Oda a cómo volví a escribir #192
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Queridos odistas,
Esta oda es fruto de una colaboración que hice con José Orona en Substack y quiero compartirla con ustedes.
La felicidad de ver publicadas tus obras no tiene precio; es un sentimiento muy particular. Los meses posteriores, sientes que no necesitas nada más, que todo es tal cual debería ser. Solo he sentido tal nivel de plenitud tras convertirme en madre cuatro veces.
Sin embargo.
pero.
Exacto, siempre hay un “pero”. Lo difícil viene después de que ha pasado la sensación primaria de alegría profunda. ¿y ahora qué? ¿cómo volveré a escribir? Si bien es difícil solucionarlo, se puede, pero hay que hacer un esfuerzo consciente. De eso les quiero hablar hoy, de cómo fue mi camino para regresar a la escritura. Lo que hoy vas a leer es cien por ciento verídico, personal y espero, que los ayude.
¿Qué viene ahora? Eso me pregunté después de publicar Respirar bajo el agua
Tras publicar mi primera novela, Respirar bajo el agua, todo fue nuevo e ignoraba lo que vendría después. Me di un recreo para volver a sentarme frente a la pantalla. Me tomé esos meses con tranquilidad, pasó el verano, seguía también ocupada con mi trabajo en la Fundación Memoria Viva, ligada a los testimonios de los sobrevivientes del Holocausto que se albergaron en Chile. La cosa se puso más difícil en marzo, aquí en Chile, es el mes oficial del inicio del año, ya sea a nivel escolar o de trabajo, enero y febrero son los meses de vacaciones y el ritmo es más relajado.
En El Arrayán, en los faldeos de la Cordillera de los Andes, arriendo una pequeña habitación y allí es donde sucede la mayor parte del proceso creativo. En este pequeño lugar, mi taller, de no más de cuarenta metros, con un baño y una cocina muy pequeña, paso varias horas al día. Además del gran escritorio que compré en una feria de antigüedades, tengo un sofá y una pequeña mesa para almorzar. Un reproductor de vinilo y computador. Mi biblioteca principal está en casa y aquí los libros van y vienen. Como ven, este es mi espacio y muy pocos lo conocen.
Tengo rituales que me ayudan a conectarme con el oficio. Ocupo un pantalón de buzo y un top muy holgado, no entro con los zapatos, enciendo la vela del difusor de aceites esenciales. Pero nada sirve si las ideas no fluyen.
Para volver a escribir es esencial darle prioridad
Debes desearlo de tal manera que sea una prioridad, darle espacio mental y físico. Si vives en piloto automático, es imposible. Así fracasé en dos intentos de novela: uno sobre un hombre que visita a su madre moribunda en Jerusalén y otro sobre una chica huérfana en Detroit que descubre el oscuro pasado de su padre.
Volví a la desazón: sin ideas, sin proyecto, con una desesperación diaria. Me obligué a enfrentarme al oficio, asistiendo al taller cuatro veces por semana, sentándome frente a la pantalla o con el cuaderno. Solo salían reflexiones, ninguna historia. Probé con música.
Un día encontré un vinilo en yiddish de la abuela de mi marido. Mientras escuchaba la canción “Siete hijas”, surgió la historia y el personaje de Todos nuestros fuegos: Rivka, la cuarta hija de siete, la única sobreviviente de un incendio. Esa canción fue la chispa de mi segunda novela.
Lo que sucedió tras publicar Todos nuestros fuegos
Vuelvo a vivir el mismo proceso: alegría abismante, una pausa de unos meses y luego la pregunta “¿podré volver a escribir?” Durante seis años trabajé en esta segunda novela, por lo que me merecía un descanso. En marzo la publiqué y en mayo intenté volver a las pistas.
Imposible. Nada salía , ni en el computador, ni con lápiz y papel. No iba a permitir que me venciera, soy una mujer que busco soluciones concretas.
Básico: buscar apoyo
El primer paso fue buscar apoyo. Gracias a Escribir es un lugar, creada por la escritora mexicana Laia Jufresa, retomé la escritura. Me inscribí en “La comunidad”, un espacio donde, cada mañana a las once, me reunía virtualmente con otras mujeres para escribir en silencio, pero en compañía. Ese hábito fue vital para recuperar el ritmo.
Aún así, necesitaba algo más intenso y me sumé a tres talleres de creación con Marcelo Simonetti, Pía Barros y Antonia Torres. La dinámica era similar: escribir a partir de un pie forzado y compartir el resultado con el grupo. Era un ritmo intenso. Los miércoles en la mañana con Marcelo, los miércoles en la tarde con Pía y los jueves por la noche, Antonia. Era difícil de sostener junto a mis talleres de lectura, Oda, el podcast Espiral y mi vida de madre de cuatro.
Finalmente me quedé con el taller de Marcelo, pero todos me ayudaron a volver al oficio. Escribí muchos relatos breves, algunos mejores que otros, y seguí trabajándolos durante el año. Sin embargo, mi meta seguía siendo escribir una tercera novela.
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🗓 Miércoles 30 de julio
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⏰ 19:30 hrs
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📍 Centro Cultural El Tranque
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👉 Entrada liberada
Atreverse a innovar
Me di cuenta de que en varios relatos había una figura que se reiteraba: una mujer octogenaria, vi sus manos llenas de venas azules, sus inquietudes y su memoria. Supe que algo había.
Como tenía resistencia a escribir en el computador, comencé a hacerlo en tarjetas de fichas. Cada día escribía algo sobre esta anciana, que en un comienzo no tuvo nombre. Tenía el personaje, pero no la historia. En febrero me fui de vacaciones y en marzo, volví a este sistema. Paulatinamente fue surgiendo un mundo, con personajes e hilo conductor.
Volví a sumarme a la plataforma de Laia Jufresa pero esta vez en “La Madriguera”, que es un grupo donde mujeres trabajan proyectos de largo aliento y dos veces al mes, Laia te hace coaching y uno se compromete a escribir cierta cantidad de días mensuales. No hay excusa.
Me volví fanática de las páginas matutinas porque, luego de escribirlas, sentía que la carga personal la dejaba en la libreta y mi creatividad se abría a mi anciana, que ya tiene nombre: Eva.
Leer es clave
Paralelo a este proceso le di prioridad a la lectura. Me sentaba en el sofá en mi taller y durante una hora, leí. Así pasaron por mis manos grandes títulos que aportaron muchísimo a mi proceso.
Como ven, cumplí con el objetivo: volví a escribir una novela y hoy, a a fines de julio, puedo decir que tengo listo un primer borrador. Si bien escribir a mano hace más lento el proceso, pues hay que transcribir los textos, el bosquejo se enriquece porque de cierta manera estás procesando dos veces. Yo utilizo Scrivener y Word.
Décalogo para volver a escribir:
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Ten claro lo que deseas: un ensayo, un cuento, varios relatos, una novela breve, una larga, una saga.
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Debes hacer espacio mental y físico. La inspiración no llega mirando el teléfono, conversando con una amiga.
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Sé fiel a ti mismo, si esto te importa, debes dedicarle tiempo. Incluso si no logras escribir, estás haciendo el cambio.
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Imprime un calendario del mes y marca los días que vas a escribir.
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Debes darte espacios de recreación vinculados con el arte. Ya sea salir a caminar, pasear a tu mascota o ir a una exposición.
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¿Qué te calma y te conecta? Para mí fue la música y el silencio a la vez.
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Busca apoyo. Hoy hay muchas opciones en las redes sociales, escucha podcasts que hablen sobre el bloqueo del escritor, inscríbete en “Escribir es un lugar”.
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Respira, no lo olvides.
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Escribe tus páginas matutinas. Esto es básico, todos los días, aunque ya sea la hora del almuerzo, seguirán siendo tus páginas, descarga aquí todas tus preocupaciones para que le des rienda suelta a tu proceso.
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Lee y mucho.
Algunas de mis lecturas que me ayudaron a volver a escribir.
Mis momentos
Fui feliz: Volviendo a ver el mar.
Algo que aprendí: Que sí puedo poner en pausa proyectos que están en marcha (me costó muchísimo, pronto novedades).
Estoy agradecida: De que mi familia me apoya en un nuevo proyecto (ya les contaré).
¿Tienes estrategias para volver a hacer algo que te gusta mucho?
Escucha a Mariana Travecio en Espiral:
Lee. Escribe. Crea volviendo a escribir.
Karen.
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