Oda a tejer #196

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Este boletín es para los curiosos que desean una vida plena y pausada. Compártelo, me harías muy feliz.

Introducción de Claudia Wool*

Desde hace un par de años que descubrí y trasladé mi blog/newsletter a la plataforma Substack. Después de haber vagado por Blogspot, WordPress, Tumblr y ya no recuerdo cuál más, definitivamente Substack es otra cosa.

La comunidad que se ha formado en torno a la escritura, la investigación, los podcast, la creatividad y la conversación respetuosa (algo raro hoy en día en las RRSS tradicionales) me ha fascinado. Aquí he conocido a grandes creador@s. Y hoy quiero presentarles a una de ellas. Una mujer chilena muy talentosa.

Su nombre es Karen Codner, es escritora, tallerista, madre de 4 y también produce el Podcast Espiral en Spotify y donde sea que escuches tu podcast con entrevistas a los mejores escritores de Hispanoamérica.

Les dejo con ella 👇🏻

 

Queridos odistas,

Así acostumbro a saludar a mis suscriptores cada domingo, porque el que pertenece a Oda, es alguien importante y merece un reconocimiento.

Agradezco a Claudia Wool por darme esta oportunidad para colaborar en su espacio de creación y abrirme a nuevas personas, porque esta Oda a tejer, es una colaboración cruzada con Claudia, una artista nómade, que hace solo dos domingos escribió Oda a tejiendo una vida nómade.

Como ella es artista textil pensé que era la ocasión perfecta para contarles lo que es el tejido para mí, lo que se esconde detrás de este hobby. Así hoy voy a compartir, queridos odistas y suscriptores de Claudia, una historia que va mucho más allá de lanas, hilos, palillos y crochet.

Todo comenzó cuando era chica

Mi primer acercamiento fue gracias a mi mamá con la que compartí varios cursos de bordado. Era un trabajo bien quisquilloso, donde había que rellenar con un color el patrón de la esterilla. No conservo ninguna creación de esa época, pero sí, de mi mamá, que bordaba maravillas. También mi abuelita hacía unos gobelinos enormes, qué paciencia tenía.

 
Este es el piso que bordó mi mamá

Mi historia de amor y odio con el tejido comenzó gracias al cigarrillo

Cuando dejé de fumar comenzó esta larga relación con el mundo textil. Para los que han sido fumadores saben lo complejo que es tener tanto tiempo libre (ya no fumas) y las manos sin sujetar nada (ya no sostienes el cilindro). Es como si te quitaran de raíz un ritual y debieras aprender otra vez a vivir. Sentía que mis manos tenían vida propia, se querían escapar y el día, en vez de tener veinticuatro horas, era de treinta y seis.

Frente a tal desesperación, me fui a la casa de una amiga tejedora. Ella aún recuerda la tarde que me enseñó a tejer. Nunca he sido muy hábil con las manos, pero siempre he deseado serlo. Tengo una veta creativa que no sirve para pintar, pero quizás para otras cosas, como escribir por ejemplo.

Así fue cómo aprendí a manejar los palillos y de eso han pasado dieciocho años. Creo que lo primero que hice fue una bufanda, ¡qué fácil! Sin embargo…

Ese “sin embargo” es bien largo, porque he intentado con chalecos, gorros, mantas pero me demoro mucho, soy poco quisquillosa y por eso pierdo los puntos, los hago doble, o al revés. No tengo ojo de lince, como se dice. He terminado varias mantas, por lo menos cuatro, y tres de ellas, las hice cuando nacieron mis hijos. Están en una caja en mi clóset.

En algún momento de mi viaje cambié los palillos por el crochet. Ignoro el motivo o hace cuánto tiempo, supongo que fue hace de diez años. El crochet lo siento más versátil. En esta travesía también, como es habitual en mí, he participado en clases con distintas profesoras y reconozco, aprendí bastante pero no tanto como para evitar los errores.

El goce de hacer algo imperfecto

Disfruto la ilusión que me despierta cada proyecto. Con cada uno me digo: “este por fin, será hermoso, va a quedar impecable y hasta lo voy a ocupar”. Así espero que suceda con la manta de temperatura que empecé hace poco.

La historia es bien peculiar. En Instagram vi a la periodista, Paola Berlín con dos mantas de temperatura que me fascinaron. Si bien nos conocemos, hace mucho que no nos veíamos en persona. De todas formas le escribí y ella me invitó a una capacitación en su casa. Era pleno verano, antes de irme de vacaciones a Australia y me quería llevar todos mis insumos. Paola, con mucha paciencia, me explicó qué es una manta de temperatura, cómo elegir los colores y cuál sería el punto ideal. Creo que estuve de dos horas con ella. De ahí me fui directo a la tienda de lanas y el plan que ideamos con Paula fue primero tejer un cojín para acostumbrarme al punto antes de partir la manta de 365 líneas.

Me tomó cerca de dos meses finalizarlo porque además, no soy de tejer todos los días y debo hacerlo con luz natural, porque la luz artificial me hace equivocarme aún más. O bien, entre tejer y leer, me quedo con eso. O entre tejer y trabajar, me quedo con trabajar. Entre tejer y cocinar, me quedo con cocinar. Entonces ¿por qué tejo?

Porque me gusta tener este espacio pero una y otra vez me vuelvo a levantar. Me muestra que sigo soñando y soy capaz de perseverar aunque sea mala en ello. Porque simplemente, me hace bien aunque no lo haga tan a menudo.

¿Qué es una manta de temperatura?

A partir de las temperaturas mínimas o máximas de un año, se elige una paleta de colores y se asigna un tono a cada temperatura mínima o máxima. La idea es que refleje el clima durante los 365 días. Yo decidí comenzar con el primer año de vida mi hijo mayor, Tomás. No porque lo quiera más a él, sino porque fue el único de mis cuatro hijos que mostró interés por este regalo.

 
Paola Berlín con su manta de temperatura

Aquí viene el “pero”, porque me ha costado muchísimo. He comenzado al menos cinco veces y sé que lo estoy haciéndolo mal. Para mí, lo más difícil es el inicio, no equivocarme en contar los puntos y respetar el patrón. Incluso Chatgpt me ayudó identificando mis errores. A estas alturas creo que tendré que recurrir a mi amiga Paola otra vez.

 
Chatgpt me muestra los errores

Lo más probable es que este diciembre la manta vaya, ojalá, en la línea veinte, pero no importa, es un proyecto de largo aliento. Espero, queridos odistas, algún día compartir mi manta terminada. También espero que mi hijo Tomás la ocupe para taparse en el invierno. Soñar no cuesta nada.

 

Mis momentos

Fui feliz: Comiendo hamburguesas con mi familia.

Algo que aprendí: El Alzhéimer es un tipo de demencia.

Estoy agradecida: De que luego de tres días con tortícolis, el dolor comenzó a remitir ¡Por fin!

 

 

Cierre de Claudia Wool*

Por acá yo de nuevo 😅 Espero que les haya gustado la colaboración cruzada con Karen. La semana anterior yo escribí en su Substack y fue muy entretenido.

Les dejo un abrazo apretado!

PD: ¿Quién de ustedes está tejiendo algo? ¡Cuenten!

 

 

Todos nuestros fuegos

Lee. Escribe. Crea tejiendo.

 

 

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