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Queridos amigos,
Tal como les conté el viernes pasado, hoy les presento la entrevista en profundidad con André Aciman, quien estuvo de visita en Santiago hace algunas semanas.
Aciman es escritor, profesor universitario, crítico literario y periodista. Los Aciman son judíos sefardís y cuando él tenía catorce años con su familia tuvieron que escapar de Egipto y exiliarse en Italia. Al ser judíos pasaban a otra categoría, pertenecían a las comunidades extranjeras egiptizadas (mutamassirum). Pero tras la guerra entre Israel y Egipto en 1956, la llamada Guerra del Canal de Suez, el antisemitismo fue insostenible y los Aciman, en 1965, volaron a Italia como refugiados y el padre se trasladó a París. En 1968, tan solo tres años más tarde de llegar a Italia, se establecieron en Estados Unidos.
André, además de ser un prolífico escritor, es especialista en el novelista y crítico francés Marcel Proust. Es un hombre muy tranquilo, que no le gustan las multitudes y le encanta su casa para escribir donde el sol baña su escritorio. No es un hombre creyente, pero me contó que en Nueva York aprendió a vivir como judío, reconocerse como tal sin miedo al antisemitismo.
ENTREVISTA A ANDRÉ ACIMAN
KC: Hoy tenemos a André Aciman, que es un autor increíble, al que admiro y disfruto de su prosa de no ficción y ficción. Está en Chile, muy lejos de donde vive o vivía. Bienvenido.
AA: Muchas gracias por tenerme aquí en Chile.
KC: Siempre comienzo este programa preguntando la misma pregunta. Aquí estamos en persona, pero, de todos modos, te voy a preguntar ¿Qué hacías antes de venir aquí, a Penguin Random House?
AA: Estaba almorzando, comiendo un almuerzo maravilloso. Y hablamos de todo tipo de cosas, con el intérprete y la persona que me acompaña. Nos quedamos juntos casi dos horas pasando un tiempo maravilloso y relajante.
KC: ¿Qué almorzaste?
AA: Bueno, me acuerdo muy bien. Comí berenjenas fritas en un sándwich, que fue totalmente inusual, pero fue maravilloso y lo disfruté. Y tomé un pisco sour.
KC: ¡Ah! Pero es muy fuerte el pisco sour. Yo no puedo trabajar con el pisco sour.
AA: Normalmente no trabajo con alcohol en mi sistema, especialmente cuando estoy dando un debate o una entrevista. Pero me garantizaron que se pasaba bastante rápido. Y espero que tengan razón.
KC: Vamos a ver.
AA: Vamos a ver. Pero creo que ya se ha pasado.
KC: ¿Es tu primera vez en Sudamérica?
AA: No en Sudamérica, pero es mi primera vez en Chile, en Santiago especialmente.
KC: Entonces, has estado trabajando mucho durante este último día. Tienes un horario muy intenso ¿verdad?
AA: Sí, muy intenso. Pero no me gusta cuando viajo a un lugar y no es intenso, porque luego siento que es una pérdida de tiempo. No ha sido una pérdida de tiempo y estoy muy feliz de esa manera.
KC: ¿Te gusta este tipo de viajes?
AA: Sí, me gusta mucho.
KC: Porque a muchos autores no les gusta.
AA: Lo que hagan los autores no es mi problema. Me gusta viajar, me gusta conocer gente. Me gusta básicamente ser encantado por gente y tratar de encantarles también. Y la noche pasada tuve un evento maravilloso con unas veinte personas que vinieron para un encuentro, y eran jóvenes, dinámicos, y me querían hacer preguntas. Me encanta eso. Si toma dos horas, tres horas, no me importa, estoy aquí por eso. Ha sido maravilloso.
KC: ¿Vas a volver a casa mañana?
AA: Sí, mañana por la noche me voy.
KC: Entonces, empecemos. En tu ensayo personal en The New Yorker, 2014, «¿Estás escuchando? Conversaciones con mi madre sorda», hay varios aspectos que te marcan como escritor, eres un judío que creció en Egipto y a los catorce años te fuiste exiliado. Con eso, no solo pierdes un territorio sino también una idea de familia y una pertenencia.
AA: Sí.
KC: Tal vez la mejor manera de conocer a un escritor es estudiando lo que su hijo escribió sobre él. Este artículo que voy a leer aparece en la Tablet Magazine, en abril de 2023, y que fue escrito por tu hijo Alex: «El seder de Pesaj siempre fue algo que mi padre parecía meramente tolerar. Un espectáculo que observaba, un poco de mala gana, desde el lado lejano de la mesa. Su conocido disgusto por toda la liturgia, y especialmente de Séders, siempre me ha hecho sentido. Para alguien cuya experiencia de vida definitoria fue su expulsión de Egipto, la noción de que un debacle antiguo tan similar debió parecerle, hay que reconocerlo, un poco rica, sobre todo teniendo en cuenta sus últimos recuerdos de vida en Alejandría en que el último Séder que su familia celebró allí fue en el apartamento de su abuela. El tiempo, a veces, es demasiado cíclico y demasiado frustrante, irónicamente para su propio bien. Pero en la primavera de 2013, apenas tres meses después de la muerte de su madre, algo cambió en su mente. Quería celebrar ese último Séder para recordar su propia debacle histórica y una familia que ahora había perdido a su matriarca”.
KC: ¿Conocías este artículo?
AA: Mi hijo no me deja necesariamente leer sus escritos. No me comunica sobre ellos porque a menudo los edito muy fuertemente. Así que me evita, pero me envía su escrito cuando le ruego. Y le rogué y al final lo recibí.
KC:¿Y cómo te sientes al respecto?
AA: Creo que está bien, pero que lo romantiza un poco, en el sentido de que siempre odié la religión. La religión nunca me ha hablado. No tengo tolerancia por la religión, sobre cualquier religión. No entiendo a las personas que creen en Dios o creen en la religión, etcétera. Mi hijo, básicamente, estaba reaccionando a la muerte de su abuela, mi madre, a quien realmente amaba mucho. Y probablemente, aunque no lo recuerdo, yo quise celebrar su muerte ese año teniendo un Séder. Pero odio los Séders, no voy a ellos más, me rehúso ir. Y cuando estoy invitado, no voy. Solo digo a la gente que no me gusta atender ninguna ceremonia, y esto incluye bar mitzva, comuniones y matrimonios de cualquier tipo. No me gustan.
KC: ¿Por qué?
AA: Porque odio las celebraciones. Y esa es una buena pregunta. No me gusta celebrarse a uno mismo, porque al final esto es lo que uno está celebrando. Y siempre he sentido una especie de reluctancia a crear un gran espectáculo sobre la familia de uno mismo, sobre uno mismo y sobre la identidad de uno mismo. Creo que la identidad es algo de lo que uno normalmente se avergüenza y así lo transforma en algo de lo que uno está orgulloso y de lo que uno está feliz, cuando en realidad, uno no se siente de esa manera. Yo no lo siento. Y no me gustan los espectáculos de cualquier tipo. Y creo que mis hijos, tengo tres niños, todos ellos, de una manera u otra, han aceptado mi filosofía, que no es realmente una filosofía, es solo una actitud respecto a las celebraciones. Se casan, pero se burlan de eso.
KC: ¿Qué es para ti el judaísmo?
AA: Oh, no tengo ni idea. El único judaísmo que conozco es el que he encontrado en la ciudad de Nueva York. Porque antes de eso, el judaísmo era algo que uno escondía. Uno no lo proclamaba, porque, por supuesto, en un país antisemita uno no tiene que ser muy inteligente para darse cuenta de que uno tiene que ocultar su judaísmo, por lo tanto, lo oculté. Y a medida que creces ocultando tu propia identidad, te conviertes en un hostil de la verdadera identidad de la que debes estar orgulloso. No me voy a culpar por haber nacido en Egipto, en un país antisemita, por ser antirreligioso o antijudío. No soy un judío que se odia a sí mismo, pero al mismo tiempo descubrí el judaísmo como una filosofía de la vida, como una posición irónica vis a vis de la vida en Nueva York, no en otros lugares.
KC: Eso es interesante. ¿Y qué descubriste en Nueva York?
AA: Bueno, no eran los rituales que me gustaban, porque odio los rituales, y creo que lo he dejado bastante claro. Lo que descubrí en Nueva York fue que por primera vez en mi vida encontré que estaba bien ser judío y decirle a la gente que eres judío. Y soy judío no hay dudas sobre eso pero al mismo tiempo, nunca he sido capaz de decir eso a la gente. De repente, en Nueva York, no solo era aceptado, sino que también se alentaba a decir que eres judío porque descubrías que otras personas son judíos. Una de las cosas que he notado cuando trato con mis amigos de Europa, es que nunca me dicen directamente que son judíos, les toma algunas semanas, a veces meses, para que finalmente me digan que también son judíos. Así que hay una especie de reluctancia allí. Pero en Nueva York, lo que descubrí sobre el judaísmo, y es un judaísmo muy callejero, no es el judaísmo rabínico el que me interesaba, es que había un sentido de ironía, y lo mencioné antes, un sentido de ironía sobre ser judío que nunca había visto antes. Y, por supuesto, apoya mi propio sentido de que soy un judío que la pelea. No quiero ser judío, pero soy judío, por lo tanto, tengo que abrazarlo. Pero esa contradicción, ese paradoja de querer no abrazarse al judaísmo y, sin embargo, ser judío, esa paradoja, de hecho, define el tipo de judaísmo al que adhiero. Y, al final, creo que si miras a todos nuestros profetas y a todos los grandes nombres en el judaísmo, en la Biblia en especial, ninguno de ellos le gustaba ser judío. Ninguno de ellos, incluso, le gustaba Dios o le gustaba la llamada de ser profeta. Así que había una especie de resistencia inherente de ser judío en el judaísmo. Y creo que este tipo de judaísmo es el tipo que puedo experimentar y es el tipo al que me adhiero.
KC: ¿Crees que tu familia tenía un papel en esto o solo Egipto?
AA: Mi familia tenía un papel en ello. Mi padre celebró navidad. Nosotros celebramos navidad en casa. Él no celebró Janucá, que es una fiesta judía que descubrí en América. Ni siquiera había escuchado de Janucá.
KC: ¿En serio?
AA: Sí. Así que eso fue totalmente diferente para mí. Pero mi padre era un hombre que odiaba la religión, y que abominaba la religión, como yo. Sin ser vicioso en este sentido, solo que no pensaba en ello y se rehúso pensar en ello. Así que me preguntó un día ¿Quieres tener un bar mitzva?. Y yo le dije, no. Él me dijo, bien. Y ese fue el final de eso. Él me preguntaba, de una manera profunda manera, si quería ser judío o no. Y yo le dije, no.
KC: ¿Y tienes una vida espiritual?
AA: Sí. Una vida espiritual puede existir fuera de la religión.
KC: Por eso te lo pregunto.
AA: Sí, absolutamente, tengo una vida espiritual, pero es una vida espiritual muy primitiva. Mucho de esto tiene que ver con el arte, en otras palabras, mi compromiso con el arte es visceral y es inherente a quien soy. Al mismo tiempo, también soy muy supersticioso, que es una forma de religión primitiva. Soy muy supersticioso y creo que uno tiene que jugar con Dios, si hay un Dios, y pacificarlo y placarlo, si uno puede.
KC: ¿Cómo?
AA: Sin decirle todo lo que uno piensa. En otras palabras, si eres supersticioso como yo, no debes saber que eres supersticioso, porque si el Dios o cualquier entidad que esté ahí, y hay una entidad ahí, aunque no creo que exista, pero está ahí, eventualmente me castigará por creer que he encontrado su apertura, su clave o su lugar vulnerable donde puedo negociar con él. Por lo tanto, no debo negociar visiblemente con cualquier entidad que esté ahí. Tengo que pretender que no estoy negociando. Es una cosa muy complicada.
KC: Lo sé, parece, pero ¿Qué tipo de superstición tienes?
AA: Por ejemplo, si algo bueno me sucede cuando cruzo la calle en tal y tal calle, continuaré cruzando la calle en esa dirección. Pero si lo hago cada vez, significa que es una manera segura de hacerlo, seré castigado por hacer eso, porque cualquier entidad que haya afuera, se dará cuenta que descubrí su llave, y me castigará por considerar que me di cuenta.
KC: Esta fuerza, es una fuerza muy punitiva.
AA: Sí. Pero el Dios de los judíos, no es un Dios amigable.
KC: Lo sé.
AA: Así que he redescubierto al Dios de los judíos, pero de manera diferente, a través de otro camino.
KC: ¿Y cómo estás viviendo con la guerra en Israel?
AA: No lo entiendo. Sé que es horrible, es complicado, y he decidido que no tengo una visión política, porque no soy una persona política, no entiendo la política. Así que prefiero quedarme fuera de ello que estar en una situación que es muy combustible.
KC: ¿Tienes familia en Israel?
AA: No.
KC: ¿O amigos?
AA: No, nada.
KC: Así que no tienes ningún vínculo activo.
AA: No, no lo tengo. Y hay una razón del por qué, porque la mayoría de mi familia, toda mi familia, se ha mudado a occidente. Nadie quiso ir a Israel, o si quisieron, nunca lo hicieron.
KC: Vamos a seguir. Dijiste sobre tu madre: «Ella no podía escuchar sus risas pero las leí en sus caras. Le debo este lenguaje a mi madre no a los libros que leí o estudié, sino a mi madre, quien no tenía fe en eso, ni mucho talento o paciencia con las palabras. La sordera fue un estigma. Voy a citar ahora un párrafo de Lejos de Egipto: «Cuánto envidio a otros hijos por tener madres…»
KC: ¿Te acuerdas?
AA: Sí, por supuesto.
KC: «Por tener madres diferentes de mí, madres dulces, madres que escuchan la respuesta del teléfono, abrieron la puerta y siempre comentaban algo agradable sobre tus ropas, o sobre el clima, o sobre un filme que todos vieron». Estaba pensando, o quizás intentando encontrar un enlace entre esta sordera, este silencio permanente y tu trabajo ¿Hay alguna conexión entre tu trabajo, que es escribir, escribir en silencio, leer en silencio, y tu madre?
AA: Sí, hay mucho.
KC: No es tan loco.
AA: No, en lo absoluto. Tienes que entender que mi madre intentó leer algunas de las cosas que escribí y dijo, esto es demasiado complicado, vas de vuelta en el pasado y en el presente, no puedo leer esto. Pero ella leía mis ensayos y le gustaban. La lengua de mi madre no era solo primitiva, ella hablaba, hablaba francés, porque era sorda, pero había aprendido a hablar y podía leer tus labios. Su lengua era fundamentalmente, una lengua de personas sordas. En otras palabras, estaba hecha de monosílabos, de bisílabos, y de palabras que ni siquiera existían, eran solo sonidos, sonidos guturales. Y esa es fundamentalmente la lengua que entiendo. Hablo italiano, hablo francés, hablo inglés, escribo en inglés, soy un escritor bastante decente en inglés, pero la lengua fundamental de mi corazón, de la que ya no hablo, porque mi madre está muerta, es la lengua con la que hablé con mi madre, que era la lengua de sonidos, solo sonidos.
KC: ¿Podemos recrearlos? Buenos días, ¿Cómo estás? ¿Cómo fue tu día?
AA: Nunca me hubiera preguntado esa pregunta porque esa es la pregunta de una persona que escucha. Es como ¿Dormiste bien? Me lo preguntaría en francés y luego me besaría, incluso como hombre adulto, si acabo de dormir en su casa, ella diría, es bueno tenerte aquí, me encanta el olor de tu crema de afeitarse. Puedo olerlo y sabía que estabas en casa. Mi madre era un ser humano muy táctil y su lengua era visceral, en el sentido de que nunca fue hecha de frases, de frases enteras. Fueron solo fragmentos de lengua y luego siempre un sonido, como mmm mmm, que significaba, te amo. Nunca diría, te amo. Es una cosa estúpida de decirle a alguien.
KC: ¿Por qué crees que tu padre se casó con tu madre?
AA: Mi madre era una mujer muy hermosa.
KC: Solía bailar ¿verdad?
AA: Ella bailaba, fue una mujer muy activa, se convirtió en enfermera durante la guerra. Fue muy independiente y una mujer muy fuerte. Todas las mujeres en mi familia eran muy fuertes y por eso siempre me gustaron las mujeres muy fuertes. Pero al mismo tiempo ella era hermosa. Mi padre le daría un libro sobre la historia de la literatura, ella lo leería por la noche. Por supuesto que no la leía y le diría, me gustó, lo disfruté y él le creería, al menos por un tiempo. Después de un tiempo, él decidió que ella era la mujer equivocada para él y creo que se distanciaron, pero nunca se divorciaron, nunca se separaron y se quedaron casados por sesenta años. Luchando cada día.
KC: ¿Entiendes eso?
AA: Sí.
KC: ¿Cómo?
AA: Porque entendí que mi padre estaba atrapado en un matrimonio del cual no podía liberarse. No estaba feliz con su esposa. Entendí su tristeza y entendí la fidelidad de mi madre, si quieres llamarla así, su obstinación a quedarse con mi padre, sucediera lo que sucediera. No iba a desistir de su nombre. Entendí ambas posiciones y cuando ellos discutían y yo hablaba con uno y con el otro, siempre estuve de acuerdo con ellos porque cada punto de vista era correcto.
KC: ¿Sufriste?
AA: Sí, porque creciste en una familia en la que todos, básicamente, discutían todo el tiempo.
KC: Eso es muy difícil.
AA: Sí, es muy difícil.
KC: ¿Y discutes todo el tiempo con tu esposa Susan?
AA: No, no discutimos. Llegamos a un punto donde evitamos discutir, porque discutir es muy natural para mí, pero no es natural para mi esposa.
KC: Ese es un buen match.
AA: No lo sé. Pero es básicamente por su actitud que no discutimos, que no gritamos. Mis padres gritaron todo el tiempo.
KC: Tu padre amaba la música clásica, pero tu madre nunca había ido a un concierto ¿Verdad?
AA: Eso es cierto.
KC: Él leía novelas rusas y escritores modernos franceses cuya prosa era brillante. Siento que la música es una parte muy importante de tu escritura ¿Verdad?
AA: Sí.
KC: ¿Eso viene de tu padre? Bueno, tu madre bailaba, pero ¿Cómo integras la escritura con la música?
AA: Bueno, mi padre me fomentó un escritor en particular, de todos los escritores que me fomentó a leer, y él era extremadamente buen lector, me dijo que debía leer a Proust y yo lo pospuse porque sabía que él me iba a hablar de inmediato. Y a los dieciséis, diecisiete años comencé a leer a Proust y me di cuenta, por supuesto, que las frases eran extremadamente musicales, por lo que quería complacer a mi padre escribiendo prosas musicales. Pero no creo que fue solo para complacerlo, fue porque creo que estaba atrapado en prosas musicales. Y, por lo tanto, cuando descubrí a Virginia Woolf, dije, “oh, esto son prosas musicales”, cuando descubrí a James Joyce, dije, eso también son prosas musicales. Y, por lo tanto, esta fue una inclinación que me llevó a conocer a otros escritores. Volviendo a mi madre, la música es un modo de confirmar que no tengo nada que ver con mi madre. En otras palabras, es porque ella no podía entender la música, ella no tenía ni idea de lo que era la música y, por lo tanto, a veces me preguntaba ¿Qué es lo que escuchas cuando escuchas a Beethoven? Y le decía, mamá, no sé cómo explicarlo a ti, y lo intenté porque la amaba, intentaba mostrarle algo sobre el ritmo y el golpeteo.
KC: Entonces, en tus escrituras intentas mostrarle un poco de esta música.
AA: Tal vez, pero no lo creo. Creo que más o menos la corto diciendo, no entiendes que este no es tu mundo, solo voy a explorar un mundo diferente y, por cierto, a mi padre le gustaba mucho.
KC: ¿Tu padre leía lo que escribías?
AA: Sí. Leyó mucho de lo que escribí y le gustó.
KC: ¿Y cuándo te diste cuenta que querías ser un escritor?
AA: Creo que siempre lo supe, desde que tenía nuevo o diez años.
KC: Muy joven.
AA: Sí, escribí una poesía, una poesía larga y mi padre me decía, «Oh, Dios mío, eres un gran poeta, es fantástico que escribas poesía». Por supuesto, leí la poesía después y dije, Dios mío, esto es espantoso. Pero el cumplido significó mucho para mí y creo que incluso me ha llevado a la profesión de ser un escritor. No me convertí en escritor de inmediato, esperé como treinta años a ser un escritor.
KC: Sí, porque Susan te lo dijo.
AA: No, Susan hizo posible para que yo escriba una disertación. Ella básicamente me dijo «¿Por qué no terminas tu disertación?» .Y yo dije, “Okey, esa no es una mala idea”, porque no me tomaba muy en serio. Y al final, sí, ella me dijo “¿Por qué no escribes un libro sobre tu infancia».
KC: Lejos de Egipto.
AA: Sí, pero muchas personas me dijeron que escribiera sobre mi infancia en Egipto pero necesitaba encontrar la voz para el libro. Y ya había escrito mucho, antes de conocer a Susan, había escrito un libro sobre crecer en Egipto y fue un libro malo, un libro terrible pero, sin embargo, fue un intento de escribir esta vida y sabía que tenía que hacerlo, al menos al principio, y lo hice.
KC: ¿Qué te gustó sobre Egipto?
AA: Nada. Muy poco. Me gustó la vida que vivimos. Fue una vida hermosa, especialmente cuando tuvimos los medios para apoyar esa vida. Pero, finalmente, se volvió muy difícil vivir en Egipto y así que quería salir. Creo que mi padre y mi madre no querían salir, porque era un estilo de vida muy cómodo, incluso cuando habían perdido todo su dinero, ellos querían vivir allí, tenían amigos, tenían un estilo de vida que les gustaba. Creo que no podrían haber continuado viviendo modestamente, pero podrían haber continuado a vivir en Egipto. Yo solo quería irme.
KC: ¿Te gustó Roma? Porque estás enamorado de Roma.
AA: Inicialmente la odiaba, odiaba Roma porque era una Roma de un hombre pobre. Pero, eventualmente, descubrí Roma, me descubrí a mí mismo.
KC: Te volviste un adulto en Roma, eso es lo que significa Roma.
AA: Sí.
KC: Porque lo mencionaste en Homo irrealis.AA: Sí.
KC: Hay un interesante escrito acerca de Roma.
AA: Básicamente ame Roma, es un ciudad antigua pero tiene suficiente antigüedad y modernidad al mismo tiempo. Así que amé la combinación de ambas, y amo el trabajo artístico, las estatuas eran fantásticas. Por supuesto, que conocí a gente en Roma y comencé a sentirme unido a ellos. Y eso también se volvió parte de Roma para mí.
KC: ¿Y qué te gusta de Nueva York?
AA: Me haces preguntas muy complicadas, porque no sé qué es lo que me gusta de Nueva York, no sé lo que me gusta de Roma, y ciertamente no sé lo que me podría haber gustado de Egipto. Pero en Nueva York, me gustó el ritmo, y me gustó la vida que construí.
KC: ¿Te gustó el ritmo? Es un ritmo muy acelerado.
AA: Parece rápido, pero no es tanto. Es un ritmo que convive bien conmigo. Cuando vine a Nueva York, la primera vez me sentí inmediatamente acogido por los primos que tenía, me invitaron a cenar, ven la otra semana, de verdad ven. No fue solo un decir, algo muy concreto, ven tal día.
KC: ¿Es como haber recuperado la familia que perdiste en Egipto?
AA: Tenía más familia en Francia. Pero la familia que tenía en Nueva York, no era una de la que estuviera orgulloso, pero me gustaba el ritmo que mantenían. A una semana de estar viviendo en Nueva York ya tenía un trabajo. ¿Dónde sucede eso? E invité a mi hermano al cine, fuimos a ver una película. De pronto estábamos establecidos en una ciudad que era completamente ajena para nosotros pero muy clara, establecida. Algo que nunca me había sucedido antes.
KC: ¿Te ves como un neoyorquino?
AA: Quizás, no estoy seguro. Soy un neoyorquino, porque ningún neoyorquino se considera a sí mismo uno. En ese sentido lo soy.
KC: Debes estar un poco cansado de hablar Llámame por tu nombre, pero este gran éxito, no me logro imaginar lo que sucede dentro de una persona con este tipo de impacto ¿Cómo lograste para describir este tipo de relación homosexual con tanta certeza? Bueno, yo no soy homosexual, pero estoy suponiendo que es verdad, se siente tan real.
AA: Creo que eso es lo que hace un buen escritor. Si la historia es real o no, es insignificante, es cómo lo concibes y cómo comunicas el deseo y las emociones de manera precisa, para captar algo que la mayor parte de las personas sienten y no tienen palabras. Pienso que tiene que ver con el acto de escribir en sí mismo, no es necesario, y odio decirlo, si lo has vivido o no. A mí no me gusta discutir mi vida personal, creo que tiene que ver en cómo escribes sobre el deseo de un hombre joven por otro algo menor, porque es solo siete años menor. Y cómo lo comunicas de una manera que es tan persuasiva que la gente eventualmente sentir deseo y finalmente llorará.
KC: ¿Tú piensas que es difícil vivir con este gran éxito al momento de ponerte a
escribir una nueva novela o publicar una? Porque somos humanos y nos decimos que esto no está tan bueno, no será un éxito, a los críticos no les va a gustar. Todos los miedos que tenemos, las inseguridades.
AA: Bueno, soy un campeón de la inseguridad.
KC: He escuchado sobre eso.
AA: Soy inseguro y por lo tanto, soy un escritor inseguro por definición. Para darte un ejemplo muy sencillo, cuando escribí Llámame por tu nombre fui donde mi editora y le dije que había escrito una novela, pero que no la iba a publicar, que era una historia de amor gay, y que si ella pensaba que era ridicula estaba bien, pero que no la pulicara, y que la pondría en mi cajón y que nunca volvería a hablar sobre ella otra vez. Estaba tan inseguro sobre este libro que pensé que el libro moriría eventualmente. Y me dijo “no, mándamela, la leeré”. Y la leyó en una noche. Me dijo que iba a vender este libro y lo hizo.
KC: ¿Cuál de todos tus libros es como tu bebé, del que estás realmente orgulloso?
AA: No es Llámame por tu nombre. Es un libro que escribí con mucha dificultad porque tuve que excavarlo fuera de mí, así que me llevó un tiempo escribirlo, tardé un año y medio en escribirlo. Se titula Ocho noches blancas y nadie lo lee porque es, en cierto modo, tan turbio y es un libro difícil. Es, básicamente, un libro que no va a ninguna parte, porque trata de un joven que conoce a una mujer en una fiesta y está claro que tienen que acostarse.
KC: Bueno, es como el director del que hablaste en Homo Irrealis.
AA: Oh sí, Éric Rohmer. Es exactamente lo mismo. Y me identifiqué con Éric Rohmer cuando vi la película, tenía veinte años. Inmediatamente dije, esto es para mí. Ya que es el deseo, tú tienes a la persona disponible y todavía dudas, y esa ha sido mi firma a lo largo de la vida. Dudas ante las cosas que se te ofrecen y te resistes a aprovecharlas. Al menos quieres que vuelvan a insistir y tal vez insistas una tercera vez antes de capitular y aceptarlas.
KC: Así que si eres así de inseguro. Debe ser muy difícil escribir y estar seguro de que escribes algo bueno.
AA: No, nunca lo estás, claro que no.
KC:¿Entonces necesitas una tercera persona?
AA: Sí, necesito una persona que me diga, sabes qué, esto es condenadamente bueno. Yo digo, no, estás equivocado, simplemente no lo entiendes. No, es muy bueno. Y en ese momento, puedo empezar a aceptarme a mí mismo y aceptar el hecho de que he escrito este libro. Pero todo lo que escribo, lo escribo con la certeza de que será un fracaso.
KC: ¿Cuál es tu relación entre ser mayor, tener más edad y el deseo?
AA: No hay conflicto entre ambos. Puede ser como yo, soy mucho mayor, pero puedo seguir sintiendo lo que sentía cuando tenía diecisiete o catorce años. Quiero seguir sintiéndolo porque si no, he pasado página y no sé lo que me espera después. Pero no creo, quiero decir escribí Llámame por tu nombre cuando ya tenía cincuenta y tantos años.
KC: Muy tarde para un escritor.
AA: Bueno, es tarde para un escritor, pero escribir sobre una adolescencia a los cincuenta y cinco años, la gente dice ¿Cómo pudiste moverte? Es muy sencillo, no es nada difícil.
KC: ¿Disfrutas de la vida?
AA: No lo sé.
KC: ¿Qué es lo que sabes?
AA: Muy poco. Pero para responder a tu pregunta, escribo sobre el deber de disfrutar de la vida, pero no estoy convencido de que nadie disfrute de la vida.
KC: Cuando tus hijos eran pequeños, me imagino que disfrutabas la vida con ellos.
AA: Todavía lo hago. Sigo disfrutando mucho con ellos. Tengo tres hijos a los que amo profundamente. Y dos están casados y uno se va a casar.
KC: Uno se casó en septiembre.
AA: Sí. Y el otro se casó en abril.
KC: Oh, el mismo año.
AA: Sí.
KC: Y, aunque no te gustan las ceremonias se casaron.
AA: Les dije que voy a ir a tres bodas, una es la tuya, otra es la tuya, y la tercera está por llegar, después de la cual no volveré a ir a otra boda.
KC: No te creo.
AA: Sí, más vale que me creas porque yo lo práctico. No voy a la boda de nadie y se molestan. Mis amigos se molestan. Me dicen, me estás insultando al no venir a mi boda, a la de mi hijo o a la de mi hija. Y yo les digo que no lo entienden, me insultas obligándome a sentarme en una mesa, donde oigo música a todo volumen y me aburro mucho, y no tengo nada que hacer allí.
KC: Así que eres muy auténtico.
AA: Intento serlo.
KC: ¿Y Susan va a las bodas?
AA: Le gusta ir a las bodas, así que va sola.
KC: ¿Disfrutaste la ceremonia de tus hijos?
AA: Sí. Uno en particular lo disfruté mucho, porque había menos gente y fue muy personal. La del otro también fue muy agradable. Amo a mis hijos y a sus esposas. Y disfruto el hecho de que se casaron. Me gusta que se casaron. También que dos de ellos viven muy cerca de mí. Así que estoy feliz por eso. Pero, al final, no me gustan las bodas, no me gustan las ceremonias. De hecho, mis hijos tampoco les gustan las ceremonias, así que no había ruido. Odio el ruido.
KC: ¿Pero te gusta la música?
AA: Sí, pero no me gusta la música ruidosa.
KC: Sí, estoy de acuerdo, no me gusta el ruido.
AA: ¿Y qué hay de tu funeral?
KC: Lo dejo a otras personas para que lo consideren. Creo que es importante pensar que uno se va a ser enterrado en un lugar que signifique algo para las personas que aún no están muertas. De hecho me gustaría ser enterrado en Roma, pero, por desgracia, tengo que morir en Roma para que eso suceda. Y eso no va a suceder. Espero que no.
KC:¿No planeas morir en Roma?
AA: No.
KC: Esta es una sorpresa: «Hola, papá. Soy Alex. Mi pregunta es ¿Cuál es tu libro favorito que nos leiste cuando éramos niños?
AA: Dios, no me acuerdo ¿Cuál libro les leí que les gustó? Les conté historias de un libro en particular.
KC: ¿Cuál?
AA: La Ilíada . Sé que le leí a Proust cuando era muy joven. Y me lo escribió de vuelta. Mi esposa me escribió, porque no podía escribir. Todavía era demasiado joven para escribir. Y le citó su versión de lo que le había dicho en inglés. La primera frase inicial de Proust. Debe haber tenido cuatro años. Pero no recuerdo.
KC: ¿Recuerdas leer a tus hijos?
AA: No les leí tanto, mi esposa les leía. Les conté historias y les invitaba historias. Pero no recuerdo leer a ellos. Recuerdo haberles leído La Ilíada y La Odisea. Pero no recuerdo qué era.
KC: ¿Les gusta ahora Proust y La Ilíada?
AA: No lo sé. Uno de ellos, Alex, al que citaste, es el que escribe sobre literatura clásica, así que está muy enfocado en eso. Pero no recuerdo. Si me puedes recordar lo que leí a ellos, no lo sé.
KC: Bueno, estaba pensando en su pregunta. Me acuerdo de uno o dos libros que leía a mis hijos. Pero cuando no eres padre, no te das cuenta de que tantos días han pasado y tantas cosas más allá de eso. Es una pregunta muy difícil.
AA: Es una pregunta difícil. Pero no recuerdo qué libro era.
KC: Pero fue la primera vez que alguien preguntó eso. Estaba sorprendida por la pregunta. Fue una pregunta tan simple y hermosa, porque él quiere encontrarse con su infancia y contigo.
AA: Sí. Pero le conté historias e historias que no le contaría a sus hermanos porque dormían en diferentes habitaciones. Y él fue muy privilegiado en obtener información sobre los grandes libros. Cuando tenía tres o cuatro años, ya intentaba que él entendiera que hay grandes libros y que hay libros muy mediocres.
KC: ¿Recuerdas alguna historia escrita por ti?
AA: No creo que le leí historias que yo había escrito. Le conté historias y a veces le contaba historias sobre La Ilíada y La Odisea.
KC: Perfecto, lo entiendo. En el periódico Haaretz, en 2019, el título “André Aciman: sobre los paralelos entre judíos y homosexuales, y su secuela de ‘Llámame por tu nombre’” ¿Puedes explicarme eso?
AA: Creo que es obvio. Y estoy reaccionando a algo que está mucho en Proust, y me ha influido también. En otras palabras, creo que los homosexuales y los judíos son fundamentalmente condenados. Y porque son condenados y no son aceptados. Creo que hasta hoy, a excepción de ciertas partes del mundo donde es aceptado, en muchas partes del mundo es todavía un estilo de vida difícil, ser homosexual o ser judío. Y creo que en ambos casos, un judío y un hombre homosexual tienen una manera de entender, si alguien más es como ellos o no es como ellos. Esa es la parte que traigo de mi propia experiencia y también de la experiencia de Proust, quien escribe sobre los judíos y los homosexuales, teniendo un estilo de vida similar, si no común, para vivir. Así que lo esconden, y al mismo tiempo encuentran formas de revelarlo a alguien más que piensan que es como ellos.
KC: ¿Cuántas veces has leído a Proust?
AA: ¡Dios mío!
KC: No quiero saberlo.
AA: Son demasiadas veces, porque enseño sobre Proust, y por eso tengo que releerlo. No necesariamente leo de nuevo toda la historia. La última vez que leí a Proust, tenía que leerlo de nuevo porque estaba empezando a recordar las mismas escenas.
KC: Al final de su carrera, Philip Roth dejó de escribir. Decidió dejar de escribir ¿Qué piensas de eso?
AA: ¿Quieres mi opinión honesta?
KC: Sí, por supuesto.
AA: No, porque no va a ser florida. Creo que debería haber dejado de escribir hace mucho tiempo.
KC: Lo perdió.
AA: No, no lo perdió porque nunca lo tuvo. Nunca me gustó ese tipo de escritura. Creo que era fácil, simple. Nunca hubiera podido publicar nada en Francia si no hubiera sido un escritor americano. Es muy famoso en Francia, pero no me gusta su escritura en absoluto, lo encontré básicamente simple. Simple no es suficientemente bueno, lo encuentro mediocre.
KC: ¿Y Saul Bellow?
AA: Tampoco me gusta Saul Bellow.
KC:¿Cuál te gusta?
AA: De ese triángulo de los escritores en particular; Malamud, Bellow y Roth, no me gustan ninguno. No son para mí. Están todos escribiendo en un estilo diferente que no es claro. E incluiré a Hemingway y posiblemente Fitzgerald en ese club de escritores que no me gustan.
KC: ¿Cuál te gusta? Además de Proust.
AA: Cuando dices Proust, es como decir que te gusta Shakespeare o Dante. Dices que te gusta algo grandioso. No tengo paciencia con escritores mediocres o con escritores menores. Escribí mi disertación sobre una mujer llamada Madame de La Fayette, y amé su libro, todavía creo que es uno de los mejores libros escritos en francés. Fue escrito hace tres y medio siglos. Así que estás hablando de un clásico que ha superado el tiempo y es un libro muy fuerte. Y es un libro muy corto, no es ni siquiera largo. Me gusta la excelencia en la escritura, y si alguien no es excelente, no me gusta. Creo que algunos de los ensayos que escribió Camus, son excelentes. No todas sus novelas son excelentes, algunas son bastante triviales, pero algunas de las que escribió son sublime.
KC: ¿Puedes decirme alguna?
AA: Creo que hay una historia que escribió sobre crecer en Dréan, pero no es El último hombre que es el último libro que fue encontrado en el coche. Fue una versión anterior del mismo libro, que es fantástica. Creo que escribió un ensayo sobre ir a la playa o retornar a la playa que es maravilloso. Y escribió un ensayo sobre boxeo.
KC: ¿En serio?
AA: Sí. Sin darse cuenta de que él intencionalmente, no estaba imitando a Hemingway. Fue un fantástico ensayo. Pero estás hablando de un gran escritor y claramente un escritor muy dotado, que podría haber hecho cosas fantásticas. Como en el caso de tantos escritores, mal dirigidos por el éxito, de una forma u otra. En su caso, era un existencialista, era una pérdida de tiempo para él, no era un existencialista. Ni siquiera debería haber tocado el tema. Y creo que Roland Barthes, la misma cosa, era una gran mente que perdió su tiempo con la semiología.
KC: ¿Lees a escritores contemporáneos o te los saltas?
AA: Tú sabes que no leo a los escritores contemporáneos. A veces los leo, como dije, en Homo Irealis, uno de los escritores que me gusta mucho es Sebald y él murió hace veinte años. Eso es a lo contemporáneo que llego, y lo descubrí por accidente.
KC: Sebald es extraordinario.
AA: Sí, pero sé lo extraordinario, y me gusta lo extraordinario. No me gustan los escritores menores.
KC: ¿Te sientes un poco incómodo cuando alguien se te acerca y te dice que tienes que leer este libro?
AA: Sí.
KC: ¿Qué le dices a esta persona?
AA: Depende. Si soy cortés en ese momento, diría que sí, lo leeré. Y si estoy tratando de no escucharlos, diría que lo siento, no leo a los escritores contemporáneos.
KC: Te admiro porque todo el tiempo leo mucho.
AA: Lo tienes que hacer.
KC: Así que es como, tienes que leer esto y eso. Estoy leyendo a Dante. Leí El Quijote, pero con ayuda, con un profesor. Es un libro increíble.
AA: El Quijote es maravilloso. Es uno de los mejores libros que han existido.
KC: Pero tienes que estar en él, realmente requiere usar tu cabeza, tu corazón, todo. No es como algo que vas y pasas. Así que deberíamos elegir lo que queremos leer ¿Cómo organizas tu tiempo?
AA: No lo organizo realmente, pero para mí es organizado por el hecho de que pasé tiempo escribiendo. Escribo todo el día, si puedo. También escribo cartas de recomendación.
KC: En la tarde.
AA: Depende de cuándo quiero hacerlo y no tengo un cronograma. Tengo amigos, que soy muy afortunado de tener, y me reúno con ellos. A veces vienen para cenar, que me gusta, y a veces tengo almuerzo con ellos, almuerzos rápidos. Y el resto del tiempo, si no estoy involucrado en la academia, en la escuela, etcétera, estoy montando mi bicicleta. Y cuando monto mi bicicleta, escucho libros.
KC: ¿Puedes escuchar libros?
AA: Sí.
KC: En Homo Realis, mencionaste el problema de estar en un lugar mientras lo pierdes. O la gente que fuimos antes versus la gente que somos ahora ¿Qué tipo de persona eres ahora mismo? ¿Dónde estás ahora mismo?
AA: No lo sé. Esa es una pregunta muy complicada. Estoy en Santiago ahora mismo.
KC: ¡Por supuesto! ambos lo estamos, pero quizás estás pensando sobre la cena.
AA: No, no estoy pensando en cenar. Depende. Es una pregunta difícil, porque para ser honesto contigo, no sé cómo responder esa pregunta porque ¿Quién soy yo? No lo se, tampoco quién era yo, quién podría haber sido, son aspectos diferentes.
KC: Pero creo que sabes algo sobre ti.
AA: Sí, sé algo de mí. Sé qué tipo de personalidad tengo. Pero eso, no es quién soy. En otras palabras, mi personalidad es un aspecto de mí. No sé quién soy.
KC: ¿Cómo quieres ser recordado, como escritor no como persona?
AA: Si pudiera me gustaría que la gente dijera que escribió hermosamente sobre cosas de las que estamos muy avergonzados, y de las que no estamos ni avergonzados, solo no queremos hablar de esas cosas. Que él escribe muy bien. Y sé que lo hago.
KC: Bueno, no eres tan inseguro.
AA: Soy arrogante, lo que significa que soy muy inseguro.
KC: Nostalgia, otro tema aquí. Me encanta este libro.
AA: Gracias.
KC: Ambos ¿Cómo vives a tu edad la nostalgia? ¿Tienes nostalgia?
AA: No. Esa es la ironía de todo, me llamo un nostálgico, pero no soy nostálgico.
KC: ¿Pero te sientes nostálgico por la nostalgia? ¿Te gustaría tenerla?
AA: No, realmente. Porque, por otro lado, después de todo lo que hemos hablado hoy, tengo que ser una persona que le gusta estar viviendo en el presente, que le gustan muchas cosas. Antes me gustaba el tenis, ahora no puedo jugar tenis, porque me duele la rodilla. Pero me gustan muchas cosas. Me gustan las buenas comidas, los buenos vinos, las buenas bebidas. Me gustan las buenas personas. Desearía conocer a más personas porque puedo acogerlas. Pero, por lo general, me gusta la intimidad con las personas, me gusta estar muy cerca de las personas y he sido afortunado en ese aspecto. Esa es una persona. Un nostálgico es alguien que no vive en el presente, él vive en algún tipo de pasado imaginado.
KC: Es como Proust.
AA: Probablemente Proust no era una persona feliz. No creo que él fuera feliz. No creo que nunca tuviera una relación con nadie excepto su madre, e incluso entonces, no estamos tan seguros de que fue una gran relación. Pero, por lo general, tengo una familia, me gusta mi familia y me gusta haber tenido una familia. El verdadero problema con la nostalgia, es que no pienso en el pasado, tú pensarías que lo pienso, escribo sobre el pasado, todo el tiempo, y estoy atraído al pasado, pero es simplemente una afectación que me permite escribir sobre lo que me gusta.
KC: ¿Es como un herramienta?
AA: Se ha convertido más en un herramienta. Por ejemplo, me gusta contar la historia de que soy conocido como un escritor de viajes, escribo sobre viajes. He dejado de escribir sobre viajes, pero he sido enviado a viajes. Y, en un sentido, cuando me voy, veo un lugar maravilloso, e intento escribir sobre él. No puedo escribir sobre él. Escribo sobre él una vez que estoy de vuelta en Nueva York. Y no es porque tengo nostalgia por lo que pasó, sino que empiezo a ver claramente dónde estaba como ser humano conectado con una ciudad en particular, o un pueblo en particular o una calle ¿Qué significaba para mí ese momento en particular?
KC: Entonces, tal vez, vas a escribir sobre Santiago.
AA: Eventualmente, tal vez, lo haga. No puedo escribir sobre él ahora, porque está en el presente.
KC: Necesitas tiempo.
AA: Necesito tiempo, necesito distancia, y también necesito introducirme en la ciudad, antes de que se vuelva viva para mí. Y la ironía de todo esto es que una vez que se vuelve viva para mi, en mi interior, todo el mundo dirá “ese es el Santiago que yo conozco, ese es el Santiago que siempre conocí cuando vivía allí”. Y, sin embargo, irónicamente, no es su Santiago, es el mío.
KC: Por supuesto ¿Escribes cuando estás viajando?
AA: No, no puedo. Es inmaterial. No tomo notas.
KC: Ah, no tomas notas ¿Nada?
AA: No hay nada que decir. No tengo nada que decir. Solo tengo algo que decir cuando lucho para recordar lo que vi, lo que me atrapó. Y, normalmente, es algo que tiene que ver con mi propia vida, mi propia infancia tal vez, que de repente se intimó con la ciudad, y luego lo traigo. Y la gente siempre me dicen, “esta es la Roma que conozco”. Pero no es tu Roma, es mi Roma.
KC: ¿Cuántas horas lees?
AA: No muchas. Leí mucho cuando era joven. Cuando tenía catorce, quince, dieciséis y diecisiete años, leí una cantidad increíble de tiempo, pero siempre leía clásicos. Así que tenía en mi telón de fondo, en mis huesos, los clásicos. Siempre me hablaban.
KC: ¿Deberíamos leer más clásicos?
AA: Definitivamente deberíamos, pero nadie lo hace.
KC: Un pequeño grupo de gente.
AA: Lo sé.
KC: Pero nadie lo hace. Es muy difícil.
AA: La mayoría de las personas no lee clásicos. Y leen prosa contemporánea. Y, como me gusta decir, si salgo a alguien en el autobús y veo que leen un libro, y leen un libro moderno, me gusta decirle ¿Por qué lees esto? ¿Por qué no lees un clásico en su lugar? Pero no quieren.
KC:¿Y qué lees ahora mismo?
AA: Leo Virginia Woolf.
KC: ¿Qué libro?
AA: La re-leo, por supuesto, la he leído muchas veces. Re-leo Al faro.
KC: Es un texto hermoso.
AA: Sí. Hasta un punto es hermoso. Es problemático.
KC:¿Por qué?
AA: Porque creo que es la aventura al faro el momento asombroso del libro. La señora Ramsey es un personaje fantástico. Y los últimos dos segmentos del libro son sobre arte y lo que sea. Y lo encuentro rebarbativo.
KC: Pero creo que la forma en la que está escrito es increíble.
AA: Sí, es una gran escritora.
KC: ¿Puedes decirnos en qué estás trabajando ahora mismo? Porque me dijiste que vas a publicar el próximo año y después.
AA: Hay tres novelas que están saliendo, especialmente en la lengua española. Están saliendo en el 25 de noviembre. Y en el 24 hay otro libro, es una memoria de mi año en Roma.
KC: Tu Roma.
AA: Por supuesto que es mi Roma. No es todo el mundo Roma, pero espero que la gente diga que sí, esto es un Roma que conozco.
KC: ¿Qué estás escribiendo ahora mismo? ¿O estás sin ningún proyecto?
AA: Espero que tenga un proyecto, pero estoy escribiendo una historia sobre un hombre más viejo que está entrevistando a un hombre más joven para la universidad.
KC: ¡Guau! Muy interesante ¿En la actualidad?
AA: En la actualidad.
KC: Muy interesante.
AA: Vamos a ver qué sucede.
Lee. Escribe. Crea.
Karen.