos encontraron, nosotros los encontramos a ellos. Son una magnífica fuente de distracción. Es una magnífica fuente de problemas, pero también nos dan mucho. Ojalá nosotros les demos a ellos lo que ellos nos dan.

KC: ¿Y qué te llevó a no tener hijos? 

PP: Por una parte, el dinero, el no poder darles lo que me parece evidente que los hijos requieren o que mis amigos me dicen que requieren en términos de dinero, no tenemos ese dinero. Las vidas de los escritores pueden parecer muy glamorosas, pero el hecho es que no son muy distintas a las vidas de las personas menos favorecidas de la sociedad. El hecho de poder conversar contigo y que algunas personas quieran escuchar esta conversación es un raro privilegio. Pero no hay muchos más privilegios en términos económicos. En términos de lo que un escritor gana, esta es tal vez las profesiones menos satisfactorias. No me quejo por ello, hay otras personas que están peor y nuestro trabajo es tratar de contribuir a que haya algo parecido a justicia social para ellas. Pero la literatura no da mucho dinero y en ese contexto es muy difícil tener hijos. Al mismo tiempo, sin embargo, y estos tal vez lo más difícil de explicar, déjame decirlo de esta manera, tan solo en virtud del amor a estos hijos que no tuve, es que yo decidí no tenerlos. El mundo allá fuera es especialmente cruel, me parece. Decenas de amenazas. Para nosotros la más importante es la destrucción del mundo físico. La naturaleza, el mundo físico, el planeta nos ha puesto un límite muy concreto, solo los narcisistas y los necios creen que pueden atravesar. La ficción de que la tecnología vendrá a resolver los problemas que ha creado la misma tecnología es tan solo una ficción. O si acaso, como sostienen los narcisistas infatuados de Silicon Valley, tan solo servirá para la supervivencia y el bienestar de un puñado de personas millonarios. 

KC: Muchas, muchas gracias por haber estado hoy día en esta entrevista en profundidad en Espiral. 

PP: Muchas gracias a ti Karen. Me has hecho hablar de cosas de las que nunca había hablado públicamente y no sé si no voy a arrepentirme de haberlo hecho, pero el caso es que ahora mismo no me arrepiento. Me siento muy satisfecho de haber hablado contigo de esto y ojalá esto sea de interés para ti y para los amigos y las amigas que nos escuchan. 

KC: Muy interesante. Muchas gracias.

 

Cierre

        Me enterneció mucho escuchar a Patricio Pron, sobre todo cuando contó cómo fue el proceso con sus padres antes de publicar El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, un escrito que recuerdo haber leído con gusto. Ojalá me escribas y me comentes de esta entrevista, así Espiral se convierte en una conversación.

Chaoooooo.

 

Lee. Escribe. Crea con Patricio Pron.

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