Este boletín es para los curiosos que desean una vida plena y pausada. Compártelo, me harías muy feliz. |
Querid@s amig@s:
Luego del último boletín “Con zapatillas, amor y naipes” he sido muy feliz porque varios de ustedes, mis queridos suscriptores, me escribieron contándome sobre temas personales y otros, felicitándome. Me encantó lo de Irene respecto a Harry Potter: “Tengo dos hijos, cuando salían los libros, ellos leían de día, yo de noche. Ahora no la quieren porque es un poco machirula. También leo sus libros con otro nombre”.
Diana me dijo: “Siempre trato de leerte Karen y aprecio mucho tu forma, tu profundidad, la variedad de temas…enseñas mucho y tal vez no sabes cuánto”.
Hace unos días en un almuerzo de Sucot – la fiesta judía de la felicidad y de las cabañas- mi amiga Nurit comentó sobre mi intento para aceptar que mi próxima maratón de noviembre será sin un récord personal. Mi familia vino a comer hamburguesas a la suca que hicimos en mi casa -así se llama la cabaña en la que «vivimos» durante los ocho días fiesta- y un rabino nos dio una clase sobre las enseñanzas de esta fiesta ancestral. Una de ellas es tomar conciencia de que se puede vivir con menos y ser feliz, incluso en una cabaña sin techo. Otra que resonó bastante en mí fue que uno se debía enfocar más en el proceso que en el resultado. Me recuerda la filosofía tan en boga hoy y autocomplaciente de sentirse satisfecho con el esfuerzo. Pero ahora entiendo a lo que se refería. Las personas damos lo máximo en torno a un objetivo, pero debemos ser conscientes de que el resultado final no depende de uno. Si eres creyente, lo atribuyes a Ds y si no, es producto de la suerte, pero en uno u otro caso, el resultado no es fruto del esfuerzo personal, sino de factores ajenos a uno mismo (si justo el día del examen te dolió el estómago, en la maratón hacía un calor espantoso, planificaste el viaje pero vino el Covid). El proceso es de uno, eso es lo que me pertenece y depende de mí, el resto, como dicen, es un comentario a pie de página.
Esta perspectiva se aplica a la mayor parte de nuestras vivencias ¿me equivoco? Ya sea a los estudios, a la relación de pareja, al trabajo e incluso, si seguiste una receta de un pastel y al sacarlo del horno se te cae al suelo. Los de personalidad aplicada se frustran cuando el resultado no es el que presupuestaron. Los creativos, en cambio, les puede costar más poner límites y generar una metodología para concretar el proyecto.
Leila Slimani – escritora marroquí.- escribió en El perfume de las flores de noche: “Si quieres escribir una novela, la primera norma es saber decir no. No, no iré a tomar esa copa. No, no puedo cuidar de mi sobrino enfermo. No, no estoy libre para una comida, una entrevista, dar un paseo, ir al cine. Hay que saber decir no tantas veces que al final las invitaciones escasean, el teléfono deja de sonar y hasta lamentas recibir por correo electrónico solo mensajes publicitarios. Decir no conlleva a que te consideren una misantropía, una arrogante, enfermizamente solitaria…. La escritura es disciplina. Es renunciar a la felicidad, a las alegrías de la vida cotidiana…. Para escribir, debes negarte a los demás, negarles tu presencia, tu cariño, decepcionar a tus amigos y a tus hijos. Mi vida está dictada íntegramente por los ´debo´. Debo callarme. Debo concentrarme. Debo quedarme sentada. Debo resistir a mis deseos. Escribir es encadenarte, pero de esas mismas cadenas nace la posibilidad de una libertad inmensa, vertiginosa”.
Te propongo el siguiente ejercicio: Reemplaza el verbo “escribir” por “correr”, “estudiar”, “investigar”, “esculpir”, “jugar ajedrez”. ¿Qué tienen en común? Cualquier actividad exige una renuncia, una abstención. Dudo que esto se aplique exclusivamente a los escritores, pero es lo que más de cerca conozco. Me he preguntado cuántas horas he pasado encerrada en mi taller, cuántas veces he silenciado el teléfono o he debido escuchar el comentario de mis hijos “la mamá nunca contesta el WhatsApp”.
Sobre renunciar:
He renunciado a almuerzos con amigas.
A invitaciones de cumpleaños.
También a la absoluta presencia del aquí, porque a momentos hago creer a los otros que los escucho pero no me resulta.
A muchos paseos por la ciudad.
A dormir más y a leer más.
Visitar librerías.
A conversar (parece que el silencio es más fácil).
Muchas veces a contestar llamados telefónicos,
porque cuando escribes dejas un montón fuera.
He renunciado a la felicidad -no a la que menciona Slimani- sino a la de saber que el éxito es muy esquivo.
Ayer renuncié a una cena.
Hoy renuncié a un cumpleaños.
En el 2019 escribí “16 lecciones sobre escribir una novela” y aquí transcribo dos:
Decir no:
Efectivamente: eso mismo, decir que no. No puedo porque voy a escribir. No puedo porque estoy en plena producción creativa. No puedo porque tengo pendiente un capítulo. Si no tomas en serio tu misma tu trabajo ¿quién? Por ejemplo, Dani Shapiro si no ha escrito tres páginas al día por cinco días de la semana, postula que ese es el mínimo que puede permitirse. Eso le da un total de sesenta páginas al mes.
A pasar muchas horas sola:
El escritor Franz Kafka dijo que tenía estar mucho tiempo solo. Para él todo lo que había realizado es un solo logro de la soledad. Esta cita refleja el trabajo de un escritor y su vínculo con la soledad. Son casi homólogas. Hemingway también lo postuló: “Escribir, en el mejor caso, es una vida solitaria”. Hay días que hablo poco, pero eso me gusta. Puedo meterme en mi mundo sin necesidad de estar con más gente. El peligro: que te vayas alejando de los otros. ¡Cuidado!
Quizá la verdadera felicidad está en saber renunciar, en dejar el ego que triunfe sobre la humildad. Renunciar a tantas aspiraciones, a creer que si trabajamos mucho lo lograremos, o si cumplimos con el programa y lo agenda seremos exitosos. Quizá en saber cuándo renunciar se esconda esa felicidad.
Quiet quitting o renuncia silenciosa:
Investigando me encontré con este concepto. Implica hacer lo justo y necesario, cumplir con lo que te piden. En julio Ed Zitron hizo un video en Tiktok que se hizo viral. Postuló que las empresas estaban abusando de sus trabajadores, por ende, había que trabajar lo justo y lo necesario. El vídeo en cuestión tuvo 8.2 millones de visitas a las cuatro de la tarde un jueves. Algo dice cuando una publicación se hace viral -no me refiero a chistes, memes o vídeos inusuales- sino a los que tienen un mensaje.
En mi caso, yo soy mi jefa, por lo tanto, la “renuncia silenciosa” no se aplica. Ni siquiera me interesa explorarla, porque me fascina lo que hago. Entiendo que las personas se sientan absorbidas y a momentos desmotivadas. Entiendo que a momentos son demasiadas horas en un trabajo mal pagado. Ojalá todos pudieran trabajar en lo que les apasione, en lo que los moviliza, en lo que los hace soñar. Yo soy una de esas. Sigo soñando que algún día lo lograré.
¿Has renunciado a algo en tu vida?
Van mis recomendaciones:
🎙 Un podcast interesante: Me gusta mucho lo que hace la inglesa Emma Gannon, en su podcast Ctrl Alt Delete.
📖 Un libro inolvidable: Corazón tan blanco de Javier Marías (todavía no puedo creer que falleció en septiembre de este año).
🎬Una película feliz: Pequeña Miss Sunshine dirigida por Jonathan Dayton y Valerie Faris.
Estoy agradecida: los ñoquis que cociné por primera vez en muchísimos años quedaron ricos. No sobró ninguno.
Algo que aprendí: que hay una plaga de conejos en Santiago y no existe forma de detenerla. La única forma sería con un rifle a postones o teniendo un zorro. Ninguna me sirve.
Me hizo feliz: a mi hijo mayor le publicaran una carta sobre los Grafitis en el diario El Mercurio.
Lee. Escribe. Crea.
Karen
PD: Este boletín es para los curiosos que desean una vida plena y pausada. Compártelo, me harías muy feliz.