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#88 Entrevista a José Maza

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Hola, hola ¿cómo estás? Te doy la bienvenida al programa 81 de Espiral y me harías muy feliz si recomiendas Espiral a tus amigos, me ponen un like donde sea que lo escuches. Eso me ayudaría mucho a llegar a más auditores. Hoy estoy con la segunda parte de la entrevista al astrónomo chileno y Premio Nacional de Ciencias, José Maza nació en Parral que es una pequeña ciudad en el centro de Chile. A los once años más menos se vino a Santiago a estudiar en el internado Barros Arana. Publicó hace poco Luna. El origen, la historia, y los mitos que orbitan el satélite terrestre y dentro de sus libros, Somos polvos de estrella se ubicó entre los más leídos a nivel nacional. Está atento porque en los próximos días voy a sortear en Instagram un ejemplar de estos libros.

Me di el gusto de conocer sobre su infancia en Parral, me recitó uno de los tantos versos de Pablo Neruda que se sabe de memoria. Su obsesión actual, es que los niños aprendan y de lo que él está haciendo para combatir esta plaga de incultura. Por eso en los últimos años se ha dedicado con verdadera pasión a ofrecer charlas con más de cinco mil personas en que aborda la astronomía con un lenguaje sencillo y divertido. Él propone invertir el doble o el triple en educación preescolar y me contó su historia de amor con su señora y lo que es la vejez para él, pues considera que no existe, y sería solo un estado de ánimo.

Recuento personal Desde la semana pasada, en que estuvo José Maza contestando el Cuestionario Espiral, tengo varios avances. Ya terminé Los libros de Jacob de Olga Tokarczuk y también voy muy bien encaminada con mi tejido de crochet. También me puse en onda con el trote, del que venía un poco lenta. Comencé con el ciclo dos del taller de lectura de Novelas de familia y en esta sesión revisamos Padres e hijos de Iván Turgueniev que es un libro que nos sumerge en los cambios sociales y políticos que se estaban gestando en la rusa zarista en 1860. El próximo miércoles comienzo con el taller de literatura japonesa y estoy muy expectante porque además vendrá en a esta sesión Marcela Chandía que es una experta en literatura clásica japonesa y profesora de japonés. El objetivo de su clase magistral es entregarle a mayores herramientas a los talleristas y se imbuyan con esta cultura. Te invito a escuchar al Profesor Maza, espero que lo disfrutes tanto como yo.

ENTREVISTA A JOSÉ MAZA

KC:  Hola profesor Maza ¿cómo está? 

JM: Muy bien. Encantado de estar aquí.

KC: Que bueno, me alegro mucho. Yo también estoy feliz de estar acá. Cuénteme, ¿Qué interrumpí cuando nos conectamos? ¿Qué estaba haciendo?

JM: No interrumpiste nada porque yo acababa de terminar de almorzar. Vengo de una entrevista en otro lado, en la tele, y llegué tarde almorzar. Terminé de almorzar y estaba ayudando a mi señora a secar los platos y ahí me vine para acá, estaba esperando esta llamada.

KC: Ah, estabas esperando la llamada. Muy bien. 

Quiero saber una cosa ¿Qué te lleva a convertirte casi en un superstar de la astronomía,

un influencer, como podríamos decir, con 48 mil seguidores en Instagram, con una plataforma grande de difusión, tanto para adultos como para niños?¿Cuál crees que es tu principal motivación para ello?

JM: En realidad uno siempre le busca explicaciones a posteriori a las motivaciones. Yo de toda la vida me he sentido como parte de un grupo, yo era muy pueblerino, yo vivía en Parral y quería ser ingeniero para construir puentes y caminos en Parral. Iba a llevar la electricidad. Después quería ser ingeniero eléctrico porque empezó a llegar la electricidad a Parral a fines de los años 50’. Y entonces, colaborar con la sociedad fue siempre mi norte. Y ahora que ya un poco mi carrera de investigador está concluida, estar contando lo que yo aprendí, lo que yo sé y explicar mis puntos de vista, sobre todo motivar a los niños y las niñas para que estudien más, para que lean más y que a la larga sean mejores personas.

KC: Y de tu infancia en Parral porque me encantó escuchar, investigando para este programa, que tú viviste en Parral toda tu infancia ¿Cómo fue tu infancia? ¿Cómo la recuerdas? Además, de que andabas todo el día en bicicleta, por lo que escuché por ahí.

JM: Sí. Fue una infancia muy feliz. Parral era un pueblo pequeño donde todos más o menos nos conocíamos, donde conocía casi a todos y casi todos me conocían a mí.

Yo de niño tocaba piano y participaba en una serie de cosas en la escuela. Tuve en infancia muy redondita en Parral pero me dio desde chico, desde tiempo inmemoriales para mí, por ser ingeniero y tuve que migrar de Parral porque el único liceo de Parral no era apropiado para un candidato a ser alumno de ingeniería.

KC: ¿Y tus padres cómo eran? ¿Consideras que tus padres tuvieron esta visión, hacerte migrar a la capital, digamos, a un internado como el Barros Arana? ¿Cómo recuerdas la visión de tus padres en este aspecto?

JM: Yo tuve un tío que fue muy influyente en mi vida, era el hermano chico de mi madre que estuvo interno acá en el Barros Arana y que hizo una carrera distinguida, fue un muy buen alumno en el Barros Arana, etcétera, Carlos Sancho. Entonces cuando mi madre empezó a ver qué posibilidad tenía yo de estudiar, rápidamente surgió : «Mándalo al INBA» eso fue lo que dijo mi tío Carlos y mi madre enganchó con aquello. Así termine en el Internado Nacional Barros Arana, el INBA.

8: 26 KC: ¿Tienes más hermanos? 

JM: Tengo dos hermanas. Éramos una pareja, dos hermanos muy cercanos, muy cercanos en edad, y una tercera que tiene diez años menos que yo. Entonces en realidad yo me vine a los once años, al Barros Arana, cuando mi hermana pequeña tenía un año, así que mi convivencia con mi hermana menor fue muy pobre. 

KC: ¿Y tus padres eran lectores?

JM: Mi madre estudió en la Normal, creo que se llamaba Abelardo Núñez, para ser profesora. Mi abuelo estudió en España, era español igual que mi padre y mi madre. Mi abuelo estudió leyes en Madrid y mi abuelo era un gran lector y después fue juez, durante la Guerra Civil Española fue juez en varios lugares, terminó de juez en Barcelona. Entonces mi abuelo le inculcó a mi madre desde chiquitita, la lectura y le compraba un cuento todos los días para que mi madre fuera leyendo y se transformó en una ávida lectora. Entonces mi madre de alguna manera nos heredó ese gusto por los libros, la literatura. Un gusto por el conocimiento en general que no tenía borde, porque mi madre no tenía idea de ciencia, sigue sin tenerlo. Pero si yo me interesa por la ciencia le pareció que estaba bien, que yo hiciera lo que me diera la gana.

KC: Cito: «Aprendí a leer entre los ocho o diez años, con leyendas de cowboys o las novelas de Terin Collado» y le dijiste a los niños en esta charla, era Maipú: «Esto es como andar en bicicleta, mientras más se hace es mejor y no se olvida». ¿Hoy en día cómo enfrentas la lectura? ¿Cómo es ese camino que recorriste desde ya sesenta años que empezaste a ser un ser humano lector ¿Cómo lo ves hoy?

JM: Bueno, yo lo veo con mucha pena. Fíjate a una cosa, hace pocos días atrás, me encontré con dos noticias – yo tengo muy buen espíritu, soy muy optimista, pero de repente el optimismo me empieza a fallar – una decía que en una encuesta siete de cada diez niños de quinto básico, no sabían leer, no entendían lo que leía. ¡Siete de cada diez! Lo cual significa que la educación es un fracaso, pero fracaso con mayúscula porque si dos o uno de cada diez no supieran leer ya sería muy malo, pero siete de cada diez que en quinto básico no sepan leer, es un escándalo. 

KC: Dicen que para ganar una guerra hay que tomar medidas extremas. ¿Qué medidas extremas tomarías tú? 

JM: Bueno, la medida extrema número uno sería invertir el doble o el triple en educación preescolar. Mira, otra noticia dicen que nueve de cada diez niños que llegan a primero básico con seis años no conocen las letras. Que un niño de seis años no conozca las letras es otro escándalo, que está en línea con el hecho de que siete de cada diez en quinto nos saben leer. Entonces, tenemos que educar a los niños cuando tienen tres, cuando tienen cuatro, cuando tienen cinco años, en el kínder, en el prekínder, incluso, no sé cómo se llama, el pre-pre-kínder. Los niños ahí son muy curiosos y tenemos que llenarles la cabeza con ideas, con sueños, con cosas, para que el niño vaya generando redes en todas las neuronas que uno tiene en la cabeza y que cuando llegue a primero básico ya vaya como avión para arriba.

KC: ¿Tú crees que hay una correlación con la cantidad de tecnología que consumimos, la cantidad de tecnología versus los malos índices educacionales que estamos teniendo?

JM: Yo creo que puede tener una mala influencia, pero la mala influencia número uno la tiene el hecho que un niño que está hasta los seis años en su casa, aprende a hablar no castellano, aprende a hablar el idioma que hablan en la casa, que no es un castellano muy perfecto y eso si el niño no lo socializa, muy rápidamente se le quedan muletillas y se le quedan pronunciaciones y la «ch» la arrastra y no sé que, para toda la vida. Entonces la diferencia, si queremos nivelar la cancha tenemos que, no voy a repetir la estupidez de uno que digo que había que bajar de los patines a los niños ABC1, no, hay que subir a una moto a los niños que en su casa no hay un solo libro, que el papá nunca le dio un libro, que la mamá nunca le dio un libro, que la mamá nunca le leyó un libro, un cuento al niño, que la mamá y el papá nunca lo llevaron a un zoológico, a un museo. Entonces el colegio tiene que ser la plataforma intelectual sobre la cual el niño se construya. Tenemos que invertir de educación preescolar, pero invertir en serio y no tan solo con buenos colegios, que es fundamental, pero también con muy buenos profesores, profesores muy estimulados, profesores que sepan a hablar pero a la perfección. Mira, hay una cuestión que es también un escándalo, un joven o una joven que sale de la educación media y da la prueba, el promedio son quinientos puntos en la prueba. El niño o niña que saca quinientos puntos, estudios muestran que dominan ochocientas palabras del idioma castellano, ochocientas palabras. Cuando un niño de cinco año se cree que dominan como cuatrocientas palabras. Es decir, un joven en doce años de educación, en la vida entera de los seis a los dieciocho, aprendió cuatrocientas palabras. Con ochocientas palabras, uno a apenas tiene un lenguaje descriptivo, tiene una palabra, para la mesa, para la silla pero no para pensamientos complejos. 

KC: Estos profesores, yo creo que usted se está refiriendo también a un profesor que usted tuvo, que fue Ítalo Clandestino si no me equivoco ¿no?

JM: Estás bien dateada tú. Ítalo Clandestino, fue un profesor que yo le tengo mucho cariño porque yo me vine al Barros Arana a estudiar matemáticas para poder entrar a ingeniería y me tocó un señor, creo que se llamaba Álvarez, pero no estoy ni seguro.

KC: Creo que se llamaba Claudio Álvarez.

JM: Claudio Álvarez. Era un señor que estaba a punto jubilar y que apenas nos enseñaba cuatro tonteras en matemáticas. Por suerte, cuando yo estaba, eso era tercero de humanidades que viene a ser así como primero medio, se jubiló este señor y apareció Ítalo Clandestino, que era un muchachote grande así, era zurdo, que siempre me han llamado la atención los zurdos porque parece que uno los estuviera mirando en el espejo. Y en la mano izquierda tomaba el libro y lo empezaba a abrir y venía hojeando el libro mientras caminaba hacia la sala de clase e Ítalo Clandestino nos empezó, yo tenía trece  años tenía  y Clandestino debe haber tenido veinticinco. 

KC: Jovencito. 

JM: Era muy joven, estaba como recién egresado. Creo que falleció, hace bien poquito y un día como lo mencioné, de repente me llegó un correo de la hija de Ítalo Clandestino que me agradeció la mención que yo hago del papá. Y Clandestino nos empezó a enseñar cosas, hagan esto, hagan esto otro. Y él era tan dinámico y tan desordenado pero era esos desordenes que valen la pena porque un tipo que era todo lo atolondrado, era como perro nuevo con el permiso de Ítalo.

Él, por ejemplo, mandó a arreglar, en el departamento de física había una gran cantidad de instrumentos, la gran mayoría ni los usaban e Ítalo Clandestino encontró dos telescopios, unos refractores de como doce centímetros de apertura y un metro, un metro veinte de distancia focal y los mandó arreglar, a que los limpiaran, los encacharan, los dejaran tiqui-taca e invitó un grupito de alumnos, entre los cuales yo fui uno, a que miráramos una noche desde la terraza del gabinete de física, tenía como tres pisos y en el tercer piso tenía como una terracita. Y entonces nos mostraba los planetas y él qué hacía, eran las nueve de la noche, estaba en el internado. Pero él quería hacer cosas. Y ahí fue la primera vez que mire por un ocular y me llamó la atención que las estrellas titilaban y con los telescopios esto se veía más violento, el titilar.

Y al otro profesor que yo lo recuerdo con mucho cariño, era un profesor bien particular si, se llamaba Mario Dussuel , Mario Dussuel era un profesor de física, que había escrito tres libros de física de cuarto, quinto y sexto de humanidades, libros muy bonitos. Y Mario Dussuel era muy exigente y nos tiraba unos problemas bastante peludos y ahí estábamos trabajando con los problemas de Marito Dussuel. Él era muy bueno, sabía muy bien su materia, teníamos el libro que él había escrito, así que gracias al profesor Dussuel, al señor Cáceres en matemáticas que tomaron como la posta después de Ítalo Clandestino. Pero ítalo Clandestino, a mí por lo menos, me abrió el camino. Estos llegaron después. 

Y en química también tuve un gran profesor que después creo que llegó a ser rector del Barros Arana, el profesor de química de sexto de humanidades. Pero en general los profesores del Barros Arana eran todos buenos.

KC: ¿Cuándo se enamoró de la astronomía?

JM: Mira, yo lo he contado muchas veces y es cierto. Cuando yo estaba en el Barros Arana, en cuarto año de humanidades que es como segundo medio, el año 61′, el 12 de abril, Yuri Gagarin dio una vuelta a la tierra, y después vinieron otros y empezamos a escuchar noticias, esto están haciendo los soviéticos, los rusos, esto los americanos. Y empecé a entusiasmarme, y a leer, la biblioteca del Barros Arana era una biblioteca extraordinaria, a la entrada, yo me recuerdo de niño, de Parral, haber llegado ahí, tenía la Enciclopedia Espasa Calpe que son unos volúmenes de como doce o quince centímetros de ancho. Son como ochenta volúmenes, una pared completa con las Espasa Calpe. Al lado estaba la Enciclopedia Británica y una Enciclopedia Larousse. Yo veía esto, y decía, esto es como el templo del conocimiento, si yo supiera lo que está en estos libros sería un sabio. Y bueno, en la biblioteca del Barros Arana había de todos los libros que uno quisiera pedir. Y ahí empecé a sacar libros y a leer de Tsiolkovski, de Goddard, los que primero propusieron viajes espaciales y empecé a irme «en la volada» ¿Cómo sería ir a Marte, ir a Júpiter, recorrer el sistema solar? Así que me fui enamorando de la astronomía en el Barros Arana. Además, como ya lo he dicho varias veces, un poco en broma y un poco en serio, yo era tan malo para jugar fútbol, que en las pichangas nadie me quería en su equipo. Entonces desistí en los recreos intentar jugar fútbol. También me gustaba, pero era pésimo. Entonces me iba a la biblioteca a leer libros, y nunca faltaba otro perno como yo, también había un cabro que se me olvidó el nombre, que iba un curso más arriba que yo, que él resonaba con estos mismos temas, y me decía, “oye, José, mira, has visto esto, haz visto lo otro”.

KC: Ustedes dos eran los pernos como se dice en buen chileno. 

JM: Claro, porque los otros están jugando fútbol, pero yo estaba leyendo libros en la biblioteca.

KC:  O sea, si hubieran estado en un colegio mixto, no sé si habrían sido los más populares.

JM: No, en absoluto, nunca fui el más popular. En mis ratos de ocio me aprendía poesías de memoria y sabía recitar un montón. Yo creo que de «La vida es sueño» de Calderón de la Barca me sabía los monólogos de Segismundo, pero casi todos los monólogos.

KC: ¿Y ahora me puede recitar una poesía?

JM: La que tú quieras:

«Es verdad, pues: reprimamos

esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
y si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar»

KC: O sea que también eres lector de poesía.

JM: También los versos de Neruda. 

«Desde el fondo de ti, y arrodillado,

un niño triste, como yo, nos mira.

Por esa vida que arderá en sus manos

tendrían que amarrarse nuestras vidas» 

Bueno, y muchos otros versos de Neruda, de lo que fuera. Y en mis primeros intentos de acercamiento a alguna niña, trataba recitarle poemas. Yo nunca me pude lucir por el físico porque era chico, flacuchento, no tenía ninguna gracia. Pero tenía buen verso y recitaba poemas y me iba más o menos, pero, me iba más o menos en el comienzo, en la primera parte del partido, pero nunca metí los goles y al final, siempre me fui con la cola entre las piernas. Siempre perdí todos los partidos que intenté.

KC: Entonces, ¿Cómo sedujo a su señora o su señora lo sedujo a usted? ¿Cómo fue esa historia de amor?

JM: Va más por el segundo lado, pero ella se enoja cuando yo lo digo. Pero en mis primeros albores, dos de mis polola, entre comillas, yo creí que eran mis pololas, llegué un día a verlas a la casa y me presentaron al pololo, estaban pololeando y yo no me he dado ni cuenta. Yo creía que ellas estaban enamoradas de mí y estaban enamoradas de otros. Así que dos pololas me hicieron pasar la humillación de presentarme al pololo y me tuve que ir. Todavía recuerdo sobre todo de una de ellas que vivía muy cerca del Estadio Nacional, que yo llegué a verla y la hermana salió y me dijo, “no José”, la hermana me debe haber dicho que ella no estaba y yo me hubiera ido pero me dejó el living y la hermana se quedó hablándome, cosa que nunca hacía y de repente tocan el timbre y aparece un tipo alto buenmocito y ahí baja mi Dulcinea, lo saluda y me lo presenta, “oye te presento a mi pololo”. Y ahí a los cinco minutos: “gracias, me tengo que ir porque me acordé que tengo que hacer algo”, y me fui humillado a pie caminando porque no me daba ni va para tomar micro, y tenía que caminar hasta el centro. Pero me fui caminando muy desolado.

KC: Para los que nos están escuchando en el extranjero, pololo es novio. Acá en Chile a los novios, les decimos pololo.

JM: Claro. Eran casi novias, eran novias virtuales en realidad. Yo pensé que eran, pero ellas nunca pensaron lo mismo.

KC: Pero profesor, si alguien le hubiera leído el futuro y dijera a lo siguiente: «El 2018 se reunieron más de seis mil personas en la media luna monumental de Rancagua, en lo que se convirtió en la charla científica de mayor concurrencia en la historia de Chile, en una presentación sobre la colonización de Marte y la persona que dio esta charla es el Premio Nacional de Ciencias Exactas, el profesor José María Maza». ¿Verdadero o falso?

JM: Bueno, eso ocurrió así que es verdadero y yo no me lo hubiera pensado cuando yo tenía diez años.

KC: Pero cuando yo le leo esto de la medialuna monumental en Rancagua, citando digamos, ¿Qué se siente? ¿Qué siente usted?

JM: Esa fue una experiencia muy particular. Pero mira, te voy a hacer un preámbulo. Acabo estar por ahí y alguien me recordaba y que había visto no sé dónde en YouTube, en alguna parte, la inauguración del Telescopio Paranal, el VLT en Paranal, un poquito al sur de Antofagasta, que eso fue el año 99 y me pidieron a mí, estaba todo muy libreteado, pero que yo hiciera una charla pública y que se iban a conseguir el Teatro de Antofagasta. Y yo dije, bueno ya, hagámoslo. Y en el Teatro Antofagasta, que estaba lleno y habían como setecientas personas. Cuando yo llego ahí y veo esa multitud, casi me morí y le comenté a varia gente, esto ya es la culminación de mi carrera. Yo daba charlas a grupo de cincuenta, ochenta, cien personas. Hacía clases en la escuela de ingeniería, tenía cien alumnos. Pero en un teatro lleno con setecientas personas, yo encontré que eso era lo máximo. Y de ahí me invitaron una vez a Concepción, hicimos una charla en el parque Jorge Alessandri y había como mil doscientas personas al aire libre. Después me invitaron de nuevo Concepción, pero me llevaron a San Pedro de la Paz donde hay una anfiteatro al aire libre y había entre cuatro mil y cinco mil personas. Era enorme. Era de noche, hacía mucho frío, yo andaba con una parca gruesa de pluma, pero el pantalón era medio delgado, me dio un frío, la rodilla ya ni la sentía al terminar la charla en San Pedro de la Paz. Y después vino esta de la medialuna de Rancagua. Después fuimos a la Tortuga de Talcahuano cinco mil quinientas personas. Y después de eso fuimos a Temuco y a Valdivia con cuatro mil quinientas. Y el máximo es que para el día del eclipse di una charla en La Serena y había diez mil doscientas personas en el estadio La Portada de La Serena. Así que en el intervalo, en el arco, de veinte años, veintitrés años, desde la inauguración de Paranal hasta ahora, bueno hasta el 2019, pasé de dar una charla que yo encontré espectacular, para setecientos, a terminar hablándole a diez mil personas en el Estadio de La Serena.

 KC: ¿Cuándo tomó conciencia de su rol de comunicador? Porque no necesariamente uno puede ser un buen científico y ser un buen comunicador, de llegar a mucha gente explicando cosas complejas en palabras sencillas.

JM: Mira, no es que un día me sonó una campana.

KC: No, el proceso.

JM: Yo creo que empecé a ser un poquitito requerido por algunos medios de información cuando paso el cometa Halley y me preguntaban cualquier cosa y yo contestaba lo que yo consideraba que era lo que había que contestar y me fui fogueando. Y después, yo recuerdo en el 2012, no quiero hablar mal de los matinales porque yo gaste bastante tiempo en muchos de ellos, pero los matinales tienen una atracción fatal por la tontería. Entonces estaban con que se iba a acabar el mundo el 21 de diciembre del 2012 porque el calendario maya se acababa ahí y como se acababa el calendario maya se acababa el mundo. Entonces me empezaron a preguntar a mí en algunos matinales qué opinaba yo de eso. Bueno, otra estupidez porque no se puede llamar de otra manera, que alguien se le ocurrió porque el calendario maya supuestamente se acaba ahí termina un ciclo ¿Qué le importa al universo, al cosmo, al sistema solar, al sol a los planetas, qué le puede importar el calendario maya? Entonces había mucho de «yo estoy juntando agua por si acaso», ¿pero por si acaso qué?. A lo mejor tengo cierta facilidad de palabra creo y tengo un cierto descaro en que a la tontería rápidamente yo le digo que es tontería, no hay más palabras.

KC: ¿Cómo ve usted el tema de las mujeres en la ciencia? Bueno, tenemos a María Teresa Ruiz. Yo sé que usted ha trabajado con ella, pero son como pequeñas luces, ni siquiera luces, destellos que podríamos ver, una supernova, pero millones años de luz ¿o me equivoco? ¿O ve que hay una evolución positiva en esto?

JM: Hay una evolución muy positiva. Te lo puedo en los siguiente números. Yo entré a la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile el año 64′, éramos tres de primer años, cada uno era de 120 alumnos, yo era la letra B, los que teníamos la letra en el medio de la alfabeto, yo tengo la M, en mi curso de 120 había tres mujeres, y en total de los tres cursos había como diez mujeres, que viene a ser un 2% o un 3%. Hoy día están entrando a la Escuela de Ingeniería como 35% de mujeres y todos los años va aumentando en uno, dos puntos. Creo que iba hace como cuatro años, por treinta y uno, treinta dos, treinta tres. Hoy día de cada tres que entran una es mujer. Todavía falta, pero en estos cincuenta años hemos pasado de una de cada treinta, a uno de cada tres. Hemos progresado notablemente. En ciencia en el mundo, no hay más de un 20% de mujeres. Hay países y hay áreas donde el número de mujeres no llegan ni siquiera al 10%.

Ahora también crece lentamente, pero en general no ha habido una política que le permita a las mujeres entrar y continuar la carrera en ciencias.

KC: El último libro que acabas de publicar se llama «Luna, el origen, la historia y los mitos que orbitan el satélite terrestre». ¿Por qué elige usted como leit motiv la luna? ¿Qué es lo que le seduce de la luna, siendo que el campo de la astronomía para que se lo defino yo, creo que es indefinible a esta altura?

JM Lo que yo he tratado de explicar, no sé cuánto se entiende de lo que te voy a decir, pero a mí me gusta comunicar la ciencia, pero comunicarla a un nivel básico, yo soy un obsesionado con que el interlocutor entienda, lo que yo estoy diciendo. Yo tengo ganas de llegar al máximo posible de lectores y para eso tengo que tratar de contarle cosas de astronomía que sean lo más simple posible, que estén en los cimientos de la estructura del conocimiento. Si me pongo a hacer un libro de divulgación sobre la supernova de tipo 1A, tendría que explicar un libro de este porte para que el contexto estuviera claro. Yo escribí un libro sobre supernova con un colega, pero creo que adolece del defecto que quien no tenga un contexto adecuado no va entender que miercale es una supernova. Entonces yo me he dedicado a buscar los temas más simples, pero los más simples de modo que de ahí, la señora Juanita o don Lucho, o don Pedro, si leen esto, o una niña o un niño que lo lean, pueden ir avanzando.

KC: Profesor,¿Cuál es su diagnóstico sobre la tecnología el chat GPT, más que nada cómo lo podemos ver dentro de un análisis más racional que irracional de que se nos van a acabar los trabajos, de que los alumnos no van a aprender nada más en las salas de clases? ¿Cómo lo podemos, de acuerdo su visión de vida, esta nueva tecnología que es tan disruptiva, como los teléfonos inteligentes, podríamos decirlo también? ¿Estamos ante una revolución de conocimiento sí o no?

JM: No, yo creo que no. Hay una confusión entre lo que es información y lo que es conocimiento. Mucha gente decía el siglo XXI, es el siglo del conocimiento, no, es el siglo de la información. El conocimiento se forma cuando uno tiene la información y cuando uno analiza, cuando lo estudia y cuando llega a conclusiones sobre esa información, y el chat GPT lo que tiene es que si uno le pregunta cualquier cosa puede acceder a muchos de lo que se ha dicho, a muchos números y muchos resultados que están por ahí dispersos, que a uno le tomaría semana o meses poderlos encontrar, y que el chat GPT lo tiene en la yema de los dedos. Pero simplemente, mira, yo estoy aquí a mi espalda tengo dos estantes con un montón de libros pero ya no me caben libros en los estantes, entonces tengo libros en el suelo que no se ven afortunadamente. Por eso es que yo me pongo grande para que no se vean los libros que están en el suelo. Pero si yo me pongo a buscar datos, por ejemplo, el libro más reciente que escribí sobre la luna, claro, yo busco un libro, miro a algún datito, anotó en un papel, y después busco otro libro y otro libro, y puedo estar toda la tarde mirando, pedacito de 20, 30, 40 libros. Pero yo le pregunto al chat GPT y el chat GPT tiene toda la información de todos los libros que yo tengo a mis espaldas y me lo entrega casi en forma instantánea. A mí me sirve un montón porque me pone en la yema de los dedos una información que a mí me costaría semanas encontrar por mí mismo. Entonces, es lo mismo que Google, cuando uno se pregunta ah y esto, uno le pregunta a Google y Google te da una definición. Yo ando siempre en mi teléfono con el diccionario de la Real Academia, entonces cuando encuentro una palabra media rara, dijo bah y está palabra, le pregunto al diccionario y el diccionario me da la explicación. Antes yo tenía dos tomos del diccionario de la Real Academia, que los tenía en la oficina en Cerro Calán, y entonces si yo quería saber algo, tenía que estar en mi oficina, tomar un tomo, empezar a buscar, pero ya teniéndolo en el celular yo le pregunto al celular y me contesta altiro y si no lo pregunto en Google si no está en la Real Academia. Ahora el chat GPT es otro nivel aun mayor, de más sofisticación.

Pero me parece que a los niños hay que enseñarle a usar el cerebro, hay que enseñarle a pensar y que ojalá que en usar el cerebro. Mira, había una discusión en mi época casi hace 30 años, cuando empezaron a salir las calculadoras, yo aquí tengo en el teléfono una calculadora como tienen todos los teléfonos, entonces si yo quiero multiplicar dos número grandotes lo meto aquí y me sale el resultado altiro, pero si yo multiplico, por decir algo, uno número que es parecido a mil y un número que es parecido a cincuenta, y los multiplico yo sé que me va a salir algo parecido a cincuenta mil, no pueden ser cinco millones, porque mil por cincuenta son cincuenta mil, y si estoy multiplicando 932 coma no sé cuánto, por cincuenta y uno, no sé qué, esto es más o menos mil, son como cincuenta mil, para saber exactamente el número, los tipeo en la calculadora pero yo tengo en la cabeza una idea del resultado. Cuando no tengo la menor idea del resultado, puedo meter las patas pero violentamente con una calculadora.

KC: Profesor, voy a cambiar de tema radicalmente. Solo me quedan dos preguntas. 

¿Qué es para usted la vejez?

JM: Mira la respuesta que te voy a dar. Yo creo que la vejez no existe, la vejez es un estado de ánimo. Si yo un día me siento derrotado, me siento que ya no vale la pena seguir viviendo, que ya he vivido muchos años, es que ya me puse viejo.

Una vez en una entrevista que le hacían a un director de cine, Clint Eastwood, que tenía ochenta y cinco, ochenta y seis años y seguía haciendo películas, todos los años empezaba una nueva película, y le preguntan, bueno, ¿cómo lo hace usted? Y entonces respondió y hay una canción. «Yo no dejo al viejo entrar // I don’t let the old man in”. Si uno no deja entrar al viejo, uno sigue siendo joven. Uno puede ser eternamente joven. La juventud es un estado de ánimo, uno es joven mientras tiene muchos sueños y quiere hacer muchas cosas. Y la vejez viene ya como al declinar, cuando uno vive de recuerdos, no es que antes era mejor porque no sé qué, porque no sé cuánto. Cuando uno se está quejando todo el día es que se hizo viejo porque de joven uno quiere cambiar el mundo, mientras uno quiere cambiar el mundo uno va seguir siendo joven.

KC: Profesor y hablando de libros, ¿Qué libros está leyenda hoy?

JM: Mira, acabo de leer uno que se llama «El mensajero celeste» que es de Neil deGrasse Tyson, que es muy bonito. Me gustó mucho. Y estoy leyendo otro que lo tengo por ahí a mis espaldas, pero no me acuerdo el título, que es de los grandes descubrimientos que cambiaron las ciencias en la primera mitad del siglo XX. Un libro, un poquito picoteo de distinta gente, estaba leyendo a Madame Curie, Madame Curie era una polaca extraordinaria y sufrió toda la discriminación que puede sufrir una mujer pero salió adelante y se echó el mundo al hombro y le fue bastante bien a Madame Curie. Estuve leyendo esa historia. 

Ahora tengo ganas de escribir un libro sobre las mujeres en ciencia que han sido un poquito invisibilizada. Hace poco estaba recordando la historia de Jocelyn Bell, que es una astrónoma norirlandesa que estudiaba en Cambridge y descubrió los púlsares, una estrella super bizarra que había una sospecha de su existencia pero nadie había demostrado que existieran ella las descubrió y cuando descubre ella los púlsares le dieron el Premio Nobel al supervisor de su tesis doctoral y el descubrimiento lo había hecho ella, no lo había hecho el supervisor. Una decisión que la Academia de Ciencia sueca no ha podido explicar nunca, porque omitieron el nombre de Jocelyn Bell del Premio Nobel de Física que le dieron a Antony Hewish y a Martin Ryle. Entonces, la Jocelyn Bell, la Caroline Herschel, y la Henrietta Leavitt que descubrió la relación periodo y luminosidad, cierto tipo de variable.Hay muchas mujeres que han hecho cosas muy bonitas, pero la historia no ha sido muy generosa con ellas.

KC: Ahí lo vamos a estar esperando a usted para que nos haga justicia. Yo le agradezco mucho toda esta conversación.

Me encantaría saber más sobre el espacio y las estrellas, pero reconozco que no le he dedicado tiempo y me faltan tantos conocimientos que ya es imposible lograrlo. Lo interesante es que de todas formas hoy podemos acceder a estas áreas de manera más sencilla, con recursos digitales que nos permiten incluso saborear en algo lo que no pudimos aprender antes. El problema es el tiempo, pero antes, ni siquiera con tiempo teníamos la oportunidad de hacerlo.

Espero llegar a los setenta y cinco años con el mismo temple, energía y curiosidad que José Maza. No me hace mal soñarlo. ¿Me equivoco?

Chaooooooo.

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