Queridos amigos,

Leí Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes en el colegio. No recuerdo si solo unos capítulos o la primera parte completa. Ignoro si sigue siendo lectura obligatoria en su versión original; los colegiales deben leerlo en adaptaciones y la más popular, supongo, es la novela gráfica. Hoy lo estoy leyendo completo en la versión que publicó la Real Academia de la Lengua en el 2004 para conmemorar los cuatrocientos años de la publicación. Es una excelente edición y tiene un prólogo de Mario Vargas Llosa y notas al pie de página (aunque a veces me cansan).

¿Por qué estoy gastando mis preciados minutos de lectura en esta obra? Muy sencillo. Cuando te dedicas a la literatura y quieres tener una buena base, es necesario revisar las grandes obras fundacionales. Es una hazaña quijotesca; literalmente estoy sumergida en varias lecturas: El Quijote, la Divina Comedia de Dante Alighieri y los japoneses.

Yo tengo un súper Sancho Panza a mi lado, porque la lectura de Cervantes la estoy haciendo con las clases de José Carlos Breto a quien conocí hace unos meses, un escritor y profesor español excepcional. Gracias a él he salido de mi zona de confort.  La metodología es bien innovadora porque las clases son audios en un grupo de WhatsApp.

Ay don Quijote que me haces reír. A veces me dan ganas de pegarte una cachetada y decirte que no te metas en peleas y dejes de confundir posadas con castillos. ¿Fuiste tan loco? ¿No seremos nosotros los desquiciados al creer que todos debemos opinar igual? Si yo fuera una Quijota pregonaría a los cielos que debiéramos leer por lo menos treinta minutos al día, creería que Instagram es un ejército y unas sirenas están cantando en mi teléfono.  Me buscaría una Sancha que me dijera las verdades tal como Sancho lo hacía con su amo.

Quizás la escena de los molinos ha jugado en contra de Don Quijote de la Mancha y por eso hemos olvidado las historias de amor y de pasión que se relatan, narradas en clave cinematográfica. Hay muchos Romeos y muchas Julietas. Las mujeres son bellas e inteligentes, atrevidas en sus gallardías y también picaras. Los hombres se esfuerzan en combatir la locura del hidalgo, en explicar el mundo y hacer justicia.

No tengo idea dónde está el Quijote del 2023. Debe de andar en un gimnasio ejercitando sus músculos, pegándole con pesas de veinte libras a la trotadora, gritándole al televisor y bailando rap. Qué divertido sería toparme con él. Ojalá no sea tan flaco como el original, porque hasta a mí me da hambre ver lo poco que comía cuando sufría por su Dulcinea del Toboso. ¿Quién no querría que la amaran con tal ímpetu?

Mi querida imaginación que me das tanto trabajo que me haces viajar hasta La Mancha donde busco a mi Quijote transformado en un hidalgo aventurero de Netflix.  

Si te quieres divertir, escucha “El cuestionario Espiral” con Patricia Rivadeneira, actriz chilena.