Queridos odistas:

Los que somos lectores tenemos el dilema de si debemos terminar las lecturas que nos aburren o que no nos satisfacen. Creo que debemos dejarlas, la vida es muy corta, el tiempo escaso y hay tanto por leer que no vale la pena invertir en algo que se aleja al gusto personal.         

Es difícil. Claro que lo es. Se conjugan factores como el deber ser “lo que uno empieza lo debe terminar” o “si ya llevo cien páginas, estoy en la mitad, ¿por qué no terminar?” o “quizás se ponga mejor y me lo pierda”. Considero que no es un crimen dejar una lectura. Hay que asumir que ciertos textos son para otras personas, no para mí.

Hace poco mi hermana me preguntó si había leído La felicidad cabe en una taza de café de Toshikazu Kawaguchi, le dije: déjalo. Yo había leído su opera prima Antes que se enfríe el café, lo pasé bien pero no seguiría adelante este autor. 

A algunos no volveré, bien me aburrieron o el esfuerzo de leerlos poco se condice con el beneficio. Algunos de ellos son Los Effinger de Gabriele Tergit, Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco, En tierra de Dionisio, Vagabundeos por el norte de Grecia de María Belmonte o Conversaciones en la Catedral y La ciudad de los perros, ambos de Mario Vargas Llosa (aunque dudo porque en el último taller de lectura de Tierra Latinoamericana, dos alumnas me ultrarecomendaron sobre todo Conversaciones en la Catedral).

En cambio, considero que hay varios que deberé insistir, quizá los leí en un momento de mi vida que necesitaba otro tipo de lectura. Llegué hasta la mitad de Bella del señor de Albert Cohen, El señor presidente de Miguel Ángel de Asturias, sigo intrigada con Malina de Ingeborg Bachmann (era de mi mamá y ella fue una excelente lectora). O por ejemplo, Temporada de huracanes de Fernanda Melchor no me lo pude, ha tenido excelente crítica y me lo han recomendado buenísimos lectores, pero la crudeza del texto fue demasiado. Quizá influyó que lo leyera en electrónico.

Como ven, queridos odistas, uno se va armando como lector. Es un camino y no un destino. Lo más importante de esto, es saber diferenciar los momentos, convertirse en un ser humilde y aceptar que hay batallas que uno pierde. A veces, me falta la cabeza, corazón y en algunas, simplemente no fue escrito para mí. Es doloroso, si los autores se enterarán de lo que le sucede a algunos, porque es triste enterarse de que la obra que uno creó no fue del gusto de algunos o de muchos. ¿Cómo experimentan este dilema? ¿Abandonan las lecturas?

Estoy agradecida: Por la concurrencia que hubo en el conversatorio en la librería Lolita.

Aprendí: Cleopatra VII, la famosa reina de Egipto, si la ubicamos en la línea del tiempo está más cerca de la llegada del hombre a la Luna (1969) que de la construcción de las Grandes Pirámides de Guiza. Aunque se la asocia con el antiguo Egipto, las pirámides ya tenían más de 2. 500 años de antigüedad cuando ella gobernaba.

Fui feliz: Cuando me enteré de que una amiga volvería a su casa tras varios días en la clínica.

¿Escuchaste el Cuestionario Espiral a Carolina Brown?