Oda al diccionario #109
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“Los diccionarios son como relojes; el hombre más sabio no los usa para seguir los tiempos, pero los usa como guía”
Samuel Johnson
Queridos amigos,
Doy la bienvenida a los doce nuevos suscritpores a Oda.
¿Se imaginan un mundo sin diccionario? Para mí sería uno más pobre y más limitado. Como nací el siglo pasado éste sigue ligado a un libro grueso donde tenía que buscar cada palabra de manera manual. Hoy es fácil, lo escribes en un buscador, en ChatGPT, vas al sitio de la RAE (Real Academia Española) o de WordReference y ya. Me acuerdo que una tía me regaló en 1992 una edición conmemorativa de la Real Academia de la Lengua que todavía lo tengo. Lo ocupo poco pero me daría mucha tristeza deshacerme de él, sería como confesar al mundo que ya no lo necesito. La RAE hoy define el diccionario como “un soporte, ya sea libro o digital donde de acuerdo a un orden determinado se dan las definiciones de palabras y conceptos”.
Me pregunto si en los colegios los siguen ocupando. En mi época uno de lo más populares era el Larousse. Algunos traían mapas y tenía uno regalón, que por ahí debe estar reposando, lo rayé mucho a lo largo de mis años estudiantiles con dibujos de flores, destacados y qué se yo. Nada que ver con el proto diccionario que se desarrolló en Mesopotamia en tablas de arcilla.
Cuando era chica me sentía muy importante con un diccionario en la mano, era como la aventura de sumergirme en un universo paralelo. Hoy ni siquiera me molesto en agarrar uno, para qué si en el programa Word todo está integrado y literalmente en un clic tengo la solución. El concepto diccionario lo vinculo con una fuente de energía, algo así como una tienda donde encuentro las maravillas más insólitas. Es como un viaje chamánico a tierras desconocidas. Un juego eterno donde las combinaciones nos abren puertas y llevan al laberinto del Minotauro.
En Twitter hay varias cuentas que rescatan palabras y dan su definición. Me gusta eso porque las palabras son entes vivos, hay que alimentarlas, moverlas, hacerlas circular porque sino, literalmente se mueren. También tengo un Diccionario de uso del español de María Moliner, publicado por primera vez en dos volúmenes en 1966 y 1967. Obviamente mi edición es más moderna y la autora lo dedica a su familia: “A mi marido y a nuestros hijos les dedico esta obra terminada en restitución de la atención que por ella les he robado”. La historia de esta española de Zaragoza es muy interesante porque si bien trabajó toda su vida como bibliotecaria, su pasión era la lengua. No logro imaginarme cómo lo hizo para crear un diccionario tan particular con veintidós mil entradas. Además de las definiciones te da una guía muy completa de cómo y cuándo ocupar el término. Si busco “Amor”, me dice que es un sentimiento experimentado por una persona hacia otros, que se manifiesta en desear su compañía y también se emplea a cosas. Existe, nos dice la bibliotecaria, el amor cortés, el libre, el mío, el propio, o se suele decir “con amor se paga” o “por amor al arte”.
No soy muy envidiosa, pero en esto de la memoria y de incorporar palabras nuevas sí. Miro con desconcierto a los que tienen el don de recordar los significados, de cuando leen una palabra nueva y la incorporan rápidamente a su vida. Yo no. Hace un par de años comencé a subrayar los vocablos desconocidos y hago una lista de todos los que me aparecen en el libro y al final de la lectura los busco. En un principio quería mantener la tradición “tan pasada de moda” de ocupar el diccionario de papel, pero ahora me rendí.
Mis recomendaciones
- Un podcast y una novela: El podcast se llama Un idioma sin fronteras y específicamente recomiendo el episodio dedicado al libro El diccionario de las palabras olvidadas de Pitt Williams, una novela basada en redacción del Diccionario de Oxford desde la perspectiva de una mujer joven que recoge las palabras que el diccionario omite. Este libro fue traducido por Anabel Sánchez Diez, y reinvidica en esta novela el papel de las mujeres que participaron en la redacción de este diccionario, e incluye palabras ligadas al mundo femenino y del lenguaje oral.
Mis momentos
- Fui feliz: Cuando acompañé a mi hijo a comprar ropa.
- Aprendí: En Japón se sigue midiendo el tamaño de una habitación con los tatami (que son la base de cada casa o lugar en Japón, siempre presentan el mismo tamaño y forma, son de cierta manera el piso con proporciones de la arquitectura tradicional japonesa). El tamaño de una habitación viene dado por el número de tatami que podría contener y por la cantidad de ellos. Por ejemplo, en las tiendas comerciales usualmente se mide por 5 esteras, y si es una casa de té, 4.5.
- Agradezco: Que me pude reponer de una jaqueca fuerte.
Lee. Escribe. Crea.
Karen.
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