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Queridos amigos,


Hoy se cumplen dos semanas desde la Maratón de Nueva York ¡gracias por sus mensajes! Para los que me escribieron de que les encantaría hacer deporte, ya lo saben: comiencen de a poco, un par de días a la semana, hagan el compromiso y sobre todo, busquen una actividad que les guste.

La gran novedad es que no pude terminar la maratón. La corrí hasta el kilómetro 30 y fue un reto mayor. Todo iba de acuerdo con el plan, es decir, me desperté temprano, el bus llegó a la hora y estaba muy bien acompañada. El calor era insoportable, pero eso ya sabía que sería así. Lo que ignoraba es que mi estómago comenzaría a fallar antes del inicio. Ese fue el comienzo del fin. Logré correr hasta el kilómetro 20 a un ritmo constante junto a Emilia, mi sobrina. Pero mi malestar fue haciéndose peor, mi  cuerpo se fue enfriando y perdiendo fuerza. Recuerdo con claridad cuando tuve que tomar la decisión de apagar el reloj y caminar a un costado para salirme de la carrera.  Éramos miles de corredores, y este mar humano me recordaron unas figuras de juguete que avanzaban por la 1st Avenue, donde se iniciaba  un falso plano de varios kilómetros.


Quería sobreponerme, pero físicamente era imposible. Sudada y débil me perdí por Harlem; era  increíble ver el cambio de escenario, a nadie le preocupaba lo que sucedía con esta maratón. Caminé varias cuadras hasta que encontré una estación de metro y en ese trayecto me crucé con gente de todo tipo, menos maratonistas. Algunos pedían dinero, otros iban vestidos elegantes como si estuvieran invitados a una fiesta, algunos reían. Yo solo caminaba esperando llegar al metro.
En el vagón me felicitaban y yo respondía  que no la había terminado a lo que respondían “hiciste más que yo”. Es cierto. Pero no cumplí con mi meta. Me costó bastante llegar al hotel y solo lo hice gracias a la ayuda de unas jóvenes que me orientaron para tomar el recorrido correcto.
Passron varios días hasta que me sobrepuse a la frustración, incluso me inscribí para correr la maratón de Viña del Mar que es hoy pero tras meditarlo, decidí que no era prudente. Tendré otras oportunidades en el futuro (quiero creer).
Luego de Nueva York me tomé unos días de vacaciones en la playa y por primera vez en muchos años me desconecté de verdad. Leí bastante y tomé sol, me bañé en el mar tibio y hasta jugué con la arena.
Hoy, que ya estoy de regreso en Santiago, ad portas de cumplir cincuenta años y terminar el 2022, creo que voy por un camino diferente al que inicié este año, con una cadencia más lenta. Me estoy dando espacio para vivir sin prisa, sin una agenda llena de reuniones y de ansiedad por escribir. Eso me sucede cada cierto tiempo, como si necesitara una ventana antes de comenzar un nuevo proyecto ¿cuál? Lo ignoro en un cien por ciento. En ocasiones previas me daba ansiedad estar en esta meseta, pero ahora ya sé que las necesito para volver a crear.

Van mis recomendaciones:

📖 Un documental: Valparaíso del francés Joris Ivens.
  Un libro: Una constelación de fenómenos vitales (Anthony Marra). Es una historia fuerte sobre la guerra entre chechenos y rusos, muy bien escrita, pero solo apta para los que tienen aguante ante la tragedia y la miseria.. 

Mis momentos

Un momento feliz: Al recibir la carta de María Luz de España. Comenzamos a cartearnos tras mi iniciativa de una carta al día durante agosto y ha sido una experiencia increíble.

Aprendí:  Los sami son aborígenes noruegos, finlandeses y suecos que visten de manera peculiar, con una ropa  que se llama  Gakty. Los colores que se utilizan dependen si la persona está soltera o casada.

Agradezco: Contar con colegas  siempre dispuestoa darme una mano cuando necesito contactar a alguien que no conozco. Gracias a Patricio y a Daniel. Ellos saben porqué. 

Lee. Escribe. Crea con ganas. 

Karen

 

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