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Oda al insomnio #123

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Oda al insomnio #123

 

Este boletín es para los curiosos que desean una vida plena y pausada. Compártelo, me harías muy feliz.

“El sueño es la más imbécil de las fraternidades humanas,
la que más derechos reclama
y exige rituales ordinarios.
Es una tortura mental que a mí
me parece envilecedora

Vladimir Nabokov.

 

Queridos amigos,

   Mientras escribo esta Oda, llueve en Santiago y me hice un guatero (que en Chile usamos para calentar la cama, es una especie de bolsa que soporta altas temperaturas de agua caliente), preparándome para mi noche. Porque dormir bien es sin duda, un arte y uno que a muchos nos cuesta. ¿O me equivoco?

   Si estás cansada como yo, el desafío nocturno es mucho mayor. Algunos tienen la bendición de poner la cabeza en la almohada, y al igual que si estuvieran comiendo una manzana, se duermen. En cambio existimos los que formamos parte de otra categoría, una especie que no está registrada en los anales del buen dormir. ¿Qué hacer?, ¿abortar la misión?, ¿desechar el sueño? Como consejo puedo recomendar alejarse de la frustración, sobre todo si tu media naranja duerme plácidamente. En mi caso camino con pasitos livianos, para no cometer el sacrilegio de despertarlo, oh no, no quiero ser la culpable de interrumpir su descanso de primera línea.

   ¿Dónde me refugio del insomnio? Ni loca toco el teléfono, una doctora me dio la siguiente orden militar: “Si te despiertas no puedes mirarlo, ni siquiera acariciarlo”. Mi mejor amigo está descansando en el baño. Lejos de su dueña. A las 22:30 horas se va a su cuna, ahí lo esperan, lo arrullan, y no puedo seguir en su compañía, des-co-néc- ta- te, me recuerdo.

   En mi casa, cuando me desvelo, voy primero a la salita, pero encuentro que el sofá de cuero está muy frío. Pienso que lo podría recubrir con una manta y recostarme ahí. Me digo constantemente “no mires la hora”, lo que me parece un error garrafal, qué tentación. Luego de descartar la salita, camino hacia “la otra cama”, que está en una pieza diferente, y que tiene un único destino: acogerme en las noches de insomnio. También está helada dejé el guatero en la otra cama. Escucho en ese momento la música de una fiesta, ¿quién puede celebrar algo un jueves en la noche? Me pongo los audífonos y recuerdo a Frank Sinatra, con su tremenda canción “New York, New York”, donde canta sobre despertar en una ciudad que no duerme. ¿Como podría  despertar una ciudad insomne?

   Trato de ahuyentar, con una especie de abanico mental, los pensamientos desperdigados dentro de mí, sobre terminar este boletín, los temas que me faltan para preparar la clase del taller que realizaré la otra semana, qué vamos a comer para shabat, si invito a esa amiga o no, y más. La noche se transforma en un universo de posibles opciones y de deber ser; estas son las grandes compañías del insomne, y de mí.

   Lo primero, y lo más importante es no encender las luces. Ocupo este maravilloso invento que es una luz de lectura, más parecido a una serpiente que a una luminosidad. Busco mis anteojos, y me repito como un mantra “no, no mires la hora”. Ya se acabó la fiesta, ¿serán las tres o cuatro de la mañana? Al segundo pienso: “ya sé, me haré una infusión. No prendas la luz”. Bajo las escaleras con la serpiente, cuidado con resbalarte. Entro a la cocina, un territorio conocido. Lleno con agua el hervidor, esos minutos de espera son largos, larguísimos. Ya hirvió, y pienso “aléjate de la tentación, qué sacas con comer un pedazo de chocolate, no es un somnífero”. Rehago el camino de vuelta. Subo con más cuidado aún, ahora además de la serpiente llevo la taza caliente. Me acurruco en la cama que acoge mi desvelo. Ya estoy otra vez en posición horizontal con la infusión y una mínima luz. Agarro mi libro, y trato de leer y quiero que se me cierren los ojos, pero no lo logro, mejor escucho el Podcast para dormirse de Sebastián Correa.

   Otra vez agarro los audífonos, hago un esfuerzo inhumano para no ver la hora en el iPad, sería un crimen. Finalmente logro distraerme, pienso en los otros mal durmientes que podrían estar despiertos, podríamos hacer un grupo WhatsApp y comentar lo que sentimos en cada momento. Si no fuera porque a las seis y media de la mañana debo estar en pie, pasaría todas las noches leyendo y durmiendo de día. Qué sensación más deliciosa. Cerrar las cortinas y sumergirme en las sábanas inmaculadas. “Es de noche. Duérmete de una vez”, susurro. El mal dormir es una invención, la solución: haré una cofradía, una hermandad de insomnes, un sindicato de los mal durmientes.

   Me acordé de ese momento donde Alan Pauls en el podcast Espiral, me contó cómo se rindió al insomnio y ahora es su mejor amigo. El escritor argentino lo aprovecha para leer, eso mismo hago, vuelvo al libro nuevamente, es lo mejor, pero se me cansan las neuronas. Me la gana, voy al baño y con rabia y alivio abro el botiquín. Ahí estás querida pastilla amarilla, qué haría sin ti. Solo me tomo un cuarto, un poco de agua y podré dormir al fin.

    La serpiente sigue iluminando, dormiré. Qué importa. Leo, leo, leo, los ojos van cobrando espesura, el insomnio se repliega a otras latitudes. Posición horizontal exitosa. Lista para el despegue. Veo la hora, 4:23 am. Un intervalo extraño, a esa hora algunos comienzan el trabajo, otros recién se acuestan. Yo estoy en la mitad, levitando, esperando algo divino, majestuoso ¿Cómo voy a funcionar con tan pocas horas de sueño? Estaré mal genio, me va a doler la cabeza, no voy a poder escribir y menos pensar. Tantos que sufrieron por esto: Sylvia Plath, Jorge Luis Borges, Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, las hermanas Brontë, Emily Dickinson, Gustave Flaubert, Guy de Maupassant y más escritores. Franz Kafka lo dijo claro en su diario: “Creo que este insomnio se debe únicamente a que escribo”.

    Hoy será un día muerto. El insomnio es vivir en el purgatorio, un espacio de tiempo sin dominio o autoridad. Recuerdo las lecturas y los podcast que he escuchado sobre el tema, y lo más importante que mencionan, es mantener la posición horizontal para poder conciliar el sueño. Cambio la alarma para las 8:23 horas. Adiós insomnio. Adiós trote. Adiós agenda. Bienvenida mi almohada. Tiempo de reyes.

 
 
 
     Otro tiempo de reyes que tuve fue con el escritor André Aciman, mi primera entrevista en inglés, ni yo misma puedo creerlo. Hoy puedes escuchar sus respuestas en el Cuestionario Espiral.

Mis recomendaciones

  • Un ensayo: El mal dormir de David Jiménez Torres. El periodista y escritor español nos cuenta sobre el sueño, la vigilia y el cansancio, este libro fue ganador del Premio de no Ficción Libros del Asteroide. El autor hace un recorrido sobre las grandes mentes que sufrieron de insomnio y cómo nuestra percepción de la noche y el día ha ido cambiando en el tiempo. 

Mis momentos

  • Algo que aprendí: Durante la revolución rusa -algunos la llaman guerra civil- murieron doce millones de personas. Los bolcheviques tenían la orden de matar a cualquier persona que perteneciera a la clase alta.
  • Fui feliz: Cuando tomé la clase de pádel y aprendí cómo pegarle a la pelota cuando rebota en los vidrios.
  • Estoy agradecida: De haberme ido a la playa unos días con mi familia.

Lee. Escribe. Crea con insomnio.

Karen

 

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