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Queridos amigos,
Cuando la semana pasada mandé el boletín Cuando no te resulta como lo planeaste jamás pensé que tantos de ustedes me iban a escribir. ¡Gracias! Y ¡más gracias!
Hace un par de meses cumplí cincuenta (ese fue otro boletín bien comentado) y con mis amigas del colegio decidimos celebrarlo igual que para los cuarenta. Por eso nos vinimos a la casa de una de ellas en el sur de Chile. La excusa es los cincuenta, pero el verdadero motivo es celebrar nuestra amistad.
Nuestro grupo de chat se llama “Caminantes + café” (no caminamos, pero sí todas toman café, menos yo). Una de ellas nos introdujo a Ubuntu. Esta filosofía africana se vincula con la trascendencia y cómo cada ser humano es el resultado de su vinculación con la comunidad a la que pertenece. Ubuntu surge del dicho popular «umuntu, ngumuntu, ngabantu», lo que en zulú significa «una persona es una persona a causa de las demás”.
Nelson Mandela revivió este concepto tras sus veintisiete años de cautiverio y fue Desmond Tutú (Premio Nobel de La Paz, 1984) quien la aplicó en la Comisión de Comisión para la verdad y la reconciliación en Sudáfrica. Los tres principios fundamentales de Ubuntu son hacer una búsqueda activa de los elementos que nos conectan con los otros, ponernos en el lugar del otro y tercero, adoptar una perspectiva más amplia. Con esto en mente, el individualismo excesivo pasa a un tercer plano porque uno vive más conectado a las necesidades de la comunidad.
La culminación de esta clase introductoria de Ubuntu fue el juego homónimo que mi amiga trajo. Qué manera de reírnos. Nos dividimos en dos grupos y el objetivo es adivinar el concepto que hay en la carta por medio de mímica, canto, dibujo, descripción del concepto entre otros. Nos quedamos hasta las dos de la mañana y mi grupo, desgraciadamente, perdió.
A mí parecer la amistad de las mujeres es distinta a las de los hombres. Nosotras somos felices con un café (té en mi caso, como les conté, té) volviendo una y otra vez a los mismos temas. Los hombres, en cambio, centran su conversación en la actualidad, lo noticioso y candente. Pueden ser amigos de pelota, de póker y dominó.
A mí me cuesta hablar mucho, soy buena para escuchar, se me da bien el silencio y la soledad. Si salgo con un grupo, necesito estar sola por lo menos un par de horas en la jornada. Esto lo aprendí hace un par de años. Mis amigas me conocen y no esperan que yo esté todo el día siendo el alma de la fiesta.
Mantener los lazos hoy es muy distinto a los años de colegio y universitarios, donde el espacio de interacción facilitaba mucho el vínculo. Hoy, es muy distinto. Hay que trabajar en esto, ya sea un almuerzo, una cena, escribir por WhatsApp o bien, una escapada por algunos días. Cuando los hijos eran chicos nos juntábamos en una casa a pasar la tarde. Pero hoy, cada una trabaja y las vidas difieren bastante, a momentos es un desafío mantener la relación. No basta quererse harto. Hay que nutrirla, trabajarla y salir de la zona de confort.
Aquí en el sur hemos conversado de lo sublime y lo mundano, de cómo fue venir diez años atrás, de nuestros cuerpos más flácidos y las visitas a los doctores. Pero también nos hemos reído mucho con los tropiezos literales de una de las integrantes en una alfombra, de cuando nos tiramos al lago y gritamos por el frío que recorrió esos mismos cuerpos flácidos, jugamos a juego de cartas con preguntas y ninguna quiso subirse a la bicicleta (hace diez años, muchas). Seguimos con las sobremesas eternas, un desafío para los cortos de genio que prefieren comer y levantarse pronto.
Maurice Blanchot, un escritor francés escribió sobre la amistad:
“La amistad, esta relación sin dependencia, sin episodio, y en donde entra sin embargo toda la simplicidad de la vida, pasa por el reconocimiento de la extrañeza común que no nos permite hablar de nuestros amigos, sino tan sólo hablarles.”
Me pregunto ¿cuántos amigos son necesarios? De esos buenos, que te acompañan no solo cuando estás triste, sino que también si andas mal, algo deprimida, sin ganas de salir de casa. O esos a los que no les importa si te quedas sin hablar, mirando el infinito, o te escuchan la misma historia que contaste hace un mes. La amiga que de verdad se pone feliz cuando un hijo tuyo sale el mejor de algo (y el tuyo no gana ningún diploma de mejor deportista, excelencia académica, una beca en el extranjero). Obviamente hay tantas opiniones como estrellas en el cielo pero nadie discute sobre el valor de la amistad para tener una vida plena y feliz.
Algunos estudios postulan que a mi edad lo ideal es tener seis amigos y otros con tres es más que suficiente. The Atlantic tiene una serie “The Friendship File” de Julie Beck. De acuerdo a su investigación estos serían los factores determinantes para cultivar una buena amistad:
- La acumulación (horas que se comparten).
- La atención por el otro.
- La intención de invitar a hacer algo juntos.
- Los rituales para mantener el contacto y actividades en común.
- La imaginación para mantener la complicidad
- Flexibilidad (para perdonar).
Es linda la amistad, sobre todo, la que busca acompañarse cuando otro puede ganar y tú perder. De esto se trata esta carta que escribió Juan Villorio a su amigo argentino y también escritor Martín Caparrós, sobre el Mundial de fútbol de Quatar. Son amigos hace treinta años y la carta de Villorio comienza sobre el triunfo de Argentina sobre Croacia. Yo no sé mucho de fútbol pero me imagino que para los fanáticos de este deporte, vale la pena leerla.
Un libro muy lindo sobre la amistad es Punto de Cruz (Montacerdos, 2022) de Jazmina Barrera. Lo leí hace poco y como todo lo que escribe esta mexicana, la prosa fluye y es muy limpia. Arranca cuando una de las amigas fallece y recorre la historia de estas jóvenes que crecieron en Ciudad de México y entre viajes, tejidos y amores, la narradora nos introduce en cómo las amigas son fundamentales en el descubrimiento de lo que uno es.
Las inseparables (Lumen, 2022) de Simone Du Beauvoir – novela inédita de la escritora- cuenta la historia de dos amigas de infancia. Está basada en la amistad que tuvo la escritora con Élisabeth Lacoin. En la novela una de ellas dice que la otra le enseñó: “la alegría de amar, el deleite en un intercambio intelectual, y el poder contar diariamente con una alianza íntima”. A momentos da la sensación de un amor profundo cercano al enamoramiento: “Yo hubiera renunciado a lo que fuera por no perderte”.
Es imposible dejar fuera de las recomendaciones a Harry Potter y la piedra filosofal de la Rowling. Porque este relato más que de un mundo mágico, es uno sobre como encuentras los amigos en una edad en formación, descubriendo y descubriendo el mundo.
Un clásico es El último encuentro (Salamandra, 2019) de Sandor Marai. Dos amigos tras cuarenta años sin verse, se reúnen alrededor de una cena para recordar y a la revelación de un secreto que los llevara a un duelo sin armar.
Casi se me olvida, qué librazo es Ser amigo mío no es funesto (Acantilado). Es la recolección del intercambio epistolar entre Stefan Zweig y Joseph Roth entre 1927 y 1938. Es una amistad marcada por la distancia, el destierro y diferencias políticas, además de económicas. Pero estas cartas son poesía e historia, una forma de aproximarse a la genialidad de dos escritores que definieron la literatura contemporánea del siglo pasado.
Ojalá me cuentes sobre tus amigos, sobre lecturas y películas que hablan sobre la amistad, la buena y la mala.
Te espero
Mis momentos
Agradezco: Que existan buenos remedios para la jaqueca.
Aprendí: Ubuntu, espero no olvidarme de este maravilloso concepto.
Felicidad pura: Bañarme en el mar cuando corrí 25k y un piquero al lago.
Mi recomendación
Película: Coda (Claude Lalonde. Canadá, 2019). Es una película sobre la amistad y el valor de la buena compañía cuando un gran concertista entra en crisis en los últimos años de su carrera.
Lee. Escribe. Crea…
Karen.
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