Oda a mis kilos #153
Oda a los que desean una pausa creativa, suscríbete.
Este boletín es para los curiosos que desean una vida plena y pausada. Compártelo, me harías muy feliz. |
Queridos amigos,
Quizás estoy escribiendo esta Oda para convencerme de que mi cuerpo es el correcto, mis kilos son los que debo tener. O para ser menos crítica conmigo misma. Porque cada vez que me subo a la pesa algo en mí tiembla, cada vez que estoy frente al espejo intento no mirar mi estómago. Esta Oda ha exigido algo nuevo en mí, nadie me pidió que la escribiera. Estoy en mi vida abordando un tema del que sufro desde la adolescencia, pero quizá lo hago como un mecanismo de sanación o para bajarle la importancia. ¿Cuándo uno toma conciencia del cuerpo? ¿De lo que uno es en términos físicos? En la infancia no es un tema, sino años más tarde en esa misma adolescencia, desde entonces he vivido con una sombra, con un sentimiento persecutorio de que no soy lo suficiente, de que siempre quiero ser mejor, como otras. Es idéntico a estar encarcelada, una sensación que te posee, una fuerza que se apoderó de mí en algún momento de mi historia. Aún no me libero. Me encantaría admitir que me acepto tal cual soy y que poco me importa engordar, pero estaría mintiendo.
Esta Oda surge tras la lectura del boletín de la periodista y escritora española Amaya Ascunce donde habla de su cuerpo. Ella tiene una hija que come justo lo necesario (es idéntica a mi hija menor), posee autocontrol. Yo he hecho muchas dietas. Recuerdo, por ejemplo, que en el colegio, cursando segundo o tercero medio todos los días recibía el almuerzo especial de la dieta Scarsdale. He ido a grupos de apoyo, a no sé cuántas nutricionistas, a muchas terapias. La lista es larga. Hoy conozco gente que vive con la dieta intermitente, la keto, la vegetariana, la mediterránea, la cetogénica, la detox.
En los últimos años he logrado adquirir autocontrol, pero con gran esfuerzo y consistencia. Hago mucho deporte, soy ordenada en mis comidas y además, me medico con Ozempic bajo la supervisión de una nutrióloga. Sé que no es lo ideal, pero es lo único que me ha permitido una paz mental que en el pasado jamás conocí. No solo me ayuda a mantenerme en mi peso con algunas variaciones, sino que también me libera de mi cárcel mental y física. Créanme escribir sobre esto no es fácil, pero puede ser que a muchos de ustedes los ayude a sentirse más acompañados en esta travesía. O me ayude a mí misma a aceptarme más: esta soy yo. Vivimos rodeados de tentaciones, en nuestros hogares y en la calle, en la televisión y redes sociales. A mayor oferta de alimento mayor es la obsesión. También te encuentras con gente preciosa, delgada y te preguntas ¿cómo lo hacen?, ¿por qué no soy así?
Confieso que no me gusta mirarme al espejo, que ha sido muy difícil verme en los videos que grabo con recomendaciones de lectura o salir en las fotos. Es parte del mismo cuadro obsesivo pero ha sido positivo, porque me ha ayudado a juzgarme con mayor liviandad, a darle menos importancia a la perfección y ser más natural. Todavía no soy capaz de grabar un vídeo sin maquillaje y con el pelo desordenado, pero puede ser que en el futuro lo logre.
En este artículo hablan sobre la economía de la delgadez, algo que es interesante. Cuenta que esta industria mueve millones, en realidad, billones haciéndonos creer que podemos encontrar el elixir de la juventud y de la belleza, ser como una modelo. Mireille Guiliano, una francesa esbelta y exitosa que trabajó en las Naciones Unidas y en empresas de lujo, en su libro súper ventas Las francesas no engordan sugiere cómo adelgazar y mantenerse flaca al modo francés, le encanta el agua. ¿Saben por qué? Porque para las francesas, una de las reglas claves (y para mí también, una chilenita), es beber mucha, no porque sea sano, sino porque impide que te dé hambre. Ella cuenta que a la mayoría no nos gusta hablar de nuestro peso, del número diabólico a momentos que puede mostrar la pesa.
¿Dónde queda el body positive movement? Este aboga por aceptarnos como somos y que nadie tiene derecho a preguntarte por tu peso, o a comentar cómo te ves. Que somos sanos independiente sin importar que la talla de ropa sea XXL. Pero a nadie le gusta ver a mujeres gordas en la publicidad, o sentarse en avión al lado de una obesa. Algunos lo han tildado como “gordofobia”. Algunas feministas abogan que debemos ser naturales, nada de maquillaje, de depilación y que podemos ser tan fuertes como los hombres.
Veamos el caso de la inglesa Shelley Boye, una ex obesa, quien introdujo el movimiento “Fat Pride” o “Orgullo gordo” en Gran Bretaña. Ha publicado muchos libros , algunos recomiendan The Forbidden Body o El cuerpo prohibido. Ella en algún momento de su vida tuvo que aceptar que no podía seguir así, con peligro de muerte. Y se sometió a lo que sabemos, dietas y ejercicio, así logró vencer su obesidad. ¿Saben lo que pasó? Los miembros de “Fat Pride” la criticaron por abandonar la causa y traicionarla. Ella contestó: “Entonces tendré que quedarme en mi cama, quizás me muera por seguir sin hacer nada”. El estigma es cruel con todos. Ella se pregunta qué tipo de “body positive” seré si no puedo seguir viva. Considera que no es todo o nada, se puede estar en contra del estigma, pero sí hacer algo para combatir lo que es dañino. Es protegerse de la crueldad, de que se mofen del peso pero eso no incluye quedarse inmóvil. Siempre he imaginado que si hubiera nacido durante el Renacimiento, mi obsesión, mi carcelario, hubiera sido otros. Es difícil averiguarlo.
¿Por qué nos ponemos tan felices cuando alguien te dice estás más flaca? Esto nos sucede a los que somos más viejos, porque los jóvenes omiten hablar de sus cuerpos, o eso intentan. Pero es una mentira, porque a la mayoría le importa cómo se ve y creo que son pocos los gordos que le importa un carajo su cuerpo. En el podcast Honestly con Barry Weiss escuché al periodista Johann Hari quien postula que estamos presenciando una nueva revolución, tan importante como la llegada del Iphone, gracias a el medicamento inyectable Ozempic -contiene semaglutida y en un primer momento se utilizó para la diabetes- que permite bajar y controlar el peso. Es una revolución que podría terminar con la epidemia de la obesidad. Se calcula que en Estados Unidos un setenta por ciento de sus habitantes tienen sobre peso u obesidad y que en promedio pesan más de doce kilos que en la década de 1960.
Hari aborda los beneficios y riesgos de la droga inyectable semaglutida para controlar el peso.
Yo intento comer sano, lo que implica, menos calorías, menos frituras, menos chocolates, en fin menos. Yo intento hacer mucho deporte. Yo intento esto y más, es una pelea constante, a momentos la gano y en otras, la pierdo. He asumido que así como existen personas que necesitan medicamento para el colesterol o para la depresión, yo lo necesito para controlar mi peso. ¿Me gusta? No, pero soy más feliz aunque me cueste reconocerlo. Es lo único que me permite liberarme de mi obsesión y eso es algo que la opinión pública tiende a pasar por alto, los expertos olvidan que los que vivimos con este mal, podemos pasarlo pésimo. Calidad de vida es también vivir en paz, y créanme hago mucho para tenerla. Soy hija de mi tiempo, de mis circunstancias y es un logro escribir una Oda así. Algo que había escondido o evitaba compartir.
Este boletín es para los curiosos que desean una vida plena y pausada. Compártelo, me harías muy feliz. |
Mis recomendaciones
-
Una novela: El fin de los días de Jenny Erpenbeck. Esta escritora alemana acaba de ganar el Booker Prize por la novela Kairos, que aborda la relación de una pareja en decadencia, donde el amor ya no existe. Si bien la tenía en la versión inglesa, me enteré que Anagrama la publicó en español. Corrí a comprármela. He leído casi la obra completa de Erpenbeck y todo ha sido de una calidad superior. El fin de los días es una saga familiar que recorre el siglo veinte desde la Primera Guerra Mundial, hasta la caída del Muro de Berlín, pasando por Stalin y el antisemitismo. Una gran novela.
-
Una película: Hiroshima, mon amour dirigida en 1959 por el director francés Alain Resnais y disponible en MUBI. El guion fue escrito por la gran escritora Marguerite Duras y narra la historia de una actriz francesa que viaja a Hiroshima a grabar una película y conoce a un arquitecto japonés. Ambos pasan una noche juntos (cada uno está casado), y comparten esta experiencia. Es una hermoso y triste relato, filmado en blanco y negro.