#120 Entrevista a Cynthia Rimsky

#120 Entrevista a Cynthia Rimsky

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¿Hola, hola ¿cómo estás? Soy Karen Codner y te doy la bienvenida al programa 120 de Espiral y me harías muy feliz si lo recomiendas a tus amigos, me pones un like donde sea que lo escuches. Eso me ayudará a llegar a más auditores. Ojalá me escribas, me cuentes qué te parece esta entrevista en profundidad con Cynthia Rimsky, quien estuvo al micrófono Espiral con el Cuestionario, pero solo lo pude difundir en transcripción, porque el audio estaba pésimo. Primera vez que me sucede esto en tantos años grabando Espiral. Agradezco a los que me dejaron comentarios en Substack y acuérdense, es muy importante que me escriban y me den retroalimentación. Que me mandes una foto de donde estás escuchando Espiral, o a mi correo karen@karencodner.com

Hoy tenemos a la primera entrevistada del 2025, nada más ni nada menos que a Cynthia Rimsky escritora chilena avecinada en Argentina y que recién ganó el Premio Herralde de Novela con Clara y confusa. Al momento de la entrevista no la había leído porque todavía no la publicaban en Chile, era imposible encontrarla, pero tan pronto salió publicada corrí a comprarla. Me encantó. Es una propuesta muy distinta, con una voz entrañable de un gasfíter que se enamora, más bien, se vincula, se obsesiona, con una artista que tiene una posición artística bastante particular para vivir. Además de poder leerla como una historia de amor, también contiene una crítica bastante ácida contra el sistema cultural que hoy impera. Además contiene una mirada muy crítica a la parafernalia estatal. Si la lees, suspende el juicio, insertarte en su prosa y ríete, porque tal como me contó Cynthia Rismky, la quiso escribir con humor y le resultó.

      La entrevista fue al día siguiente que Cynthia había aterrizado en Buenos Aires desde España, donde viajó para recibir el Premio Herralde, el único en Chile que lo ha recibido es Roberto Bolaño, una tremeda distinción. Ella vive en un pequeño pueblo a ciento diez kilómetros de la capital y en su casa tiene un huerto. Cynthia y su pareja encontraron el pueblo con google maps, lo conocieron y tomaron la decisión de vivir allí, junto a sus trescientos habitantes. La juventud de Cynthia fue atolondrada, con ánimos comunistas, de espíritu rebelde y aventurero, “bien contrera” declaró.

Hoy Cynthia Rimsky escribe, hace clases en la universidad, dicta algunos talleres y sobre todo escribe. En los últimos años ha realizado un esfuerzo consciente por dotar a su narrativa con humor, y “estar sola en el escritorio y reírte de repente”. Podría seguir escribiendo mucho de lo que conversamos en este encuentro, te invito a ti a hacerlo, de seguro te vas a sorprender tanto como yo.

 

 

Recuento personal

Enero, qué mes más extraño para mí. Hace un calor infernal en Santiago, además que este mes me lo reservo para controles de salud y si bien es necesario, dudo que exista un ser humano que le guste sacarse sangre, hacerse una colonoscopia, ir al doctor, al dentista. Pero sin duda, el autocuidado es importante.

Estoy muy contenta porque este mes saldrá al aire la entrevista que me realizó en el podcast “Hablemos escritoras” con Adriana Pacheco. Y las buenas noticias continúan porque Todos nuestros fuegos estará en el desafío lector de la librería Catalonia en marzo. Y además acaba de salir la entrevista que me hicieron en la revista Zancada, que más puedo pedir.

Por otra parte, tal como les he contado en los últimos episodios, estoy abocada a escribir, como sea, perfeccionando los cuentos y ya me lancé con algunas ideas para una próxima novela. Lo malo, para mí, que es un proceso que no me está saliendo natural, sino que autoimpuesto pero por alguna parte debo partir.

Estoy leyendo cosas que me han gustado mucho, si eres de cuento, tienes que leer Acerca del robo de historias y otros relatos de Gueorgui Gospodínov y Ruth, de Adriana Riva. Dos lecturas notables.

Este es el último podcast hasta marzo porque febrero estaré fuera, totalmente de vacaciones. Ahí tendremos a la escritora chilena, psicoanalista y que ha dado mucho que hablar con su último libro Nostalgia del desastre publicado hace poco por Seix Barral, estoy hablando de Constanza Michelson.

¡Te espero! Escríbeme, mándame una foto donde sea que estés escuchando Espiral a mi correo karen@karencodner.com o bien, déjame un comentario aquí mismo en Susbtack. Te lo agradecería mucho.

 

Cuestionario Espiral

KC: Hola Cynthia, ¿cómo estás?

CR: Bien, ¿y tú cómo andas?

KC: Yo acalorada acá en Santiago. No sé cómo está en Buenos Aires el clima.

Quisiera saber ¿qué te interrumpí cuando te tuviste que conectar a este Zoom? Que nos ha costado además por el tema de la grabación, no ha sido menor.

CR: Bueno, recién llegué anoche a Buenos Aires desde España, así que estaba conectando con amigos, amigas para ver si alcanzaba a tomarme un café hoy día con algunos o algunas antes de ya irme mañana. Mañana hago clase en la mañana temprano y después ya me voy a mi casa en el pueblo. Saludando amigos y amigas estaba en realidad.

KC: ¿Eres sociable?

CR: Una vez a la semana sí. Vengo a Buenos Aires cuando doy clase y aprovecho juntarme. Tengo un grupo de amigos que quiero mucho, amigas que quiero mucho. No sé si soy tan sociable, pero me he ido armando a lo largo de los años, teniendo lindas relaciones en realidad. Y en Chile también, fíjate, es curioso, tengo más amigos y amigas ahora que estoy en Argentina que cuando estaba en Chile, he ido conociendo más gente.

KC: ¿Qué es este pueblo en tu vida? ¿dónde queda si yo me paro en el mapa?

CR: Queda camino Mendoza, a ciento diez kilómetros de Buenos Aires, de Capital, camino hacia el oeste.

KC: ¿Y es un pueblo, tú dirías que más como Pedro Páramo o García Márquez? ¿O entre medio?

CR: No, es un pueblo muy sencillo, muy pequeño. Cuando llegamos tenía trecientos habitantes, ahora debe tener un poco más, y que lamentablemente con la pandemia, para uno, pero en realidad al pueblo le ha hecho bien, se convirtió después en un pueblo gastronómico. Entonces, hay varios restaurantes y los fines de semana va mucha gente, menos mal que mi casa queda un poco más apartada, así que no sufro la invasión porque a los argentinos, a las argentinas les gusta mucho los fines de semana salir de la ciudad como viven en general en departamento, existe como ese deseo de salir y van a estos pueblos. Y Azcuénaga es uno de muchos pueblos cercanos a Buenos Aires que antes eran estaciones de trenes hasta que Menem destruyó los trenes. Eran estaciones de trenes donde se acopiaba el lino, en este caso Azcuénaga producía lino y algodón – creo que algodón también, ahí no estoy segura – pero el lino sí, y el tren los pasaba a recoger y estaban todos conectados, y los chicos y chicas iban a estudiar a internados. Todo se movilizaba a partir del tren entonces estos pueblos tenían mucha vida y cuando se acabó el tren cayeron en un gran decaimiento. Ahora último se convirtieron en pueblos que se construyen casas de fin de semana, como loteos de fin de semana, y también restoranes donde la gente va. Había algunos restoranes en cada pueblito, hay un club social y algún tipo de restaurant, y ahora esto se ha multiplicado. Pero son muchos pueblos los que hay, todos a distancia entre doce y veinte kilómetros que son las distancia y los pueblos a los que yo voy en la moto porque son por caminos interiores de tierra que ahora con Milei están muy malogrados, son peligrosos, pero que hasta Milei, uno podía transitar y era muy lindo porque vas pasando por los campos, por el campo y llegas a un pueblito que tiene un bar o un club social, te tomas una cerveza o algo y después sigues a otro pueblito o te devuelves, es lindo. Pero son pueblos con bastante soja, trigo transgénico, no son pueblos así como los pueblos chilenos con más vegetación o con más pino y eucalipto. Es la pampa húmeda, es la pampa seca, húmeda y plana. 

KC: Mira, la semana ante pasada, yo hago talleres literarios de lectura, y estábamos viendo Los adioses de Onetti y estábamos hablando de la pampa y en realidad la discusión era cómo es la pampa. Bueno, la pampa uruguaya, no sé si o si hay pampa en Uruguay, ¿qué define a la pampa?

CR: Bueno, la pampa yo creo que la define la extensión y la planicie. Es un lugar absolutamente plano donde nada entorpece tu visión, es una sensación muy abierta, de mucha apertura, algo que en Chile no se conoce. En Chile siempre tu mirada choca con algo con un bosque, con un cerro, con algo, y la pampa no choca la mirada, o sea, se termina la mirada y el paisaje sigue. Yo creo que más o menos eso define la pampa.

KC: ¿Y cómo fue la aventura de encontrar este pueblo, que voy a ver si lo pronuncio bien, Azcuénaga? ¿cómo lo encontraste? ¿cómo llegó a ti?

CR: Fue medio al azar. Estábamos buscando con mi pareja un pueblo que no estuviera tan lejos de Buenos Aires por los trabajos y empezamos a recorrer en micro, en bus y fuimos viendo hasta que al final, así medio como viajo yo, como al azar, preguntándole a la gente si conocía de algo que se vendiera. Y bueno, en Azcuénaga encontramos un señor que nos miró y nos dijo, tengo la casa para ustedes, que son hippies. Y efectivamente, era un terreno enmarañado, lleno de matorrales, que no se podía llegar hasta el final, de hecho, pensé que el terreno era hasta la mitad, y con muchos árboles y una casita muy destruida, pero bueno, tenía pozo, tenía luz, y nos gustó. Y era muy barato en ese momento comprarlo como comprarse una habitación en Buenos Aires, era baratísimo y de a poco fuimos construyendo y haciendo el jardín.

KC: ¿Te consideras una mujer hippie?

CR: No, no me considero hippie, para nada, pero me imagino que soy un poco informal, yo creo que a eso se refería, ando con los pelos parados cosas así que quizás una señora de mi edad no anda. No sé, cosas así que en los pueblos me pueden considerar una hippie.

KC: Yo tengo cuatro hijos, a mis cuatro hijos les tengo prohibido andar en moto, lo encuentro sumamente peligroso, algo me debe haber pasado. ¿Cómo es tu relación con la moto?

CR: Pero acá es distinto. No ando por la carretera y a la ciudad que voy es la que queda al lado a comprar, que es una ciudad pequeña. Y como te contaba, estos son pueblos que en realidad eran estaciones de trenes, son pueblos que están separados entre doce y veinte kilómetros por caminos interiores de tierra y yo ando por esos caminos de tierra y visito los pueblos. En cada pueblo hay un almacén que tiene una barra para tomarse un fernet o algo, o un club social o un pequeño restaurante. Entonces me voy y visito, algunos los conozco más, de repente en algunos conozco gente y después me devuelvo. Son cosas más así, no es salir a la autopista.

KC: ¿Y se cumple el dicho popular «pueblo chico, infierno grande»?

CR: Bueno, evidentemente, pero creo que también es como tú te paras en ese pueblo como qué postura asumes. En general nuestra postura fue ir muy lento, conociendo a la gente sin ansiedad, con mucho como respeto, fue una cosa como de entender que iba a ser difícil tener una relación porque éramos de afuera y además yo soy chilena. Y no estoy en el WhatsApp del pueblo, por ejemplo, por lo tanto, no sé casi nada y no preocuparse por lo que dicen de uno, yo creo que eso es súper importante, y tratar de mantener relaciones cordiales. Entonces yo creo que es también como si tú estás preocupado de lo que te dicen y lo que dicen de los demás, sí, es un infierno, pero si vives como con una cierta distancia y un cierto respeto, creo que funcionan bastante bien.

KC: ¿Te felicitaron por el Premio Herralde o no tiene ni idea?

CR: Creo que el diario local de la ciudad que está al lado se hizo un reportaje y se replicó en el pueblo, pero no creo que tampoco tenga mucha importancia, lo que me parece maravilloso que en mi pueblo yo sea una vecina y nada más. En el pueblo nunca he dicho que soy escritora, muy poco, y no me interesa. Es el lugar donde vivo y me interesa que me consideren una vecina.

KC: Cynthia, es inevitable pensar que Roberto Bolaño ganó el Premio Herralde, inevitable. ¿Qué se siente abrir ese correo electrónico? De partida porque me enteré que en el pueblo hay mala señal, ¿no?

CR: Sí, no hay señal telefónica.

KC: ¿Sentiste que era un spam? ¿que alguien te estaba jugando una broma? ¿cómo fue?

CR: Sí, te digo que me pasó eso por la cabeza, pero la editora Silvia Sesé me dio su teléfono y me dijo que la llamara, su WhatsApp, entonces dije ahí hay algo raro. Pero sí, se me cruzó la idea. Esta desconfianza tan chilena.

KC: ¿Es muy chilena? ¿los argentinos no la tienen?

CR: No, yo creo que los chilenos y las chilenas somos profundamente desconfiados. Un argentino o una argentina no va a pensar, va a decir guau, se la va a creer altiro ¿por qué va a desconfiar?

KC: Claro. Nosotros vivimos desconfiando, si podemos ponerlo así.

CR: Exacto.

KC: Pero es una historia muy linda, ganar un premio tan reconocido, de renombre en un pueblo chico sin señal. Y creo que estabas con una alumna, ¿o no? ¿estabas con alguien ahí?

CR: Sí estaba con alumna, es la única que me queda porque dejé hacer talleres, pero bueno, ella todavía me queda desde hace años. Y ella me dijo, pero qué te pasó, corta inmediatamente, terminemos la clase, anda celebrar, me dijo.

KC: ¿Y a quién llamaste primero? Aparte de la editora, digamos.

CR: A mi pareja. Y después en la noche, teníamos en la heladera un bife chorizo, comimos bife chorizo con papas fritas y a los gatos les abrimos una lata de atún. Así que celebramos todos.

KC: Yo nunca he ganado premios, pero me imagino que si uno gana premios uno se siente bien. Yo sé que uno dice que los premios son convenciones, pero es lindo, es algo lindo que pasa en la vida la persona. ¿Cómo lo vives tú?

CR: Bueno, es interesante. Por un lado, porque Anagrama es un premio que tiene prestigio, no es un premio arreglado. De hecho, yo postulé por la página web, mandé mi manuscrito como cualquier hijo de vecino, hija de vecina, por lo tanto, no es un premio arreglado y es un premio que tiene mucho prestigio. Me di cuenta en España, por eso mismo porque es un premio literario y que es compartido con una escritora española, gallega y catalana, planteó como un premio de dos novelas que eran extravagantes, excéntricas, y eso me parece interesante, dos novelas que rompen un poco la norma de lo literario. Y entonces, eso fue como una doble alegría, sentir que mi escritura, que de repente me ha costado tanto que sea como aceptada o que sea leída y que me dicen cosas como no sé, una vez un escritor chileno puso en Facebook, después lo borró porque parece que se le tiraron encima, que mis libros no los compraba nadie y que nadie los entendía que eran muy difíciles. Desde esa tontera hasta otros que dicen que es confuso y por eso la novela se llama Clara y confusa, es uno de los motivos. Me pareció super interesante entonces que esa novela hubiera ganado un premio importante como El Herralde.

KC: Bueno, justamente en Artes y Letras de El Mercurio, el periodista Roberto Careaga menciona y comienza el artículo, con que tu literatura es confusa ¿Qué es ser confuso? Pregunto yo.

CR: Yo no sé, no, nunca lo he entendido, tuve que escribir una novela para entenderlo y tampoco lo entendí. Pero se trata, me imagino, de una literatura que no puedes digerir así como se digiere el diario. Que es una literatura que implica que el lector participe un poco y lea. No esa lectura que de repente uno tiene los bestseller en que uno no necesita casi leer porque empieza la frase y ya sabes lo que viene, es una literatura así como pre-digerida. Tú sabes si toma del pomo de la puerta va a abrir la puerta y que detrás de la puerta va a haber una sorpresa y que probablemente sea el amante porque tres páginas antes te aviso que el amante tomó el auto y fue en la dirección. Entonces esa literatura donde ya uno sabe lo que va a pasar y está esperando que pase lo que sabes que va a pasar. En cambio, en mi caso, en mi literatura, no sabes lo que va a pasar. En ese sentido, me imagino.

KC: ¿Y tú, sabes lo que va a pasar cuando estás escribiendo?

CR: No, no tengo idea. Esa es la gracia que no sabemos ni los lectores, ni las lectoras, ni yo, y eso me parece que es lo que tiene de vivido esa literatura que no hago solo yo, que hace mucha gente, que es esa literatura donde el escritor o la escritora va creando ahí mismo lo que va ocurriendo, sin ese plan como antiguamente se hacía ¿Te acuerdas? Que incluso te enseñaban en la escuela a que los personajes construirles una psicología, construirles un físico, construir la trama, el clímax, todo eso es mandarlo a la mierda realmente.

KC: O sea, tú comienzas un proyecto literario y de verdad no tienes idea cómo termina.

CR: No, no tengo idea o de repente tengo el final. Por ejemplo, en Yomurí, sabía que tenía que terminar con una batalla, pero no tenía idea lo que había en el medio, cómo se llegaba a eso y no tenía idea que cuando empecé a escribir Yomurí que iba a haber un pueblo, Yomurí y que iba a haber una recuperación de tierra, no tenía idea, fue apareciendo. En Clara y confusa, tenía una imagen muy fuerte que había visto en la playa, pero que no es para nada principal en la novela, es una imagen muy secundaria. Y tenía la imagen del plomero y que se enamoraba de alguien, y bueno, después surgió esta artista visual, pero nada más. O sea, para mí son una aventura y por eso me entretengo, porque yo soy muy curiosa y muy inquieta. Entonces, cuando sé lo que va a pasar, me aburro y no escribo. Tengo que tratar de no aburrirme.

KC: Es como tu vida porque estudiando tu vida me doy cuenta que esta es una mujer sumamente inquieta, curiosa, que no le tiene miedo al viaje, al viaje en su más amplia expresión. Ya el mero hecho de vivir en un pueblo después de haber sido citadina, de los cambios ¿Estoy haciendo una buena descripción de Cynthia Rimsky?

CR: O sea, no sé, porque tú dices eso, pero creo que también uno construye una imagen como escritora. En mi vida cotidiana estoy llena de miedos y todo lo que pasa es que, nada, voy para adelante. Pero de duda, tengo muchas dudas todo el tiempo y miedo, pero logró en algún momento ocluir la cabeza que me atormenta tanto y esa idea de cómo paso a pasito e ir viendo las cosas en lo concreto no en lo mental, porque cuando entro en lo mental es un caos, pero cuando estoy en lo material, como ya bueno, empiezo una novela en una imagen, después esa imagen me lleva a algo que busco en internet, se me ocurrió otra cosa. Y eso he logrado que a mí me funcioné bien. En cambio, cuando me pongo mental y empiezo a pensar las cosas y me enrollo, eso no me funciona. Entonces lo que pasa es que he ido encontrando como una forma en que me siento cómoda y en la que puedo hacerlo, que yo creo que es lo más difícil encontrar como un camino que a mí me funciona y me hace feliz y me entusiasma al punto que me dedico a eso casi por entero. Si no fuera porque tengo que ganarme la vida no haría nada más.

KC: Oye Cynthia, pero empezaste tarde, digo a los cuarenta años, no sé si es tarde o no, pero bueno, no empezaste a los quince ni a los veinte, digamos. Ya llevabas un buen trecho recorrido en otras labores.

CR: O sea, yo publiqué a los cuarenta, pero yo escribía desde hace mucho tiempo.

KC: Claro, pero ¿cómo publicar a los cuarenta? ¿cómo es decir, soy escritora,

a esto me dedico y esto me dedicaré y esto me gustaría hacerlo únicamente?

¿cómo es ese proceso?

CR: Bueno, depende para cada uno, porque en mi biografía estuvo

la dictadura de Pinochet, por lo tanto, durante muchísimos años el único objetivo y lo único importante era derrocar la dictadura, por ejemplo. Por lo tanto, también eso hizo que fuera más tardío. Y en ese momento no existía esto de la carrera literaria, de los premios, que me hicieran entrevistas, en Chile era una cosa mucho más pequeña, no existía el éxito en ese momento, en la dictadura. Nadie pensaba en tener una carrera o tener buenos trabajos para ganar dinero, nada de eso existía, o por lo menos en el ambiente donde me movía. Y después, la pregunta siempre fue ¿qué escribo? si existe Proust, si existe la Jane Bowles ¿qué escribo yo? Eso era lo más importante ¿qué puedo yo decir? 

Creo que me dediqué a vivir también y a descubrir cuál era mi mirada, qué era lo que yo podía hacer dentro de la literatura, eso era muy importante. Y no existía tampoco el apresuramiento por publicar, ninguna de esas cosas, nadie estaba esperando nada ni nadie te iba a convertir en un bestseller, no existía, o sea, imagínate, yo creo que el primer bestseller de haber sido la Marcela Serrano, pero ya fue bien avanzado en el tiempo. Entonces era todo mucho más relajado, más lento. No habían redes sociales. Creo que publicar en ese momento, a los cuarenta, no era un problema realmente.

KC: ¿Qué le dirías a la Cynthia que a los veintidós años se fue al norte de nuestro continente en post de un sueño? ¿qué le contaría hoy día si la tuvieras a tu lado?

CR: Para que se atormentó tanto, que al final iba a resultar, iba a escribir, pobrecita. Tanto tormento, tan atormentadita que era yo.

KC: ¿En qué se te manifestaba Cynthia? Porque lo ves, lo tienes clarísimo.

CR: En muchas dudas de si iba a poder escribir o no. Sentía que lo que escribía no me gustaba. Nunca terminaba las cosas. Mucha duda, era muy enrollada, yo creo. Todo era muy confuso, me confundía mucho, era muy sensible y me costaba mucho adoptar un punto de vista porque veía todos los puntos de vista y todos podían tener razón. Y no encontraba como desde dónde mirar, desde dónde hablar, desde dónde escribir.

KC: Y en ese sentido, ¿cómo fue tu infancia? ¿eras así también en tu infancia o fue con la adolescencia que brotó?

CR: Era bien contrera y era bien rebelde en mi infancia, era así, bien contrera y bien rebelde y muy lectora, era tremendamente lectora. Mis papás me tenían que sacar de la casa, de mi pieza y del libro para que fuera a algún otro lado. Era muy lectora en realidad, eso era. Muy crítica en el colegio, en la escuela una vez me echaron, después no pasó nada, pero porque era rebelde. No me ponía la corbata, andaba con los calcetines abajo, me abría la camisa, o sea no me gustaba, yo decía ¿por qué hay reglas que yo no he consensuado? dijéramos, esa era la idea ¿por qué tengo que obedecer cosas que a mí nadie me ha consultado?

KC: ¿Tú crees que tus papás o sabes si tus papás sufrieron con esta Cynthia?

CR: Me imagino, pero todos los padres sufren por algo con su hijo.

No creo que haya un padre que no sufre con sus hijos. 

KC: Claro, pero tener una hija oposicionista, rebelde, no es fácil de convivir.

CR: Y bueno, es lo que te tocó. A mí también me tocaron mis padres, o sea, uno no elige, es lo único que uno no elige, los padres y los hijos no se eligen. Pero bueno, por otro lado, era muy dulce, era muy sensible, tenía mucha sensibilidad por los problemas sociales, por la injusticia. Era muy sensible también, sobre todo a los problemas de la injusticia, que hubiera pobres. Desde pequeña me fijaba en eso.

KC: ¿Cuánto influyó provenir de una familia inmigrante en tu forma de enfocar la vida y en tus valores? Padres judíos provenientes de Ucrania, ¿no?

CR: Sí, Ucrania y Polonia. Bueno, fue otra fuente de rebeldía porque ellos por esa experiencia que tenían, querían que yo me integrara totalmente y fuera igual a los demás, esa era como su ilusión para que yo no sufriera, y yo me rebelaba eso, no quería integrarme a ser igual a todos los demás. Tampoco quería ser una judía modelo de ninguna manera, entonces, bueno, fue teniendo todos esos problemas mi adolescencia y mi juventud. Creo que hoy día soy una persona bastante desprendida en cuanto arraigo, no me gusta que me digan ni que soy una escritora judía para nada, ni que soy una escritora mujer, ni que soy una escritora chilena, defiendo totalmente una relación de distancia y de cuestionamiento, y construir una relación personal con las identidades. No admito ninguna identidad que se me arrogue, yo tengo mis conversaciones con las identidades, les pongo el límite, dudas. No es así una cosa, con el judaísmo, por ejemplo, con el ser chilena, con esto de la patria, más que ser chilena, con esto de la patria no me gusta. Por eso me parece interesante vivir en otro país que no sea Chile y tener una relación con Chile que no sea lo de la patria. Creo que el mundo estaría mucho mejor si no tuviéramos relaciones de patria, sino relaciones de distancia, de diálogo, de conversación.

KC: ¿Y cuál es tu relación hoy con el judaísmo? ¿Cómo lo ves?

CR: Tengo una relación muy distante con el judaísmo, no me siento judía para nada y, además, lo de Israel me ha hecho sentirme muy avergonzada. Tengo una relación con el judaísmo que pasa más bien por ciertas cosas de su escritura que me parece muy interesante, de la historia de la escritura, de la cábala, de la hermenéutica, esas cosas me parecen muy interesantes. Pero todo lo que es el sionismo y lo que está haciendo Israel ahora me parece atroz y me da vergüenza.

KC: ¿Cuál es tu relación con el lenguaje Cynthia? En el sentido del lenguaje que estamos las dos hablando en español, a momentos chileno, a momentos más universal, pero ¿cómo se experiencia de vivir un español distinto en Argentina a uno en Chile?¿cómo lo evidencias? Y también en tu escritura.

CR: Bueno, eso ha sido muy difícil, porque en realidad, a pesar de que hablamos el mismo español, en realidad el chileno y el argentino son super distintos, no solamente en el pronombre, el vos y el che que son cosas anecdóticas, si no de las palabras, acá prácticamente la mitad de las palabras se dicen de otra manera. Y como vivo en un pueblo, además, o hablo argentino o no me entienden cuando voy a la verdulería o cuando voy a comprar. Entonces he tenido que ir aprendiendo argentino y cuando empecé a escribir acá se me planteó el problema, ¿qué digo? ¿campera o chaqueta? ¿bondi o bus? He ido solucionando ese problema, ahora inventé como argenchileno, entonces las palabras que me suenan más bonitas en argentino las escribo en argentino y las otras las escribo en chileno. Por ejemplo, la novela no es un gasfíter, es un plomero, acá los gasfíter se les dice plomero, pero me parece mucho más bonita la palabra plomero. Entonces voy como escogiendo por el sonido, también porque las palabras van asociadas, por ejemplo, el plomero está asociada a la construcción de mi casa. Como que las palabras se van incorporando también emocionalmente. O los sonidos por el momento en que la descubriste, cómo se te pegó. O también que me recuerda a Chile, a cierto momento emocional. Entonces voy armando como un lenguaje que es como la mezcla de ambas cosas. Y también ciertas palabras argentinas, como que te cambian, que es lo que mencioné en la entrevista de El Mercurio, que cuando llegué acá y vi que la gente hablaba de divino, bárbaro, genial, y me di cuenta que en Chile nunca había usado esas palabras, que son las palabras que no existen, nadie dice, divina, bárbaro, nadie, y empecé a usarla así como si fuera la loca de las tres palabras, porque no las dejaba de usar, y decía pero esto es maravilloso. Decir que algo es divino, que es bárbaro y no andarlo criticando es una maravilla, eso también, hay ciertas palabras que te van cambiando la cabeza, también en el idioma. Como hay ciertas palabras de la desconfianza chilena que también me parecen maravillosas en la medida en que tú las usas con humor osino te embarran la vida. Entonces fui como leyendo de otra manera. Yo creo que el hecho de ir aprendiendo otro lenguaje y viendo tu propio lenguaje desde otro lenguaje te cambia la cabeza, te cambia la escritura también.

KC: Fue muy linda esa parte en la entrevista en Artes y Letras cuando hablaste de eso porque uno siente que es un mito urbano, que el chileno es amargado, pero somos más amargados, somos más desconfiados y no sé a qué se debe porque los dos países tuvieron dictaduras, tuvieron problemas. No sé si será el tema de inmigración que configuró distinto los dos países o que Argentina está más abierto y no es tan cerrado por la Cordillera ¿Qué será?

CR: Sí, yo creo que hay cosas geográficas, hay cosas de la historia, pero también hay una cosa, yo no creo que el chileno sea amargado, pero yo sí creo que en Chile hay un gran resentimiento, un resentimiento tremendo porque es muy difícil, un país que siempre trata de cambiar las cosas, que muere gente por cambiar las cosas y siempre queda igual, porque tiene una elite Chile. Primero hay muy poca clase media, en Argentina con el peronismo se creó una gran clase media, con muchos derechos y mucha cultura. Y en Chile, la clase alta, la clase que gobierna, porque es la que tiene la empresa que tiene el dinero, es muy conservadora hasta los argentinos se ríen de los pares chilenos de que se viste todo igual con el chalequito y la corbata y tú ves fotos incluso de empresarios chilenos y argentinos y hay una gran diferencia. Además, en términos valóricos en la Argentina, incluso la clase alta, bueno, ahora con Milei todo está cambiando, pero era muy liberal, y acá si se hicieron cambios. Entonces siento que es muy difícil en Chile vivir en un país en que hay que cambiar muchas cosas que vienen de un feudalismo, de una estructura agraria muy pasada de moda y que nada se cambia. Me imagino que eso va creando en la gente, un cansancio y un resentimiento muy grande, porque además es muy clasista Chile, entonces, cómo no va a haber resentimiento

KC: ¿Tú crees que podrías volver a vivir en nuestro país o sientes que cumpliste esa etapa? Hoy, estoy pensando. Todo puede ser sujeto a cambio, obviamente.

CR: Creo que uno nunca puede decir lo que le va a pasar.

KC: ¿Pero lo ves como algo factible? ¿o tú crees que por el momento?

CR: No sé si en Santiago pero por qué no. Me encantaba Valdivia, pero no creo que en Santiago volvería a vivir, pero uno nunca sabe dónde va a vivir realmente. El otro día conversaba con Lina Meruane, que lleva, no sé, como treinta años en Estados Unidos y me dijo que ahora está pasando gran parte de sus días en Chile, que nunca lo había pensado y que está feliz. Entonces uno nunca sabe y me imagino que ella pensó que no iba a volver a Chile. Creo que no se sabe y está bueno no saber, que la vida sea un poco más impredecible ¿Qué se sabe? No sé. Le tengo mucho cariño a Chile, soy chilena evidentemente, abro la boca y aparece.

KC: ¿Te has hecho psicoanálisis? ¿has ido al diván? ¿has tenido terapias? 

CR: Sí, algunas veces sí. No soy muy adicta.

KC: Porque en Argentina es toda una institución. ¿Y tuviste adicciones?

CR: No soy adicta, no tengo esa relación con las cosas.

KC: ¿Tus padres te alcanzaron a ver como escritora que publicó o no?

CR: Sí, mi padre alcanzó, a ver, creo que dos libros o tres. Y mi mamá todavía está viva, está ahí, se siente muy orgullosa.

KC: Ah, tu madre todavía está viva. ¿Y vive acá en Chile o allá?

CR: En Chile, por eso yo voy a harto a Chile. 

KC: ¿Y cuál es tu relación con la maternidad, Cynthia?

CR: No tengo hijos. Tengo un sobrino al que quiero mucho, con él que tenemos una gran relación, pero no tengo hijos, no quise tener hijos.

KC: ¿Y desde pequeña supiste que no ibas a querer tener hijos o fue algo que se fue dando con el paso?

CR: No, yo creo que desde chica que no quería. O sea, hubiera tenido hijos si fuera padre, pero no madre, no quería tener esa relación con nadie, esa capacidad y ese apego. Y, además, quería escribir y pensaba que para ser escritora iba a ser muy difícil con hijos. Y quería ser libre, en realidad quería ser libre, eso fue siempre así.

KC: Y mirándolo hoy en día ¿sientes que has sido libre?

CR: Bastante, imagínate, he podido, puedo, tengo tiempo para escribir, me gano la vida, vivo de forma bastante austera, pero me alcanza para comprarme… el tiempo, tengo tiempo libre. Yo creo que eso es ser libre, tener tiempo libre es ser libre hoy día, es eso. Porque libre uno no es nunca, está siempre atado, pero más o menos tengo ciertos momentos en los que puedo hacer lo que quiero.

KC: Cynthia, y dentro de todo lo que uno lee y escucha, tengo una duda. ¿Cómo se logra escribir con humor? Porque tú tomaste una decisión que querías incorporar el humor a tu narrativa, pasar de una narrativa más melancólica que tú dices, que quizás el último lugar fue con Ramal, que es un texto maravilloso muy evocativo, sabes que lo leí, pero hace años y todavía me acuerdo, me acuerda un poco Federico Falco con Los llanos como esta cosa… pero ¿cómo se incorpora el humor?¿cómo se logra?

CR: Empezó con El futuro es un lugar extraño porque quería escribir de la post-dictadura, de la transición y tomar un poco que había sido, tomar algunos personajes que habían luchado contra la dictadura de Pinochet y ponerlos en la transición y ver qué había pasado con ellos. Entonces ahí me enfrenté con que no quería hacer algo nostálgico sobre la dictadura, de los tiempos mejores porque éramos jóvenes, ahí empecé. Me costó mucho en ese libro, pasé muchos años tratando de buscar un punto de vista, desde dónde contar, un tono, y ahí fue cuando dije: “¿y si lo hago con ironía?”, con una ironía cariñosa hacia los personajes, pero con una ironía. Y creo que ahí empecé como a trabajar esa idea de mirar con una ironía. Yo siempre fui muy irónica, mi papá era muy irónico. Y me gustó, empecé a probar ese tono. Y dije: “ah, funciona, me gusta”.

Y de repente estaba escribiendo, me empezaba a reír y dije: qué agradable, qué agradable escribir y reírse y no sufrir. Y bueno, me empezó a gustar esa idea de escribir y reírte tu sola en el escritorio, estar ahí sola y reírte de repente. Y después, empecé a ver lo que le pasaba a los lectores, a las lectoras, y empecé a entender que también la risa, lo que hace, es que te libera, que te liberes un momento, la carcajada te libera de lo que piensas, de tus trabas, como esas cosas y te deja en un momento de apertura respecto a lo que estás leyendo, como que te mueve y creo que hay una mayor apertura después de eso para leer. Y eso me interesó, que la risa o la ironía provoca una apertura de mente, como que te ¿cómo se llama cuando el terremoto hace esto? te bamboleas, te saca del lugar, te saca de la conciencia que tienes de que esto es bueno, esto es malo, como uno lee porque uno lee con todo el entramado mental que tiene, entonces en realidad no lee el libro, se lea a uno mismo, que es lo que me decía un personaje. La risa te zarandea de eso y creo que te deja en otro lugar para seguir leyendo. O es la fantasía que yo me construyo, pero bueno, es una fantasía que me parece linda.

KC: Es preciosa, lo que pasa que conseguirla es lo difícil.

CR: Bueno, pero uno puede ir a intentando si todo es un intento, no es que uno lo consiga, pero si te gusta, ese el problema, si a ti te gusta intentarlo. Y bueno, eso es y me gustó intentarlo, no sé si todas mis novelas van a ser así, pero bueno. Hay un tipo que a mí me influyó mucho, que tiene un apellido, que ahora me compré otro libro más de él en España, Jorge Ibargüengoitia.

KC: Ibargüengoitia 

CR: Lo voy a buscar ahora en internet, y es un mexicano que es impresionante cómo escribe con un humor.

KC: Ay, por favor, búscalo, esas recomendaciones valen oro.

CR: Jorge Ibargüengoitia 

KC: Él falleció hace bastante.

CR: Sí, en 1983. Y tiene unos libros de humor que son una cosa maravillosa. Ahora justo estaba leyendo uno que se llama Dos crímenes. Increíble.

Y cuando lo leí, me lo recomendaron en México, me lo recomendó un chico que era un escritor de Guatemala, no me acuerdo su nombre, y me fascinó.

 

 

Cierre  

¿Te divertiste? Yo muchísimo, me siento muy honrada de haber tenido a Cinthya Rimsky en Espiral, tan rápido que se venía bajando del avión tras recibir el Premio Herralde Novela con Clara y confusa.

Escríbeme, mándame una foto donde sea que estés escuchando Espiral a mi correo karen@karencodner.com o bien, déjame un comentario aquí mismo en Susbtack.

 

Chaooooo

 

 

Lee. Escribe. Crea con Cynthia Rimsky.