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Queridos amigos,
Los dos boletines anteriores fueron un buen ejercicio y me obligaron a sacarme de mi zona de confort. Es un riesgo apostar por algo tan lejano para algunos como es la inteligencia artificial y sus implicancias. Pero me gustó el ejercicio pero hoy vuelvo a mi sistema operativo cerebral y les prometo, soy yo y no un chatbot.
Nikki me escribió algo muy lindo:
«Leí el primer boletín y….la redacción me pareció un tanto curiosa pero, la entendí perfectamente, hasta que explicaste cómo lo habías hecho. Con el segundo boletín, me reí, porque recordé cuando éramos pequeños y teníamos que ir a la biblioteca de la ciudad o del colegio a buscar información. Ni pensar en fotocopiadoras.
Y ahora con todas estas tecnologías al alcance de todos. Un gran desafío por cierto para los profesores, en todo caso, no hay excusa para los alumnos, si o si deben cumplir con sus tareas».
Ahora les quiero contar sobre mi taller. Es una habitación ubicada en pleno Arrayán -sector de Santiago oriente a los pies de la cordillera- y al frente del colegio de mis hijos. No hay timbre, solo un portón de madera a mal traer y un cartel con el nombre de la comunidad “Los manantiales”. Somos varios arrendatarios repartidos entre la casa principal y varias cabañas. Justo en la entrada del camino de ripio quedaron otras a medio construir ( ignoro por qué no las terminaron). A pesar de que es un lugar grande, cuesta estacionarse y ha sido toda una ingeniería distribuir los autos de los inquilinos.
Mi taller está en la segunda planta de la casa principal. En el primer nivel está el living comedor, la cocina y dos piezas. Una de ellas solía ser de oficina del dueño y la otra está vacante. En la segunda planta somos cuatro o cinco arrendatarios. Conozco a dos. Mi vecino trabaja en algo vinculado a la asesoría en informática. Además, es profesor de arte y en las tardes se dedica a ello. Su terraza da a una de mis ventanas y si quiero privacidad, debo cerrar la cortina. Allí hay un tablero de ajedrez, una bicicleta, libros y los insumos para las clases. El otro vecino es fanático de los automóviles e invierte bastante tiempo restaurando un Mercedes Benz que debe tener más de treinta años. Creo que él es marino de la Armada de Chile y le gusta el trabajo manual. Hasta hace unos meses vivía en la pieza del primer piso que quedó vacante. En la puerta principal de nuestra casa está escrito “Wilkommen.”. Me imaginó que antaño aquí funcionó una pensión. La cocina está muy destartalada y no tengo idea cómo se organizan los arrendatarios porque yo, desde el primer día, me armé una cocina con un microonda, una tetera y un anafre.
También hay otras cosas más grandes y robustas que las cabañas. En una de ellas habita un inglés junto a su familia. Es profesor de yoga y hace poco comenzó a impartir sus clases en el living de la casa principal -pasaba en desuso y según me contó la dueña, era un lugar demasiado apetecido por los jóvenes para sus actividades nocturnas-. Se armó un espacio interesante con budas y olor a incienso. Quizá algún día me anime a probar una de sus clases.
La relación con mis vecinos es cordial, un hola y hasta luego, son buenos compañeros de soledad, no son ruidosos, aunque el de informática habla bastante por teléfono y el de los autos vive con la televisión encendida. Los primeros inviernos, por los menos cuatro o más, fueron muy helados porque los marcos de las ventanas eran de aluminio, no había diferencia de temperatura con el exterior y el aire gélido unundaba el recinto. Por lo menos durante cinco minutos me quedaba al lado de la Toyotomi, que es una estufa a parafina. Así vino la primera inversión: las ventanas a termopanel. En el verano, en cambio, el calor era tan grande que llegué a encender dos ventiladores al mismo tiempo. Creo que hace dos veranos me decidí a instalar un equipo de aire acondicionado.
La meta para remozar este lugar era tener publicada mi segunda novela pero cambié de planos cuando en febrero de este año terminé de escribirla.
Así comencé a concretar mi sueño con una arquitecta y también decoradora -su gusto es insuperable – y lo primero que hizo fue venir aquí. Quería algo pacífico, blanco. Me inspiré en Joan Didion, una escritora norteamericana que vivía en California, (nunca vi una foto de su taller, pero lo imaginé blanquísimo). Mi inspiración fue la idea de un oasis, un lugar de calma para abstraerme del mundo, sin los colores que tanto había buscado cuando comencé a arrendar esta pieza; una década atrás. Pinté una pared lila y colgué varios dibujos de mis hijos y pósteres que había comprado en algunos viajes. Me acuerdo que el escritorio -sigo con él, era originalmente una mesa de comedor – lo encontré en un galpón de antigüedades. Escondí el lavaplatos detrás de la puerta del clóset, armé el sector cocina sobre otra mesa y el mini refrigerador lo instalé en el suelo.
Plano referencial
En los meses que duró la remodelación me cuestioné bastante si era pertinente lo que estaba haciendo. Hoy, cada vez que llego a mi taller, me felicito por haberme atrevido. A momentos pensaba que los maestros no iban a terminar y tuve que encerrarme en mi casa -como en los buenos tiempos del COVID- en el intertanto.
Me gusta tener esta habitación propia, un concepto que le debemos a la escritora británica, Virginia Woolf. Mantengo mi rutina: antes de sentarme a escribir, me cambio de ropa, tengo un difusor donde vierto un par de gotas de aceites esenciales y enciendo una vela.
Esta es una foto que me inspiró
Hoy es así:
¿Por qué nos gusta conocer los estudios y talleres de los artistas? Creo que es una forma de entender su arte, de sentir una compenetración con su trabajo artístico. También porque nos gusta conocer esos espacios sagrados. Hoy cuando veo las fotos previas a la remodelación, me doy cuenta de cómo mis gustos han ido cambiando y eso es muy lindo. Dice mucho de uno. Cuando comencé a trabajar aquí, jamás visualicé el rol que iba a tener en mi vida, lo vi como una locura y un capricho. En cambio hoy, una década más tarde, sé que fue la decisión correcta y aunque no llegue a publicar la segunda novela, seguirá siendo mi espacio sagrado. Porque es aquí donde paso la mayor cantidad de horas durante el día.
Aquí escribo. Aquí leo. Aquí vivo de otra forma.
Algo pendiente es cómo voy a organizar los libros, porque ahora están todos en mi casa.
El trabajo de arquitectura y construcción se asemeja bastante a lo que es la escritura. Comienza con desorden, sin claridad y a medida que va pasando el tiempo, se vislumbra el sentido de tal ajetreo. Al comienzo solo hubo destrucción y un mes más tarde, los avances empezaron a marcar tendencia. Mis visitas de “obra” eran esporádicas, sobre todo en la primera fase cuando Giovanni y su hermano Eduardo, iban lijando y lijando. Me decían que tuviera paciencia pero yo quería regresar aquí. En algún momento apareció la madera de un solo color, el piso instalado y las paredes blancas. El baño que también me di el gusto de remodelar, fue lo más rápido. Dudé si valía la pena invertir en él, pero qué sentido tendría tener un taller precioso con un baño viejo y destartalado.
El baño destruido
The New York Times hasta el 2017 publicó “The Writer´s Studio” y lo mismo hizo el periódico inglés The Guardian entre 2007 al 2009,
Encontré fotos de algunos escritores y sus santuarios:
Mis recomendaciones
Un libro : Dime una adivinanza (Tillie Olsen, las afueras). Este es un libro que reúne cuatro historias cruzadas por los miembros de una familia. Es interesante el tema de los vínculos entre madre e hija, padres ausentes y una pareja de ancianos cuando ya poco queda de la pasión juvenil.
Una película: Tar (Todd Field, 2022). La vi hace unos días y cuenta la historia de cómo una directora de orquesta muy afamada (Cate Blanchett) va encontrando una serie de obstáculos que la obligan a enfrentarse con ella misma. Solo para los que les gusta el cine arte, lento y pausado. Te dejo el link al trailer.
Mis momentos
Estoy agradecida: Por tener una excelente relación con mis hermanas.
Aprendí: Las flores de loto no crecen si en sus aguas conviven con el pez carpa.
Fui feliz: Con la actividad que hicimos con mis alumnos del taller de lectura. Para cerrar este ciclo, salimos a comer y jugamos al «amigo enemigo» que es otra especie de amigo secreto. El regalo, es este caso fue un libro, debía estar envuelto en papel de diario. Se repitió Stoner de John Williams y Las gratitudes de Delphine de Vigan
Lee. Escribe. Crea con tus propios sueños .
Karen.
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