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Hola, hola ¿cómo estás? Te doy la bienvenida al programa 82 de Espiral y me harías muy feliz si recomiendas Espiral a tus amigos, me ponen un like donde sea que lo escuches. Eso me ayudaría mucho a llegar a más auditores.

Hoy en el micrófono Espiral tenemos al escritor argentino, Hernán Ronsino, que también es sociólogo. Acaba de obtener el Premio de la Crítica de la Feria del Libro por “Una música” y su ficción, entre la que hay numerosos cuentos y novelas, está marcada por una narrativa íntima, donde de una u otra forma, hay referencias a su Chivilcoy, donde aún viven sus padres. Hernán Ronsino no responde como solemos los seres comunes, se toma su tiempo y le gusta analizar lo que escucha y también, lo que dice. Es lo que decimos, un conversador innato, debe ser por eso, que también escuchó las conversaciones en el taller de autos de su padre y con esa genialidad de algunos escritores, logró con maestría traspasar esos diálogos a su narrativa.

A sus cuarenta y siete años le gusta el mate y si bien las residencias que cursó en Francia y en Suiza le fueron de utilidad, dice que ahora no volvería a ir. Comenzó a leer de verdad, cuando emigró a la capital, a los dieciocho años y eso otorga una luz de esperanza en el sentido que cualquiera puede comenzar a leer tardíamente y convertirse, incluso en escritor. Él es un asiduo visitante de las librerías de viejo, dice que es ahí donde se encuentran los mejores tesoros. Es un lector desordenado, pero no así escritor, toma notas en papelitos, escribe en papel y después con una estructura definida comienza a escribir. Le enojan las injusticias, dice que su mayor lujo es la familia y dice sentirse de los mismos cuarenta y siete años que tiene.

Recuento personal

Si bien me fascina dar talleres de lectura, siento que me están consumiendo. No sé si me estoy organizando mal, o exigiendo demasiado, no sé. Pero tengo claro que no puedo continuar así, porque ya no tengo cabeza, tiempo ni ganas de sentarme a escribir. Por eso me propuse cambiar el sistema, y voy a dejar preparada dos clases de inmediato. El punto es que me toma mucho más tiempo del que yo calculo.

Estuve como presentadora en el lanzamiento de la novela “El baile de la abuela muerta” de Elvira Malamud. Fue una instancia preciosa sobre todo porque la trama me tocó en lo más profundo, es la historia de su familia, ya sea cierta o no, que emigró ¿o escapó? De Bielorrusia y Besarabia cuando estaba a punto de caer el imperio zarista. Te lo recomiendo. Ahora vamos con la entrevista a Hernán Ronsino, un escritor que vale la pena leer.

ENTREVISTA HERNÁN ROSINO

KC: Hola, Hernán ¿Cómo estás? 

HR: ¿Qué tal, Karen? ¿Cómo estás? 

KC: Muy bien, muy feliz de estar aquí contigo. La pregunta que le hago a todos mis entrevistados aquí en Espiral es ¿En qué te interrumpí? ¿Qué estabas haciendo antes de conectarte al nuevo teléfono que es Zoom? 

HR: En la mañana en general, que es la hora en la que estamos hablando, tengo un rato de tiempo para trabajar en la escritura, para preparar clases. Estaba un poco en eso. Pero no es ninguna interrupción hablar con vos, para nada. 

KC: Eres un escritor que ha seguido una ruta bastante peculiar podríamos decir. Estuve indagando sobre ti, con tus historias preciosas. Naciste hace cuarenta y siete años en Chivilcoy ¡qué nombre más lindo! 

HR: Sí, nombre de raíz mapuche. 

KC: Algo con el agua ¿no? 

HR: Exactamente, lugar donde abunda el agua. Esa es un poco la definición. 

KC: ¿Y abunda el agua?

HR: Hay un río que pasa cerca y que me imagino, para la época en la se nombró esa zona, era más importante de lo que es ahora. Pero es un río que cruza casi toda la provincia de Buenos Aires. 

KC: A los dieciocho años te desarráigate, podríamos decir, te fuiste a la capital a Buenos Aires. 

HR: Exacto.

KC: ¿Qué recuerdas de ese cambio en ciento ochenta grados? 

HR: Bueno, terminé la escuela secundaria, la escuela media como dicen ustedes, y me vine a estudiar a Buenos Aires. Si querías seguir una carrera no había otra opción que irte a las grandes ciudades como Buenos Aires, La Plata, Rosario. Yo vine a Buenos Aires porque acá estaban mis hermanos también que ya se habían venido. Y me vine a estudiar el Ciencias Económicas, la carrera de contador público o administración de empresas, todo eso. Nada que ver con las letras y tampoco con lo que después finalmente estudié, que fue sociología. Pero hice tres años la carrera de contador público, y ese tiempo fue donde me parece más influyó o más pensé en esta cuestión del desarraigo. Muchos amigos míos de la escuela en ese tiempo se volvieron a Chivilcoy. Adaptarse a Buenos Aires, vivir acá, era bastante difícil, yo seguí estudiando hasta que se me produjo un quiebre donde me di cuenta que la carrera que estaba estudiando, finalmente, después iba a vivir de eso y no me hacía mucha ilusión eso. Entonces me cambié a sociología y curiosamente una de las cosas que dispara, hay situaciones que disparan los cambios, son situaciones más superficiales, pero que están sostenidas por un gran movimiento de fondo y recuerdo que vi con un amigo un documental sobre la vida de Cortázar que se daba por esos años, en el año 96 por ahí, y yo nunca había tenido esa información, descubrí que Cortázar había vivido cinco años en Chivilcoy, en mi ciudad. Había enseñado como profesor ahí, antes de irse a Francia. Y haber descubierto eso, que Cortázar, un autor que yo estaba leyendo, que estaba investigando un poco, había vivido en mi ciudad, me sacudió. Había caminado por los mismos lugares que yo había crecido. De hecho, yo festejé mi cumpleaños de ocho años en la pensión donde vivió Cortázar. 

KC: Pero Cortázar no fue muy querido en su época, parece.

HR: En Chivilcoy no. Se tuvo que ir. De hecho, pidió el traslado a Mendoza, porque no era muy querido en Chivilcoy. Pero quiero decir, que esas casualidades me impresionaron mucho y me motivaron a darle más lugar a la escritura. Yo ya quería un cambio y en esas crisis uno se aferra a cualquier cosa, ah, Cortázar vivió en Chivilcoy. No tiene nada que ver, pero son cosas que me movilizaron a ponerme a estudiar otras carreras nada que ver con contador público. Y fue un cambio muy importante y ahí empezó a aparecer fuertemente la escritura, para pensar esta idea que vos decís del desarraigo. 

KC: Claro que es un temazo en tu obra.

HR: Sí, en los primeros libros fundamentalmente se trabaja ese territorio perdido.

KC: Y también en el último. De una u otra manera también hay un desarraigo. Desarraigo, no solo en la tierra. 

HR: Es verdad, hay un cambio de vida.

KC: Claro. La palabra, desarraigo uno tiende a vincularla con la locación física, pero muchas veces no nos movemos de donde estamos y estamos desarraigados de todas formas. 

HR: Sin duda, sí, efectivamente. 

KC: En la revista Anfibia. Leí sobre ti y citó: «De los modos de contar de su padre, de la biblioteca que silenciosamente fue construyendo su madre en un lento proceso de acumulación, al que se sumaron muchas otras cosas, nació su deseo por leer y contar. Así, a poco fue Ronsino convirtiéndose en escritor». ¿Fue así?

HR: Está esa fuerte influencia de los dos. De mi padre encarnando la tradición oral. Efectivamente, él todavía sigue teniendo un taller de autos, donde arregla autos y todo eso. Y ahí pasa mucha gente y pasan muchos tonos. Yo de chico disfrutaba enormemente cuando la gente llegaba, se quedaba a tomar mate, traían historias que contar, los problemas que tenían y las maneras de contar de la gente que desfilaba por ahí, a mí me fascinaba. Y mi padre, además es un gran contador de historias, eso creo que me impresionó mucho también en despertar un deseo de contar. 

Y por el otro lado, mi mamá que era maestra, que en su adolescencia hasta los 20 años más o menos, incluso escribió poesía. Hace unos años me compartió un cuaderno de esa época donde tenía algunos poemas de ella, también poemas copiados de otros poetas, como Delmira Agustini, una poeta uruguaya extraordinaria. Fue un lindo momento ese, el de leer esa escritura de mi madre, de otra época. 

Sin duda, eso está en el fondo, pero después hay muchas otras cosas. Eso puede estar en muchos también, esas influencias. Siempre hay influencias de la familia directas o indirectas, por una influencia positiva o por una reacción. Pero después hay otra cosa en el hecho de lanzarse a escribir, también están las lecturas que uno haga, y la mirada que uno vaya modelando, una búsqueda de vida digamos. No se explica, creo, solamente el hecho de ponerse a escribir por esas influencias familiares, hay una búsqueda y una elección por escribir también, que es como una afirmación, “bueno quiero hacer esto”. Hay muchas variables que disparan eso. 

KC: No sé dónde lo escuché, lo leí, lo vi indagando sobre ti, ojalá que lo diga bien, pero eres un lector tardío en el sentido que dices que empezaste a leer recién a los dieciocho años. 

HR: Sí, efectivamente, cuando me vine a Buenos Aires. En ese sentido, sí, en esa etapa que te decía de la crisis que estaba teniendo entre la carrera que estudiaba y lo que quería hacer, ahí apareció la lectura y la escritura. 

KC: Claro, pero es interesante porque estábamos conversando de la biblioteca que tenías en tu casa, pero me imagino que esto se refiere a que empezaste a leer, es como a leer, como diríamos en buen chileno, en serio. Antes debes haber leído, pero no con el mismo sentido ni compromiso, ni con la misma indagación ¿O simplemente comenzaste a leer libros? 

HR: No, comencé a ser lector, que sería esto de leer en serio como decís vos o leer por placer, mejor. Comencé a tener la necesidad de buscar libros y de leerlos por cuenta propia, sin la obligación. Sin duda, leía libros para la escuela. A mí me gustaba mucho la historia también, pero así, esa sensación de que hay algo que me está movilizando acá, que es distinto a las formas de leer anteriores, eso lo empecé a sentir más o menos a esa edad. No soy un lector temprano en el sentido que se leían toda la literatura clásica infantil a los diez, doce años. No, a esa edad solo leía lo que me proponía la escuela y como una obligación casi. 

KC: ¿Y recuerdas esas primeras lecturas? ¿por dónde comenzó esta aventura? 

HR: Sí. Mira Gabriel García Márquez, Julio Cortázar. «Relato de un náufrago» recuerdo, de García Márquez, fue uno de esos primeros libros donde estaba leyendo, creo que había un mundial en ese momento, y yo preferí, fíjate vos la elección que hice que fue para mí un montón eso, preferí seguir leyendo, terminar de leer el libro a ir corriendo a ver el partido del Mundial.

KC: Eso es mucho decir.

HR: Eso era un montón. Y jugaba Argentina con Maradona. Y yo después fui a ver el partido, el segundo tiempo, pero yo quería terminar el libro. Eso no me había pasado nunca, que la lectura y la escritura se impongan por otras cosas, sobre otras cosas. 

KC: Es interesante. 

HR: Después vinieron otros autores obviamente. Con García Márquez y Cortázar se abrió un camino. 

KC: Es muy interesante lo que cuentas porque uno tiende a pensar que los escritores son estos lectores tempranos, ávidos de pequeños. 

HR: Claro.

KC: Tú empezaste tarde en este camino y después, cuando ya comenzaste entre lectura y escritura, no has dado un respiro. Gracias a D*os digo yo, que te tenemos aquí porque realmente es una sinfonía. 

Ahora, volviendo a esto de la oralidad de escuchar, me recuerda mucho a William Faulkner, a Saul Bellow. Ahora también en «Panza de burro» de Andrea Abreu, es un ejemplo de cómo escribir las conversaciones y trasladarlas a la palabra escrita. Me pregunto ¿Cuáles son los desafíos de traspasar algo que está en el aire, que son ondas, a inmortalizado en un papel? ¿Cómo lo logras? 

HR: Bueno, es muy difícil el tema de trabajar con la oralidad y reproducir diálogos. Es una de las cosas más complejas, me parece. Porque mira, yendo a algunos de los primeros textos que escribí, que se lo mostré a mi hermano mayor que es pintor, y que de alguna manera él fue quien nos fue abriendo el camino del arte para a mí y a mi otro hermano. Y yo cuando escribí mi primer texto, recuerdo de ficción, se lo mostré a él, se los tenía que mostrar, era la referencia artística cercana que tenía y lo que me dijo fue, ¿Por qué los personajes hablan como viejos? me dice. Porque yo estaba reproduciendo diálogos que decían habíase, ese español antiguo, que era lo que había leído. Entonces eso fue un sacudón impresionante, porque yo estaba copiando lo que estaba leyendo en ese momento y me hizo pensar ese pequeño comentario. que me podría haber molestado porque le digo te estoy mostrando un texto y me decís esto, pero en el fondo me hizo pensar mucho sobre las maneras de hablar, ¿Qué reproducimos en la oralidad? ¿Qué narramos? Y en ese sentido, yo tengo una idea de no calcar los relatos orales, sino que la oralidad tiene que producir un efecto dentro de un artefacto estético que uno va construyendo. Tiene que haber un efecto de oralidad, pero no una transcripción textual del diálogo. 

KC: Perfecto.

HR:  Eso sería la idea. 

KC: Y esta oralidad que tiene su base en el taller de autos de tu padre – que ya sé que no tienes este amor por los autos y que tu padre también repara autos antiguos- tengo que tener cuidado entonces si te tengo al lado en un café porque vas a estar escuchando las conversaciones ¿o no? 

HR: No, porque uno trabaja con lo que está sedimentado. No es que haya una escucha distinta a la de cualquier persona. Te quedan cosas y después, en algún momento aparecen, aparecen cuando menos lo esperas también. Y te preguntas ¿De dónde me vino esto? No es que uno sea una máquina, un algoritmo que está capturando todo el tiempo cosas, sino que, eso es lo más lindo de la escritura, que hay una zona inconsciente que va procesando ese deseo de escritura y que aparece en la escritura cuando menos lo esperas. La escritura puramente planificada es una escritura que se vuelve un poco plana, hay algo de lo inconsciente que brota en el proceso de escritura y después uno lo modela, lo repiensa, lo ubica. 

KC: Pero hablando de lo inconsciente, del proceso escritura, y aquí te vas a reír, mira, estoy ordenando mis notas y yo misma casi me río de lo que encontré en una entrevista que diste hace, podría decir, diez, quince años en Audiovideoteca de escritores. Eras jovencito. 

HR: Sí, hace muchos años. 

KC: Y no sé si recuerdas lo que dijiste, pero dijiste que tomas notas de manera dispersa, en papeles, en cuadernitos, en libretas, pero que al momento de sentarte a escribir necesitas una estructura. Subrayo que fue hace muchos años, por lo tanto, quizás eso ya cambió. 

HR: No, pero es así lo que digo, es que la estructura es un marco, pero si no aparece lo inesperado, esa estructura no cobra vida. A eso me refiero. Una cosa es la estructura, la planificación, por ejemplo, creo que en esa entrevista me refería a la novela «Glaxon» que es una novela – que también está publicada en Chile por Cuneta -y tiene cuatro voces que hablan, son cuatro voces distintas, en distintas épocas, eso lo tenía estructurado. Ahora, cómo van a hablar, qué va a pasar, qué van a decir, eso no se puede planificar, aparece y le da vida al monólogo que quieres armar. Lo pienso como dos elementos distintos uno es la necesidad de, cuando quieres cercar un terreno bueno, voy a trabajar adentro de este terreno, pero después lo que pase adentro es inesperado. Tiene que ser inesperado porque si no, no tiene gracia. 

KC: Absolutamente, o sea, al final tú estás diciendo cómo enfrentas el proceso de la escritura bajo un marco y es dentro de ese marco que se puede dar el caos.

HR: Exacto. Más que caos, lo inesperado. 

KC: Exacto, lo inesperado. Y hablando de Chile, me imagino que para ti debe ser o fue inesperado casarte con una chilena.

HR: Estás muy bien informada. 

KC: Espero, lo intento. Y esa chilena te dio una hija. 

HR: Sí. 

KC: Y fuiste con ellas a una residencia en Zúrich, en el Writers in residence, invitado por

el, no puedo decir el nombre, pero Literaturhhaus de Zúrich. Hay una historia muy divertida en eso, también escuché que te llegó al spam esa invitación. 

HR: Es verdad, sí. Eso fue maravilloso. Mi hija era muy chiquitita, tenía un año y medio cuando llegó esa invitación y fue todo un desafío para nosotros. Eran seis meses, ir seis meses a Zúrich y con la niña tan pequeña y con toda esa movida que suponía ir en familia. Por suerte lo hicimos, fue hermoso, fue una experiencia muy linda. Y ahí apareció además la escritura de «Cameron», una novelita breve anterior a «Una música». 

Fue duro el invierno de allá al principio, nos tocó un invierno durísimo en enero y febrero. Nos fuimos de Buenos Aires con cuarenta grados y llegamos allá con la ciudad tapada de nieve. Y sabes que hay mucho de ese desplazamiento y de ese cambio de paisaje, y de ese cambio temperatura, de todo el entorno, aparece un poco en forma casi como de sueño, por momentos pesadillezco, en la trama de «Cameron», esa novela que también publicó Hueders hace unos años en Chile. Pero fue una experiencia hermosa, fue impresionante todo lo que pasó ahí. 

KC: Porque también estuviste en otra residencia en Francia, donde residía Marguerite Yourcenar. Y mi pregunta va, en realidad que estuve pensando sobre esto, ¿qué importancia, o qué trascendencia en realidad, o qué rol han tenido las residencias en tu proceso como escritor?


HR: Sí, mira, pensé mucho sobre eso porque la primera experiencia en el norte de Francia era cerquita de Lille, es un pequeño pueblito, Mont Noir, era una casa de campo de Marguerite Yourcenar que se transformó en residencia, era una casa enorme en medio del campo, preciosa. Y los invitados eran tres, convivíamos tres autores de distintos países durante un mes. A mí me tocó con una escritora francesa y un escritor turco durante un mes. Y a mí me costó muchísimo esa experiencia, de hecho, no escribí nada.

KC: No te puedo creer. 

HR: No escribí nada porque hablo muy poquito inglés, no hablo francés y me tiré un poco a la pileta, fui y tuve que convivir con dos palitos, dos palabras e inventamos una lengua entre los tres que era la lengua margarito, le decíamos, en donde usábamos palabras en italiano, en inglés, en español, en francés y armábamos una comunicación que se dio maravillosa y que yo ahora a la distancia, recuerdo la intensidad de los momentos que compartimos y en ninguno de esos momentos la lengua fue un problema, en el recuerdo, hay algo que se sobrepuso a esa dificultad de comunicación que podía existir al principio. Recorrimos muchas zonas, la fundación que nos llevó, nos llevaba a escuelas, a bibliotecas y recorrimos toda esa zona del norte de Francia y parte de Bélgica, y es allí donde yo conocí la ciudad de Ostende que aparece en «Una música», es por esa experiencia. Pero en cuanto a la escritura, yo no escribí nada. Y lo que te decía que pensé un poco sobre estas experiencias tiene que ver con, bueno, en Suiza estaba en familia, y yo siento que uno necesita escribir, por lo menos a mí me pasa, y en mi forma de escritura, en su entorno, en un entorno familiar y con cierta rutina de escritura. Irme tan lejos para escribir es algo que en la experiencia francesa de Marguerite Yourcenar no me funcionó. Es curioso eso. Tenía todo el tiempo, solo tenía que escribir, pero me faltaba algo muy importante. La conclusión interesante que uno puede tener es: se escribe con el ruido de lo cotidiano, se escribe con los conflictos cotidianos, se escribe con esa esa rutina. Si te alejas mucho bajo la idea ideal de tener todo el tiempo del mundo algo no está funcionando, por lo menos a mí.

KC: Claro, pero ahora estoy pensando, nosotros somos bastante duros en ese sentido, porque tú escribiste ahí, escribiste otra historia, escribiste de otra manera, recabaste recuerdos y todo eso después, se volcó en una narración. 

HR: Sí. 

KC: Quizás que, si tú nunca hubieras ido ahí, no hubieras visto tampoco «Una música».

HR: Claro, sin dudas, eso sí. Pero me refiero a la etapa puntual de escritura misma. Sí para mí, como dices, la escritura supone varias etapas no es solamente el hecho de ponerse a escribir. A veces lo pongo en paralelo con el trabajo de una filmación, de una película, cuando se buscan locaciones para filmar, cuando se piensa en un actor, quién va a ser este papel, hay todo un trabajo de preproducción antes de filmar en sí, me parece que en la escritura pasa algo parecido. Y por eso mismo digo, no existe la idea, para mí, de la página en blanco cuando uno hace previamente todo ese trabajo. Porque si te quieres poner a escribir sin haber pensado antes o haber indagado o armar ese plan que decíamos, una guía, la escritura no te va a salir o te vas a chocar una pared, esa idea de la página en blanco. Pero a mí me sirve hacer todo un trabajo previo para que pueda aparecer, lo que decíamos antes, lo impensado. 

KC: ¿Entonces no volverías a ir a una residencia?

HR: Yo creo que no.

KC: Hay un tema que te escuché con Hinde Pomeraniec, en Vidas Prestadas, sobre la industrialización de la escritura y te prometo que cuando lo escuché, dije, “ah”. Y también ahí, no logro recordar las palabras exactas que dijo Hinde, pero que también al final somos todos víctimas hoy en día, lectores de la novedad ¿Lograste salir, logras salir o intenta salir de esta industrialización y en el fondo, de esta dictadura de la novedad?

HR: Mira a mí, y eso me parece que es algo que la carrera de sociología – yo estudié sociología finalmente después de haberme cambiado de contador- y la carrera de sociología a mí me formó fuertemente en la lectura de tradiciones, de corrientes clásicas. Me dio una mirada sobre el pasado también y sobre las tradiciones fuertemente que opera también en la lectura de literatura, y en ese sentido estoy con una mirada puesta, por un lado, me interesa mucho lo que se publica hoy en día. En Latinoamérica están pasando cosas, apareciendo autoras, autores extraordinarios. Estoy muy atento a lo que se escribe hoy. Pero también estoy con otro ojo en esos autores que quedan olvidados, a mí me interesa estar pensando ahí. Por ejemplo, hace poco me llegó un libro, creo que lo sacó Overol de un autor chileno, Andrés Gallardo, me parece que es el nombre, ahora no lo tengo a mano, me parece extraordinario. Una novela que sacó Overol y es un rescate de ese autor, que está un poco corrido del reconocimiento, de la circulación, y me pareció un autor extraordinario. También descubrí hace un tiempo a otro autor chileno que me impresionó su historia y lo que escribió, que es Gómez Morel, es un autor que publicó «El río», una novela. 

KC: Perdón, los que nos están escuchando hoy es un libro extraordinario, pero durísimo. 

HR: Durísimo, sí, la vida de él un poco aparece ahí retratada, en ese libro, en esa trilogía que armó con «La ciudad». Pero a mí me pareció un autor impresionante. Son huellas de obras que a veces quedan ahí y el antídoto me parece para no quedar atrapado en la novedad – que hay que leerla también- sin duda, es mirar atrás también. 

KC: Pero en ese sentido, mirar atrás y esto lo digo para el lector común. Es difícil saber cómo mirar atrás, descubrir lo que está ahí amontonado en los libreros San Diego acá en Chile y allá en Buenos Aires, no sé el nombre de la calle, pero sé que hay libros de segunda, ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo llegas a los tesoros? 

HR: A mí me encanta ir a libros de usados, a las ferias de Parque Centenario- Parque Rivadavia. Hay librerías de usados en distintos lugares de la ciudad, y ahí están todas las recomendaciones de los libreros, están las lecturas que uno puede hacer también y están las referencias a un autor. Entonces, cuando te lo encuentras, aparece, hay una atención puesta a lo que pasó también y a la búsqueda. A veces se da de casualidad el encuentro con un autor. A mí Andrés Gallardo me llegó de regalo y cuando lo leí quise saber más de ese autor. Y en este caso era también una novedad porque fue un rescate de un autor que había quedado en el tiempo. 

En esa charla con Hinde yo hablaba de una autora tucumana que se está empezando a reeditar de a poco acá en Argentina, que es Elvira Orphée, que también la recomiendo para los lectores chilenos. Es una autora de provincia que escribió una novela muy importante y cercana a Manuel Puig, en algún punto hablando de la oralidad, de lo qué hace con la oralidad, de cómo construye los universos femeninos de provincia en la década del 60 más o menos. Es una autora muy impresionante. Esas cosas que uno va descubriendo, hay una pasión también por descubrir esos autores.

KC: Hernán, haciendo clic mi cerebro. No sé, yo creo que estuviste presente o lo escuchaste a Martín Kohan, en la charla inaugural.

HR: No estuve, no escuché la charla. 

KC: Bueno, yo te voy a dar una síntesis, que no estoy siendo justa quizás, pero ojalá lo escuches, esta en YouTube. Pero él habla de la otra Feria del Libro que es más importante, que es justamente de los libreros que están vendiendo los libros de segunda mano, los libros de viejos que se llaman.

HR: Claro que están en frente de La Rural, donde se hace la feria de Buenos Aires. 

KC: Exacto. Y desgraciadamente en la ciudad moderna, ahí me acuerdo de Monsiváis, un poco, nos cuesta movilizarnos, cuesta salir de donde uno vive, de la burbuja de uno, recorrer, tocar, cada vez nos cuesta más tocar, cada vez nos cuesta más comunicarnos con un otro y es quizás una oportunidad a todos los que nos están escuchando a atreverse, a salir de esta dictadura del hoy, ir hacia un ayer. Y justamente te pregunto en este mundo que vivimos tan interesante encuentro, no tengo nada contra el mundo contemporáneo ni en lo más mínimo, más mediático y con estas redes sociales. Estuve viendo tu Instagram y es una cuenta cerrada, tienes más que nada, 1.699 seguidores al día de ayer, no sé o que antes de ayer quizás, y tu Twitter con 638 ¿Cuál es tu vínculo, tu relación con las redes sociales? ¿Y por qué deseas tener una cuenta cerrada en Instagram, por ejemplo? 

HR: Sí, mira dijiste muchas cosas antes también que me quedé pensando antes de ir y pensaba en la idea de salir a explorar la ciudad también, esto de caminar, de explorar la ciudad cuando uno sale y transita por un camino distinto al que hace habitualmente, y descubre cosas todo el tiempo. Y la ciudad todavía sigue siendo un territorio en la medida si la recorremos no repitiendo la rutina y los movimientos, si la recorremos explorándola, podemos encontrar al otro y podemos descubrir cosas, entre ellos a mí me pasa que descubro librerías de usados que no conocía y me meto y siempre salgo con algún libro nuevo viejo. Yo tampoco estoy en contra en el sentido de lo hiper contemporáneo, pero sí lo pienso críticamente, que es otra cosa, pensarlo críticamente y volver y abrir espacios.

KC: Sale lo sociólogo ahí. 

HR: Claro. Y abrir espacios que por ahí en el híper presente o la tiranía de lo virtual clausura. Hay espacios que se entienden a clausurar y que tienden a desaparecer tanto en el terreno físico de la ciudad como en la exploración de autores, como decíamos antes. Entonces mi vínculo con lo virtual es un vínculo que no busco hacer carrera ahí, de tener muchos seguidores ni nada de eso, simplemente observar las novedades y comunicarme con gente puntual, pero nada más.

KC: ¿Y cómo ves el tema que nos está agobiando a todos sobre la inteligencia artificial, sobre el chat GPT? ¿Cómo lo ves? ¿Cómo lo estás experimentando hoy? 

HR: Bueno, yo soy bastante anacrónico en relación a los grandes cambios que llegan, siempre los miro primero con desconfianza, no voy corriendo detrás de la novedad, después voy asimilando las cosas que me interesan asimilar. Pero – en general, con la virtualidad, con la tecnología, con todo eso, me ha pasado así – esta cuestión de la inteligencia artificial, la cuestión de los algoritmos, hay trabajos filosóficos de Byung-Chul Han, por ejemplo, muy interesante sobre esto que decías antes, la dificultad de encontrarte con el otro. Chul Han ha pensado fuerte esto de la desaparición del otro, de la negación del otro y que vivimos en esta idea de burbujas, y de burbujas virtuales cada vez más. ¿Cuál es el punto en el que dejamos de tener control de nuestros movimientos de algún modo y cuándo empezamos a ser controlado por algo que desconocemos? Los algoritmos están operando en la vida cotidiana, y esto de la inteligencia artificial me parece que es una vuelta de tuerca mucho más compleja, porque si ya esta época puso en duda la idea de la verdad, se corrió la idea de la verdad, ya no importa que sea verdad, importa, como dice Carrión, que sea viral. No me importa que sea verdad, importa que sea viral. La inteligencia artificial va a potenciar eso y no sabemos qué efectos puede tener, entonces siempre me voy a refugiar en un rinconcito anacrónico para poder pensar todo esto, este tsunami que es la revolución virtual tecnológica y de la vida cotidiana.  No sé si te contesté tu plenamente la pregunta, pero soy poco esperanzador de los efectos que pueden traer eso. 

KC: Sí me la contestaste. Quisiera que me hubieras dado una respuesta más positiva, es realista, pero a la vez sería interesante sentarte a conversar con escritores que están trabajando en base a eso y así se nos abren los mundos, se nos abren las posibilidades. Mi posición es que la tecnología es y va a estar para quedarse y que necesitamos vivir con esto de una manera más inteligente quizás, distinta. 

HR: Sin duda eso va a estar, el tema es cómo se controla, cómo se administra y si eso va a tener como efecto una profundización de las desigualdades existentes.

KC: De todas maneras. 

HR: Porque la tecnología de acuerdo a cómo se la maneje. No es inocente, de acuerdo a cómo se la administre, cómo se la ordene, puede potenciar desigualdades. 

KC: Pero te voy a confesar algo, anoche- me gusta jugar mucho GPT y le escribí, “hola, ¿Cómo estás? ¿Me puedes contar los principales hitos de la vida de Hernán Ramón Rosino?”- y me contestó: “Disculpa, no estoy autorizada”, creo que tomó el rol de mujer femenino, “para hablar sobre la vida de otros”. 

HR: Mira.

KC: Después le hice otra pregunta sobre ti, cuáles han sido las mejores entrevistas que has dado y me dijo “tampoco estoy autorizada para eso, pero te sugiero que mires blogs, podcasts, etcétera”. Así que te tengo que decir que ahí no me fue bien. 

HR: Bueno, pero ese borde ético es muy frágil en el mundo tecnológico y recién empieza esto. La tecnología no tiene ética, es una herramienta, por eso digo cómo va a ser usado y en qué pacto, porque acá la humanidad va a tener que hacer un pacto de cómo usarlo también porque puede llegar a zonas muy delicadas, de intimidad, de exposición y de mentira, de construcción de realidades que no existen.

KC: Eres un escritor lento porque te tomas tu tiempo para escribir, y eso es una gran cosa hoy. 

HR: Sí. 

KC: Me imagino que eso tu editor ya lo sabe y te lo respeta, aunque también me imagino que tú sientes la presión porque, por ejemplo, el 2014 que empezaste con «Una música», la reescribiste completamente y bueno, recién hace unos meses la tuvimos entre nosotros, en nuestras manos como ejemplar. Te gusta tomarte el tiempo ¿no? ¿o no podrías escribir de otra forma? 

HR: Sí, pero no podría escribir de otra forma, no es un regodeo en el tomarse el tiempo, ni siento la presión por terminar el libro. Sí me gusta terminar los proyectos y cerrarlos, pero es justamente con «Una música», donde yo terminé una primera versión, pero sinceramente no funcionaba, no me gustaba como había quedado. Yo creo que pude reescribirla y volver hacerla porque era mi quinta novela siento, porque en las primeras, no sé si hubiera tenido la voluntad de volver a empezar sobre la misma historia escrita y no sé si lo hubiera publicado con esa primera versión. Creo que el tiempo me ayudó para encontrar la historia, finalmente eso fue. El contraejemplo sería «Cameron» que le escribí en dos meses. 

KC: Ese sí que fue veloz. 

HR: Fue veloz. Pero en general me tomo mi tiempo para sentir. Jugando con el título de la novela, que la novela funciona rítmicamente, funciona musicalmente también, que para mí eso es fundamental.

KC: ¿Y eres músico? 

HR: No, lamentablemente no.  

KC: Porque nombras el ritmo, la oralidad, la música, tienes una novela que se llama «Una música», es músico el protagonista. 

HR:  No soy músico, pero sí creo que la escritura está fuertemente conectada con el sonido, lo mismo la poesía. Hace unas semanas creo, estuvo Raúl Zurita acá en la Feria del Libro y leyó poemas y es impresionante, es conmovedor escucharlo a Zurita. Son como canciones sus poemas, la manera de decirlo, lo que atraviesa su poesía. Me parece que la musicalidad está en la lengua, creo que a eso debe aspirar la construcción de un texto. 

KC: Hernán vámonos al hoy, dos preguntas antes de ir a nuestro cuestionario Espiral. 

¿Qué estás leyendo hoy y en qué estás trabajando? 

HR: Soy muy desordenado para leer, tengo miles de cosas. Estoy leyendo un ensayo, a mí me interesa mucho leer ensayos sobre cómo se construye un texto, cómo lo piensan, cómo piensan la trama. Estoy leyendo un filósofo del siglo XVIII más o menos, que escribió un ensayo sobre la estética se llama Dilthey. Es un ensayo sobre la estética donde retoma los principios de Aristóteles y los reformula y piensa sobre la poética, la estética. Pero después, más cercano en el tiempo, acaba de salir un libro de cuentos de una autora joven que ya tiene una novela anterior, se llama Luciana Czudnowski, es un libro de cuentos que me lo traje de la Feria del Libro. Ahora está la Feria del Libro acá en Buenos Aires, que dura tres semanas, un montón de tiempo y me traje, esta es una novedad de Luciana, una autora que leí hizo su novela anterior, que se llama «Chuan», que es la historia de una familia de chinos que tienen un supermercado en un barrio de Buenos Aires, viste que en Buenos Aires hay supermercados de familias chinas por todos los barrios y ya es una tradición en la ciudad tener un supermercado chino en cada barrio, casi en cada cuadra muchas veces. Y bueno, Luciana Czudnowski escribe esa novela que se llama «Chuan» que me había gustado mucho y ahora salió un libro de cuentos que se llama «Anti- Miriam» y lo estoy empezando a leer en estos días. Y también estoy leyendo, después de haberlo escuchado Zurita, conseguí los ensayos de Raúl Zurita que salieron el año pasado allá en Chile, me parece que el año pasado salieron. Son extraordinarios los ensayos de Zurita, que los sacó Random House así que se consigue seguro en todas las librerías de Chile. Eso estoy leyendo por ahora. 

KC: ¿Y trabajando?

HR: Estoy empezando a darle lugar, tomando apuntes, bocetos, a una idea de novela, pero muy lentamente, tirando de la punta del ovillo para ver qué sale, vamos a ver. 

KC: Espero que salga, que salga pronto para seguir teniendo novedades tuyas, aunque no nos convirtamos en víctimas de la novedad, pero hay novedades buenas que leer a veces. ¿Y tienes este problema qué compras más libros de los que eres capaz de leer?

HR: Hablando de las tecnologías, mira lo que incorporé es el Ebook, y ahí hay un acceso a los libros de otra manera también. Compro, pero no tan desmedidamente en papel. Me gusta tener libros de papel. De hecho, parece una contradicción, pero ayer me traje cinco libros de una librería de usados de Humberto Constantini, es un autor argentino que se tuvo que exiliar en dictadura, tiene una obra muy interesante. Y yo tenía dos o tres libros de Constantini, y en una librería de usados me encontré cinco libros de él y no perdí la oportunidad y me los traje. Recomiendo si pueden conseguir en Chile una novela extraordinaria sobre la dictadura en Argentina que se llama «La larga noche», Francisco Sanctis hizo una película sobre esa novela hace unos años que creo que ganó el premio del Festival de Cine de Buenos Aires. Una gran película basada en la novela de Humberto Constantini.

KC: Ahora como te dije, vamos a ir al cuestionario Espiral, que es simplemente, yo te menciono la pregunta y tú con una frase muy cortita, respondes.

HR: Dale.

KC: Vamos al cuestionario Espiral ¿tu mayor miedo? 

HR: “Uy”, esa puede ser la respuesta, “Uy”. 

KC: ¿Lo que más te molesta de ti mismo? 

HR: Que difícil. Preocuparme demasiado a veces de algunas cosas. 

KC: ¿Y en los demás? 

HR: El egoísmo. 

KC: ¿A qué escritor o escritora viva o vivo admiras?

HR: Hay muchos, me gusta lo que hace, me interesa y lo sigo cuando sale algún libro de Karl Ove Knausgård.

KC: ¿Y muerto?

HR: Voy a decir el primero que se me viene a la cabeza, es más complicado decir el de muerto porque hay más, pero Samuel Beckett. 

KC: ¿Hoy qué desayunaste? 

HR: Hoy tomé un café.

KC: ¿Y a qué hora fue la última vez que comiste anoche? 

HR: No sé, a las nueve. 

KC: ¿Haces deporte? 

HR: Sí, juego el tenis y hago natación. 

KC: ¿Agenda de papel, electrónica o ninguna? 

HR: Agenda de papel y un poco electrónica pero más de papel. 

KC: ¿Cuál es tu mayor vicio? 

HR: El asado. 

KC: ¿Cuándo mientes? 

HR: Cuando hay alguna situación injusta. 

KC: ¿Quién ha sido la mayor influencia en tu vida? 

HR: Mis padres. 

KC: ¿Ayer cuándo te sentiste feliz? 

HR: Cuando mi hija me mostró un tema que tocaba en la guitarra.

KC: ¿Cuántos años tiene tu hija hoy? 

HR: Siete.

KC: Antes de acostarte, siempre. 

HR: Leo un libro. 

KC: ¿Qué te hace reír? 

HR: Me hace reír los chistes tontos, malos. 

KC: ¿Té, café o agua? 

HR: Mate

KC: Guau, eso no me lo habían dicho. ¿Azúcar o endulzante? 

HR: Endulzante.

KC: ¿Cerveza, blanco o tinto? 

HR: El tinto. 

KC: TikTok ¿es?

HR: No sé qué decir, no lo conozco. O sea, sé qué es, pero no tengo una definición. 

KC: ¿De qué edad te sientes hoy? 

HR: De 47. 

KC: ¿Has sentido odio? 

HR: Y qué sé yo, por ahí sí, cuando hay una situación injusta. 

KC: ¿Qué te hace enojar? 

HR: La injusticia. 

KC: ¿Cuál es tu mayor lujo? 

HR: Mi mayor lujo es estar en familia. 

KC: ¿Selfies?

HR: No.

KC: ¿Qué es lo más aventurero que has hecho?

HR: Haberme perdido en un cerro en San Martín de los Andes. 

KC: ¿Eres de Mac o PC? 

HR: De PC. 

KC: Se dice 99% de trabajo y 1% de inspiración ¿En tu caso sería?

HR: Esa mezcla está bien, no sé el porcentaje. 

KC:  Un consejo para escritores que recién comienzan.

HR: Que lean y que estén atentos a lo que pasa a los otros, estar atentos a los otros. 

KC: ¿Un acierto que has cometido en tu carrera? 

HR: El haberme atrevido a mandar ese primer cuento que sacó la mención en ese concurso, que estuve a punto de no mandarlo. 

KC: ¿Y un error?

HR: Y un error, hay muchos, pero no sé.

KC: ¿Tienes algún hobby

HR: No, no me gusta la idea de hobby. Tengo cosas que me gustan hacer. 

KC: ¿Fama o dinero? 

HR: El anonimato. 

KC: ¿Audiolibro, libro o libro en digital? 

HR: Libro en papel. 

KC: ¿Di*s, yoga o nada? 

HR: Nada

KC: Y la última pregunta, ¿hay algo que te gustaría agregar hoy? 

HR: Agradecerte mucho por esta charla y por la atención que le prestaste a los libros.

KC: Que eres lindo, te agradezco mucho Hernán, porque realmente no sabes cómo disfruté en escucharte, tus reflexiones, la cadencia de tu voz y tan lúcido para hablar y aún más para escribir. La otra vez escuché algo o leí también- ya uno no sabe a dónde escucha o lee- que no hay que escuchar a los escritores, porque en realidad los escritores se dedican a escribir, pero en tu caso hay que escucharte, de todas maneras, es un lujo. Así que muchas, muchas gracias, Hernán, por estar hoy día en Espiral.  HR: No, gracias a vos Karen, de verdad, un fuerte abrazo y ahí seguimos comunicándonos.

Me encantaría saber si el cuestionario Espiral te gusta, yo me divierto mucho haciéndolo. Sobre todo porque a los entrevistados los sorprende, les cuesta responder corto, sin elaborar la respuesta. Además que me permite conocerlos de verdad, sin el paquete de el deber ser ¿Cuál pregunta agregarías? Recuerda, donde sea que escuchas Espiral, pon un me gusta, escribe un comentario y comparte este episodio y los que quieras con tus conocidos.

Lee. Escribe. Crea.

Chaoooo.

Autores Mencionados:

  • Julio Cortázar
  • Gabriel García Márquez
  • William Faulkner
  • Saúl Bellow
  • Andrea Abreu
  • Andrés Gallardo
  • Alfredo Gómez Morel
  • Elvira Orphée
  • Manuel Puig
  • Byung-Chul Han
  • Raúl Zurita
  • Wilhelm Dilthey
  • Luciana Czudnowski
  • Humberto Constantini
  • Karl Ove Knausgård.
  • Samuel Beckett

Libros mencionados:

  • Relato de un náufrago
  • Panza de burro
  • Glaxon
  • Cameron
  • Una música
  • El río
  • La ciudad
  • Chuan
  • Anti- Miriam
  • La larga noche

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Portada libro Cuaderno de escritura

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