Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
dubai-min

 

Este boletín es para los curiosos que desean una vida plena y pausada.
Compártelo, me harías muy feliz.

Queridos amigos,

Promesa cumplida: dije que el primer domingo de marzo estaría de regreso con ustedes y así lo estoy haciendo. Me sirvió muchísimo tomarme un mes y algo más, permitirme un descanso pleno. Aunque mis vacaciones no fueran de esas de estar echada en la playa al sol. Junto a mi familia nos fuimos a recorrer Europa y visitamos también Marruecos. Hace unos días escuché en un podcast que las experiencias que vamos viviendo, nos otorgan una felicidad más duradera que adquirir algún objeto físico por ejemplo. Me hizo mucho sentido. No tienen fecha de vencimiento, te acompañan en el corazón.

¿Qué tan distinta soy hoy tras haber estado lejos por tres semanas? La respuesta no la tengo clara, pero logro dimensionar que con mi familia creamos una historia en común y un sinfín de recuerdos. Si bien cada uno tiene uno particular, hay algo que nos une, como por ejemplo, cuando volamos en un globo aerostático en Marrakech (ciudad al oeste de Marruecos). Yo no sentí temor, al contrario, me maravillé; por fin entendí lo que es volar sin ruido, casi flotando. Imaginé cómo habrá sido para los genios que se les ocurrió inventar tamaña maravilla. El portugués Bartolomeu de Gusmão , un inventor y sacerdote jesuita del siglo XVI, fue uno de ellos con su aerostato denominado Passarola.  En la novela Memorial del convento escrita por José Saramago se relata la historia de Gusmäo Yo creo que se debe de haber muerto de miedo cuando hizo las pruebas. Los hermanos Montgolfier fueron los primeros que volaron ante un público masivo y lo hicieron nada más que ante Luis XVI y María Antonieta, además de ciento treinta mil personas en 1783. Estuve ahí mismo donde lo hicieron, en el palacio de Versalles, lugar donde unos años más tarde en 1789 la turba de la Revolución francesa, llegó una mañana de junio a buscarlos y asesinarlos juntos a sus hijos.

Nunca imaginé que el globo era así de grande, no soy muy buena para hablar en términos exactos, pero me recordó un iglú gigante. Gracias al calor que salía del fuego se iba inflando y el conductor, un francés que lleva años trabajando en esto, nos iba dando las indicaciones:  como debíamos subirnos, qué hacer en el comienzo y durante el aterrizaje, así nos sentimos seguros volando sin barreras. La “nave” -una caja de mimbre apoyada horizontalmente en el suelo para que nuestro abordaje fuera expedito- no era más grande que un rectángulo de seis pastelones. El ascenso fue rápido, y cada cierta cantidad de segundos, el francés iba accionado un botón que propulsaba la llama. Vi casas y pequeños pueblos, kilómetros de arena del Sahara -en esta región se le conoce por el Magreb- y las montañas que me recordaron Santiago. El viento define la travesía y por ende, el lugar donde uno aterriza. A momentos estábamos muy alto y en otros no. La referencia de altura la teníamos por los otros globos de la compañía que también estaban en la misma que nosotros. El aterrizaje fue una gran experiencia; tal como indicó nuestro capitán , apoyamos las espaldas en la pared de la caja y fuimos cayendo a la tierra, el globo fue perdiendo fuerza ante la resistencia que ponía la nave con nuestro peso.

Aquí puedes ver algunas fotos que tomamos volando.

También en Marrakech me aventuré a ir a un hammam, que es un baño turco, pero con un twist, porque no es solo un baño de calor húmedo, sino que involucra una serie de pasos. De acuerdo a lo que aprendí, es usual que los hombres y mujeres se den estos baños, sobre todo los viernes, para los musulmanes tiene un sentido espiritual. Mi hammam era el del hotel, pero dentro de la ciudad vieja hay muchísimos. Me sentí una princesa, claro, me dio pudor, porque estaba desnuda ante una desconocida y me entregué sin entender nada, yo no sé francés y la joven que me atendió no sabía inglés. Si quieres leer lo que escribí ese día, continúa aquí: 

Casi lo olvido, quedan pocos cupos para el próximo taller de lectura que inicio el 29 de marzo. Es presencial sobre ganadores del Premio Nobel, y estoy pensando lanzar en mayo uno remoto ¿te gustaría. Aquí, en mi página web encuentras toda la información.

“Soy consciente de que es una aventura. No he querido averiguar mucho, la sorpresa aumenta al no poder comunicarme con la joven que está encargada del tratamiento. Sesenta dólares ($48.215 aproximadamente en Chile) por cuarenta y cinco minutos para ser una princesa. Me señala la ducha y me va jabonando. El recinto es enorme de mármol blanco. Al centro hay una especie de cuadrado que está más alto que el piso. Hago como me dice y me dirijo al baño húmedo. Acato. Allí estoy, supongo unos diez minutos. Se abre la puerta y aparece la terapeuta, vuelvo a la ducha y el cuerpo me lo va embetunando  con una pasta color oliva, muy oscura. Con señas y una sonrisa en su rostro descubierto, vestida con una especie de uniforme negro, me indica el cuadrilátero central (ahora sé que todo los hammam los calefaccionan con  “fornaces” u  hornos de leña) donde hay una toalla. Me recuesto sobre mi estómago, la temperatura es perfecta. Escucho un ruido distinto, mi terapeuta -no se me ocurre llamarla de otra forma, supongo que debe tener una denominación específica dentro de la jerga del hammam– está abriendo un envoltorio de papel celofán. Me muestra un guante, recuerdo que vi varios de ese tipo en el shuk (mercados al aire libre) y me va frotando la espalda. Duele. Es como una lija sobre la piel. Recorre todo mi cuerpo, las piernas, los brazos, las axilas. No la miro a los ojos, ella vestida, yo, desnuda. Me dejo conducir por tercera vez a la ducha y me limpia lo que ha quedado del betún. También me lava el pelo y vuelvo al cuadrilátero. Otra vez sobre el estómago, siento que algo cae sobre mis piernas, muy liviano, casi una quimera de rosas y liviandad. Levanto la cabeza y observo la torre de burbujas que me recuerda un posteo que hice hace más de un año sobre el poder de las mismas. Solo que ahora yo soy la protagonista. Esto debe sentir una princesa. La terapeuta tiene una especie de paño de tela que va enrollando y así se van produciendo las pompas milagrosas. Todo lo anterior: el pudor, el guante (casi lija eliminando mis impurezas) queda soterrado en un “no importa, ahora entiendo”. Es una tina de burbujas sin agua, es la magia flotar en el espacio pero con los pies en la tierra. Me quedo unos minutos sola en el hammam, cierro los ojos y me sumerjo en este rincón de sensaciones nóveles. Ya estoy otra vez en la ducha y ella me limpia los restos de las burbujas. Regreso al sector de la toalla y me dejo embetunar con crema humectante. Estoy entregada. No miro, ni a mi cuerpo ni a ella. Fijo mis ojos pardos en el infinito. Última ducha, ahora el acondicionador. Me enrolla el pelo con una toalla y me viste con una bata. Finalizo mi tarde de princesa en una sala donde me espera un vaso de té de menta. Estoy otra vez conmigo misma. Observo la el cuadro  rectangular que es casi del tamaño completo de la pared que me enfrenta. Un grupo de mujeres están en la ribera, supongo que el mar Mediterráneo algunas lavan ropa. Solo una, con el pelo oscuro y brazos igual de contoneados que las otras, ella no lo tiene cubierto como dicta la ley musulmana, observa el infinito como yo lo hice hace unos minutos. Intento practicar una meditación ocupando la técnica de contar del uno al diez y del diez al uno. No pensar»

Casi lo olvido, quedan pocos cupos para el próximo taller de lectura que inicio el 29 de marzo. Es presencial sobre ganadores del Premio Nobel, y estoy pensando lanzar en mayo uno remoto ¿te gustaría. Aquí, en mi página web encuentras toda la información.

Mis recomendaciones

Una serie: La granja de Clarkson, es inglesa y la encuentras en Amazon Prime. La trama se centra en el desafío que es para Jeremy Clarkson, uno de los que participaban en el programa Top Gear (otra serie inglesa sobre autos). Ahora vemos los avatares a los que se enfrentan su “pequeña” granja en el Cotswolds, al centro de Inglaterra. Me divertí mucho viendo las dos temporadas.

Un libro: La mujer silenciosa de Monika Zgustová (Acantilado, 2005). Hace mucho que no me sucedía con una novela, la devoré. Incluso al regreso de este viaje que te acabo de contar, me quedé en mi casa leyendo. Narra la historia de Sylva, una aristócrata del imperio austro húngaro que nunca se sintió cómoda en su entorno y logra emanciparse de su destino impuesto por la familia. Pero llegarán los nazis y luego los comunistas, el sueño de Sylva es reemplazado por la sobrevivencia y la tragedia.

Mis momentos

Estoy agradecida: Porque ya casi no me quedan cupos para el taller de lectura.

Aprendí: Los beréberes son un pueblo milenario que habitaba en Marruecos mucho antes que llegaran los romanos. Se han destacado por su tradición de intercambio comercial y les gusta que los denominen “amazigh” lo que significa “pueblo libre”.

Fui feliz: Volando por el Sahara.

Lee. Escribe. Crea experiencias con el corazón 

Karen

 

Este boletín es para los curiosos que desean una vida plena y pausada. Compártelo, me harías muy feliz.

 

 

¿Te gusta escribir pero no sabes cómo comenzar?

Portada libro Cuaderno de escritura

Gracias!

Abajo encontrarás el enlace de descarga: