Queridos amigos,

Para mí el desayuno es una de mis comidas preferidas y me encanta también prepararlo aunque el mío no es tan sencillo como el que solían tener los egipcios y romanos solo con fruta. Siempre bebo té y agua con gas con pan,  palta, huevos revueltos o queso fresco. A veces me doy un gusto y como queso amarillo. Muchas veces lo preparo junto con mi marido. Yo me encargo de los huevos revueltos, él tuesta el pan y corta la palta. Tal cual como Anthony Bourdain una vez dijo: “¿Qué mejor cosa puedes hacer por alguien que prepararle el desayuno?”. 

Algunas mañanas prefiero comer granola -la aprendí a hacer en la pandemia, la he ido perfeccionando, además no lleva azúcar, solo miel- con yogurt natural, fruta que en invierno por lo general es kiwi y en verano (la fruta de verano es una oda en sí misma) con frutillas, frambuesas o arándanos. En la Edad Media la iglesia católica me habría condenado porque se lo consideraba uno de los pecados capitales: la gula. Solo los trabajadores y los niños tenían permitido hacerlo. 

En los últimos años se ha puesto de moda la dieta del ayuno intermitente y uno de mis principales motivos para no cumplir con este régimen de vida es que me impediría tomar desayuno. No comer nada hasta el almuerzo sería un calvario y además, como sufro de dolores de cabeza, no sé si sería tan buena idea. Yo sé que a muchos les sirve, pero lo que soy yo, prefiero el orden tradicional: tres comidas al día y ojalá ¡once! (en Chile así le llamamos a té de las cinco).

Una innovación en mi vida es que antes lo tomaba siempre en mi casa. No se me hubiera ocurrido salir fuera, eso era como un lujo asiático, algo que se hace cuando uno viaja. Pero cuando empecé a ir al gimnasio temprano y a ducharme ahí, comencé a ir a un restaurante. Así me di cuenta de que no solo me gustaba quebrar la rutina sino que también era un lugar buenísimo para trabajar. Con la pandemia obviamente esta nueva tradición se interrumpió pero ahora la he retomado. También ahí como huevos solo que con baguette. Hay días que me doy el gusto y agrego un jugo fresco de naranja. Además como paso mucho tiempo encerrada en mi taller es una forma de ver gente y de justificar mi ropa del día. La vida de escritora en una pieza no tiene nada de glamoroso.

Los miércoles estoy yendo a tomar desayuno con mis hermanas en la casa de una de ellas. Es un gran panorama. Lo disfruto mucho, me río y compartimos como si estuviéramos viajando las tres juntas. Estoy tratando de pensar dónde he comido el mejor de mi vida, pero sin duda sería con baguette y croissant, que a todo esto no lo inventaron los franceses sino que los austríacos en el siglo XVII.

Acaba de salir la segunda parte del podcast Espiral con la entrevista en profundidad al astrónomo y Premio Nacional de Ciencias de Chile, José Maza. Te invito a escucharla.