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La semana pasada estuvo Carolina Brown en el Cuestionario Espiral y hoy es la entrevista en profundidad. Si no escuchaste el Cuestionario, no te lo pierdas. Es una escritora chilena avecindada en Berlín que acaba de publicar Principio de incertidumbre por la editorial Seix Barral. En este volumen de siete relatos, la autora nos habla de la fragilidad, del amor y de las redes sociales, de perder la ilusión y tratar de encontrarla. Están muy bien escritos y te generan un grado de incomodidad y de diversión, porque hay humor negro, ciencia ficción y algo de fantasía.
Ha pasado por diversas etapas en su carrera, amante de la naturaleza y de la fotografía. El 2014 ganó el Concurso Cuento Joven Nicomedes Guzmán de la Sociedad de Escritores de Chile y el 2015 fue seleccionada por el Fondo del Libro con su libro de cuentos En el agua. Tiene varios títulos a su haber, porque además de ser Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Chile, es comunicadora multimedia de la Universidad del Pacífico y Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Una de sus preocupaciones es lograr vivir de su profesión, por eso, sus talleres de creación son conocidos y se llenan. Ahora los dicta online desde Berlín.
Ha publicado bastante, en el 2018 El final del sendero (Emecé Editores, 2018) y Nostalgia del desierto en el 2021. Incursionó en el género juvenil con la novela a Duncan (Planeta Lector, 2022), que fue finalista del premio fundación Cuatrogatos 2023 y otro volumen de cuentos, Rudas en el 2019. Sus cuentos han sido traducidos al inglés, el alemán y próximamente al italiano.
Estuvo en Espiral en el episodio número 10 y hoy, cuando han pasado cuatro años, volvimos a conversar sobre su reinvención, su experiencia de vivir en el extranjero y en una sociedad diametralmente distinta a la chilena. Es una mujer sociable y por eso, me contó, que necesita combinar la soledad de la escritura con otros quehaceres, como sus talleres. Además está trabajando de traductora en una escuela de idiomas, donde ha conocido a muchos hijos de inmigrantes. Es una persona aventurera, no por nada abandonó el país, se fue a hacer el Máster en Escritura Creativa a la Pompeu Fabra en Barcelona, donde tras un año y dos meses en Barcelona emigró a Berlín: “Me fui como con una mano por delante y la otra por detrás”. Si quieres inspirarte, conocer a una mujer creativa y con empuje, que sabe escribir bien, estás en el lugar correcto.
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Recuento personal
Este lunes partiré a Machu Pichu, primera vez que estaré allá. Voy junto a toda mi familia por lo que es un panorama maravilloso. El mismo día de mi regreso, el domingo 22, volaré a Punta Arenas el Congreso mundial de mujeres periodistas y escritoras, donde estaré por cuatro días. Estoy muy entusiasmada, allí se reunirán mujeres de todo el mundo de habla hispana. Espero entrevistar a la escritora española, Rosa Montero, conocer en persona a Carlos Scolari, catedrático especialista en comunicaciones digitales y además dirige en el doctorado de esta área en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Con Carlos conversamos en el programa 75 de Espiral. Como ven, se vienen semanas ajetreadas, muy entretenidas que me harán salirme de mi rutina. Además en Punta Arenas, tendré un conversatorio en la librería Entre Páginas para conversar sobre Todos nuestros fuegos.
Entrevista a Carolina Brown
KC: Hola Caro, ¿cómo estás?
CB: Bien, ¿y tú?
KC: Muy bien. Aquí estoy en Santiago de Chile y tú estás en Berlín. Cuéntame, ¿qué estabas haciendo antes de unirte a esta conversación Espiral?
CB: Estoy en la pega, trabajo en una escuela de lenguaje. Les avisé, les pedí permiso, así que me dejaron conectarme desde acá. Estoy trabajando tres tardes a la semana acá, en una escuela de idiomas donde se enseña alemán, pero no hago clase, yo no soy profe de alemán, quiero dejarlo súper claro, trabajo en inglés, ayudo básicamente con labores administrativas. Tú sabes que para escritores es muy difícil vivir de la escritura, entonces, tengo un taller literario constante a través de todo el año, que es los días miércoles en una librería que es de una catalana que se llama Bartleby, y las otras tardes trabajo en una escuela de lenguaje.
KC: Tenemos mucho que conversar porque, primero, estás marcando un hito, en marzo del 2020, cuando Espiral se llama Celular, un llamado a la creatividad, te tuvimos aquí y era solo el programa diez, estábamos en los inicios, y, como te dije antes de comenzar, la vida era muy distinta, no teníamos idea que iba a venir una gran pandemia que iba a ser un gran terremoto en la vida. Y en esa entrevista me contaste que estabas a la espera de una beca para una residencia.
CB: Sí.
KC: Y ahí quedé, pero resulta que vino la señora pandemia, ¿y qué pasó con todo ese plan?
CB: La beca no me la gané. Yo en general he tenido, hasta el momento, mala suerte con las becas, pero bueno, parte de la vida creo yo. La verdad es que yo siempre había tenido ganas de vivir afuera un rato y por distintas circunstancias de la vida, ese sueño lo fui posponiendo. Y lo que me pasó es que me agarró la pandemia, yo en ese momento tenía treinta seis años, y dije, no me estoy haciendo más joven, o lo hago ahora o no lo voy a hacer nunca porque después me va a dar lata. Principalmente, me da lata vivir las pellejerías que uno vive viviendo afuera porque uno se va poniendo más y más cómodo. Por ejemplo, veinte años atrás en verdad no me importaba nada, casi que hubiera dormido de pie, ahora son cosas que uno ya no está tan dispuesto a hacer. Y algo me pasó en la pandemia, me di cuenta que quería un cambio en mi vida, que quería salir, quería hacer otras cosas, quería enfrentarme a otro tipo de desafío, quería aprender otro idioma y así fui buscando. Partí en Barcelona, me fui a estudiar un postgrado en Escritura Creativa.
KC: ¿Tú me dices que el postgrado en Escritura Creativa lo hiciste después que te entrevisté?
CB: Sí. Me fui a Barcelona, a la Pompeu Fabra y ellos sí me dieron una beca parcial, que estuvo bueno. Entre esa beca, que era una especie de financiación parcial de este programa, y el hecho de que por la pandemia todo mi trabajo estaba por Zoom, me pude ir, porque en el fondo pude seguir trabajando y pude mantenerme porque si no hubiera sido imposible para mí. Y ahí di el salto, me fui, viví más o menos un año y dos meses en Barcelona y después salió la oportunidad de venirme a Alemania porque en ese momento era, o me voy a Alemania o me voy a Chile porque en Barcelona el mercado laboral es muy difícil, está muy saturado, era muy difícil para alguien como yo, humanista, que también hablo inglés y hablo español, o sea, tampoco es como que hable cinco idiomas, hay miles como yo. Entonces, surgió la posibilidad de irme y la verdad es que la tomé y me fui. El primer año lo pasé pésimo, lloraba sangre porque además nunca me había pasado estar en un país donde no entendía el idioma.
KC: Fue realmente una aventura, tú no sabías alemán.
CB: No. Ahora sé, ahora entiendo. Me fui como con una mano por delante, la otra por atrás, como a ver qué pasa. Y bueno, a los cuatro meses de llegar conocí a esta gente de la escuela de idiomas que son hijos de inmigrantes, pero vietnamitas, alemanes vietnamitas, y ellos me dijeron: “¿te quieres venir a trabajar con nosotros? necesitas inglés no más”. Yo tengo la suerte de tener re buen inglés, entonces le dije, ya dale. Y así me fui. Como que se alinearon los astros.
KC: No puedo creer. Dime una cosa, hasta donde yo sé, tú estás casada ¿o no?
CB: No, ya no estoy casada.
KC: Porque si no, no hubieras podido hacer todo esto.
CB: No.
KC: Entre medio, o yo estoy equivocada, porque todo esto es gracias al señor Instagram, yo vi que hiciste una residencia en algún país nórdico, ¿o no?, ¿me lo está imaginando?
CB: En Finlandia, pero cortita, de un mes. A finales del 2020 postulé a un centro artístico que queda en Finlandia y ellos ofrecían también la posibilidad de darte media beca, parece que lo mío son las medias becas, y partí no más. Me hice un montón de amigos, lo pasé increíble. Era muy raro porque además fue en noviembre que es otoño finlandés, menos quince grados, a las dos de la tarde se está poniendo el sol, yo estaba calentándome una sopa en la cocina y se estaba poniendo el sol, pero estuvo bueno, estuvo muy lindo. En una zona rural, uno llega a Helsinki, de Helsinki te vas a otra ciudad que se llama Tampere, que es como que te dijera Talca, y de ahí te vas a un pueblo que se llama Hämeenkyrö, y de ahí para adentro. Había granjeros, gente que cazaba alces, evangélicos y estaba como esta casita de los artistas.
KC: ¿Y tú eras la latina o había más latinos?
CB: No, yo era la latina. Había ene gente de Estado Unidos y un par de Europa. Estos lugares están abiertos todo el año y yo fui un mes, entonces no sé si los grupos se van renovando, no sé si eso es normal o si a mí me tocó un grupo donde había más gringos, no tengo idea.
KC: Y Caro, ¿en qué consistía la residencia? Para los que nos están escuchando y no son del mundo de la literatura vamos a explicar lo que es una residencia, a ver si nos puedes contar.
CB: Una residencia es un lugar que está acondicionado para que tú puedas concentrarte en sacar adelante un proyecto. ¿Qué significa esto? Que generalmente están en lugares apartados, generalmente tienes un espacio para trabajar ya sea dentro de tu pieza o en este había espacios comunes porque era una residencia no de escritores, sino de todo tipo artista, entonces había un taller para la gente que trabajaba con madera, había un lugar para la gente que trabajaba con pintura. En el fondo, todo lo que se busca en las residencias es un poco armar comunidad. Para mí fue muy valioso conocer otros escritores que quizás tenían cincuenta, sesenta años, yo siento que de repente ser escritor es algo súper solo, a uno le faltan un poco modelos a seguir. A mí me pasa que yo no vengo de una familia de artistas tampoco, entonces siento que muchas veces no estaba esa voz de la experiencia, como oye, están estas opciones, o podrías hacer esto, o te recomiendo hacer esto otro. Para mí lo más rico de la residencia fue, uno, entablar amistad con otros artistas de otras partes del mundo, pero también conocer las experiencias de vida de gente que era mucho mayor que yo y que quizás se habían enfrentado un montón de situaciones con las que yo en ese momento no sabía cómo lidiar. Creo que eso es súper lindo.
Residencias hay de todos los tipos, por ejemplo, las más prestigiosas son donde no solo te invitan, sino que además te dan un sueldo por ir y que uno postula, y ahí hay un montón que son famosísimas. Después hay otras donde uno paga por ir, pero también tienen un precio más o menos módico, no es como irse de vacaciones a un hotel. Hay algunas donde te cocinan, otras donde tú tienes que cocinar. Esta en Finlandia era como cada uno a lo suyo, de hecho, nos pasaban el auto para ir al supermercado, entonces íbamos manejando a uno por hora por estas calles llenas de nieve al pueblo, y te dicen, “oye, no tienes que manejar muy rápido porque puedes chocar un alce”, como cosas que uno no está muy acostumbrado.
KC: El tema del idioma, porque ahí trabajabas con gente que básicamente el idioma en común era el inglés, en qué proyecto específicamente trabajaste en esa residencia.
CB: Fui a terminar Principio incertidumbre, el libro que estoy lanzando ahora.
KC: Lo fuiste a terminar, ya lo tenías delineado.
CB: El tótem comenzó ahí.
KC: Vamos a hablar de El tótem. Para los que nos están escuchando, Carolina Brown acaba de publicar un maravilloso libro de cuentos que se llama Principio de incertidumbre por el sello Seix Barral, son cuentos fuertes, que se escapan un poco a lo que presentaste en Rudas, en cierto sentido, aborda otras temáticas, pero ya vamos a hablar de eso. Antes quiero volver para atrás. Cuéntame, ¿cómo fue la experiencia de este magíster en Barcelona de Escritura Creativa?
CB: Yo creo que es un lujo poder hacer algo así, en verdad estoy profundamente agradecida de que, primero, la vida me puso en un momento donde podía trabajar por Zoom y pude hacerlo, porque la verdad es que yo quería hace mucho tiempo volver a estudiar. Tuve la oportunidad, por el hecho de no estudiar en Chile y estudiar afuera, de conocer tradiciones literarias, escritores a los que quizás no habría tenido acceso simplemente porque hay otras influencias. Yo siento que los latinoamericanos, para bien, tenemos una tradición literaria muy rica, y el grueso de nuestra influencia extranjera tal vez viene o de Estados Unidos o de Francia, o de España, siento yo, puedo estar súper equivocada, pero es lo que yo he visto en mi experiencia de lectura y en mi experiencia académica también, yo estudié literatura, y acá me fui encontrando con literatura de otros lados, lo que para mí fue muy rico. Tuve la oportunidad de tener compañeros de todas partes de América Latina y también españoles, era un máster en español, por lo tanto, no teníamos compañeros franceses o ingleses. Estuvo lindo.
Ah, me acabo de acordar por qué no me gané la beca de la que te estaba hablando cuando partimos, de cuando hablamos de Rudas, porque yo ahí había postulado a un magíster de Literatura en la Universidad de Edimburgo, y de hecho quedé en la Universidad de Edimburgo, pero ese año, por el COVID, el gobierno de Piñera cortó las Becas Chile, entonces nunca pude postular.
KC: Por eso fue. Ese era un magíster en Literatura, el de Barcelona es en Escritura Creativa, o sea, eran dos mundos distintos ¿Tu idea era algo vinculado a literatura, pero no necesariamente escritura?
CB: El de Edimburgo también era Escritura Creativa pero era mucho más largo y era mucho más cabezón. El de Barcelona tiene un perfil que es un poco más, no sé si llamarlo técnico, pero un perfil más práctico, por así decirlo, que también me vino muy bien. O sea, te ponen como manos a la obra de cabeza.
KC: Y en ese sentido, porque tú en ese minuto ya habías publicado varios, no sé cuántos, porque empezaste a publicar el 2015, pero ya llevabas Rudas, llevabas por lo menos tres, ¿cómo es para alguien más senior, entre comillas, volver a la sala de clases?
CB: Yo lo disfruté harto, no tengo ningún problema y creo que uno puede aprender de todo. Es la misma razón por la cual hago clases, siento que yo aprendo un montón de mis alumnos, creo que no tiene desperdicio. Y creo que en el alma soy una nerd, me encanta aprender, entonces yo estaba feliz y encontraba que era un lujo poder dedicarme casi todas las tardes de la semana a sentarme en una sala de clase y hablar de literatura, leer y conversar de literatura con gente que era tan apasionada con esto como yo. Entonces me pareció bien.
KC: Estabas bien, estabas en el mar correcto.
CB: Sí, estaba bien.
KC: Y mirando hacia atrás, porque has recorrido en cuatro años, una vida súper intensa, con muchos cambios. ¿En qué sientes que impactó en tu literatura y tu forma de escribir todas estas experiencias?
CB: Yo creo que hay como dos cosas bien importantes y que lo veo ahora. Siento que hay una cosa con el lenguaje, porque he estado mucho más expuesta, sobre todo en estos últimos dos años, al inglés y al alemán, y, de hecho, lo que estoy escribiendo ahora es muy mezclado, ni siquiera le puedo decir spanglish porque es como una mezcla de todo. Y me pasa que me doy cuenta que cuando estoy cansada, parto una oración en un idioma, porque piensa, yo soy hablante nativo de español, vengo acá y trabajo en inglés y después me voy a clases de alemán. Eso es como mi día, entonces tengo una mezcla en la cabeza y me doy cuenta cuando estoy cansada o me doy cuenta que me empiezo a expresar y de repente voy a colar una palabra en alemán porque encuentro que es la más precisa para hablar de algo, o al revés, estoy hablando en alemán y digo algo en español. Y eso siento que se ha empezado de alguna manera, no sé cómo va a terminar, pero de alguna manera ha empezado a permear lo que estoy escribiendo. Eso por un lado. Por otro lado, he pensado mucho en Chile desde la distancia, creo que el hecho de haberme ido me ha dado como una distancia para mirar Chile desde otro lado, con sus luces y sus sombras, a veces lo echo mucho de menos, a veces digo como no, no estoy lista para volver. Entonces ahí pasa algo que es bien interesante con lo propio, el hogar. También me pasa que yo vengo de una familia donde, si yo miro para atrás, mi bisabuelo migró, mi abuelo migró, mis papás vivieron fuera mucho tiempo, yo ahora también vivo afuera, entonces está esa cosa también del desarraigo, que creo que siempre lo he tenido. Yo no descarto en un futuro irme a otro país y empezar de nuevo, no sé si aprendería un cuarto idioma, pero no descarto de repente irme a vivir a otra parte. Siento que tengo raíces, pero no estoy anclada a un lugar, y creo que eso también se ve en este libro, cuentos donde todo es como más móvil.
KC: Es mucho más móvil. Yo leí dos veces tu libro cuentos.
CB: Voy a pensar que eso es bueno.
KC: Tengo que reconocer que la primera vez lo empecé a leer de noche y lo que ya había leído dije, no, voy a volver a leerlo porque es tan abrupto el cambio temático, la aproximación a los conflictos. Te aventuraste en estos cuentos a indagar en temas completamente contingentes, de ciencia ficción. También es un libro que hace hacerte muchas preguntas. Jugaste con el humor, el de Roberto Bolaño, claramente jugaste con el humor. Y, quizás, el que más me dejó pensando fue el de Homeostasis que es el de la pareja, de estas dos mujeres, que de hecho cuando lo leí la primera vez no lo entendí, la segunda vez lo entendí cabalmente o espero. Y dije, efectivamente, no quiero contar el cuento porque les vamos a quitar la gracia a los lectores, pero básicamente es algo que sí podría llegar a pasar, y me pregunté, “¿me gustaría que sucediera eso?” Que al final es una transmutación de cuerpos con la misma alma, que es algo que seguramente no sé si nosotras vamos a alcanzar a verlo o tú ya lo estás viendo en Berlín, quizás que tú tienes información privilegiada.
CB: No, Berlín es lo más retro que hay. Yo cuando me vine a vivir a Alemania pensaba que venía el futuro, pero no, acá la gente todavía usa fax, quiero aclarar eso, la gente usa fax y se puede fumar dentro los bares como si fuera 1992.
KC: No te puedo creer.
CB: Sí.
KC: Ya vamos a hablar de Berlín. Entonces, mi imaginario era que esta escritora estaba viendo cosas que yo como chilena no tengo acceso. Mi pregunta va, cuando tú te enfrentas a textos tan complejos, porque todos tienen un hilo conductor, que es lo que estamos viviendo hoy día, nuestra relación con la tecnología básicamente. ¿Cómo lo enfrentaste tú desde tu nivel de usuaria? Porque tú eres usuaria, tú no eres conocedora de las tecnologías. ¿Cómo indagaste e hiciste esa investigación?
CB: Sí, para mí todas estas preguntas con respecto a la tecnología empezaron con la pandemia porque la tecnología se volvió como una especie de barrera entre yo y el mundo. Yo siempre he sido muy de salir, de ver gente cara a cara, soy una persona bastante extrovertida, me gusta hacer deporte al aire libre, y cuando nos encerraron, que además el encierro en Chile fue muy largo, yo cuando cuento esto acá en Europa, la gente me mira como que yo estoy loca, porque yo me metí a mi casa el 15 de marzo y salí el 15 de agosto o el 20 de agosto, es que es una locura, es un crimen eso que nos hicieron para la salud mental, pienso yo. Está bien, nadie sabía, era una situación inaudita, pero yo mirándolo ahora para atrás, digo, o sea, el daño que tenemos muchos, los niños, por ejemplo, los adolescentes, porque por último uno ya está grande, hediondo, peludo, pero yo digo cabro de quince años que perdieron seis meses, siete meses encerrados, lo encuentro pero horrible. Y yo pensé mucho en la tecnología en ese momento, porque todo lo que tú hacías para conectarte al mundo tenía que ver con la tecnología, desde pedir el supermercado hasta hablar con tus amigos, las reuniones familiares por Zoom. Yo daba clase, entonces mis talleres literarios eran por Zoom. Todo era a través de un aparato y eso se volvió para mí muy opresivo. Además, que veníamos del Estallido Social también, y tengo muchos recuerdos de estar pegada al teléfono todo el rato, estar pegada a Twitter, estar pegada a las noticias. Yo vivía muy cerca de Plaza Italia, como a diez minutos caminando, entonces también me pasaba que me generaba un nivel de ansiedad toda esta cosa como la represión policial. Yo me acuerdo un par de veces me tocó que me pillaron afuera sacando al perro, me amenazaron con llevarme detenida. Siento que yo venía muy cargada ya con la tecnología. Bueno, tengo un montón de amigos que son informáticos, que se han dedicado como al cyber security, a un montón de cosas y por ahí empecé a indagar, ¿es posible? ¿no es posible? Si lo fueras a hacer, ¿cómo lo harías? Amigos que también se dedicaban a la ciencia. Yo soy muy de llamar, y además que siempre los agarro para la palanca, le digo, tú eres mi consultor experto, entonces como si esto fuera a pasar, cuál sería una manera plausible de que pasara. Tuve muchas conversaciones con amigos de otras áreas, científicos, matemáticos, ingenieros, informáticos, un poco para entender cómo se podían hacer ciertas cosas, porque yo claramente no tengo idea en el estado en las que están las prótesis, por ejemplo, pero sí conozco gente que trabaja en esos rubros. Partí mi investigación por ahí, vi un montón de documentales, vídeos, me informé y fui armando esto, dentro de algo que me pareciera a mí plausible. Por supuesto que yo no sé, tampoco soy química o médico, entonces hay un montón de cosas que quizás para un médico pueden no parecerle verosímil, pero para mí son lo suficientemente verosímiles para que pase, siento que, si alguien no es un experto en esa cancha, puede creer perfectamente las reglas de ese mundo que estoy creando ahí. Y lo otro fue, todos esos cuentos dialogan también, es que yo creo que este es mi libro pandémico, porque todos esos cuentos también están dialogando. Cuando empezó la pandemia estaba tan estresada que me costó mucho leer, me acuerdo patente de estar tratando de leer Matate amor de Harwicz, y dije es que no puedo, no entiendo nada. Y lo que hice fue volver a leer los clásicos de mi juventud, la literatura que me formó a mí cuando yo tenía trece, catorce y quince años, entonces me volví a leer Frankenstein, por ejemplo. Frankenstein para mí es el germen de Homeostasis. Me volví a leer 1984, que para mí 1984 también está dialogando con este cuento, No estaban diseñados para ser amados. Hay un montón de literatura que para mí es como mi canon personal, que están dialogando con estos cuentos de alguna manera pero que yo decidí llevar al presente o al futuro cercano.
KC: Lo interesante de estos cuentos que te dejan, como toda la buena literatura, pensando, haciéndote preguntas de lo que está bien, de lo que está mal, hasta dónde vamos a llegar, hasta dónde vamos a manipular la realidad. El primer cuento, Chuparle la sangre a Eulogia Domínguez, te trajo polémica no esperada, digamos, por una entrevista que tuviste en el diario La Tercera, voy a citar, dice: “La relación problemática con la tecnología, la precariedad laboral, Instagram y los influencers”, y sigues: “Los influencers se hacen famosos de manera circunstancial y no hay un trabajo o un talento, es puro humo”.
CB: Para mí fue complicada esa cita porque siento que en el fondo no refleja mi respuesta porque lo que dije frente a esa pregunta fue que a mí me volaba la cabeza el mundo de los influencers, porque, en general, era pura imagen y porque muchas veces detrás de la imagen no había nada y podía ser muy precario en el fondo. Ahora, yo entiendo que el titular tiene que ser una cosa atractiva para que la gente haga clic, porque los medios viven de la publicidad, pero sorprendentemente, cuando compartí la entrevista, yo dije, acá me van a funar, me van a cancelar, porque tú sabes que la gente en redes sociales es súper violenta, pero me pasó algo muy divertido, que yo creo que ser influencer en Chile, igual que ser cuico, porque nadie es influencer, o sea, incluso gente que yo pensaría que por el número de seguidores o por el tipo de contenido que postean, yo los considero influencers y me escribieron para decirme oye, sí, toda la razón. Creo que es muy divertido eso también, nadie se considera, o sea, salvo a alguien que sea, no sé, pero me pareció gracioso eso. Ahora, yo creo que es una dinámica que llegó para quedarse también. Claro, yo ya tengo cuarenta años, como que me parece muy loco esto de que te hagas famoso de un día para otro y después de la noche a la mañana puedes desaparecer, en el fondo son como los quince minutos de fama. Y también, lo que me parece más loco es esta falsa sensación de cercanía que se da, porque tú los ves cocinando o ves la pieza en la que duermen o cómo se maquillan para un evento, esa como falsa intimidad, que además yo te aseguro que no es real, también debe estar súper maqueteada. Eso también me vuela la cabeza un poco.
KC: Ahora, ese cuento en específico es muy triste, es muy oscuro, es muy melancólico, porque al final retrata dos almas que están absolutamente perdidas y ni siquiera en este reencuentro, que podríamos decir la chica que va a ver a Eloísa Domínguez, hay una especie de redención de algo.
CB: Es que no hay redención en ese mundo, creo yo, porque es un mundo muy falso.
KC: Es tremendo. Y retratas muy bien este lado a y lado b, el del glamour y el que vive en una simple casa apareada con una reja de fierro bajita. ¿Y qué se sintió estar en el centro de la polémica, pensar que me pueden cancelar?
CB: Es que no hubo ninguna polémica. Yo en verdad pensé que me iban a cancelar, pero nadie me canceló, entonces lo encontré muy raro. Ahora, yo en general soy una persona poco polémica, tengo que decir, no tengo vocación de polemista, no estoy cómoda ahí. Además, que encuentro que uno no logra nada y me pasa que siento que ya estamos en un momento histórico donde lo que necesitamos es diálogo y no polémica. O sea, lo que necesitamos, siento yo, es escuchar posiciones que de alguna manera son distintas a las nuestras y que pueden de alguna manera desafiar nuestros prejuicios o nuestras ideas preconcebidas sobre el mundo. Sí, la verdad es que me dio susto, pero después no pasó nada, entonces fue muy poco polémico todo, fue como un amague.
KC: No sé si estoy muy contenta con hacerte la pregunta de El tótem porque creo que la figura de Roberto Bolaño nos está comiendo un poco. Roberto Bolaño, tal cual tú has dicho en otras entrevistas, que fue un referente, un tremendo referente en nuestros años, ya podemos hablar de juventud.
CB: Años mozos.
KC: Pero yo tengo un problema con Roberto Bolaño.
CB: A ver, ya, dale.
KC: Y aquí es una opinión muy personal.
CB: Te vamos a cancelar, Karen.
KC: Me cancelan, aunque a mí tampoco me gusta la polémica, soy súper para el lado, no es lo mío, no estoy en la literatura para la polémica, ni en Espiral. Siento que está sobredimensionado, sobrevalorado, todavía no entiendo su propuesta literaria. Esto que salió en el ranking del New York Times, no sé, fíjate tú, o yo lo estoy leyendo muy mal.
CB: Ah, no, a mí me gusta.
KC: Yo considero que está bien, pero no sé si es tan referente. Quiero escucharte.
CB: A mí me gusta, sin ser una gran conocedora de su obra, ojo, en el fondo para mí fue un referente importante, pero no me he vuelto a leer todo recientemente, Los detectives salvajes me lo leí cuando estaba en la universidad. Haciendo todas esas salvedades, pero, por ejemplo, el año pasado o el año antepasado me volví a leer Estrella distante, encontré que la voz narrativa era increíble, cómo avanzaba el tono. Siento que es un gallo que tiene humor, siento que es un pesado, pero tiene humor. No sé si me cae bien, pero lo encuentro un tremendo escritor.
KC: Este cuento, el de Roberto Bolaño, me reí, me hiciste reír porque al final lo que hiciste es salirte de lo esperable y agarraste al personaje y lo convertiste en un alter ego, pobrecito, jamás se va a imaginar que él es un depilador.
CB: No, pero yo creo que se lo hubiera tomado con humor.
KC: Sí, de todas maneras, pero la unión que hiciste de un escritor a un depilador además que me puse como mujer, nunca me ha depilado un hombre, yo no sé cómo sería. No sé si existen, fíjate tú.
CB: No, yo tampoco sé.
KC: Lo encontré realmente magistral. De todos estos cuentos ¿cuál fue el que más dolor de cabeza te dio?
CB: El tótem porque me costó mucho encontrar esa voz. Yo no estaba acostumbrada a ser graciosa y era algo que quería hacer hace mucho tiempo, entonces me costó mucho encontrar, porque yo en la vida real soy una persona graciosa, me río harto, me río de mis desventuras, siempre ando como contando historias medias tragicómicas, y en la literatura, generalmente he tendido, parece que ya salí de esa etapa, pero he tendido a ser más melancólica o con estos personajes medio estoicos, y ahora era como no, es que yo quiero escribir algo gracioso y como sarcástico, un poco falto respeto, o no falto respeto, pero un poco ahí. Entonces, me pasó que escribí varios borradores de este cuento y no encontraba la voz, era una voz como lastimosa, encontraba que el personaje tenía como mucha autocompasión y lo que hice fue reescribirlo completamente en inglés. Es que yo creo que eso con el lenguaje y el cerebro es una locura porque cuando lo reescribí en inglés, me encontré, por la misma estructura del inglés que es un idioma mucho más rápido, con esta cosa como ácida, dura, al hueso. Y lo escribí casi completo en inglés y después lo pasé en español, y ahí trabajé la última versión en español. Fue el que más me demoré, me demoré al final como siete meses en escribir ese cuento.
KC: Ah, mucho.
CB: Porque además yo tengo que trabajar para sobrevivir, como que uno piensa en los escritores que se sientan a las ocho de la mañana a trabajar y se levantan a las seis de la tarde, esa no es mi realidad, tampoco quiero que sea mi realidad. Yo escribo dos, tres mañanas a la semana, si es que tengo suerte entonces fui de a poquito como enchufándome en uno y otro idioma hasta que salió, y hasta que dije ya, aquí es, así habla esta mujer. En el fondo, esta mujer que está frustrada porque no tiene trabajo, porque claramente tiene una cosa ahí entre masturbatoria, que yo creo que es una gran metáfora para la escritura, porque en el fondo no hay nada más masturbatorio también que la escritura, que uno está ahí con sus obsesiones día y noche, y con sus frustraciones sobre los hombres, y sus frustraciones sobre las relaciones, y sus frustraciones sobre el trabajo, y sus frustraciones sobre que nadie la publica, y está ahí como con esta rumia mental. Como que todas las piezas fueron encajando de a poco y la verdad es que estoy súper contenta con el resultado, yo creo que es de mis cuentos favoritos de este libro.
KC: ¿Quiénes fueron tus lectores?
CB: Matías Claro, siempre es mi lector, nos conocemos hace como doce años y la verdad es que al pobre siempre lo atormento, siempre es como de los primeros en leerme. Y después, por ejemplo, Homeostasis lo leyó un amigo que es médico también, porque me importaba sobre todo por el tema de las prótesis. En ese cuento se habla del cáncer, entonces hay una explicación del cáncer. Como que al final le fui pasando cuentos a gente que tenía que ver con el área del cuento y eso también me ayudó muchísimo.
KC: El cuento de la bailarina es tremendo, se llama Dolor fantasma.
CB: Que es además cuando te duele un miembro que no está.
KC: Y además retrata súper bien lo que es el crecimiento desde la adolescencia, la adultez, la pérdida de sueños, estas amistades que uno tuvo intensas y después se desvanecen.
CB: Es muy fuerte. Yo creo, quizás estoy súper equivocada, pero a mí me parece que eso es muy femenino, y eso lo he tratado en varios de otros de mis libros, porque la amistad femenina tiene este componente, que hay ciertas amigas que uno tuvo en ciertas etapas de la vida, que es casi como una cosa simbiótica y hay como cierto, no sé si llamarlo erotismo, pero hay una cosa ahí entre de piel, de que no podía estar sin la otra, de que hablar y que no sé qué, y esta cosa como medio obsesiva, pero a la vez una le tiene envidia a la otra, hay todo un enredo ahí de distintas cosas, entre la admiración y los celos, el amor y el odio, la desconfianza y el amor, y que va ahí como tejiéndose y que uno lo va develando a través del monólogo de esta mujer mientras va al funeral de esta tipa.
KC: ¿Cómo ves Berlín? Nosotros tenemos el de las noticias, multicultural, con inmigrantes, con problemas de inmigración graves, una ciudad vanguardista, que justamente me estabas diciendo que no es tan vanguardista, sino retro. ¿Cómo es tu Berlín, el Berlín tuyo?
CB: Mi Berlín es muy migrante. Cuesta mucho entrar con los alemanes, en general son adorables, pero se juntan con sus mismos amigos de cuarto básico y son súper cerrados en general, cuesta muchísimo entrar. Yo diría que la gran mayoría de mis amigos son migrantes, ya sean migrantes latinos, la comunidad latina en Berlín es gigante, la escena de la literatura latinoamericana en Berlín es súper grande, de hecho, hay tres librerías en español en Berlín, que si tú piensas que es una ciudad donde el idioma es el alemán, es una cosa bien tirada de las mechas. Yo, por ejemplo, tengo doce alumnos acá y hago clases en español de literatura creativa, hay una comunidad latina enorme. Y mis otros amigos, por ejemplo, o son berlineses con padres migrantes, o gente que viene de otros lados de Europa que se vino a trabajar para acá.
Es una ciudad donde todos los días pasan cosas, creo que es una ciudad muy abierta en lo cultural, en lo liberal, en lo sexual, o sea, acá yo siento que uno podría andar pilucho por la calle y no sería tema, un poco da lo mismo. Da lo mismo cómo te vistes, da lo mismo lo que hagas, pero a la vez eso puede ser tremendamente solo porque a nadie le importa. Tiene estas dos cosas. A mí me pasa ahora cuando voy a Chile que digo qué amorosa la gente, pero qué metía. La otra vez fui a ver una amiga y estaba el típico conserje de siempre en el edificio y me dice, pero usted que está flaca, y yo digo “oye, pero viejo pesado, ni te pregunté”. Pasa eso, que por un lado es muy rico porque uno tiene mucha libertad, acá es súper normal ver hombres con falda, gente con los pelos teñidos de todos los colores y yo lo encuentro increíble, me encanta, pero a la vez yo creo que te podrías morir en la calle y nadie te va a mirar.
KC: En ese sentido es una sociedad individualista.
CB: Hiper individualista. Y ahora la cosa en verdad está bastante complicada porque hay toda una oleada, bueno, en todo el mundo, pero en particular en Europa, hay toda una oleada como hacia el conservadurismo y la extrema derecha, uno ve cosas que en verdad a mí me, no sé, a mí también me pasa que voy a Chile y de repente escucho la gente, las cosas que la gente o mi mismo círculo dice sobre los migrantes en Chile, yo le digo, tú te das cuenta que esa persona en Alemania soy yo, que lo encuentro muy fuerte también eso.
Pero sí, es que es difícil también integrarse a la sociedad alemana, es difícil por el idioma, es difícil por las costumbres. O sea, el idioma de partida una barrera gigantesca, Berlín es como una especie de isla donde hay barrios donde tú podrías hacer tu vida en inglés porque hay tanta gente de afuera que un poco da lo mismo. Pero yo me doy cuenta, si yo le hablo en alemán a alguien, la actitud es muy distinta, es mucho más amable en general. También pasa que Berlín está en lo que fue Alemania del Este, entonces la gente tiene un carácter como más soviético, son muy directos, son lo contrario a los latinos, nosotros jamás te vamos a decir algo feo, te podemos acuchillar por la espalda, pero jamás te vamos a decir algo feo. Ellos, es como la honestidad ante todo, incluso si es cruel. Entonces es muy loco, o sea, a mí el primer año me costó mucho porque encontraba que era todos unos mal educados y ahora ya estoy como no, en verdad no es personal, es como son. Siento que, al revés de Latinoamérica, acá como que el sistema está a tu favor, las reglas están a tu favor, tienen un estado benefactor con un montón de beneficios, pero también eso hace que la gente, por ejemplo, tenga muy poca capacidad de improvisación y muy poca tolerancia a la frustración, que creo que los latinos somos exactamente lo contrario, porque vivimos un poco en el caos, entonces eso también es loco. Y, por otro lado, pueden ser muy gentiles, muy amables, o pueden ser unos monstruos.
Hay un problema de drogas también acá, es muy fuerte el nivel de acceso que hay. Por ejemplo, yo cuando llegué a Berlín vivía en un barrio que es como que viviera cerca del Tirso Molina, ponte tú, y todos los días había un tipo afuera de mi casa, que con suerte tenía veinticinco años, pesaba cuarenta kilos y estaba pinchándose la vena a las ocho de la noche, calentando con la cucharita, un encendedor y después se pinchaba la vena. Entonces es bien fuerte. Y después está el otro Berlín, el Berlín de Mitte, que es como el barrio El Golf, ponte tú, donde hay pura gente muy chic y todo funciona increíble, y un café te cuesta, no sé, siete euros.
También me pasa que nosotros vemos Europa como que ellos tuvieran todo resuelto, y me da risa porque siento que cuando la gente se queja, se queja de las mismas cosas que nos quejamos en Chile. Sí siento que los mínimos son más altos, o sea, tú acá puedes vivir con el sueldo mínimo, la salud pública, probablemente sí se van a demorar un montón en atenderte, pero no te vas a morir. Siento que el piso mínimo es mucho más alto.
KC: Oye, Caro, ¿hay más escritores latinoamericanos viviendo allá? Sé que Alan Pauls vive allá.
CB: Sí, Alan Pauls vive acá, hay un montón, bueno, la Samanta Schweblin vive acá, la Fernanda Melchor durante un tiempo vivió acá, la Cristina Rivera Garza estuvo el año pasado acá, y hay un montón de otros escritores emergentes, o sea, el circuito es súper activo, hay un montón de traductores, hay revistas especializadas en literatura latinoamericana. Hay un montón de cosas pasando.
KC: ¿Y ahora en qué estás? Porque acabas de publicar un libro muy bueno, como hemos dicho, Principio de incertidumbre
CB: Acabo de publicar dos libros en verdad porque acá salió mi primera traducción al alemán de Nostalgia en el desierto.
KC: Lo vi.
CB: Súper agradecida, porque salió por una editorial pequeñita de Berlín, una editorial independiente, y la verdad es que yo pensé que era un libro que tal vez no se iba a traducir, porque no tiene nada directamente, o sea, no se iba a traducir al alemán en particular, porque no tiene mucho que ver con Alemania, sí tiene que ver con los migrantes, pero la verdad es que estoy súper agradecida. Ha sido una experiencia muy linda también leerse en otro idioma. A mí me ha pasado que me han traducido al inglés y, por ejemplo, mi nivel de inglés es suficiente como para tener una discusión con la traductora de si un término me parece, no me parece, acá en alemán no puedo hacer eso, con suerte entiendo lo que me dicen, o sea, me puedo leer, pero no podría entrar a una discusión técnica sobre si ese término es más apropiado o no.
Está lindo eso de verse en otros idiomas, y en particular tengo la suerte de tener una traductora que es más o menos de mi misma edad, somos las dos mujeres, tenemos un montón de cosas en común, entonces se dio ahí como una sinergia también súper rica.
KC: En tus cuentos, o los que yo había leído, había una fuerte presencia en la naturaleza, en este último volumen no.
CB: No, pasé encerrada.
KC: ¿Y tú sigues siendo una persona, me acuerdo que me contaste que era una persona de los deportes al aire libre, no grupales?
CB: De hecho hoy día fui a nadar en la mañana. Sí, mira, he estado floja para correr, me ha costado un mundo retomarlo después de la pandemia, pero he estado buena para hacer otras cosas, caminar, nadar, andar en bicicleta, Berlín es una ciudad ideal para andar en bicicleta porque es plana, o sea, tengo una bicicleta que no tiene ni cambio y voy ahí por todos lados.
KC: Ay, qué rico.
CB: Sí. Todavía muy enamorada de la naturaleza, de los deportes, echo mucho menos las montañas que acá en Berlín no hay, o sea, las montañas están hacia el sur. Pero sí, es que eso va a estar conmigo siempre, creo yo.
KC: Volviendo un poco a la literatura, publicaste por Planeta Lector, en el sello infantil, el libro Duncan, en el cual se dice que es una novela para adolescentes sobre la familia, la enfermedad, la reconciliación y crecer. También es una novela con un componente histórico que aborda el viaje de un chileno que peleó por los aliados en el frente italiano. ¿Qué te llevó a incursionar en la literatura juvenil?
CB: Me pasó algo muy loco que yo siempre había tenido ganas de escribir algo con la historia de mi abuelo. Mi abuelo era hijo de ingleses, nació acá en una salitrera y él a los diecisiete años se fue a pelear a la Segunda Guerra Mundial en Inglaterra, y estuvo en la campaña de Italia, que fue una cosa particularmente horrorosa, porque tuvieron esta especie de “día D” versión europea. Los alemanes los estaban esperando en la playa, entonces los tipos desembarcaron y estaban los alemanes ahí esperando, y tuvieron que cavar unos hoyos y estuvieron seis meses en trinchera en la playa con lo que le llamaban el Anzio Express que era como una especie de cañón gigante que sacaban los alemanes a las cuatro de la tarde para bombardearlos eternamente. Y mi abuelo fue una persona muy marcada por esa experiencia, tanto así que yo tengo recuerdos de haber sido muy chica y él contándome estas cosas horribles, y mi mamá se enojaba mucho, porque hablaba de la gente que comía ratones y que andaban con grilletes, unas cosas bien espantosas. Tenía ganas como de hablar de eso porque encontraba muy loco, es como una especie de desarraigo inverso, porque él de alguna manera se sentía lo suficientemente inglés para, pese a haber nacido en Chile, ir a combatir por Inglaterra al otro lado del mundo, y además ir a hacer de carne cañón, porque en el fondo a eso fue. Y tenía ganas de hablar de eso, pero encontraba que hacer una novela histórica no es lo mío realmente, sino que me interesa cómo el pasado se vincula con el presente, y ahí se me ocurrió esta historia de esta niña que quiere reconciliarse, el abuelo tiene un accidente cerebrovascular, entonces los papás de la niña se lo llevan a la casa, el abuelo le roba la pieza, porque ellos viven en un departamento chico, entonces ella tiene que ir al living, mientras el abuelo se queda con su pieza y toda esa dinámica familiar se trastoca. Los adultos con muy pocas herramientas también, no saben cómo hacerse cargo del problema, entonces se la pasan trabajando, y ella un poco queda a cargo el abuelo, este abuelo que además le cae pésimo, porque lo encuentra un viejo pesado. Y me interesaba indagar en ese conflicto generacional. Yo siento que este libro es súper hermano de Nostalgia del desierto, porque está esa cosa de los migrantes, en particular los migrantes ingleses en Chile, y está esta cosa también entre generaciones, cómo se vinculan las generaciones desde sus valores, desde sus expectativas, desde sus prejuicios. Y yo diría que son las dos historias de reconciliaciones familiares, cómo familias que parten absolutamente separadas y de alguna manera encuentran un camino de regreso.
KC: Caro, pero ¿cómo se aborda un proyecto para un público más joven? ¿dónde está el centro del asunto, para ti como escritora?
CB: Creo que el mejor consejo, porque yo me hice esa pregunta muchas veces al principio cuando empecé con este desafío y había una chica, la Fran, que era en ese momento la editora infantil de Planeta, y ella me dijo, no te compliques, escríbelo como si lo escribieras para un adulto, no tienes porque necesariamente simplificarlo. Y sabes que ese consejo para mí fue todo, porque lo escribí como si lo hubiera escrito para un adulto, claro, no le iba a poner una escena de sexo súper fuerte, que tampoco venía el tema. Pero en el fondo, creo que también a veces somos condescendientes con los jóvenes, pensamos que no entienden tanto y la verdad es que creo que entienden mucho más de lo que nosotros queremos suponer.
KC: ¿Berlín hasta cuándo?
CB: No lo sé. Por ahora está bien. Después de la pandemia ya no hago planes.
KC: Qué difícil es eso.
CB: Ya me acostumbré. Yo antes era una persona muy rígida, creo yo, tenía como esta cosa media del control, y ahora estoy mucho más suelta. Si me voy a otro lado, siento que me daría lo mismo vivir en casi cualquier parte.
KC: ¿Cuáles han sido tus mayores influencias para ti como escritora en términos de literatura? Si tú dijeras mis grandes referentes han sido.
CB: Mis grandes referentes han sido, yo creo que de niña muy fuerte todo lo que era la literatura inglesa del siglo XIX. Por un lado, toda la literatura aventuras, que yo creo que ahí viene mi amor por la naturaleza, o sea, Daniel Defoe, Stevenson, toda esta cosa que mi papá me lo leía cuando chica. Tengo muchos recuerdos de él leyéndome en voz alta estos libros en inglés y yo imaginándome cosas. Eso fue muy fuerte en mi infancia, y después, ya de adolescente leí mucho clásico, lo que te decía, como Frankenstein, Drácula, la Anne Rice también, que ya es mucho más moderna, pero también sigue como esa veta. Mucha literatura victoriana. Y después, creo que en los últimos años de la media empecé a llegar como a los latinoamericanos, principalmente por el programa escolar, como que iba conociendo más cosas y ahí me dio mucho por Bombal, Ernesto Sábato. O sea, yo todavía me acuerdo dónde estaba la primera vez que leí Bombal, estaba en un bus a Viña, sentada al lado de la ventana y me acuerdo que me leí La amortajada, la primera página y no podía creer lo que estaba leyendo, como que nunca había leído a alguien que tuviera esa relación con el lenguaje, lo encontré maravilloso. Y ahora la verdad es que yo diría que leo un montón de latinoamericanas, Fernanda Melchor, ponte tú, me raya, y la encuentro pero brutal. Otras cosas que me he leído en el último tiempo, que me han volado la cabeza, La vegetariana de Han Kang la encontré brutal, Mi año de descanso y relajación de Ottessa Moffett la encontré brutal. Jeffrey Eugenides siempre me ha gustado, los últimos no me gustan tanto, pero Middlesex y Las vírgenes suicidas los encuentro una joya. El ruletista de Cărtărescu lo encuentra una joya. Pero sí, yo creo que me llama harto la atención como el lado oscuro de la vida.
KC: En la entrevista que hicimos en el 2020 nombraste a Jhumpa Lahiri ¿te sigue gustando tanto?
CB: Sí me gusta. Ella tiene todo un ensayo porque quería aprender italiano y se fue a vivir Italia, encuentro muy lindo esto como, a mí me pasa que el español es mi lengua madre, como el inglés ha sido una madre adoptiva muy generosa para mí, y ahora el alemán, no sé en qué ponerlo, pero también siento que algo pasa ah y tú te das cuenta cómo una lengua tiene que ver también con el carácter de un pueblo. Por ponerte un ejemplo súper básico, los alemanes en la mayoría de las frases más complejas, por ejemplo las frases que tienen verbos auxiliares o las frases que ocupan ciertas conjunciones, tienen el verbo al final, entonces como que el consenso es que no se interrumpen por eso, porque el verbo es la parte más importante de una oración, tú hasta que no escuchas el verbo no entiendes de qué va la oración, entonces si está al final, tienes que llegar al final para entender lo que te están diciendo. En cambio, nosotros los latinos, que el verbo está en cualquier parte, lo puedes interrumpir más rápido porque ya entendiste.
Hay cosas también de cómo se expresan, ellos tienen esta cosa de las palabras compósitas que son las palabras que van juntando, que tú puedes juntar dos palabras y hacer una, y tienen unos conceptos que yo encuentro alucinantes. Por ejemplo, tienen uno que se llama kopfkino, que es el cine que tienes dentro de la cabeza, que vendría a ser lo mismo que nuestro pasarte películas. O weltschmerz, que es muy famoso, que te duele el mundo, que yo creo que es maravilloso.
KC: Es un lenguaje muy dinámico porque están constantemente inventando nuevas palabras, nuevos términos.
CB: Sí, son las compósitas. Y lo otro que me vuela la cabeza del alemán es que los verbos tienen un montón de prefijos y que de alguna manera es muy preciso, entonces tú tienes sprechen que es hablar, pero tienes versprechen que es prometer y como una serie de lesen que es leer, vorlesen es leer en voz alta. Ahí uno entiende también por qué el alemán es el lenguaje de la filosofía porque es como que alcanza un nivel de precisión que es loquísimo. Yo a veces digo, ¿podré de aquí a diez años escribir algo en alemán? No sé, veremos.
KC: Bueno, hay que proponérselo, trataremos. ¿Cómo ha sido ti el tema? Porque lo has nombrado varias veces el tema de los talleres y las asesorías de literatura, de escritura.
CB: Me encanta.
KC: ¿Qué rol cumple en tu vida como profesional?
CB: Súper importante, porque creo que no podría ser una escritora a lo Ray Bradbury o a lo Stephen King que dicen que trabajan o trabajaban, dependiendo el caso, cuarenta horas semanales, cuarenta y cinco horas semanales. Yo no puedo hacer eso en verdad, ya me conozco lo suficiente para saber que yo escribo tres o cuatro horas en un día y quedo absolutamente fundía, como que se me acabaron las ideas y la atención al detalle. Y lo otro es que yo soy una persona muy sociable, entonces me empiezo a sentir muy sola, por lo tanto, no me interesa estar encerrada en mi casa escribiendo 24/7, y el taller me da la oportunidad de conectarme con otros, aprender de otros, hablar en torno a la literatura. Yo cuando partí haciendo el taller era súper rígida, porque me importaba mucho el contenido, me importaba mucho la técnica, el oficio, enseñar ciertas cosas, y ahora, con el tiempo, sobre todo después de la pandemia, para mí lo más importante del taller al final no es eso, porque creo que eso por último te lo puedes leer en un manual, hay un montón de textos críticos y teóricos que abordan eso y hay un montón de maneras de llegar a eso, pero creo que lo más importante es el sentido de armar comunidad, armar un espacio donde la gente se motive escribir, que es una cosa muy sola y a veces muy ingrata y a veces muy frustrante, porque estás solo ahí con el hámster adentro de la cabeza a cien. Entonces siento que es muy importante eso de generar un espacio que motive a la gente a escribir o a leer o a lo que sea, porque además creo que lo lindo al final de la literatura es que te permite ponerte los zapatos de otro. O sea, bueno, todas las ficciones.
KC: Caro te quiero dar las gracias por esta entrevista en profundidad. Hicimos un barrido completo del 2020 al 2024.
CB: Sí, intenso, ha sido como memory lane esto, me encanta.
KC: Sí, además que es muy interesante escuchar una opinión fresca desde otra orilla y mirando su vida y la vida de los chilenos desde otro país.
Cierre
Me encantaron las reflexiones que hizo Carolina Brown en torno al lenguaje, a escribir en uno u otro idioma. Y de sus opiniones sobre los influencias y Roberto Bolaño.
No te olvides de escribirme, mandarme una fotografía de dónde estás escuchando Espiral, así este podcast se convierte en una conversación.Chaoooo.
Lee. Escribe. Crea con Carolina Brown.
El otro mes, en agosto, saldrá en Espiral la entrevista que ella me hizo.
¡Gracias a Cristián Torrealba que me mandó, fue el único y espero que muchos más se sumen, una foto de donde escucha Espiral! Está en un café comiendo un pan con mantequilla y también tiene un tazón de café con leche supongo. Ojalá más de ustedes se animen, y me manden sus fotos. Así Espiral se convierte más en una conversación. Ya lo sabes, lo puedes hacer directo en mi página web karencoder.com o a mi mail karen@karencodner.com y en Instagram que me encuentras con ese mismo nombre.
Estoy cerrando los talleres de lectura del primer semestre y tengo sentimientos encontrados. Por una parte me doy cuenta de que necesito el descanso y por otro, vendrá un tiempo libre del que estoy desacostumbrada, pero ya estoy armando lo que será el segundo semestre.
Entrevista a Rafael Gumucio
KC: Hola Rafa, ¿cómo estás?
RG: Muy bien. Muy contento.
KC: Que bueno. Te agradezco que estés hoy día en el micrófono Espiral. Cuéntame ¿qué estabas haciendo antes de conectarte?
RG: Estaba preparándome para viajar.
KC: ¿Y dónde vas?
RG: Voy a Madrid y Barcelona a presentar mi libro.
KC: ¿Te emociona eso?
RG: Sí, me gusta mucho, tengo muchos amigos. Soy notablemente feliz allá.
KC: ¿Y por cuántos días vas?
RG: Me voy diez días.
KC: Vas trabajo y vacaciones, supongo.
RG: Sí, por supuesto. Tengo muchas ganas de ir a comer croquetas y todo lo que puedas absorber.
KC: Oye, ¿y eres bueno para la cocina?
RG: Sí, bastante bueno.
KC: Uno se debe estar preguntando, ¿qué libro? este libro, los Parientes pobres de Rafael Gumucio, que se los recomiendo. Es una historia bastante particular, de una familia muy grande, que supongo que tiene relación con la tuya y lo interesante que se sale de tu historial, en el cual tú abordas tanto a las mujeres, las voces femeninas y aquí tenemos la voz del padre ¿Qué padre tenemos aquí?
RG: Es un padre muy importante, muy marcador, pero al mismo tiempo es artista, por lo cual se sale un poco de rol completamente normal de un padre de familia. Es un padre muy prolífico porque hizo once hijos. Y claro, es la figura un poco del Di-s padre, porque de alguna forma un escultor es un poco lo que Di-s fue, nos hizo con arcilla y bueno, así quedamos.
KC: ¿Quedaste satisfecho con este libro?
RG: Muy satisfecho. Sobre todo, he estado muy satisfecho con la lectura, los lectores. Uno no se puede separar del éxito del fracaso de los libros. Porque yo pensé que iba a ser difícil de entender, tiene muchos narradores, muy compleja la forma que tiene, por lo cual pensé que la gente iba a decir, no entiendo nada, ¿quién es él que está hablando? Subestimé mucho al lector.
KC: ¿Y cuánto te tomó escribir?
RG: Me tomó tres años y un día. Lo empecé hace tres o cuatro años, lo dejé reposando y lo he ido corrigiendo desde entonces.
KC: ¿En qué se vincula este padre con el tuyo?
RG: Muy poco. Mi padre no es una figura aplastante, ni gigantesca. Es una persona con la que tengo una relación mucho más de simpatía. Es una persona muy intelectual, pero al mismo tiempo muy distraído. No es una persona que, como el personaje en mi novela, decide si las olas son buenas o no. Pero mi abuelo por parte de madre es mucho más parecido al personaje, me inspiré bastante en él para escribir la novela.
KC: ¿En qué más te inspiraste?
RG: También me inspiré un poco en José Donoso, en el criollismo surrealista de Donoso. Me inspiré en la idea de que la sociedad chilena es una sociedad endogámica y un poco contar la endogamia, me pareció muy divertido.
KC: ¿Quedaste satisfecho con esa descripción de la endogamia de la sociedad chilena?
RG: Sí. Por supuesto que es un juego literario, no es un análisis sociológico o antropológico de la sociedad chilena. Pero es como un juego sobre ese concepto, que está súper asumido como un concepto histórico real. No sé si es tan real como mitológico.
KC: Oye, Rafa, en tu libro y en todos tus libros hay mucho humor.
RG: Sí.
KC: Y, además, tú estás a cargo del Instituto de Estudios Humorísticos de la Universidad Diego Portales. Por favor, explícame, ¿qué significa eso? Porque me da risa solo escuchar el nombre.
RG: El Instituto de Estudios Humorísticos es una institución en que fomentamos el humor. Mostramos grandes hitos del humor y, al mismo tiempo, también mostramos a nuevos integrantes de la familia humorística. Mostramos distintos tipos de humor. Entregamos un premio anualmente. Hacemos mucha difusión.
KC: ¿Cuál es el motivo que nazca esto? ¿Cuál es el rol? ¿Se justifica?
RG: Yo creo que sí porque, primero, es totalmente único, no existe otro. Y creo que una universidad es un buen lugar para estudiar este fenómeno, que además es muy importante. El humor en Chile, todos los diarios, revistas, programas de televisión que han tenido humor han triunfado, desde “Topaze” hasta “The Clinic”, pasando por Jenaro Prieto. El humor siempre ha sido importante en nuestra forma de ver el mundo.
KC: ¿Y qué rol cumple en tu vida el humor?
RG: Muy esencial. Es una forma de ver el mundo, de entender la realidad, de entender sus complejidades, de poder asumirlas, porque si no hubiera humor, no podría asumir las rigurosidades de la realidad. Sería para mí imposible de aguantar, pero el humor me lo hace aguantable.
KC: ¿Cuál es la diferencia para ti entre el humor y el sarcasmo?
RG: Yo creo el sarcasmo es parte del humor. El humor es una visión de los defectos y errores humano como una materia de entretención. En vez de enojarse porque la gente es imperfecta y el mundo está destruido y la muerte nos acecha, en vez de mirarlo como algo terrible es divertirse con ello.
KC: ¿Sientes que naciste con el humor o se te fue formando con el paso de los años?
RG: Lo que pasa es que en mi familia el humor ha sido siempre una forma de comunicación muy importante. Mi abuelo, Enrique Araya, es uno de los escritores humorísticos más famosos de la historia del humor en literatura chilena, por lo cual es un poquito hereditario este asunto. Yo muchas veces he querido hacer llorar o querido hacer reflexionar, y he hecho reír. Yo creo que era para mí inevitable terminar esto.
KC: ¿Y es difícil escribir humor en tus novelas?
RG: El galán imperfecto fue la primera novela en que yo traté conscientemente de escribir algo que fuera humorístico. En esta también hay una voluntad consciente del humor, pero generalmente no intento hacer reír, tampoco intento hacer llorar. Este fue el primer intento serio de hacer reír.
KC: A mí me llama la atención tu carrera, porque tus opiniones son muy certeras, muy puntuales y tienes una pluma exquisita, en el cual yo te sigo en Ex-Ante también, se las recomiendo. Pero tu visión política siento que se ha ido modificando y pasando de la izquierda a un centro, podríamos decir, o ha sido menos radical, ¿me equivoco?
RG: Siempre fui socialdemócrata, incluso eso me llevaba a problemas en mi juventud. Siempre he sido poco extremo, siempre he sido concertacionista. Quizás estaba más enojado con el mundo, quizás el estallido me hizo cuestionar mucho la capacidad de la izquierda de transformar en racionales cosas que no tenían nada racional y de darle entidad a personas y mundos que me resultaban muy peligrosos. Eso me alejó un poco, pero sigo sintiéndome adherente a la figura, por ejemplo, de Allende o a la historia de la izquierda chilena.
KC: ¿Pero siente que has renegado un poco de tu historia, en el sentido que ya no eres tan combatiente como antes?
RG: No, nunca fui combatiente, por eso te digo, siempre fui amarillo, pero ahora no quiero ser del partido amarillo, porque todo lo que se transforma en partido, no es lo mío. Yo no creo que haya renegado, evidentemente he envejecido. Eso no lo puedo evitar.
KC: Claro.
RG: Leo los artículos que escribía cuando joven o relativamente joven, y no estoy en desacuerdo para nada.
KC: Te atreves a leerlo.
RG: A veces me los he encontrado porque una vez tuve que hacer una exposición de humorista en dictadura, y había una revista en que yo trabajaba, no en dictadura, sino que, en democracia, y leía mis artículos. Algunos me parecían muy buenos, otros no tanto. Pero sí, mis opiniones políticas eran más o menos las mismas que tengo hoy.
KC: ¿Y tienes discusiones políticas con tu mamá?
RG: Sí, es mucho más de izquierda que yo.
KC: O sea, ella ha mantenido su posición.
RG: Sí.
KC: Oye hablando de tu mamá que después de la separación que tuviste, te fuiste a vivir con ella, ¿cómo es volver a vivir con la madre?
RG: Bueno fue fácil, porque mi mamá es muy inteligente, divertida. Y claro, ya tenemos la misma edad, porque cuando uno envejece, yo soy parte de los viejos, así que es más fácil comunicarse.
KC: Pero, ¿qué te llevó a tomar esta decisión porque igual es algo inusual?
RG: Como diría Carlos Peña es un tema de economía política. Así que fue más bien un tema de economía política.
KC: ¿Y la relación al día a día, tú la ves más como compañerismo o una relación vertical, madre e hijo?
RG: No, a veces yo soy el padre también.
KC: Pero quizás que ella no quiere tener padre de vuelta ya tuvo el suyo.
RG: No, creo que el suyo era, para mí, insuficiente, así que creo que puede necesitar un poco de padre.
KC: Oye, ¿y te han molestado que te fuiste de ahí con tu mamá, así como en talla?
RG: Ha sido muy perjudicial en la seducción.
KC: Supe que hace poco saliste en una sesión de fotos desnudo.
RG: Sí.
KC: ¿Qué se te pasó por la cabeza?
RG: Yo dije, es tan raro que alguien me pida estar desnudo y tan único que dije, bueno, lo voy a hacer, porque nadie me lo había pedido nunca. Yo creo que estaba mostrando otro aspecto de mi vida, de mi personalidad. Tampoco tengo nada que esconder.
KC: ¿Y te gusta ver las fotos?
RG: Sí, está bien. Yo tengo una cara un poco, está mal que lo diga, pero tengo una cara un poco de dios griego, un poco estatuaria, así que se notaba eso un poco más con la luz que me ponía.
KC: ¿Cómo es tu ego?
RG: Es enorme y pequeñísimo. Depende. Es enorme porque es pequeño.
KC: Es una interesante forma, pero a veces debe crecer ese ego, ¿en qué minuto crece el ego?
RG: Bueno, cuando lo hacen crecer. Es como una necesidad de afirmación, de afirmarme ante la nada, del miedo a desaparecer. Entonces me hago aparecer para que no me olviden.
KC: Ese es uno de tus temas, el miedo a desaparecer, a la muerte, ¿cómo ha sido la soledad para ti, el tema de la soledad? Porque en tu libro maravilloso que escribiste Memorias prematuras, que todavía lo encuentran, es precioso, dijiste que la soledad es no saber desear.
RG: Qué buena frase se me ha ocurrido. Claro, porque una cosa es la falta de compañía, a mí no me gusta nada, pero hay momentos en que la necesito, estar con falta de compañía, con gente. Pero, la soledad es no saber desear, es decir, no ser capaz de estar con la gente que necesitas estar, de decirle lo que necesitas, de estar a la altura de eso deseo.
KC: Pero la soledad es no saber desear, también sería una forma de depresión. El depresivo no desea.
RG: Claro. El depresivo no desea, pero la diferencia es que el depresivo está muchas veces imbuido en una enfermedad, en una cosa que no lo deja desear, pero la soledad es haberse equivocado. Esa cosa duele más.
KC: ¿Y eres depresivo Rafa?
RG: Sí, soy ciclotímico.
KC: ¿Es decir?
RG: Es decir, si llueve estoy súper deprimido, si hay sol estoy súper alegre. Paso por momentos de depresión, en el día estoy deprimido muchas veces y eufórico también muchas veces. De manera muy exagerada las dos cosas.
KC: ¿Y tomas medicamentos para el ánimo?
RG: Sí, claro.
KC: No se podría vivir sin ellos.
RG: Podría decirme vivir sin ellos, pero lo pasaría mal. Sin el somnífero no duermo nada, así que necesito eso, porque si no, no duermo y no dormir es una cosa muy atroz.
KC: ¿Cuál es el periodo más triste que recuerdes de tu vida, el más complejo?
RG: Yo creo que de los quince a los veinticinco fue una época muy mala. Ese fue como el peor periodo.
KC: ¿Y el más feliz?
RG: Yo creo que fui feliz en España, desde que cumplí treinta y dos hasta que cumplí treinta y siete, porque a los treinta y seis nació mi hija, y eso fue un periodo muy feliz.
KC: ¿Y hoy cómo te definirías? ¿Cómo te sientes hoy?
RG: Estoy un poco en vigilia o en duelo porque muchas cosas murieron al mismo tiempo. Me separé, el estallido, me rompí las manos, perdí muchas fuentes de laborales. Estoy un poco en un estado de vigilia, de reconstrucción.
KC: ¿Cómo es perder las manos? ¿Cómo es ese periodo?
RG: Se supone que trabajo con ellas, la verdad es que después me di cuenta que trabajaba con mi cabeza y no con las manos. Yo nunca había tenido ningún accidente. En mi vida generalmente no pasaba porque, además, como soy muy poco aventurero, era muy difícil que me pasara algo, porque habría que hacer algo. Y tuve la mala idea de ir en bicicleta, cosa que yo nunca hago porque nunca hago ningún deporte. Y el deporte es muy malo para la salud, como todo el mundo sabe.
KC: ¿Te has vuelto a subir a una bicicleta después de eso?
RG: No.
KC: ¿Te volviste más temeroso después del accidente?
RG: Sí, claro. Tengo mucho miedo. Es que nunca hago nada.
KC: Rafa, y tú has vivido en varios países, en España, en Francia, en Chile y en Estados Unidos ¿Qué son para ti estos países?
RG: Bueno Chile es una idea de pertenencia, una idea de ser parte de algo que, por supuesto, es bastante abstracto, porque soy bastante poco chileno, lo he ejercitado.
KC: ¿Es como un ejercicio intelectual?
RG: Claro, me inventé un poco mi país. Me da risa porque en España los amigos españoles creen que los chilenos son como yo, y bueno, no les quiero desmentir.
KC: Yo no creo que exista un solo tipo chileno.
RG: No, pero quiero decir el arquetipo. Estados Unidos es el país de mis hijas y de mi ex. Es un lugar donde lo pasé muy bien porque Nueva York es una ciudad estupenda, pero nunca pude adherir a la forma que tienen los americanos de relacionarse con el éxito y con el dinero, y con la salud también. Es un universo que nunca pude entender del todo. Y España es un lugar en el que he sido muy feliz. Y Francia es mi formación, lo fundamental de mi cabeza y de mi forma de ver el mundo se construyó allá. Así que me siento mucho más francés de lo que quisiera.
KC: ¿Cuál sería la chilenidad para Rafael Gumucio?
RG: Es un lugar donde, los que vamos escapando, es el último escape, después de esto ya no hay nada. Es la última parada de la micro. Entonces aquí se encuentran farsantes, ilusos, mesías, y eso construye una cierta realidad. Hay cosas que en el resto del mundo han cambiado y aquí se quedan preservadas, y viceversa, hay cosas que en Chile se transforman. Había, sobre todo antes, esa frontera cerrada que era también muy venenosa, muy terrible, pero que construían, como pasa un poco en Juan Fernández, que llega una planta y se transforma en otra cosa. Tenemos varias cosas endémicas que a mí me interesan.
KC: ¿Y qué aprendiste a vivir en Estados Unidos, que es un país tan distinto a Francia, a España y a Chile?
RG: Claro, pero yo viví en Nueva York, que es Estados Unidos por supuesto, pero es una ciudad que tiene un ambiente parecido, de una situación parecida a París. Además, que muchos de los que se iban a París antes se van Nueva York ahora, artistas, intelectuales, bohemios y perdidos. Así que me sentía muy en París. Y, por otro lado, me sentía muy en Chile, porque hay mucha precariedad. Hay muchas de estas tiendas de botones o estas tiendas de cosas viejas al lado de una cosa muy lujosa. Lo que sí, no conecté nunca mucho con el espíritu norteamericano, con su falsa ingenuidad, con su culto al dinero o al éxito más bien, porque no es tanto el dinero. Nunca conecté con eso, tampoco conecté nada con la nueva academia norteamericana, con lo políticamente correcto, con las políticas queer. Nunca me interesó y me sentí siempre muy excluido de eso.
KC: ¿Y tus hijas están viviendo allá?
RG: Viven acá, han vuelto.
KC: ¿Existen, de acuerdo a tu opinión, las familias funcionales?
RG: No conozco ninguna, así que no sé si existen. Creo que son todas un poco disfuncionales. He conocido gente que tuvo infancias felices y con padres que los querían, pero después tienen adolescencias horribles, así que al final esa felicidad no dura mucho.
KC: Me leí completo Memorias prematuras. Hay frases que son maravillosas que no sé si hoy día se aplican, pero me gustaría saber si efectivamente tú escribes para vengarte, como lo dices ahí.
RG: Ese libro, sí, ese libro lo escribí para vengarme un poco. Para poner las cosas en orden, y para poder gritar, hacer visible mi voz. Pero, claro, también escribo para vengarme y para después reconciliarme.
KC: ¿Pero vengarte de qué, de quién?
RG: En esa novela de mi padre, de mi padre y de mi madre, de este grupo familiar, de la izquierda chilena, que mis padres eran parte de ella, de la Unidad Popular, de la dictadura un poco también, y de la adolescencia. Vengarme de estos padres que estaban del lado correcto de la historia, pero que podían ser bastante irresponsables y dañinos, a pesar de que todo lo hacían por estar en el lado correcto, en el lado de los buenos.
KC: Oye, Rafa, hace unos momentos tú dijiste conozco algunos que tuvieron infancias felices, ¿cómo fue la tuya?
RG: Fue bastante infeliz. Fue una infancia de exilio. Pero estoy convencido que si hubiese vivido en Chile y sin exilio habría sido igual porque me sentía muy desconectado del mundo, muy incomprendido y extremadamente sensible, extremadamente solo, muy obsesionado con la muerte, obsesionado con la pérdida. Así que no sé si habría sido feliz de otra manera, yo creo que no, no podría haber sido feliz, porque nadie es feliz sabiendo que se va a morir.
KC: ¿Y cuándo empezaste a sanar estos miedos? Porque hablas del miedo, ¿cuándo empezaste a vivir de una forma más en paz o más feliz, o menos infeliz?
RG: Sigue vigente la infelicidad, pero desde que pude ir en radio taxi, mi vida se puso más fácil. Cuando pude empezar a pagar cosas y no depender de mis padres, ahí fui más feliz. También tuve una serie de amigos que me hice muy tarde en la vida, me empecé a hacer amigos a los veinticinco años, que son los amigos del Canal 2, entonces me sentí menos solo y eso ayudó mucho.
KC: ¿Cómo ves tú a este Rafael Gumucio que escribió este gran testimonio biográfico? ¿Cómo ves la relectura? ¿Habrías hecho algo distinto? ¿Hay algo de que te arrepientes o no? ¿Cómo es tu lectura? ¿Es crítica?
RG: Me cae bien, la verdad es que me cae bien. La verdad es que encuentro que es bastante buen escritor. Yo lo he releído, pero llego a la mitad, después me aburro. Yo creo que me gustaría haberlo conocido. Pero todo esto me resulta un poco ajeno porque como lo dejé escrito, ya no me sucede a mí. Pero sí, encuentro que es bastante buen escritor. Y por lo demás, creo que era en esa época bastante solo, después este tipo de libros se han publicado mucho, se han hecho muchos libros de infancia en dictadura, pero en ese momento yo creo que era un tipo bastante preclaro, bastante adelantado.
KC: ¿Cuál es tu relación con Di-s?
RG: Yo creo él tiene mucha más fe en mí, que yo en él. Me ha probado muchas veces su bondad o su presencia, su generosidad, pero yo sigo dudando profundamente de su existencia a pesar de que, en muchos momentos de mi vida, no se ha aparecido, pero la providencia o la buenaventura sí han aparecido. Pero seguimos teniendo una relación conflictiva, de parte mía, no de parte suya.
KC: ¿Y tú crees que a este Di-s le gustaría ver a Rafael Gumucio desnudo tal cual apareciste en una foto hace un tiempo?
RG: Yo creo que Di-s tiene mucho sentido humor. Sí, yo creo que le gustaría, o sea creo que no le importaría, no había ningún pecado ahí, ni siquiera la lujuria. Pero esas cosas las hago un poco porque quiero que quede claro que no me pueden tomar muy en serio. O sea, que la gente que lee mi columna y se queda muy ofendida y dice, este tipo me destruyó, puede decir, pero ese huevón sale en pelota en la revista, así que no importa. Lo hago un poco así.
KC: Pero, ¿cuál es tu obsesión que te tomen en serio? Si tienes opiniones válidas y contundentes. Has repetido varias veces que no me tomen tan en serio.
RG: Hay un componente de crueldad en lo que yo escribo, por supuesto, no lo puedo reprimir porque es parte de mi vida. Pero sí me gusta la idea de que la gente diga, es como distintas facetas. Desnudarme fue como decir, si alguien me pide estar desnudo, que es algo que me parecía muy raro que alguien me lo pidiese, no he sido modelo de nada, bueno, no puedo decir que no ante un desafío, algo que la gente no quiere ni espera de mí, eso inmediatamente me provoca y quiero hacerlo.
KC: Deduzco que tu relación con tu cuerpo es sana si eres capaz mostrarte desnudo.
RG: Sí, relativamente. Yo creo que lo he maltratado bastante y olvidado bastante, pero sí, no tengo mucha vergüenza
KC: Quizás que tendrías vergüenza que mostraran tu cerebro y tu alma, las confusiones interiores.
RG: Sí, debe haber algo que me da vergüenza, pero no te puedo decir qué, porque ya lo he hecho todo, me he exhibido de todas las formas. Pero hay algo seguramente que no quiero que se sepa, pero no sé qué es.
KC: Y si pusiéramos a tu mamá aquí, ¿qué diría de cómo fuiste joven de niño y de adolescente?, ¿qué recuerdos tendría ella?
RG: Hablaría bien de mí porque después de todo es mi mamá. Así que yo creo que tiene buena opinión de mí, pero no sé. Supongo que sí.
KC: Pero cuando hablan de tu adolescencia, ¿qué recuerdos tiene ella de ti?
RG: Yo creo que estuvimos un poco peleados en esa época. Un poco ausente, yo creo que sí, pero bueno, no lo diría, quizás no se dio cuenta, pero sí estábamos un poco peleados.
KC: Una de tus principales características no es solo que hablas mucho, sino que hablas muy rápido, eres rápido para hablar, ¿te incomoda el silencio? ¿te sigue costando el silencio?
RG: Sí, bueno, pienso rápido, hablo rápido. No sé por qué, mi familia, por el lado Gumucio habla parecido. Una tía abuela, mi tía Juanita, que no la conocí mucho, pero no sé por qué todos hablamos como ella. Es como una especie de timidez también. A veces también me acuerdo que cuando Kramer imitaba a mi primo, Marco, hacía algo que también nosotros hacemos, que habla tan rápido para decir cosas a veces muy pesadas o muy contradictorias, y que la otra persona no se da cuenta, te está diciendo cosas como terrible, pero son tan rápidos que el otro no alcanza a escuchar.
KC: Lo que no logro ver es cómo sufres ¿Qué es lo que te duele realmente? ¿Cómo te pueden herir? ¿Cuál es tu vulnerabilidad? Te escudas en muchas cosas.
RG: En el amor he sido muy vulnerable me ha ido relativamente mal, no por falta de oportunidad. Pero eso me duele generalmente. Ese abandono porque muchas veces no entiendo que sucedió, eso me duele. Me duele cuando me odian mucho. Lo he pasado muy mal en estas funas o en estas cosas, me angustio mucho. Tuve mucha angustia de ser expulsado, de ser exiliado, me cargan las fronteras, la policía internacional, eso me da mucho miedo. Pero también tengo la impresión de que en algún momento me van a descubrir y van a echar. Siempre he sentido como una cercanía con el pueblo judío, tú tienes una menorá detrás, porque siempre estoy con una maleta media hecha por si me tengo que ir.
KC: Eso es producto del exilio claramente, ¿no?
RG: Claro, producto del exilio. Pero también no solo el exilio, tengo una ortografía como la mierda, soy disléxico, tengo pie plano, los dientes muy en desorden. Entonces también me pasa que de repente todo eso se va a acumular y van a descubrir que no debo estar con las personas normales y me van a excluir.
KC: Eso también viene de tu turismo por los colegios que tuviste uno y otro, y te iban a echar. Lo pasaste pésimo en Francia. Lo pasaste pésimo acá.
RG: Sí.
KC: ¿Cómo un joven que era bastante desadaptado en términos académicos, del cual yo creo que pocas personas podían apostar, llegaste a consolidarte en tu carrera en lo que haces, que eres bueno en lo que haces? ¿Cómo te lo explicas?
RG: Yo creo que elegí bien la carrera. En el sentido de que, en realidad, no tengo muchas aptitudes porque escribo con mucha falta de ortografía y de gramática. Pero sí creo que elegí bien la carrera en el sentido del tipo de vida. Un escritor es alguien que tiene una experiencia vital y que todo lo que vive, lo vive doblemente. Y al mismo tiempo lo vive, ciertamente, un poco exteriormente, en el sentido de que te pasan las cosas dos veces porque te pasan en la realidad, en la escritura, pero al mismo tiempo también te pasan menos porque ya lo puedes mediatizar. Si tienes que hacer una cola en la notaría, te parece entretenido, es la cosa más aburrida que hay, pero te parece que lo podrías escribir. No lo he escrito nunca. Era un poco como cuando yo era periodista, de repente me subían en una camioneta o tenía que ir a un lugar y hablar con alguien, lo que nunca habría hecho y me costaba mucho, pero no era yo. Si tenía que entrevistar a Ricardo Lagos, era muy intimidante, nunca lo habría hecho en la vida real, y las pocas veces que lo vi en la vida real, en la vida no periodística, me intimidaba mucho. Le tenía una enorme admiración, o sea, le tengo una enorme admiración porque está vivo todavía, pero estaba trabajando, era un periodista, no estaba siendo yo. Pasa con la escritura eso, yo creo que estaba dotado para ese ejercicio, siempre me encantó la poesía y creo que tenía cierta dotación en eso. Pero también creo que, si hubiese hecho cualquier cosa, era tanta mi desesperación por triunfar y por no ser borrado y por no ser destruido, que me habría ido bien en cualquier cosa.
KC: Oye, ¿qué te ha sorprendido a ti de ser padre, de Rafael Gumucio padre?
RG: Me ha encantado, es una de las experiencias más gratificantes que he tenido. Mis hijas, son, además, extremadamente bonitas, inteligentes y perfectas, así que he tenido mucha suerte.
KC: ¿Cuál ha sido tu relación con las drogas?
RG: No tengo casi ninguna relación con la droga, aparte, por supuesto, del alcohol y los psicofármacos que me han recetado los psiquiatras. He fumado marihuana, dos o tres veces en mi vida, y una vez jalé cocaína, una o dos veces, creo que la primera vez me dieron polvos de hornear. Nada más que eso. No tengo ninguna relación.
KC: ¿Tienes alguna cuenta pendiente contigo mismo, algo que te gustaría subsanar o que tú dices todavía esto no lo he logrado dominar o mejorar?
RG: Me gustaría ser más libre de cabeza. Sufrir menos por tratar de ser responsable, sufrir menos, porque siempre me siento, como te decía, que me van a atrapar, que en algún momento me van a atrapar y que todos se van a juntar y van a destruirme.
KC: O sea, estos pensamientos persecutorios siguen presentes.
RG: Totalmente. Cuando mis hijas eran chicas, cuando nacieron y los primeros años, se me aliviaron, empecé a sufrir menos, porque tenía que estar vivo y ya entendía por qué estaba vivo, estaba vivo para ellas. Pero después que han crecido, ha vuelto todo igual, ¿cuál es la diferencia? que tengo logros que me permiten decir, bueno, pero igual logré esto, no soy un cero a la izquierda.
KC: Oye Rafa, hablemos de ti como escritor ¿Cómo te ves tú? ¿Eres un escritor rápido, lento? ¿Te viene algo que no puedes seguir escribiendo? ¿Cómo te vinculas con la escritura?
RG: Yo siempre tengo la impresión de que no escribo nunca y paso mucho tiempo vagando o haciendo otros trabajos. Pero de repente salen unos libros, no sé cómo, no tengo idea. Cuando escribo, escribo mucho, o sea, soy muy rápido para escribir, luego soy lento para corregir, me puedo demorar, no sé, un mes o dos meses en terminar de escribir una novela, pero me puedo tomar diez años en terminarla. Entonces soy un escritor rápido y lento.
KC: ¿Cómo ves tú el panorama literario chileno hoy?
RG: Es bien diverso porque no hay ninguna semejanza entre Zambra y Labatut, pero son dos escritores interesantes. Otro, por ejemplo, Álvaro Bisama, también es interesante. Hay escritores interesantes. Creo que entre los más jóvenes ha habido un periodo de miedo, pero creo que se está pasando, por suerte.
KC: ¿Miedo en qué sentido?
RG: Miedo a ser funado, entonces voy a publicar en una colección de libros de una editorial que nadie lee. Como un miedo al estrellato. Quizás no fue de miedo, sino quizás es simplemente que ese mundo ya no existe. Debe ser difícil ser autor hoy, empezar hoy.
KC: ¿Cómo quieres ser recordado?
RG: Yo quiero todo, yo quiero la pérgola de las flores tirándome pétalos de rosas mientras va mi cadáver, las salvas del ejército, discurso mortuorio. Yo quiero todos los honores y una linda estatua. Pero, evidentemente, no es lo que va a pasar.
KC: ¿Cómo te gustaría que te recordarán como escritor?
RG: Yo cuando chico leí mucho a Cocteau, entonces me gustaría ser recordado como un escritor frívolo, entretenido, poético. Como una lectura un poquito incorrecta en el sentido de ser un clásico alternativo que uno lee un poco porque te produce mucho placer. Y me gustaría mucho, por supuesto, que cuando alguien quiera entender esta época y este país tenga que recurrir a mi libro. Es como lo que decía Elias Canetti, que él quería torcerle el cuello a su época, a mí me encantaría torcer el cuello a mi época.
KC: Y de todo lo que tú has publicado ¿cuál es tu regalón?
RG: Bueno, yo creo que siempre uno quiere más a los libros que no le va tan bien, pero también uno entiende que no son tan buenos. Después de Memorias prematuras escribí la novela que se llama Comedia nupcial, que a mí me gusta, no tuvo tanto fracaso tampoco, pero no tuvo tanto éxito. Creo que Memorias prematuras es evidentemente mi mejor libro. También creo que Nicanor Parra es un libro, en cierta medida, ajeno en el sentido de que es un trabajo que es una obra, como dicen, que me trasciende, va a ser un libro que supongo va a ser necesario porque ayuda a entender a la poesía chilena del siglo XX. Yo creo que ese libro va como quedar más allá de mí.
KC: ¿Y ahora en qué estás trabajando?
RG: Estoy escribiendo tres novelas cortas. Me gusta mucho en general la novela corta, leerla, pero nunca había escrito una, y ahora he escrito tres. Son novelas muy sexuales y un poco humorística, por cierto. Espero que consigan su objetivo.
Cierre
Es muy interesante conversar con Rafael Gumucio, un autor que de seguro estaré al tanto. Tiene una visión de mundo particular, que se sale de la media y eso se me gusta mucho.
Cuéntame, ¿qué te pareció este episodio de Espiral? Y mándame tu foto de dónde estás escuchando, o cuéntame en un correo o por Instagram dónde lo escuchas, así Espiral se convierte más en una conversación.
Chaoooooo.
Lee. Escribe. Crea con Rafael Gumucio.