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#109 Entrevista a Rafael Gumucio

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        Hola, hola ¿cómo estás? Soy Karen Codner y te doy la bienvenida al programa 109 de Espiral y me harías muy feliz si lo recomiendas a tus amigos, me pones un like donde sea que lo escuches y me mandes una foto, así voy a llegar a más auditores, y Espiral se convierte en una conversación.

        Tal como te conté la semana pasada, hoy está al aire la entrevista en profundidad al escritor chileno, Rafael Gumucio quien acaba de publicar la novela Los parientes pobres de Random House. Él ha vivido en Francia, Estados Unidos, España y Chile. De joven, en sus años colegiales, sufrió mucho con los estudios y fue su primera novela Memorias Prematuras lo que lo consolidó como escritor. En esta novela de corte autobiográfico, Gumucio se adentra en su infancia y juventud, dando a conocer un Chile que lo acogió tras el exilio en Francia, donde aquí en nuestro país tuvo que volver a aprender a vivir en un ambiente muy distinto. Su madre lo marcó y será y es un fuente de sabiduría para él. Un dato interesante es que hoy él vive junto a ella en el mismo departamento, y ahora, me contó, tienen una relación de pares. De cierta forma él se ha inventado un Chile donde le gusta vivir, porque es aquí es donde más cómodo se siente, no se adaptó bien a los Estados Unidos donde no pudo adherir a su forma de relacionarse con el éxito y el dinero. Francia fue determinante en su formación y me contó que se siente mucho más francés de lo que quisiera. Rafael Gumucio le temé al silencio, habla rápido y le gusta Chile, le gusta opinar, hablar de política y de la contingencia nacional, a veces también de la internacional. Por eso sus columnas son tan tan lúcidas, ojalá que lo leas, síguelo en Ex Ante. No le teme a las discrepancias y a innovar. Hace poco le tomaron unas fotografías desnudo, ¿por qué? Porque quería hacer algo que nunca había hecho en su vida, mostrarse distinto. Se declara como ciclotímico, es decir, está muy alegre o muy deprimido. Me contó que pasa por momentos de presión y el ánimo de inmediato se ve afectado, puede cambiar durante un mismo día. Para él una época mala de su vida fue entre los quince y los veinticinco años y muy feliz cuando vivió en España, entre los treinta y dos, hasta más o menos los treinta y seis. Es un hombre temeroso y eso le impide ser aventurero, y sacarse fotos al desnudo, quien sabe, no se.

Recuento personal  

        La semana pasada estuve en un conversatorio con Carla Guelfenbein, en que la autora chilena me entrevistó en el marco de una serie de charlas de una institución judía que se llama Limud. Carla me puso en aprietos, me hizo salir de mi zona de confort y explayarme sobre Todos nuestros fuegos y mi vida personal.

        El otro mes, en agosto, saldrá en Espiral la entrevista que ella me hizo.

        ¡Gracias a Cristián Torrealba que me mandó, fue el único y espero que muchos más se sumen, una foto de donde escucha Espiral! Está en un café comiendo un pan con mantequilla y también tiene un tazón de café con leche supongo. Ojalá más de ustedes se animen, y me manden sus fotos. Así Espiral se convierte más en una conversación. Ya lo sabes, lo puedes hacer directo en mi página web karencoder.com o a mi mail karen@karencodner.com y en Instagram que me encuentras con ese mismo nombre.

        Estoy cerrando los talleres de lectura del primer semestre y tengo sentimientos encontrados. Por una parte me doy cuenta de que necesito el descanso y por otro, vendrá un tiempo libre del que estoy desacostumbrada, pero ya estoy armando lo que será el segundo semestre.

Entrevista a Rafael Gumucio

KC: Hola Rafa, ¿cómo estás?

RG: Muy bien. Muy contento.

KC: Que bueno. Te agradezco que estés hoy día en el micrófono Espiral. Cuéntame ¿qué estabas haciendo antes de conectarte?

RG: Estaba preparándome para viajar.

KC: ¿Y dónde vas?

RG: Voy a Madrid y Barcelona a presentar mi libro.

KC: ¿Te emociona eso?

RG: Sí, me gusta mucho, tengo muchos amigos. Soy notablemente feliz allá.

KC: ¿Y por cuántos días vas?

RG: Me voy diez días.

KC: Vas trabajo y vacaciones, supongo.

RG: Sí, por supuesto. Tengo muchas ganas de ir a comer croquetas y todo lo que puedas absorber.

KC: Oye, ¿y eres bueno para la cocina?

RG: Sí, bastante bueno.

KC: Uno se debe estar preguntando, ¿qué libro? este libro, los Parientes pobres de Rafael Gumucio, que se los recomiendo. Es una historia bastante particular, de una familia muy grande, que supongo que tiene relación con la tuya y lo interesante que se sale de tu historial, en el cual tú abordas tanto a las mujeres, las voces femeninas y aquí tenemos la voz del padre ¿Qué padre tenemos aquí?

RG: Es un padre muy importante, muy marcador, pero al mismo tiempo es artista, por lo cual se sale un poco de rol completamente normal de un padre de familia. Es un padre muy prolífico porque hizo once hijos. Y claro, es la figura un poco del Di-s padre, porque de alguna forma un escultor es un poco lo que Di-s fue, nos hizo con arcilla y bueno, así quedamos.

KC: ¿Quedaste satisfecho con este libro?

RG: Muy satisfecho. Sobre todo, he estado muy satisfecho con la lectura, los lectores. Uno no se puede separar del éxito del fracaso de los libros. Porque yo pensé que iba a ser difícil de entender, tiene muchos narradores, muy compleja la forma que tiene, por lo cual pensé que la gente iba a decir, no entiendo nada, ¿quién es él que está hablando? Subestimé mucho al lector.

KC: ¿Y cuánto te tomó escribir?

RG: Me tomó tres años y un día. Lo empecé hace tres o cuatro años, lo dejé reposando y lo he ido corrigiendo desde entonces.

KC: ¿En qué se vincula este padre con el tuyo?

RG: Muy poco. Mi padre no es una figura aplastante, ni gigantesca. Es una persona con la que tengo una relación mucho más de simpatía. Es una persona muy intelectual, pero al mismo tiempo muy distraído. No es una persona que, como el personaje en mi novela, decide si las olas son buenas o no. Pero mi abuelo por parte de madre es mucho más parecido al personaje, me inspiré bastante en él para escribir la novela.

KC: ¿En qué más te inspiraste?

RG: También me inspiré un poco en José Donoso, en el criollismo surrealista de Donoso. Me inspiré en la idea de que la sociedad chilena es una sociedad endogámica y un poco contar la endogamia, me pareció muy divertido.

KC: ¿Quedaste satisfecho con esa descripción de la endogamia de la sociedad chilena?

RG: Sí. Por supuesto que es un juego literario, no es un análisis sociológico o antropológico de la sociedad chilena. Pero es como un juego sobre ese concepto, que está súper asumido como un concepto histórico real. No sé si es tan real como mitológico.

KC: Oye, Rafa, en tu libro y en todos tus libros hay mucho humor.

RG: Sí.

KC: Y, además, tú estás a cargo del Instituto de Estudios Humorísticos de la Universidad Diego Portales. Por favor, explícame, ¿qué significa eso? Porque me da risa solo escuchar el nombre.

RG: El Instituto de Estudios Humorísticos es una institución en que fomentamos el humor. Mostramos grandes hitos del humor y, al mismo tiempo, también mostramos a nuevos integrantes de la familia humorística. Mostramos distintos tipos de humor. Entregamos un premio anualmente. Hacemos mucha difusión.

KC: ¿Cuál es el motivo que nazca esto? ¿Cuál es el rol? ¿Se justifica?

RG: Yo creo que sí porque, primero, es totalmente único, no existe otro. Y creo que una universidad es un buen lugar para estudiar este fenómeno, que además es muy importante. El humor en Chile, todos los diarios, revistas, programas de televisión que han tenido humor han triunfado, desde “Topaze” hasta “The Clinic”, pasando por Jenaro Prieto. El humor siempre ha sido importante en nuestra forma de ver el mundo.

KC: ¿Y qué rol cumple en tu vida el humor?

RG: Muy esencial. Es una forma de ver el mundo, de entender la realidad, de entender sus complejidades, de poder asumirlas, porque si no hubiera humor, no podría asumir las rigurosidades de la realidad. Sería para mí imposible de aguantar, pero el humor me lo hace aguantable.

KC: ¿Cuál es la diferencia para ti entre el humor y el sarcasmo?

RG: Yo creo el sarcasmo es parte del humor. El humor es una visión de los defectos y errores humano como una materia de entretención. En vez de enojarse porque la gente es imperfecta y el mundo está destruido y la muerte nos acecha, en vez de mirarlo como algo terrible es divertirse con ello.

KC: ¿Sientes que naciste con el humor o se te fue formando con el paso de los años?

RG: Lo que pasa es que en mi familia el humor ha sido siempre una forma de comunicación muy importante. Mi abuelo, Enrique Araya, es uno de los escritores humorísticos más famosos de la historia del humor en literatura chilena, por lo cual es un poquito hereditario este asunto. Yo muchas veces he querido hacer llorar o querido hacer reflexionar, y he hecho reír. Yo creo que era para mí inevitable terminar esto.

KC: ¿Y es difícil escribir humor en tus novelas?

RG: El galán imperfecto fue la primera novela en que yo traté conscientemente de escribir algo que fuera humorístico. En esta también hay una voluntad consciente del humor, pero generalmente no intento hacer reír, tampoco intento hacer llorar. Este fue el primer intento serio de hacer reír.

KC: A mí me llama la atención tu carrera, porque tus opiniones son muy certeras, muy puntuales y tienes una pluma exquisita, en el cual yo te sigo en Ex-Ante también, se las recomiendo. Pero tu visión política siento que se ha ido modificando y pasando de la izquierda a un centro, podríamos decir, o ha sido menos radical, ¿me equivoco?

RG: Siempre fui socialdemócrata, incluso eso me llevaba a problemas en mi juventud. Siempre he sido poco extremo, siempre he sido concertacionista. Quizás estaba más enojado con el mundo, quizás el estallido me hizo cuestionar mucho la capacidad de la izquierda de transformar en racionales cosas que no tenían nada racional y de darle entidad a personas y mundos que me resultaban muy peligrosos. Eso me alejó un poco, pero sigo sintiéndome adherente a la figura, por ejemplo, de Allende o a la historia de la izquierda chilena.

KC: ¿Pero siente que has renegado un poco de tu historia, en el sentido que ya no eres tan combatiente como antes?

RG: No, nunca fui combatiente, por eso te digo, siempre fui amarillo, pero ahora no quiero ser del partido amarillo, porque todo lo que se transforma en partido, no es lo mío. Yo no creo que haya renegado, evidentemente he envejecido. Eso no lo puedo evitar.

KC: Claro.

RG: Leo los artículos que escribía cuando joven o relativamente joven, y no estoy en desacuerdo para nada.

KC: Te atreves a leerlo.

RG: A veces me los he encontrado porque una vez tuve que hacer una exposición de humorista en dictadura, y había una revista en que yo trabajaba, no en dictadura, sino que, en democracia, y leía mis artículos. Algunos me parecían muy buenos, otros no tanto. Pero sí, mis opiniones políticas eran más o menos las mismas que tengo hoy.

KC: ¿Y tienes discusiones políticas con tu mamá?

RG: Sí, es mucho más de izquierda que yo.

KC: O sea, ella ha mantenido su posición.

RG: Sí.

KC: Oye hablando de tu mamá que después de la separación que tuviste, te fuiste a vivir con ella, ¿cómo es volver a vivir con la madre?

RG: Bueno fue fácil, porque mi mamá es muy inteligente, divertida. Y claro, ya tenemos la misma edad, porque cuando uno envejece, yo soy parte de los viejos, así que es más fácil comunicarse.

KC: Pero, ¿qué te llevó a tomar esta decisión porque igual es algo inusual?

RG: Como diría Carlos Peña es un tema de economía política. Así que fue más bien un tema de economía política.

KC: ¿Y la relación al día a día, tú la ves más como compañerismo o una relación vertical, madre e hijo?

RG:  No, a veces yo soy el padre también.

KC: Pero quizás que ella no quiere tener padre de vuelta ya tuvo el suyo.

RG: No, creo que el suyo era, para mí, insuficiente, así que creo que puede necesitar un poco de padre.

KC: Oye, ¿y te han molestado que te fuiste de ahí con tu mamá, así como en talla?

RG: Ha sido muy perjudicial en la seducción. 

KC: Supe que hace poco saliste en una sesión de fotos desnudo.

RG: Sí.

KC: ¿Qué se te pasó por la cabeza?

RG: Yo dije, es tan raro que alguien me pida estar desnudo y tan único que dije, bueno, lo voy a hacer, porque nadie me lo había pedido nunca. Yo creo que estaba mostrando otro aspecto de mi vida, de mi personalidad. Tampoco tengo nada que esconder.

KC: ¿Y te gusta ver las fotos?

RG: Sí, está bien. Yo tengo una cara un poco, está mal que lo diga, pero tengo una cara un poco de dios griego, un poco estatuaria, así que se notaba eso un poco más con la luz que me ponía.

KC: ¿Cómo es tu ego?

RG: Es enorme y pequeñísimo. Depende. Es enorme porque es pequeño.

KC: Es una interesante forma, pero a veces debe crecer ese ego, ¿en qué minuto crece el ego?

RG: Bueno, cuando lo hacen crecer. Es como una necesidad de afirmación, de afirmarme ante la nada, del miedo a desaparecer. Entonces me hago aparecer para que no me olviden.

KC: Ese es uno de tus temas, el miedo a desaparecer, a la muerte, ¿cómo ha sido la soledad para ti, el tema de la soledad? Porque en tu libro maravilloso que escribiste Memorias prematuras, que todavía lo encuentran, es precioso, dijiste que la soledad es no saber desear.

RG: Qué buena frase se me ha ocurrido. Claro, porque una cosa es la falta de compañía, a mí no me gusta nada, pero hay momentos en que la necesito, estar con falta de compañía, con gente. Pero, la soledad es no saber desear, es decir, no ser capaz de estar con la gente que necesitas estar, de decirle lo que necesitas, de estar a la altura de eso deseo.

KC: Pero la soledad es no saber desear, también sería una forma de depresión. El depresivo no desea.

RG: Claro. El depresivo no desea, pero la diferencia es que el depresivo está muchas veces imbuido en una enfermedad, en una cosa que no lo deja desear, pero la soledad es haberse equivocado. Esa cosa duele más.

KC: ¿Y eres depresivo Rafa?

RG: Sí, soy ciclotímico.

KC: ¿Es decir?

RG: Es decir, si llueve estoy súper deprimido, si hay sol estoy súper alegre. Paso por momentos de depresión, en el día estoy deprimido muchas veces y eufórico también muchas veces. De manera muy exagerada las dos cosas.

KC: ¿Y tomas medicamentos para el ánimo? 

RG: Sí, claro.

KC: No se podría vivir sin ellos.

RG: Podría decirme vivir sin ellos, pero lo pasaría mal. Sin el somnífero no duermo nada, así que necesito eso, porque si no, no duermo y no dormir es una cosa muy atroz.

KC: ¿Cuál es el periodo más triste que recuerdes de tu vida, el más complejo?

RG: Yo creo que de los quince a los veinticinco fue una época muy mala. Ese fue como el peor periodo.

KC: ¿Y el más feliz?

RG: Yo creo que fui feliz en España, desde que cumplí treinta y dos hasta que cumplí treinta y siete, porque a los treinta y seis nació mi hija, y eso fue un periodo muy feliz.

KC: ¿Y hoy cómo te definirías? ¿Cómo te sientes hoy?

RG: Estoy un poco en vigilia o en duelo porque muchas cosas murieron al mismo tiempo. Me separé, el estallido, me rompí las manos, perdí muchas fuentes de laborales. Estoy un poco en un estado de vigilia, de reconstrucción.

KC: ¿Cómo es perder las manos? ¿Cómo es ese periodo?

RG: Se supone que trabajo con ellas, la verdad es que después me di cuenta que trabajaba con mi cabeza y no con las manos. Yo nunca había tenido ningún accidente. En mi vida generalmente no pasaba porque, además, como soy muy poco aventurero, era muy difícil que me pasara algo, porque habría que hacer algo. Y tuve la mala idea de ir en bicicleta, cosa que yo nunca hago porque nunca hago ningún deporte. Y el deporte es muy malo para la salud, como todo el mundo sabe.

KC: ¿Te has vuelto a subir a una bicicleta después de eso?

RG: No.

KC: ¿Te volviste más temeroso después del accidente?

RG: Sí, claro. Tengo mucho miedo. Es que nunca hago nada.

KC: Rafa, y tú has vivido en varios países, en España, en Francia, en Chile y en Estados Unidos ¿Qué son para ti estos países?

RG: Bueno Chile es una idea de pertenencia, una idea de ser parte de algo que, por supuesto, es bastante abstracto, porque soy bastante poco chileno, lo he ejercitado.

KC: ¿Es como un ejercicio intelectual?

RG: Claro, me inventé un poco mi país. Me da risa porque en España los amigos españoles creen que los chilenos son como yo, y bueno, no les quiero desmentir. 

KC: Yo no creo que exista un solo tipo chileno.

RG:  No, pero quiero decir el arquetipo. Estados Unidos es el país de mis hijas y de mi ex. Es un lugar donde lo pasé muy bien porque Nueva York es una ciudad estupenda, pero nunca pude adherir a la forma que tienen los americanos de relacionarse con el éxito y con el dinero, y con la salud también. Es un universo que nunca pude entender del todo. Y España es un lugar en el que he sido muy feliz. Y Francia es mi formación, lo fundamental de mi cabeza y de mi forma de ver el mundo se construyó allá. Así que me siento mucho más francés de lo que quisiera.

KC:
 ¿Cuál sería la chilenidad para Rafael Gumucio? 

RG: Es un lugar donde, los que vamos escapando, es el último escape, después de esto ya no hay nada. Es la última parada de la micro. Entonces aquí se encuentran farsantes, ilusos, mesías, y eso construye una cierta realidad. Hay cosas que en el resto del mundo han cambiado y aquí se quedan preservadas, y viceversa, hay cosas que en Chile se transforman. Había, sobre todo antes, esa frontera cerrada que era también muy venenosa, muy terrible, pero que construían, como pasa un poco en Juan Fernández, que llega una planta y se transforma en otra cosa. Tenemos varias cosas endémicas que a mí me interesan. 

KC: ¿Y qué aprendiste a vivir en Estados Unidos, que es un país tan distinto a Francia, a España y a Chile? 

RG: Claro, pero yo viví en Nueva York, que es Estados Unidos por supuesto, pero es una ciudad que tiene un ambiente parecido, de una situación parecida a París. Además, que muchos de los que se iban a París antes se van Nueva York ahora, artistas, intelectuales, bohemios y perdidos. Así que me sentía muy en París. Y, por otro lado, me sentía muy en Chile, porque hay mucha precariedad. Hay muchas de estas tiendas de botones o estas tiendas de cosas viejas al lado de una cosa muy lujosa. Lo que sí, no conecté nunca mucho con el espíritu norteamericano, con su falsa ingenuidad, con su culto al dinero o al éxito más bien, porque no es tanto el dinero. Nunca conecté con eso, tampoco conecté nada con la nueva academia norteamericana, con lo políticamente correcto, con las políticas queer. Nunca me interesó y me sentí siempre muy excluido de eso.

KC: ¿Y tus hijas están viviendo allá? 

RG: Viven acá, han vuelto. 

KC:  ¿Existen, de acuerdo a tu opinión, las familias funcionales?

RG: No conozco ninguna, así que no sé si existen. Creo que son todas un poco disfuncionales. He conocido gente que tuvo infancias felices y con padres que los querían, pero después tienen adolescencias horribles, así que al final esa felicidad no dura mucho. 

KC:  Me leí completo Memorias prematuras. Hay frases que son maravillosas que no sé si hoy día se aplican, pero me gustaría saber si efectivamente tú escribes para vengarte, como lo dices ahí.

RG: Ese libro, sí, ese libro lo escribí para vengarme un poco. Para poner las cosas en orden, y para poder gritar, hacer visible mi voz. Pero, claro, también escribo para vengarme y para después reconciliarme. 

KC: ¿Pero vengarte de qué, de quién? 

RG: En esa novela de mi padre, de mi padre y de mi madre, de este grupo familiar, de la izquierda chilena, que mis padres eran parte de ella, de la Unidad Popular, de la dictadura un poco también, y de la adolescencia. Vengarme de estos padres que estaban del lado correcto de la historia, pero que podían ser bastante irresponsables y dañinos, a pesar de que todo lo hacían por estar en el lado correcto, en el lado de los buenos. 

KC: Oye, Rafa, hace unos momentos tú dijiste conozco algunos que tuvieron infancias felices, ¿cómo fue la tuya? 

RG: Fue bastante infeliz. Fue una infancia de exilio. Pero estoy convencido que si hubiese vivido en Chile y sin exilio habría sido igual porque me sentía muy desconectado del mundo, muy incomprendido y extremadamente sensible, extremadamente solo, muy obsesionado con la muerte, obsesionado con la pérdida. Así que no sé si habría sido feliz de otra manera, yo creo que no, no podría haber sido feliz, porque nadie es feliz sabiendo que se va a morir. 

KC: ¿Y cuándo empezaste a sanar estos miedos? Porque hablas del miedo, ¿cuándo empezaste a vivir de una forma más en paz o más feliz, o menos infeliz? 

RG: Sigue vigente la infelicidad, pero desde que pude ir en radio taxi, mi vida se puso más fácil. Cuando pude empezar a pagar cosas y no depender de mis padres, ahí fui más feliz. También tuve una serie de amigos que me hice muy tarde en la vida, me empecé a hacer amigos a los veinticinco años, que son los amigos del Canal 2, entonces me sentí menos solo y eso ayudó mucho. 

KC: ¿Cómo ves tú a este Rafael Gumucio que escribió este gran testimonio biográfico? ¿Cómo ves la relectura? ¿Habrías hecho algo distinto? ¿Hay algo de que te arrepientes o no? ¿Cómo es tu lectura? ¿Es crítica? 

RG: Me cae bien, la verdad es que me cae bien. La verdad es que encuentro que es bastante buen escritor. Yo lo he releído, pero llego a la mitad, después me aburro. Yo creo que me gustaría haberlo conocido. Pero todo esto me resulta un poco ajeno porque como lo dejé escrito, ya no me sucede a mí. Pero sí, encuentro que es bastante buen escritor. Y por lo demás, creo que era en esa época bastante solo, después este tipo de libros se han publicado mucho, se han hecho muchos libros de infancia en dictadura, pero en ese momento yo creo que era un tipo bastante preclaro, bastante adelantado. 

KC: ¿Cuál es tu relación con Di-s? 

RG: Yo creo él tiene mucha más fe en mí, que yo en él. Me ha probado muchas veces su bondad o su presencia, su generosidad, pero yo sigo dudando profundamente de su existencia a pesar de que, en muchos momentos de mi vida, no se ha aparecido, pero la providencia o la buenaventura sí han aparecido. Pero seguimos teniendo una relación conflictiva, de parte mía, no de parte suya. 

KC: ¿Y tú crees que a este Di-s le gustaría ver a Rafael Gumucio desnudo tal cual apareciste en una foto hace un tiempo? 

 

RG: Yo creo que Di-s tiene mucho sentido humor. Sí, yo creo que le gustaría, o sea creo que no le importaría, no había ningún pecado ahí, ni siquiera la lujuria. Pero esas cosas las hago un poco porque quiero que quede claro que no me pueden tomar muy en serio. O sea, que la gente que lee mi columna y se queda muy ofendida y dice, este tipo me destruyó, puede decir, pero ese huevón sale en pelota en la revista, así que no importa. Lo hago un poco así. 

KC:  Pero, ¿cuál es tu obsesión que te tomen en serio? Si tienes opiniones válidas y contundentes. Has repetido varias veces que no me tomen tan en serio. 

RG: Hay un componente de crueldad en lo que yo escribo, por supuesto, no lo puedo reprimir porque es parte de mi vida. Pero sí me gusta la idea de que la gente diga, es como distintas facetas. Desnudarme fue como decir, si alguien me pide estar desnudo, que es algo que me parecía muy raro que alguien me lo pidiese, no he sido modelo de nada, bueno, no puedo decir que no ante un desafío, algo que la gente no quiere ni espera de mí, eso inmediatamente me provoca y quiero hacerlo. 

KC:  Deduzco que tu relación con tu cuerpo es sana si eres capaz mostrarte desnudo. 

RG: Sí, relativamente. Yo creo que lo he maltratado bastante y olvidado bastante, pero sí, no tengo mucha vergüenza

KC:  Quizás que tendrías vergüenza que mostraran tu cerebro y tu alma, las confusiones interiores. 

RG: Sí, debe haber algo que me da vergüenza, pero no te puedo decir qué, porque ya lo he hecho todo, me he exhibido de todas las formas. Pero hay algo seguramente que no quiero que se sepa, pero no sé qué es.

KC: Y si pusiéramos a tu mamá aquí, ¿qué diría de cómo fuiste joven de niño y de adolescente?, ¿qué recuerdos tendría ella? 

RG: Hablaría bien de mí porque después de todo es mi mamá. Así que yo creo que tiene buena opinión de mí, pero no sé. Supongo que sí. 

KC:  Pero cuando hablan de tu adolescencia, ¿qué recuerdos tiene ella de ti? 

RG: Yo creo que estuvimos un poco peleados en esa época. Un poco ausente, yo creo que sí, pero bueno, no lo diría, quizás no se dio cuenta, pero sí estábamos un poco peleados. 

KC: Una de tus principales características no es solo que hablas mucho, sino que hablas muy rápido, eres rápido para hablar, ¿te incomoda el silencio? ¿te sigue costando el silencio? 

RG: Sí, bueno, pienso rápido, hablo rápido. No sé por qué, mi familia, por el lado Gumucio habla parecido. Una tía abuela, mi tía Juanita, que no la conocí mucho, pero no sé por qué todos hablamos como ella. Es como una especie de timidez también. A veces también me acuerdo que cuando Kramer imitaba a mi primo, Marco, hacía algo que también nosotros hacemos, que habla tan rápido para decir cosas a veces muy pesadas o muy contradictorias, y que la otra persona no se da cuenta, te está diciendo cosas como terrible, pero son tan rápidos que el otro no alcanza a escuchar.

KC: Lo que no logro ver es cómo sufres ¿Qué es lo que te duele realmente? ¿Cómo te pueden herir? ¿Cuál es tu vulnerabilidad? Te escudas en muchas cosas. 

RG: En el amor he sido muy vulnerable me ha ido relativamente mal, no por falta de oportunidad. Pero eso me duele generalmente. Ese abandono porque muchas veces no entiendo que sucedió, eso me duele. Me duele cuando me odian mucho. Lo he pasado muy mal en estas funas o en estas cosas, me angustio mucho. Tuve mucha angustia de ser expulsado, de ser exiliado, me cargan las fronteras, la policía internacional, eso me da mucho miedo. Pero también tengo la impresión de que en algún momento me van a descubrir y van a echar. Siempre he sentido como una cercanía con el pueblo judío, tú tienes una menorá detrás, porque siempre estoy con una maleta media hecha por si me tengo que ir.

KC: Eso es producto del exilio claramente, ¿no? 

RG: Claro, producto del exilio. Pero también no solo el exilio, tengo una ortografía como la mierda, soy disléxico, tengo pie plano, los dientes muy en desorden. Entonces también me pasa que de repente todo eso se va a acumular y van a descubrir que no debo estar con las personas normales y me van a excluir.

KC: Eso también viene de tu turismo por los colegios que tuviste uno y otro, y te iban a echar. Lo pasaste pésimo en Francia. Lo pasaste pésimo acá.

RG: Sí.

KC: ¿Cómo un joven que era bastante desadaptado en términos académicos, del cual yo creo que pocas personas podían apostar, llegaste a consolidarte en tu carrera en lo que haces, que eres bueno en lo que haces? ¿Cómo te lo explicas? 

RG: Yo creo que elegí bien la carrera. En el sentido de que, en realidad, no tengo muchas aptitudes porque escribo con mucha falta de ortografía y de gramática. Pero sí creo que elegí bien la carrera en el sentido del tipo de vida. Un escritor es alguien que tiene una experiencia vital y que todo lo que vive, lo vive doblemente. Y al mismo tiempo lo vive, ciertamente, un poco exteriormente, en el sentido de que te pasan las cosas dos veces porque te pasan en la realidad, en la escritura, pero al mismo tiempo también te pasan menos porque ya lo puedes mediatizar. Si tienes que hacer una cola en la notaría, te parece entretenido, es la cosa más aburrida que hay, pero te parece que lo podrías escribir. No lo he escrito nunca. Era un poco como cuando yo era periodista, de repente me subían en una camioneta o tenía que ir a un lugar y hablar con alguien, lo que nunca habría hecho y me costaba mucho, pero no era yo. Si tenía que entrevistar a Ricardo Lagos, era muy intimidante, nunca lo habría hecho en la vida real, y las pocas veces que lo vi en la vida real, en la vida no periodística, me intimidaba mucho. Le tenía una enorme admiración, o sea, le tengo una enorme admiración porque está vivo todavía, pero estaba trabajando, era un periodista, no estaba siendo yo. Pasa con la escritura eso, yo creo que estaba dotado para ese ejercicio, siempre me encantó la poesía y creo que tenía cierta dotación en eso. Pero también creo que, si hubiese hecho cualquier cosa, era tanta mi desesperación por triunfar y por no ser borrado y por no ser destruido, que me habría ido bien en cualquier cosa. 

KC: Oye, ¿qué te ha sorprendido a ti de ser padre, de Rafael Gumucio padre? 

RG: Me ha encantado, es una de las experiencias más gratificantes que he tenido. Mis hijas, son, además, extremadamente bonitas, inteligentes y perfectas, así que he tenido mucha suerte. 

KC: ¿Cuál ha sido tu relación con las drogas? 

RG: No tengo casi ninguna relación con la droga, aparte, por supuesto, del alcohol y los psicofármacos que me han recetado los psiquiatras. He fumado marihuana, dos o tres veces en mi vida, y una vez jalé cocaína, una o dos veces, creo que la primera vez me dieron polvos de hornear. Nada más que eso. No tengo ninguna relación. 

KC: ¿Tienes alguna cuenta pendiente contigo mismo, algo que te gustaría subsanar o que tú dices todavía esto no lo he logrado dominar o mejorar?

RG: Me gustaría ser más libre de cabeza. Sufrir menos por tratar de ser responsable, sufrir menos, porque siempre me siento, como te decía, que me van a atrapar, que en algún momento me van a atrapar y que todos se van a juntar y van a destruirme. 

KC:  O sea, estos pensamientos persecutorios siguen presentes. 

RG: Totalmente. Cuando mis hijas eran chicas, cuando nacieron y los primeros años, se me aliviaron, empecé a sufrir menos, porque tenía que estar vivo y ya entendía por qué estaba vivo, estaba vivo para ellas. Pero después que han crecido, ha vuelto todo igual, ¿cuál es la diferencia? que tengo logros que me permiten decir, bueno, pero igual logré esto, no soy un cero a la izquierda. 

KC:  Oye Rafa, hablemos de ti como escritor ¿Cómo te ves tú? ¿Eres un escritor rápido, lento? ¿Te viene algo que no puedes seguir escribiendo? ¿Cómo te vinculas con la escritura? 

RG: Yo siempre tengo la impresión de que no escribo nunca y paso mucho tiempo vagando o haciendo otros trabajos. Pero de repente salen unos libros, no sé cómo, no tengo idea. Cuando escribo, escribo mucho, o sea, soy muy rápido para escribir, luego soy lento para corregir, me puedo demorar, no sé, un mes o dos meses en terminar de escribir una novela, pero me puedo tomar diez años en terminarla. Entonces soy un escritor rápido y lento.

KC: ¿Cómo ves tú el panorama literario chileno hoy? 

RG: Es bien diverso porque no hay ninguna semejanza entre Zambra y Labatut, pero son dos escritores interesantes. Otro, por ejemplo, Álvaro Bisama, también es interesante. Hay escritores interesantes. Creo que entre los más jóvenes ha habido un periodo de miedo, pero creo que se está pasando, por suerte. 

KC: ¿Miedo en qué sentido?

RG: Miedo a ser funado, entonces voy a publicar en una colección de libros de una editorial que nadie lee. Como un miedo al estrellato. Quizás no fue de miedo, sino quizás es simplemente que ese mundo ya no existe. Debe ser difícil ser autor hoy, empezar hoy. 

KC: ¿Cómo quieres ser recordado? 

RG: Yo quiero todo, yo quiero la pérgola de las flores tirándome pétalos de rosas mientras va mi cadáver, las salvas del ejército, discurso mortuorio. Yo quiero todos los honores y una linda estatua. Pero, evidentemente, no es lo que va a pasar. 

KC: ¿Cómo te gustaría que te recordarán como escritor? 

RG: Yo cuando chico leí mucho a Cocteau, entonces me gustaría ser recordado como un escritor frívolo, entretenido, poético. Como una lectura un poquito incorrecta en el sentido de ser un clásico alternativo que uno lee un poco porque te produce mucho placer. Y me gustaría mucho, por supuesto, que cuando alguien quiera entender esta época y este país tenga que recurrir a mi libro. Es como lo que decía Elias Canetti, que él quería torcerle el cuello a su época, a mí me encantaría torcer el cuello a mi época. 

KC: Y de todo lo que tú has publicado ¿cuál es tu regalón? 

RG: Bueno, yo creo que siempre uno quiere más a los libros que no le va tan bien, pero también uno entiende que no son tan buenos. Después de Memorias prematuras escribí la novela que se llama Comedia nupcial, que a mí me gusta, no tuvo tanto fracaso tampoco, pero no tuvo tanto éxito. Creo que Memorias prematuras es evidentemente mi mejor libro. También creo que Nicanor Parra es un libro, en cierta medida, ajeno en el sentido de que es un trabajo que es una obra, como dicen, que me trasciende, va a ser un libro que supongo va a ser necesario porque ayuda a entender a la poesía chilena del siglo XX. Yo creo que ese libro va como quedar más allá de mí.

KC: ¿Y ahora en qué estás trabajando? 

RG: Estoy escribiendo tres novelas cortas. Me gusta mucho en general la novela corta, leerla, pero nunca había escrito una, y ahora he escrito tres. Son novelas muy sexuales y un poco humorística, por cierto. Espero que consigan su objetivo. 

 

Cierre

       Es muy interesante conversar con Rafael Gumucio, un autor que de seguro estaré al tanto. Tiene una visión de mundo particular, que se sale de la media y eso se me gusta mucho.

       Cuéntame, ¿qué te pareció este episodio de Espiral? Y mándame tu foto de dónde estás escuchando, o cuéntame en un correo o por Instagram dónde lo escuchas, así Espiral se convierte más en una conversación.

Chaoooooo.

 

Lee. Escribe. Crea con Rafael Gumucio.

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