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#72 Federico Falco, escritor nómade

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Hola, hola ¿cómo estás? Soy Karen Codner, periodista y escritora, te doy la bienvenida al programa #72 de Espiral, tu podcast de literatura y creatividad. El entrevistado de este mes es Federico Falco, un escritor argentino al que descubrí hace unos veranos con su aclamada novela “Los llanos”. Finalista al premio Herralde de novela el año 2020 y ganador del premio Medifé- Filba el 2021. Si solamente se definiera a una persona por su trabajo o premios, estaríamos muy mal. Este escritor argentino destaca en muchísimas áreas, pues no solo escribe y de una manera sobresaliente, sino que es editor de la colección de cuentos de la editorial Chai, imparte talleres literarios, es artista audiovisual y poeta. Federico Falco es un hombre tranquilo, le gusta más el campo que el mar, con la pandemia abandonó la ciudad y volvió a su origen, a la pampa argentina.
No faltaron las bromas y el sentido del humor en nuestra conversación, la relación con su analista y el tema de la soledad. Además tuve como es habitual en el tradicional “Cuestionario Espiral” preguntas del editor Ignacio Rebolledo, y más.
«Los llanos» fue finalista del premio Herralde de Novela 2020

Recuento personal

Lo más importante y fundamental es que me mejoré del Covid. Si bien ya me había puesto las cuatro vacunas, de todas formas me vino bastante fuerte, nada grave, claro, pero estuve una semana completa en cama, perdí el sentido del olfato, tuve tos y romadizo. Es decir: fui una digna ejemplar de la peste. Lo bueno es que me cuidaron mucho y pude estar en cama todo lo que no había en los últimos meses.

En medio del Covid vino una fiesta judía que se llama “Shavuot” la que te conté en mi boletín número 65 y que mis suscriptores recibieron el martes pasado. Muchos ignoran cómo recibirlo, ¡tan fácil! En mi página web www.karencodner.com y ya.

Anoche tuvimos la última sesión de lectura del libro “La guerra y la paz”, y fue muy emocionante. Porque le dedicamos cuatro sesiones al análisis, y si bien a varias les costó, creo que el esfuerzo valió la pena. ¡Hasta les di diploma! Y estuvimos más de tres horas conversando sobre Tolstói y su visión sobre la vida.

En nuestra última sesión de «La guerra y la paz»

Cuando escuches este episodio ya habré regresado de la playa. Hace muy poco fui con unas amigas a celebrar los cincuenta años de una y ahora, repetí la experiencia con otras. Tenemos un grupo que hemos denominado San Pedro, pero básicamente son mis íntimas amigas de la universidad, de larga data, no quiero confesar cuántos pero ya te lo puedes imaginar. Es tan bueno tener instancias de goce y de risas. Eso sí, con esto despido la temporada de “arrancadas” porque me están cobrando sentimientos en mi familia.

Lo que me tiene feliz, feliz y más feliz es cómo están aumentando los suscriptores al boletín, cada día veo nuevos amigos sumándose. Lo mismo está sucediendo con el «Cuaderno de escritura». Gracias a Hernán Gómez, Susana Carmona, Juanita Ljubetic y varios más.

Antes de que me olvide, me ayudaría mucho a llegar a más auditores si en Spotify me marcas con estrellitas. ¿Cómo?  Es la mejor recomendación del mundo. Súper fácil, vas a la página del podcast y ahí, al lado de la descripción de Espiral hay unas estrellitas para calificar.  

En la app de Podcasts de Mac, vas a tus programas y ahí, haces clic y ya. Seleccionas Espiral y al final, hay unas estrellitas. Ya estoy preparando la próxima entrevista sobre la adicción a las pantallas y tendré un invitado de marca mayor. Así que no te pierdas las actualizaciones.

Ahora puedes escuchar a Federico Falco

Entrevista a Federico Falco

Entrevista a Federico Falco

KC: Hola Federico, ¿cómo estás? 

FF: Hola Karen muy bien todo. Muy contento de estar acá, hablando con vos.

KC: Yo muy contenta de tenerte ¿Qué estoy interrumpiendo? ¿qué estabas haciendo al minuto de tener que conectarte aquí? 

FF: Justo son unos días un poco complicados porque estoy en medio de una mudanza. Pero en realidad, recién vengo de vacunarme con la cuarta dosis de la vacuna de COVID. Tenía turno para esta mañana. 

KC: ¿Y qué marca de vacuna te tocó? 

FF: En esta me tocó Moderna. 

KC: Dicen que uno se puede sentir mal. 

FF: No sé. A mí ya me pusieron dos AstraZeneca, una Pfizer y ahora Moderna. Y solamente me sentí mal con la segunda dosis de AstraZeneca. Con todas las otras pasé indemne. Pero vamos a ver con esta qué pasa. Por ahora estoy bien. Fue hace un ratito. 

KC: Justamente hablando de eso, del COVID, tú dijiste en una conversación en Cuadernos Hispanoamericanos, te hicieron una entrevista preciosa ahí que recomiendo leerla. 

FF: Sí, de Magali Etchebarne, una gran entrevistadora, un placer. 

KC: ¡Qué linda entrevista! Dijiste que volviste a San Javier en Córdoba por el COVID, ¿sigues ahí? 

FF: Sigo acá, estoy viviendo acá. Siempre quise vivir en las sierras de Córdoba. No tenía muy bien claro el lugar. Antes de la pandemia, empecé a venir muy seguido a San Javier porque tengo amigos viviendo acá. Y después de la pandemia, si bien se levantaron las restricciones y los aislamientos, y se dio la posibilidad de viajar, me vine y me quedé. De alguna manera la pandemia catalizó la decisión y la terminó de empujar. Y bueno, fue ahora quiero vivir acá. Y la semana próxima viajo a Buenos Aires a terminar de traer todas las cosas e instalarme definitivamente acá. 

KC: Ah, cuando comenzamos dijiste que estabas en una mudanza. No es que estás en la mudanza de aquí, en San Javier, de una casa a otra, sino que de Buenos Aires a San Javier. ¿Esa es la mudanza?

FF: Es en la mudanza, eso es en lo que estoy. Es la semana que viene, todavía falta un poco. Estamos en proceso de organización. De todas maneras, en San Javier es bastante difícil conseguir casas de alquiler permanente porque como es un pueblo turístico, en general las casas se alquilan mucho en temporada a turistas y a otros precios. Entonces, este último año y medio, dos años, han sido bastante de mudanzas cada tres meses, de ir surfeando de casas en casas. En algunos casos, casas prestadas, casas de amigos, casas alquiladas por un tiempo. 

KC: ¿Estás escribiendo sobre lo que es mudarse o no? La gran pregunta.

FF: Qué buen tema. No, no estoy escribiendo sobre mudarse. Estoy escribiendo sobre otros temas, sobre vivir acá, sobre el paisaje, sobre algunos proyectos que tenía empezados de antes, pero mudarse no. No es algo que me altere demasiado ni me parezca muy interesante como para sentarme a escribir. De una manera estoy acostumbrado a mudarme entonces no lo he vuelto a tema. Tal vez ahora puede ser que, a partir de tu comentario, ¿por qué no estoy escribiendo sobre esto? podría. A mí de alguna manera me gusta la vida nómada, estos últimos tiempos fueron bastante de tener la mayoría de mis cosas en el auto y eso, como siempre son pequeñas mudanzas, no mudanzas definitivas. Es como tener algunas cosas en una casa que pertenece a otra persona, donde vive otra gente. En esta casa en la que estoy ahora, por ejemplo, es de alguien que está de viaje por tres meses, entonces es tener una mascota ajena a la que le doy de comer, muebles ajenos, vajilla ajena y yo pongo mi ropa, mis cositas, desocupo algunos estantes de la biblioteca y pongo mis libros. 

KC: Pero ¿qué haces con tus libros? Porque me imagino que tienes una gran biblioteca, pero en este afán de movilización. 

FF: Ahora viajo con una caja con libros, con usualmente unos treinta o cuarenta libros que voy mudando de casa en casa. Mi biblioteca está en Buenos Aires, la semana que viene va a ser embalada y va a ser traída a San Javier a una casa de alquiler definitivo o permanente que conseguí. Pero sí, viajo con una caja con libros y cada vez que voy a Buenos Aires renuevo, dejo los que ya leí, cargo libros nuevos. Y, por otro lado, tengo varios amigos con muy buenas bibliotecas, más o menos en esta zona. Entonces también recurro a bibliotecas de amigos, micro SIM. Compro libros por Mercado Libre y llegan. No es un problema. 

KC: ¿Por qué abandonas la ciudad?

FF: Abandonar es una palabra muy fuerte. No sé si estoy abandonando, me parece que tiene más que ver con una elección de vida, con un elegir donde tengo ganas de estar, donde está el disfrute ahora, qué me llama la atención, qué me da ganas. Yo crecí en un pueblo muy chico, viví hasta los 17, 18 años ahí. Después, a partir de ese momento, siempre viví en ciudades más o menos grandes, excepto algunas estancias breves en ciudades más pequeñas, pero viví en ciudades grandes. Y hace unos cuatro o cinco años empezó a surgir de una manera muy fuerte el deseo de volver a vivir, sobre todo en la naturaleza, no tanto en un pueblo chico, sino en más contacto con la naturaleza. Y en estos cuatro o cinco años fui probando diferentes maneras y diferentes formas de acercarme a ese deseo. En algunos casos era pasar parte de la semana o los fines de semana en una casa en el campo cerca de Buenos Aires, a un par de horas de viaje y hacer mi vida cotidiana en la ciudad durante la semana, porque realmente veía muy difícil la posibilidad de vivir alejado de la ciudad y poder trabajar. Y eso fue una de las cosas que la pandemia cambió. De pronto, a partir de la pandemia, todos mis trabajos o pueden llegar a ser virtuales. Algunas cosas mantengo como algún tipo de reunión cada cierto tiempo, pero si no, todo es virtual. Y a partir de ahí surgió esta posibilidad de ya no es necesario que esté acá y que para vivir en la naturaleza o para cumplir ese deseo, me vaya los fines de semana puedo estar todo el tiempo donde quiero, mientras haya una buena conexión a Internet, trabajar desde donde tengo ganas. Y la verdad que me hace muy feliz estar acá, me alegra mucho, disfruto mucho este paisaje, me gusta el tipo de vida que se organiza acá. No es que estoy abandonando la ciudad, que es también una vida que me gusta, sino que estoy eligiendo algo que me gusta un poco más que la ciudad. 

KC: Por lo que puede investigar, lo tuyo es escribir, puedes pasar muchas horas escribiendo y por otro lado, la ciudad en sí misma se define como la antítesis de lo que es la naturaleza, la paz, el paisaje, y escribir es una desafío. ¿De qué manera uno encuentra paz en la ciudad para escribir? 

FF: Me parece que la ciudad puede ser muchas cosas. El desafío de la ciudad creo que sobre todo tiene que ver con la cantidad de estímulos permanentes y la continua propuesta de algo para hacer. Siempre hay algo para hacer, por lo menos en Buenos Aires. Siempre hay una película para ir a ver al cine, siempre hay una obra de teatro para ir, siempre hay un grupo de amigos con los que juntarse, una salida a algún restaurante al que ir a cenar. En ese caso, me parece que también es aprender a darle espacio a la escritura. En mi caso en particular, cuando estaba terminando mis 20 y estaba a punto de cumplir 30 años, en un momento fue una decisión muy fuerte, esta sensación de no tengo tiempo para escribir o no me termino de hacer el tiempo para escribir. Un poco por trabajo, pero un poco también, porque cuando tengo tiempo lo ocupo en otras cosas. Y, a partir de ese momento, decidí que todas las mañanas iban a estar libres e iban a ser para escribir. Hace mucho tiempo que en general, solamente tomo compromisos laborales o del tipo que sea, después del mediodía y que la mañana son para mí, son para la escritura. 

KC: O sea, porque ahora estamos teniendo esta conversación justamente a la 13:00 de la tarde tuya. 

FF: Exacto, sí.  Ahora hay una realidad que está un poco cambiando en este momento porque ahora vivo en un pueblo pequeño donde muchas cosas solamente se pueden hacer a la mañana. Esta mañana tenía que ir a la ferretería y había que ir a las ocho, entonces hay algo ahí que tengo que renegociar con mi rutina de escritura y estoy empezando a ver si puedo escribir a la tarde, estoy buscando espacios. Porque es cierto también que en la ciudad hay mucha más variedad horaria, hay mucha más disponibilidad. En el pueblo de 12:30 a 13:00 se hace todo y a las 17:00 de la tarde está todo cerrado, no se puede hacer nada, que es usualmente el horario en que yo empiezo a hacer cosas. Yo me levanto muy temprano todos los días, 6:30- 7:00, en mi vida anterior me sentaba a escribir o me iba a buscar un café, desayunaba y me sentaba a escribir hasta aproximadamente las 12:00 del mediodía. Me parece importante delimitar los espacios de escritura, tener muy claro que hay ciertos horarios del día o ciertos momentos en la semana que son para escribir, y que son para estar en estado de escritura. A veces eso no sucede, a veces tengo la mañana libre y estoy sentado frente al teclado y odio a todo el mundo, odio el teclado, odio el archivo, y no escribo, y leo, me pongo hacer otras cosas. Pero me parece importante sostener ese espacio, aunque no esté funcionando, sostener el espacio desde incluso por encima de la ansiedad y de la incertidumbre, y quedarse ahí y ver qué pasa, porque en algún momento empieza a funcionar. 

KC: Qué lindo lo que dijiste, ese estado de escritura. Para alguien que no escribe, ¿qué significaría eso? Si pudieras contarnos lo que implica un estado de escritura. 

FF: Para mí es, por un lado, acomodar el cuerpo, prestarles atención a ciertas cosas, pero también tiene algo como de momento de espera uno no siempre está escribiendo. Hay días en que de pronto retomás un párrafo y todo fluye. Y ni siquiera te detienes a pensar, y todo es placer y disfrute en la escritura y sigues escribiendo. A mí me gusta compararlo con la gente que maneja, hay días en que sales a manejar en la ciudad y parece que todo el tráfico de la ciudad está como en sincronía, y que todos se mueven, los ciclistas, los motociclistas y los autos van todos como en una especie de gran movimiento como de los de los pájaros migratorios que van formando dibujos. No sabes por qué, pero hay como una especie de telepatía entre conductores y todo fluye. Hay momentos en que la escritura es un poco así. Hay momentos en la escritura en el que sales y es como un día de gran embotellamiento y un tráfico caótico, autos estacionados en doble y en tercera fila, y no avanzas hacia ningún lado, tienes que dar vueltas y no encuentras lugar para estacionar. Pero también eso es estado de escritura, y veces es eso, es estar un poco la espera, aguantando la incertidumbre o atravesando la incertidumbre. Un poco reconociendo la propia ansiedad y tratando de no darle tanta importancia y esperando. Probando una palabrita, probar otras, anotas algo, lo dejas, no sabes. Es también a veces un gran estado de duda, y prueba y error e intento y a ver qué puede pasar, y tachar. Pero para mí es importante estar en estado de escritura. Yo diría que es estar dispuesto a escribir, estar dispuesto a eso y tener tiempo, tener disponibilidad, saber que en esas horas vas a tratar de no mirar el teléfono, vas a tratar de no responder nada, a no ser que sea realmente urgente, no vas a mirar el mail, no te vas a meter en redes sociales. Un poco luchar contra todo ese tipo de tentaciones. 

KC: De pequeño viviste en Córdoba, naciste, eres cordobés ¿Cómo son tus recuerdos de infancia? 

FF: Yo viví en un pueblo, mi familia sigue viviendo y yo viví hasta los 18 años. Como te decía, en un pueblo que en ese momento era muy pequeño, ahora es un pueblo más grande, General Cabrera. Recuerdo bastante mi infancia, entonces también son extensos, en principio. Recuerdo muchas cosas, pero en general, de lunes a viernes tenía una vida un poco más estructurada en base a los ritmos escolares. Durante las mañanas, usualmente hacía deberes, ese tipo de cosas o mandados, y a la tarde iba a la escuela y los fines de semana usualmente me iba con mis abuelos. Mis abuelos vivían en el campo, entonces siempre me gustó mucho pasar tiempo con ellos y usualmente me daban los fines de semana del viernes al domingo en la noche o al lunes a la mañana, me iba al campo con ellos. Un poco era como ese habitar ese doble mundo, tener como una vida más pueblerina y de amigos, de banditas que salen en bicicleta y ese tipo de cosas durante la semana. 

KC: ¿Fue una infancia feliz?

FF: Sí. Que difícil definir la felicidad. También sería qué es lo feliz. Una infancia son muchos años. Fue una infancia que disfrute y que no me parece para nada traumática, una infancia bastante disfrutable. No sé la idea de feliz, siempre me parece una palabra complicada, «feliz”, ¿qué es estar feliz?

KC: ¿Muy absoluta, quizás?

FF: Muy absoluta. Por supuesto, hubo momentos de felicidad y de alegría, y también hubo momentos de temor o de angustia como nos pasa siempre en la vida, nada más que siendo un niño.

KC: Claro, pero no es que tú viviste una infancia infeliz.

FF: No, fue una infancia para nada traumática. Fue una infancia bastante normal, con sus cosas más lindas y sus cosas más complejas, pero sí como una infancia de pueblo y bastante normal. 

KC: En esta misma entrevista que te hizo Magali Etchebarne. Ella rescató una cita y la voy a citar a ella, valga la redundancia, sobre tu abuelo: “Cuando era chico, él es de Mar del Plata, su abuelo los llevaba a él y a sus primos hasta la playa y les decía miren el horizonte, pero mírenlo muy bien, ¿qué ven? Cada uno iba diciendo algo. Es inmenso, enorme. ¿Y qué más? Infinito. Bueno, respondió el abuelo. Ven los chiquititos que somos. Ningún problema tan grande”.

FF: Sí, ese es en realidad una cita del abuelo de un librero al que un amigo de Magali no es de mi abuelo. 

KC: Yo entendí mal, yo entendí lo que quise creer. 

FF: Me parece que Magali me comentaba que había estado con un librero y al librero le había dicho que me iba a entrevistar y el librero le contó a esta anécdota con su abuelo, que me pareció bellísima, me pareció sumamente hermosa, y que a su vez un poco habla de esa idea que también sucede en la pampa, en la llanura argentina, una especie de poner las cosas en escalas frente a esa inmensidad.  Pero mi experiencia con el mar fue una experiencia mucho más de lejanía. Mis vacaciones en general no eran marítimas, eran casi siempre en las sierras de Córdoba. Alguna vez nos fuimos de vacaciones con mi familia al mar, pero casi siempre vacacionamos en la montaña, por una cuestión de cercanía también, mis padres viven a tres horas, tres horas y media de donde yo estoy ahora, y hay sierras mucho más cerca de casa, a una hora y media, dos horas. Entonces, mis vacaciones infantiles y en la adolescencia siempre fueron en las sierras de Córdoba. Tengo una relación muy extraña con el mar, no nos llevamos tan bien. 

KC: ¿Con el mar o con el agua? 

FF: No, con el mar. Para mí la idea de verano es estar en un río de montaña, en las piedras y zambullirse en una olla en la que tal vez no se ve la profundidad y seguir, dejarse llevar por la correntada que por momentos es más mansa y por momentos tienes rápidos, todo ese tipo de cosas. En general con un agua muy cristalina y donde, a medida que se hace profunda, se va perdiendo la visibilidad, pero en general ves, abres los ojos y ves mojarritas y ves las piedras cubiertas de musgo. Para mí la idea de vacación acuática tiene que ver con eso. En general con el mar tengo una especie de respeto hacia lo desconocido, me da un poco de miedo, hay como una especie de violencia en el oleaje, esta especie de mito de que la corriente te saca o te mete. Soy bastante respetuoso cada vez que voy al mar, no es que no lo disfruto, pero siempre hay como una leve sospecha con respecto al mar que no me pasa con los ríos. 

KC: No sé si leíste a Francisco Goldman, que él escribió un libro verídico de cuando su señora se muere ahogada.

FF: Sí, horrible 

KC: Él refleja muy bien y no me puedo recordar el nombre, pero sí me acuerdo la sensación del libro y el autor. Pero él refleja muy bien, justamente lo que tú estás diciendo, esta cosa abismal, de descontrol que te lleva, la ola te succiona.

FF: A lo mejor sí es una marca de infancia, hay un montón de ríos de montaña y que a veces pueden ser muy peligrosos, las crecientes terribles o pueden tener lugares, así como hay mares y playas marítimas que son peligrosas y otras que no lo son o que pueden ser peligrosas en determinados momentos. Me parece que tiene que ver un poco con la experiencia de cada uno respecto a ese paisaje. Para mí el paisaje de la montaña es un paisaje que yo siento chico que siento que me puedo moverme con tranquilidad y sin temor, pero porque también pasé toda mi infancia vacacionando en las montañas. De pronto, si todas mis vacaciones hubieran sido frente al mar tendría mil experiencias más, de registro, de qué es una ola y qué hacer cuando la corriente te lleva y te trae. En mi caso en particular, creo que es más desconocimiento, es una especie de respeto que viene del desconocimiento, del temor. Si de pronto, por alguna razón equis tuviera que vivir dos años frente al mar y todos los días estuviera metiéndome a nadar al mar, a aguas abiertas y saliendo, en un momento pierdes el miedo, te acostumbras y pasa a ser tu cotidianeidad. Creo que la posibilidad del peligro existe en todos lados siempre, y que a veces hay paisajes con los que uno se relaciona desde un lugar de más tranquilidad o más afinidad, simplemente por experiencia, por conocerlos. 

KC: Vamos un poco al tema que te tienen que preguntar en todas las entrevistas, ¿qué representa para ti el campo en la novela “Los llanos»? 

FF: Para mí hay algo que tiene que ver con el vacío, con una especie de idea de la extensión, de un poco de la diferencia de escala, de tener conciencia de lo minúsculo que puede ser uno frente a la vastedad del paisaje de la pampa, algo de monotonía, que siempre me impresiona mucho, ese hacer kilómetros y kilómetros y que el paisaje sea exactamente el mismo y no cambie. Hay algo de eso. Y a nivel formal, está la idea del horizonte como una línea que es un tanto monótona y a su vez una línea que uno se aleja, uno avanza diez metros y el horizonte se aleja diez metros de uno, y a que  da como una idea de un paisaje infinito e intransitable, inabarcable. Todas esas ideas un poco reverberaban en mí a la hora de escribir la novela, pensando sobre todo en esa situación de duelo, y de reestructuración en la que está el personaje. Una idea de entrar como en una especie de meseta emocional, donde de pronto las cosas pasan y todos los días son un poco parecidos. Creo que ahí había una especie de afinidad entre el paisaje que el personaje habitaba y lo que le estaba sucediendo, su paisaje emocional, para decirlo de alguna manera. De alguna manera, cuando entendí ese paralelismo, fue cuando pude armar la novela, cuando me di cuenta que había una novela ahí. Es como, de alguna manera, él se está encontrando en ese paisaje y el paisaje está un poco hablando por él. 

KC: Porque tú eres un escritor que se había dedicado, mayormente un cuentista. 

 ¿Cómo te sientes cambiando tan abruptamente de género? Con tal nivel de reconocimiento, además. Una novela impactante. 

FF: No, no fue un cambio abrupto para mí, fue algo que sucedió un poco sin que yo me diera cuenta. Siempre cuento la misma anécdota, si yo hubiera sabido que estaba escribiendo una novela probablemente no la hubiera escrito, probablemente me hubiera ganado la ansiedad antes, me hubiera empezado a enrollar y a pensar un montón de cosas y no lo hubiera escrito. A mí el cuento es un género que me gusta mucho, me gusta escribir muchos cuentos, pero también es un género bastante exigente. Bastante exigente en el sentido de la condensación, de que cada escena tiene que tener algún tipo de función dentro de esa estructura en general. Exigente en cuanto a la estructura del cuento en sí. Y durante la escritura del libro anterior de «Un cementerio perfecto», empecé como a sentir que había algo de esa exigencia que me estaba pesando, que había como unas ganas de escribir, y por ahí, como el cuento, desde el género, hay una exigencia de escribir ciertas escenas y no cualquier cosa, sino la escena que iba a funcionar iba a encajar perfecto. 

KC: Claro, es como una estrategia. 

FF: Exacto. Una estrategia como una pieza de un rompecabezas. Había que escribir con cierta forma para que encaje con lo que ya estaba escrito, para que hubiera continuidad. Entonces, sentí que de alguna manera mi relación con la escritura tenía que cambiar y empecé a tomar notas, empecé a escribir en principio sin un propósito, sentí que, al estar tan acostumbrado a escribir cuentos, mi escritura se había vuelto un poco funcional a la estructura del cuento. Y hubo ahí como una mini crisis de un par de meses de no saber muy bien, de estar incómodo con esa situación, de no saber muy bien cómo solucionarla, de darle un par de vueltas. Y lo que pareció un poco de casualidad fue la idea de seguir escribiendo estos cuentos que estaba escribiendo, pero a su vez, en paralelo, llevar un archivo de notas, de cosas que iba escribiendo sin saber para qué, sin utilidad. De cosas que me llamaban la atención, de escenas que se me ocurrían, un poco como recopilación de material. Y la novela, mucho tiempo después, terminó surgiendo de eso, desde esa recopilación de material. «Un cementerio perfecto» se terminó, se publicó, yo seguí con estas notas, empecé a escribir otros cuentos. Entonces empecé a tomar notas de la huerta y empecé a tomar notas de ciertas cosas que iban sucediendo a mi alrededor y que iba viendo. Y empecé a disfrutar mucho de esta situación de estar tomando notas, de estar como en una especie de atención especial a lo que sucedía alrededor. Con el tiempo, en algún momento empecé armar como un libro de cuentos con esas cosas y en algún momento se me cruzaron una serie de proyectos en lo que estaba trabajando, algunos sobre estructuras narrativas, otros sobre algunas notas que había tomado más de recuerdos de infancia y que tenían que ver con una cuestión más memorística, y eso se cruzó con las notas de la huerta y de pronto dije a acá hay una novela, pero ya está, esto puede ser todo parte de lo mismo. Y cuando me di cuenta que eso podía ser una novela, ya estaba escrita una buena cantidad. Había que reescribir, había que reunir, había que reescribir, pulir, editar, encontrar un orden posible para todo eso, encontrar por dónde empezar y por dónde seguir y cuál iba a ser como el recorrido, pero buena parte del material ya estaba y eso me facilitó mucho las cosas. Entonces no fue como una decisión, “bueno, ahora me voy a poner a escribir una novela”.

«Un cementerio perfecto» – Federico Falco

KC: Pero es interesante. Es muy interesante como unes la dicotomía del dolor del duelo, que es muerte con la naturaleza que generalmente es vida, es cambio y es completamente dinámico. Y, por otra parte, la naturaleza, tu dices, o tu postulado es que sí puedes sanar las heridas amorosas. Me encantaría si puedes contarnos un poco de estos aspectos que son centrales en «Los llanos”. 

FF: Yo disfruto mucho del contacto diario con la naturaleza o con un paisaje más agreste o poco productivo, poco alterado por el hombre, pero no sé si estoy de acuerdo con que ese espacio es un espacio más idílico, más armónico. En mi experiencia hay algo de vivir en la naturaleza que te obliga a endurecerte todo el tiempo y a enfrentarte, no necesariamente con esa cosa más vital y de Eros, sino también enfrentarte muchas veces con lo tanático a diario, que en la novela son cosas más simples, como no sé, las hormigas que se comen los rabanitos o las acelgas, o los pájaros. O las gallinas que van muriendo a causa de diferentes atacantes. Pero también hay algo del vivir en la naturaleza que obliga, por ejemplo, viviendo acá, yo creo que una vez por semana me entero de alguien al que se le murió una mascota, muchas veces porque picó al gato, porque picó a un perro o porque un vecino le envenenó el perro porque mataba a las gallinas o porque se perdió. Me parece que hay algo como de un convivir con la muerte todo el tiempo en la naturaleza y que eso, paradójicamente, al protagonista de «Los llanos» le sirve para entender y para poner en escala su propio dolor, como para entender que también hay ciertos aspectos más angustiantes o difíciles o dolorosos que forman parte de la vida y que son así y hay que hacerle espacio, y hay que estar ahí también y atravesarlos. Yo creo que, de alguna manera, un poco lo que sé o por lo menos la intención que yo tenía en ese momento, era también que apareciera la naturaleza como un lugar, sí de refugio en el cual él va a lamerse las heridas, de aislamiento, de soledad. Pero también como de un lugar de endurecerse. Ustedes los chilenos, creo que dicen “sacar piel de chancho, sacar el cuero de chancho”, me parece una muy buena expresión y creo que un poco lo que pasa con el protagonista a lo largo de la novela es eso. Por un lado, es este contacto cotidiano con la tierra y en el trabajo en la huerta, lo que le saca cuero de chancho y por otro lado, aparece la escritura como una posibilidad de encontrar un cierto alivio, un alivio no por fuera de la angustia, sino un alivio que le hace lugar a la angustia y que le permite ser, y que es simplemente tomando notas, acomodando una palabra detrás de otra, haciendo algo en ese hacer que para el protagonista y para mí, siempre tiene que ver con la escritura, tal vez porque es lo que disfruto, pero que podría ser cualquier otra cosa. Creo que el hacer literario tiene algo, el hacer de la escritura tiene algo que es interesante, en el sentido que siempre prefigura un otro, es un hacer en soledad, pero que de alguna manera siempre hay un otro del otro lado, hay un otro imaginado. Porque si yo escribiera para mí, escribiría como escribo la lista del supermercado, escribiría como cosas muy rápidas con palabras abreviadas y sin intentar que nadie entienda más que yo. Pero cuando uno está escribiendo, escribe prestando atención al ritmo, a la cadencia, a cierta belleza, elige ciertas palabras porque le parece que van a ser más lindas o disfrutables o armónicas, elige un cierto ritmo en la oración, elige decir las cosas de una manera u otra. Y en general tiene que ver con que uno está pensando que hay un otro, el otro lado, hay un otro que en algún momento va a estar presente. Hay un otro con el cual se quiere comunicar y de alguna manera la idea es que ese otro lo disfruté, lo pasé bien. Entonces también me gusta un poco en soledad, pero también en un vínculo con una posible comunidad invisible en ese momento, futura, pero que está ahí. Va a haber lectores.

KC: Potencial.

FF: Un otro potencial que uno sabe que va a estar diferido en el tiempo, en el espacio. No sabemos cuándo alguien va a leer, no sabemos cuándo ese libro va a caer en las manos de alguien, cuándo va a ser leído, cuándo va a ser publicado, dónde va a ser publicado, dónde va a circular. Pero está por lo menos el deseo de que eso se haga público y llegue a manos de otros. 

KC: Yo leí este libro en un pequeño pueblo del sur, en la Patagonia chilena. Me acuerdo que se me removió todo por la estructura, por el lenguaje, por las descripciones, por la propuesta literaria, por el dolor del personaje, por el desgarro. ¿Has vivido un duelo de tal magnitud? porque éste es un duelo profundo y sincero, y eso es lo que uno se pregunta, es la eterna pregunta, si los escritores tienen que vivir o no, tal nivel de sucesos, sea el que sea, para poder transmitirlo.  

FF: No sé si es necesaria siempre la experiencia para poder escribir porque también sería limitante a escribir solamente sobre lo que uno experimentó. Sí, me parece que hace falta cierta capacidad para ponerse en la piel de otro, para preguntar, para averiguar y para escuchar al otro en el caso de que sean cosas que no nos sucedieron a nosotros. ¿Cómo escribo yo sobre ser mujer o sobre ser, no sé, alguien que tiene tres brazos, por ejemplo? Puedo imaginar, pero también puedo ir y entrevistar, preguntar y hablar con el otro. No limitaría la escritura a la experiencia sí o sí, eso, por un lado. Por otro lado, no sé si viví duelos como el del protagonista de «Los llanos». Sí, he vivido mis duelos, sí he tenido mis duelos. Un par de años antes de la escritura de “Los llanos» falleció mi abuelo y hubo ahí como una gran reestructuración de la lógica familiar, el lugar en el que ellos vivían de pronto cambió, mi abuela se fue a vivir al pueblo. Y hubo ahí para mí un gran duelo. Después, pasé por una separación de una pareja de muchos años y también hubo un duelo. De alguna manera, como a partir de todas esas experiencias, uno va tomando ciertas cosas y va uniéndolas y destilándolas e imaginando otras cosas también. En mi experiencia real, nunca viví nueve meses aislado en el campo, pero tal vez era algo que hubiera deseado hacer en ese momento. No tener que pasar un duelo mientras uno está trabajando y haciendo un montón de cosas, y siguiendo, y tener que sostener en esa situación una cotidianidad que es la del trabajo, la de los otros vínculos, la de llegar a fin de mes y hacer cosas. En ese sentido, mi experiencia es diferente a la experiencia del protagonista.  Pero bueno, me parece que eso sí pasa a la hora de la de la escritura o suele pasar, por lo menos a mí suele pasarme que es en algunas cosas, tomo ciertas cuestiones que vienen de mi propia experiencia, las combinó, las mezclo, y en otras zonas tomo cosas que escucho, que veo en otros, que me llaman mucho la atención. Y a partir un poco de ir combinando todo eso aparece la materia prima de la escritura. A mí me interesa mucho, me intriga mucho cómo será tener otra vida, como una pregunta con la que me enfrento casi a diario. ¿Cómo será tener otra vida?  Tal vez estoy exagerando un poco, pero como mínimo, no sé si a diario, pero dos o tres veces por semana, me cruzo con alguien que me deja pensando, ¿cómo será tener esta vida? ¿cómo será hacer esto todo el tiempo? Ahora estoy un poco obsesionado con estos rabdomantes que buscan agua con varitas de sauce o de mora y que van caminando y como escuchando lo que sucede a cuarenta, cincuenta, cien metros bajo tierra y dicen por acá corre una corriente, por acá corre una napa y por acá no, y acá tiene cierto caudal. Hace poco conocí a uno de estos rabdomantes que a su vez es comisario, es decir, es policía y en sus horas libres o en los días que tiene franco, que son los miércoles, sale al campo a trabajar, a buscar agua. ¿cómo será ser comisario en una ciudad pequeña, de provincia y, a su vez, tener la capacidad de ser alguien socialmente aceptado tiene el don de escuchar por donde corre el agua en bajo la superficie terrestre? Me parece fascinante cómo será tener esa vida. Por supuesto una pregunta que no puedo responder más allá de tratar de pasar tiempo con esta gente, observarlos, preguntarle cosas, imaginar cosas. Hablaba con él y me decía, tengo tres hijos, pero mis hijos varones no tienen el don, pero mi hija si lo tiene  ¿cómo será pertenecer a una familia donde tienes el don de saber dónde hay agua, y tus hermanos no? Hay algo como de una narrativa mítica casi ahí, de la herencia del poder. Hay algo de lo chamánico y del mago, pero, por otro lado, es un señor que es comisario, que uno se puede cruzar manejando la patrulla policial. Y esos personajes digo, a mí son cosas que me generan mucha curiosidad y que me ponen siempre la pregunta, ¿cómo será tener otra vida? ¿cómo será tener esa vida? ¿cómo será criarse en esa familia? Por un lado, te pone frente a los propios límites, pues bueno uno tiene una vida y no puede tener mil, pero en la escritura creo que aparece la posibilidad de escuchar al otro, ponerse en lugar del otro, imaginarse cómo es el otro, imaginarse cómo es vivir desde ese otro lugar, con esa otra mirada, con ese otro tipo de creencias y de valores. Y siempre me parece algo asombroso. 

KC: Volviendo a «Los llanos». ¿Cómo elegiste que leer, vinculado a las descripciones, la naturaleza? ¿tuviste libros de cabecera para este proyecto o no? ¿O te dejaste ir? 

FF: No, también porque el libro, como te contaba, una buena parte del libro se escribió sin saber que yo estaba escribiendo un libro, para mí era tomar notas. Y en algunos casos, en este proceso que duró varios años y que fue intermitente, fui leyendo libros que me llamaron mucho la atención y que de alguna manera terminaron apareciendo citados en el libro. Pero en general, no hablaría de lecturas de cabecera, sino que hubo un momento que ya sobre el armado final de la novela empiezo a sentir que el personaje se enfrentaba como una soledad demasiado grande y que sentí la posibilidad de las citas. Había muy poquitas citas a lo largo del libro, dos creo, pero sentí que en ese momento aparecía como esa posibilidad del encuentro en la lectura y de la compañía en la lectura, y hubo como un trabajo posterior de incorporar fuerzas al texto. Y fue bastante, entre intuitivo y de ideas, espontáneo era como simplemente recordar cosas que me habían gustado mucho e ir a la biblioteca a buscar las chequearlas e incorporarlas. Un poco fue eso, no fue tanto como tener libros de cabecera, sino como revisar mis lecturas y ver, esto me gustó acá, aquí había algo que me había quedado sonando y que le puede servir al personaje, o esta cita siempre me fascinó y quiero incorporarla para conservarla de alguna manera. Y en otros casos fueron citas muy circunstanciales que aparecían como en el mismo armado del libro, cruzada, y era bueno, esto va para la novela. Que también pasa cuando uno está un poco en estado de escritura, de pronto se empieza a tropezar con cosas que te parecen que te sirven.  

KC: Empiezas a leer distinto. 

FF: Exacto y mirando con una atención especial. Siempre digo que es como cuando uno se quiebra un brazo y sale a caminar por la calle y de pronto toda la gente que ves está quebrada, tiene un yeso. Es la misma cantidad de gente que tenía yesos antes, nada más que antes no le prestaba atención y ahora, como vos estás quebrado y tienes un yeso, te cruzas a alguien que tiene un yeso y dices, “hola, ¿qué tal?” somos como los del yeso y hay como una especie de complicidad y me parece cuando uno está en trabajando en un proyecto, pasa un poco eso, tiene como una antena especial, un radar especial que te hace ver cosas que antes tal vez formaban parte de tu cotidianidad y no veías, y las ves bajo esta luz nueva de esto podría servir, acá hay un guiño, acá hay algo que podría impulsar la escritura hacia adelante o incorporar el texto. Ese tipo de cosas. 

KC: Llevo una bitácora lectura. Escribí varias cosas de «Los llanos» y termine con esto: «es un libro hermoso, hermoso y que sin tener una línea dramática importante se atreve a narrar en descripciones difíciles, es un canto a la monotonía y al paso del tiempo, el quiebre, el dolor. Y como no es en vano, que si pasan las estaciones y los frutos brotan». Encontré genial en el sentido más literal de la palabra, poder unir este paso del tiempo en esta huerta, en esto que es difícil, las huertas son difíciles, la gente que no ha hecho nunca una huerta no entiende el trabajo que es mantener una huerta sana, que no se te mueran, que broten las cosas. Junto con este dolor que te puede embargar y que la huerta te obliga de cierta manera a seguir viviendo. Es un libro que también me hizo preguntarme mucho cómo manejas el vocabulario porque incorporas una cantidad de palabras que yo nunca había escuchado, que es increíble ¿siempre fuiste bueno con el vocabulario?

FF: No sé qué es ser bueno con el vocabulario. Siempre me interesó mucho.

KC: Que se te dio fácil. 

FF: No, no sé si se me da fácil. Paradójicamente yo personalmente respecto a mí y a mis capacidades, siento que escribir no es algo que se me da con tanta facilidad. Siento que hay otras cosas que se me dan con más facilidad. 

KC: ¿Qué?

FF: No sé, por ejemplo mirar, sacar fotos es algo que hago con naturalidad y sin mucho rollo y sin mucha neurosis, y que me gusta lo que hago y lo disfruto. 

KC: O sea, por lo tanto, la escritura lo haces con rollo y neurosis. 

FF: Obvio, sí, claro, es imposible escribir sin rollo y sin neurosis. Uno escribe con rollo y con neurosis sino no se escribe. Pero sí, creo que en la escritura siempre hay un cierto trabajo para mí, en lo personal, de verdad me cuesta mucho poner las cosas en palabras, me cuesta definir, por ejemplo, si me preguntas, ¿qué sientes? Me cuesta definirlo en palabras, sé que siento en el cuerpo, sé qué emociones tengo, pero bueno, cómo se llama esa emoción, qué estoy sintiendo, cómo se lo digo a alguien, cómo se lo digo para que me entienda. Es algo que en general me cuesta un montón. Hay parte de estas preguntas que vos me hacés que un poco las respuestas ya las tengo armadas y voy un poco repitiendo las mismas respuestas, pero cuando de verdad tengo que sentarme a pensar, intuitivamente tengo la respuesta, sé lo que pienso respecto a eso, la mayor parte de las veces, a veces no sé, tengo que pensarlo. 

KC: Como lo que se te da fácil. 

FF: Exacto, Pero también, si bien sé lo que opino o pienso al respecto, me cuesta ponerlo en palabras, mi forma de decirlo es un poco vacilante y con abrir paréntesis, cerrar cosas y tratar de explicarlo y esforzarme un poco de más incluso. Me parece que en general todo lo que sea poner las cosas en palabras hay un cierto desafío para mí y eso hace que le presté mucha atención. Por un lado, porque lo disfruto, también porque me gustan las cosas que implican un cierto desafío porque si no podría no hacerlas. Pero también hace que le preste un poco de atención y que quiera aprender. Quiero saber cómo se llaman las cosas y cómo se menciona algo. Siempre me asombra mucho cuando leo en algún momento una palabra que no conozco, es como, ¿qué es esto?. Y sobre todo, me pasa mucho cuando leo descripciones de un estado anímico que yo siempre tuve, pero que no sabía que podía ponerse en palabras, que tenía un nombre y es como, “ah esto se llama así”. Entonces eso hace que, naturalmente, creo que esa especie de lugar un poco más dificultoso, hace que me llame la atención y que le presté mucha atención. Por ejemplo, me gusta mucho sacar fotos, pero no es algo que le presté atención, simplemente sacó el teléfono.

KC: Tu Instagram es precioso, tienes lugares como tan tranquilos, que te entregan una paz tan linda. ¿Son fotos tuyas o prestadas? 

FF: No, son todas fotos mías, a no ser que en algunos casos aclaró, si es alguna foto que venga de algún registro de un libro o algo así. En caso de que no sean mías, aclaró el autor. 

KC: No, claro. 

FF: Sí, pero es algo que hago como más desde un lugar instintivo y de disfrute, como hobby. Hay algo en eso al cual no le pongo carga, entonces también, no es que estoy estudiando fotografía, no es que estoy viendo la obra de otro fotógrafo o queriendo ver cómo la hizo o investigando técnicas. Para mí es simplemente sacar el teléfono y seguir. En cambio con la escritura, hay como una a ver cómo hizo esto, quién es este autor nuevo, qué está leyendo, qué estoy leyendo yo, por qué pasó de tercera persona a segunda, cómo hizo ese pasaje, por qué cambió el punto de vista y por qué usa tales palabras. Y eso me fascina, me parece que esta cosa de las variaciones del español de acuerdo a las regiones o las zonas, estos dichos, estás formas de llamar las cosas en determinado lugar.  Ahora estoy aprendiendo un montón, estoy como un poco obsesionado con reconocer los árboles del monte de esta zona de Argentina, que son un poco particulares, algunos los conozco, pero otros son bastante particulares. Y mis amigos están al tanto de esto y por ejemplo, esta mañana me encontré de casualidad con una amiga en lo de la vacunación, y me dice “ya te averigüé cómo se llama el árbol ese,  se llama moradillo”. Yo tomo una nota, moradillo, y después voy a venir acá y voy a googlear y voy a ver y voy a ir a su casa y voy a mirar el árbol y voy a comparar con otro árbol. Es algo que me interesa y a partir de ahí uno va incorporando palabras. Y hay algo muy poderoso en el nombrar y en el saber, que este árbol es un moradillo y no es otra cosa. 


KC: Te tengo una sorpresa. Ojalá la escuches. 

Pregunta de Ignacio Rebolledo. 

“Hola Fede, ¿cómo estás? Aquí Nacho de Chile. Antes de mi pregunta, muchas gracias Karen por el espacio, por la invitación. Y además debo reconocer que esta pregunta la ideé con Gerardo Jara, así que es una pregunta un poco coral, para ti. ´Los Llanos´, tu novela, es un diario donde se escribe una aproximación a ese espacio y lo empiezas a explorar y a significar. Ahora que habitas, que vives este llano, ha ganado un premio y ha ganado más ojos en esa exploración, ¿tiene para ti este lugar un nuevo significado? ¿que presenta ahora los llanos? y también quiero preguntar si podrías volver a escribir sobre este lugar y cómo lo harías con el Fede que ya no es el que escribió esta novela. Un besote grande y felicidades”.

FF: Ay, qué lindo, muchos saludos a Nacho. Qué lindo escucharlo. Mi relación con el paisaje de la llanura sigue siendo un poco la misma, es un paisaje que ya no ha habito también. Me parece que había algo tal vez para hablar con mi sicoanalista.

KC: ¿Cómo te va psicoanalizar por Zoom? 

FF: Me psicoanalizo por su Zoom los jueves a la tarde. Me tocó ayer. Me parece que justo después de la salida de la novela y un poco por la pandemia también, pero, sí, realmente cambié de paisaje. Ahora casi toda mi experiencia diaria en la vida post publicación de “Los llanos” tuvo que ver con las montañas, con despertarme y ver montañas. Y si tendré que hablarlo con mi psicoanalista tal vez hay un tema ahí.

KC: ¿Te puedo ir a ver la sesión con el psicoanalista porque sería muy interesante?

FF: No, me parece que sería mucho. Pero, mi relación con las llanuras sigue siendo un poco la misma. Mi familia, vive ahí, es un lugar al que vuelvo muy seguido, que atravieso cada vez que voy a Buenos Aires o que viajo a visitar a mi familia. Es una relación, además, fundante, digamos, mi origen y buena parte de mi vida transcurrió ahí. Está ahí. No sé si podría volver a escribir sobre la llanura, esas son cosas que uno nunca sabe. No sé ni siquiera muy bien sobre que estoy escribiendo ahora. 

KC: Pero estás escribiendo, me imagino. 

FF: Estoy escribiendo, sí. Bueno, ahora estoy un poco en situación mudanza que complica un poco las cosas para escribir. 

KC: Vas a escribir de la mudanza entonces. 

FF: No lo sé, vamos a ver. Pero creo que hay algo de ese paisaje que está muy internalizado en mí y que forma parte de mí, de mi familia, de mis amigos, de buena parte de mis amigos que siguen viviendo en el pueblo, de mucha gente que conozco y quiero. Entonces me imagino que aparecerá de alguna manera o de otra. Ahora, si bien es un paisaje que conozco a partir de mi experiencia más como turista o de vacaciones, me siento un poco extranjero. Entonces hay como una mirada de extranjería, de descubrimiento, de preguntar cómo se llaman las cosas, de cómo se dice acá tal y tal cosa. 

KC: Pero eso es rico, eso es bueno. 

FF: Eso es bueno y es nuevo, y es como la primera vez de las cosas. La primera vez que viste un moradillo, la primera vez que viste un pica hueso, la primera vez que identificaste un chañar brea y entendiste por qué se diferenciaba del chañar común. Hay como un montón de primeras veces en estas experiencias de un paisaje nuevo. Pero en cambio la llanura esas primeras veces, como que ya están bastante agotadas hace mucho tiempo, siempre puede aparecer algo nuevo, pero eso habrá que ver cómo con el paso del tiempo ese paisaje se va reconfigurando, qué me pasa a mí con la llanura. Si me dan ganas de escribir o no, no lo sé. 

KC: Mira, ahora te tengo otra cosa. Encontré algo que me fascinó. Vamos a ver si sabes de lo qué es:

“Dinámica donde todos los compañeros podríamos hacer preguntas al autor, las dudas que teníamos. Yo me lo imaginaba con pelo largo. En realidad es más viejo y cuando lo vi con ojos azules con lentes, me pareció muy distinto a lo que yo me había imaginado.  Fue la primera vez que vemos un escritor famoso tan de cerca, y eso que nosotros estamos ligados al tema de literario, muy buenos lectores y todo eso, pero la literatura se ve desde muy lejos y los escritores parece ser que existen pero que rara vez uno lo encuentra a la vuelta de la esquina. Lo conocí ayer y la verdad es que lo encontré una persona muy cercana. Muy fácil de entablar diálogo con él. Como decía, un argentino simpático así”.

KC: ¿Qué fue esto? 

FF: No puede escuchar muy bien la primer parte y no reconocí muy bien la primera parte. En un segundo momento me pareció que apareció la voz de Gerardo Jara.

KC: No. Tengo que decir una cosa, aquí no estás viendo la imagen y yo sí, entonces yo tengo ventaja. Pero esto fue en el 2016 en el marco de la Feria Internacional del Libro en Santiago, que hiciste un viaje al Liceo Hernando Magallanes, al sur de Chile. 

FF: Exacto, sí. Una experiencia hermosa. No sabía para nada que existía registro. 

KC: Es muy lindo, te voy a mandar el video. La felicidad de estos niños que efectivamente lo que dicen, bueno, esta niña dice que: «yo nunca lo había visto, me lo imaginaba con el pelo largo, no me lo imaginaba con los azules ni con anteojos». Y después, el profesor que nunca había conocido un autor importante”.

FF: Es el profesor el que está hablando. Confundí las voces. Fue un viaje realmente hermoso. Además, un paisaje también muy particular. Fue un disfrute ese viaje. ¿Fue el 2016? Yo no recuerdo las fechas.

KC: Sí.

FF: Fue realmente una experiencia hermosa.

Federico Falco compartió con estudiantes y docentes del Liceo Hernando de Magallanes.

KC: Tú trabajas para una editorial que, a mi gusto, una de las mejores editoriales argentinas de este minuto, que se llama editora Chai. Ahí tú eres el encargado del área de los cuentos. 

FF: Chai.

KC: Chai. Es que lo que pasa es que yo le digo Hi, porque soy judía y se dice Hi en hebreo. Se pronuncia Hi, que es dieciocho, es vida y por eso yo le digo Hi. ¿No sabías?

FF: No, no sabía. De hecho, le voy a preguntar a los chicos, siempre pensé que era por el té chai, me parecía, pero tal vez haya alguna otro tipo de  polisemia ahí en juego y se pueda leer de las dos maneras. Es muy buen dato. 

KC: Vas a llegar con algo que aprendiste. Va a decir algo que aprendí. 

FF: Totalmente.

KC: ¿Cómo ha sido tu experiencia ahí?

FF: Es una experiencia muy placentera y de mucho disfrute, y es un trabajo que agradezco mucho. Primero porque la convocatoria es bastante inusual. Una editorial nueva en traducción que quiera publicar libros de cuentos. Usualmente es un poco difícil publicar libros de cuentos y más extraño que te convoquen para armar una colección de cuentos. Entonces, en ese sentido es una experiencia muy disfrutable y que yo agradezco. Por otro lado, tanto con Santiago La Rosa, como Soledad Urquia, que son los editores de Chai, somos muy amigos, ellos también viven aquí, nos vemos casi a diario, entonces hay una relación muy fluida. Y también es uno de esos trabajos que por momentos uno se olvida que está trabajando porque son todas cosas muy disfrutables. En general, me es un trabajo que me pide leer muchos libros de cuentos, que es algo que yo hago usualmente por puro placer y puro disfrute, y me pideN comentarlos y charlarlos y pensarlos si podrían funcionar en español o no. Si podrían publicarse o no. Entonces, es algo que forma parte muy orgánicamente de mi cotidianeidad. 

KC: Aquí te tengo otra sorpresa. Corre el micrófono. 

Pregunta de Amy Fusselman

“Hi Federico, is Amy Fusselman calling from New York. I am wondering if there is anything that you have been reading lately that you are really excited about. Thank you. Thank Karen”.

FF: Ay, qué hermosa Amy. Que genial, no sabía que esto incluía sorpresas. Qué bueno. 

Gracias a Amy, le mandamos un gran saludo. Es una autora que, además, admiro un montón.

KC: Es buenísima. 

FF: Sí, es realmente muy genial. ¿qué estuve leyendo últimamente que me

 hubiera asombrado mucho o me hubiera puesto en un estado de fanatismo? Vengo como una cierta racha de lecturas un tanto fallidas o de no poder concentrarme mucho por este tema de la mudanza. Pero, ahora estoy leyendo el segundo tomo de una biografía de Lucian Freud, que es un autor que me gusta mucho. No diría que es una biografía bastante tradicional, un poco más chismosa de lo usual, pero la estoy disfrutando un montón, no me está generando fanatismo, pero la estoy disfrutando realmente mucho. Los poemas de James Schuyler, que también los estoy leyendo y releyendo desde el año pasado. Ahí sí hay un fanatismo total, estoy muy fanatizado con sus poemas. Ya voy, creo que por la tercer relectura. Bueno, algunas cosas que no las puedo anunciar tanto, porque si estuve leyendo algunas cosas para Chai que realmente me encantaron y que estamos ahí viendo si conseguimos los derechos. No sería demasiado posible, por ahora, dar esos nombres, como para no generar ningún tipo de problema en esas negociaciones pero si hay un par de nombres.

KC: Vamos a ir a la última parte, que es algo muy breve y muy dinámico, que es un cuestionario Espiral. Se trata de que yo te voy a ir haciendo preguntas, pero tú tienes que responderlas breves, con una frase, con una idea. Trató de hacérselas a todos los invitados así que aquí vamos con el cuestionario Espiral.  ¿Cuál es tu idea de la felicidad? 

FF: Una tarde en el arroyo, otoño, sol de otoño, buena temperatura. Solcito en las manos con amigos. Ruidito de agua.

KC: ¿Tu mayor miedo?

FF:  Uf re complicado. Supongo que le suceda algo a la gente que quiero, eso siempre me da mucho miedo

KC: ¿Lo que más te molesta de ti mismo? 

FF: Eso no, para hablarlo con mi psicoanalista Karen. 

KC: Okey vamos a tener que llamarlo ¿En los demás?

FF: Una cosa que me molesta en mí y que no molesta en los demás, pero tiendo a ver en los demás, es el miedo infundado, el miedo como ansioso, neurótico. Es algo que no me gusta de mí y que cuando lo veo en los otros y reconozco, no es que me moleste, si no que tiendo a sentir cierta empatía por esas personas, es decir, qué pena que estemos pasando por esto. 

KC: ¿A qué escritor vivo admiras? 

FF:  A un montón. Ahora, por supuesto, se me ocurre Amy Fusselman porque la acabamos de escuchar pero a un montón. Diría Debora Eisenberg es una escritora que admiro un montón y que estoy traduciendo, que también es alguien que cada vez que intercambió correos con ella o hablo con ella, es una admiración total. Pero esa lista es bastante extensa. 

KC: ¿Hoy qué desayunaste? 

FF: Hoy tuve un desayuno complicado, pero café con leche solamente. Después comí algo más más tarde. Pero usualmente desayuno café con leche, con una granola con cereales y frutas. 

KC: ¿Agenda de papel, electrónica o ninguna? 

FF: Papel siempre. 

KC: ¿Cuál es tu mayor vicio? 

FF: Que difícil definir un vicio. En este momento estoy totalmente fanatizado con unos alfajores rogel, rellenos de dulce de leche, que hacen en un local, aquí en San Javier, que los descubrí hace poco de los fajores del duende. Antes estaba fanatizado con los alfajores de Café montaña, que es el bar a los que voy todos los días a desayunar. Y diría que entre esos alfajores y el helado, en general helado de mango, de pistacho, ahí está mi zona de mayor vicio.

KC: Que rico ¿Cuándo mientes?

FF: Cuando no tengo otra salida. 

KC: ¿Quién ha sido la mayor influencia en tu vida? 

FF: Pregunta muy complicada para responder de manera muy breve. 

KC: Esa es la gracia. 

FF: Hay muchas influencias. Mi abuelo materno para mí fue una persona muy importante.

KC: Ayer te sentiste feliz cuando.

FF: Ayer me sentí feliz caminando abajo de una gran morera que está con todas las hojas amarillas ahora, entrando en el otoño. Fue un instante de mucha felicidad. 

KC: Antes de acostarte siempre. 

FF: Tomo agua, apagó la luz, chequeó que la puerta esté cerrada, que es algo que me olvido bastante seguido de hacer. No mucho más. 

KC: ¿Qué te hace reír? 

FF: Un montón de cosas. Los chistontos me hacen reír un montón. Los chistes muy básicos y tontos siempre son una buena fuente de humor para mí.

KC: ¿Té café o agua? 

FF: Café, mucho, todos los días, varios. 

KC: Azúcar, endulzante o nada. 

FF: Nada.

KC: ¿Cerveza, blanco, tinto o champán? 

FF: No tomo alcohol, muy poquito. Alguna vez un gin tonic muy de tanto en tanto, algo de ron a veces, pero en general no tomo alcohol. 

KC: ¿Instagram, Facebook o Twitter o Tik Tok a esta altura?

FF: Instagram. 

KC: ¿Lo que más te inspira? 

FF: Estar afuera, salir a caminar por la naturaleza. 

KC: ¿Has sentido odio? 

FF: Sí, por supuesto. 

KC: ¿Qué te hace enojar? 

FF: No sé si tantas cosas, pero en general la gente impuntual, me pone muy de mal humor. 

KC: ¿Selfies?

FF: No.

KC: ¿Algo extravagante que hayas hecho?

FF: Habría que definir la idea de extravagante. No sabría, no sé. Una vez 

navegué por el Amazonas, solo en un barco de carga durante siete u ocho días. No sé si es extravagante, en ese momento me pareció un poco raro para mí. 

KC: Aventurero sería la palabra correcta. Voy a cambiarlo por aventurero. 

FF: Soy bastante aventurero. Reconozco.

KC: Se dice 99% de trabajo y 1% de inspiración ¿qué opinas? 

FF: Estoy bastante de acuerdo. Tal vez diría 80% trabajo y 20% inspiración. 

KC: Tres consejos para escritores que comienzan. 

FF: No pedirle a la escritura cosas que la escritura no puede dar. Eso me parece muy importante. No pedirle a la escritura nada, ni que nos salven, ni nos rescate y que nos dé sentido a algo, ni que nos dé fama, ni éxito. Ese me parece el gran consejo. Dos, evitar la voz pasiva. Y otro consejo que me parece es importante, es dejar las cosas descansar, no apurarse a publicar, dejar las cosas descansar, retomarlas al tiempo. Alargar los procesos, dejar que queden ahí tres, cuatro o cinco meses en mi cajón y esperar que a que uno cambie para volver a leer esos textos con ojos de otro. 

KC: Tres aciertos que has cometido como escritor.

FF: No, eso sí es  bastante difícil de pensar o nunca lo pensé de hecho.  No sé, ¿uno comete aciertos? Me parece un poco, lo que te contaba hace un rato, dejar espacio libre a la mañana para escribir y  defender mis espacios de escritura creo que fue algo que estoy orgulloso de haber hecho. Y por ahora, desde este momento y desde esta perspectiva, me parece un acierto. Tendría que pensar mucho más los otros dos.

KC: ¿Y un error? 

FF: Supongo que, bueno por momentos, pedirle a la escritura más de lo que es. Apurarse por ahí con ciertas cosas, es un error. Tampoco creo que haya que castigarse tanto mirando en retrospectiva. Uno hizo lo que pudo en esos momentos. No sé si fueron errores, pero fue la manera de encontrar una manera de avanzar o hacer, que en ese momento me pareció estaba bien y en retrospectiva tal vez no estuvo tan bien. 

KC: ¿Cómo te relajas? 

FF: Salgo a caminar. En general, si estoy muy abrumado por algo o muy enrollado con algo, caminar es algo que funciona mucho para mí. No tengo muchos problemas para relajarme. 

KC: ¿Tienes un hobby?

FF: Tengo varios hobbies. Me gusta la huerta, es un gran hobby o la jardinería. La fotografía. En algún momento, hice cerámica, que también es algo que ahora no estoy haciendo, pero es algo que disfruto mucho.

KC: ¿Dios, meditación o nada? 

FF: Más tirando a nada. 

KC: ¿Fama, dinero o ambas? 

FF: No son cosas, digamos, dinero, me preocupa. Dinero para llegar a fin de mes, para estar cómodo. Dinero, para que no sea un problema. Sobre todo diría que el dinero no sea un problema. Soy bastante básico con mis necesidades, así que si las tengo cubiertas, está todo bien. 

KC: En  tu velador, ¿qué libros tienes? 

FF: No suelo leer antes de dormir, leo más en el sillón, entonces, si hay algún libro es porque ha quedado como medio olvidado. Ahí quedó, de Emily Dickinson, que estuve releyendo hace poco. 

KC: ¿Kindle, papel o audiobook?

FF: Papel

KC: ¿Y Mac o PC? 

FF: Mac.

KC: Con esto hemos terminado la encuesta Espiral y  esta gran conversación. Muchas gracias.

FF: Muchísimas gracias.  Gracias a vos. 

KC: ¿Te gustaría agregar algo o estás bien? 

FF: No, parece que estoy bien. ¿Hay algo que se haya quedado pendiente o que no se entendió?

KC: La conversación con el psiquiatra. Estoy muy curiosa. 

FF: Con mi psicóloga. Me parece que eso vamos a dejarlo en los terrenos de la intimidad por ahora. 

KC: Está bien. Ha sido un gustazo, lo pasé muy bien, me encantó conocerte, entender cómo piensas, cómo funciona, lo qué te importa y lo que no. Espectacular. Muchas gracias. 

FF: Gracias a vos, ha sido un placer.

KC: Gracias, cuídate. 

FF: Y muchos saludos a todos por allá. 

KC:S Los voy a mandar, no te preocupes. Gracias chao.

FF: Un beso. 

Hablamos de cosas bien impactantes, duelo, muerte, cómo ser otro, tener otra vida ¿Podrías vivir lejos de la ciudad como él en San Javier, Córdoba? yo si, pero mi familia quizás no, así que no puedo. Cuéntame qué te pareció estas preguntas, qué te pareció la entrevista, ¿conocías a Federico Falco?

Un abrazo grande.

Lee. Escribe. Crea.

Chaoooooo.

Autores mencionados

Amy Fusselman

Debora Eisenberg

Emily Dickinson

Federico Falco

Ignacio Rebolledo

James Schuyler

Virginia Higa

Libros mencionados

Un cementerio perfecto

Los llanos


¿Te gusta escribir pero no sabes cómo comenzar?

Portada libro Cuaderno de escritura

Gracias!

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