#136 Entrevista a Edmundo Paz Soldán

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    Hola, hola ¿cómo estás? Soy Karen Codner y les doy la bienvenida al programa 136 de Espiral con la entrevista en profundidad a el escritor boliviano, Edmundo Paz Soldán.

    Nació en Cochabamba, Bolivia, y desde muy joven se sintió atraído por las historias, aunque su primer sueño era otro: quería ser futbolista. Gracias a una beca deportiva estudió en Estados Unidos, y allí descubrió algo que marcaría su destino: la escritura.

    Desde entonces no ha dejado de narrar los matices de un continente en transformación. Sus novelas como Río fugitivo, Palacio Quemado, Iris o Los días de la peste indagan en la política, la tecnología, la violencia y, sobre todo, en la fragilidad de los seres humanos frente al poder y la memoria.
Edmundo vive hace muchos años en Estados Unidos, donde enseña literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell, pero su mirada sigue profundamente conectada con Bolivia y con América Latina.

    Escuchen lo que le dijo el escritor chileno José Donoso fue clave para su naciente carrera: 

“Y un día, José Donoso en una entrevista, Claudia hacía estas preguntas capciosas tipo ¿qué le recomendaría a un joven escritor? Que eran preguntas para mí, pero supuestamente era la entrevista y él me dijo…le recomendaría que revise mucho sus manuscritos y me dijo tú, ¿tú cuántas veces revisas tus manuscritos? Yo le dije ninguna, o sea, escribo y luego lo hago circular con mis amigos. Y me dijo, bueno, pues, eso hace cualquiera, me dijo eso no es ser escritor, me dijo eso. Así me dijo, me dijo para escribir es reescribir. Mientras no sea, mientras no reescribas, no eres escritor.

Porque todo el mundo escribe. Y claro, fue una frase bastante dura de escuchar, de decir, oye, tú no eres escritor ni mucho menos porque simplemente… Entonces creo que a partir de ahí, mí implicaba, dedicarme más en serio significaba comenzar a revisar manuscritos, comenzaba a tomarme más en serio esa disciplina de sentarse, no simplemente dejar que la cosa espontánea me ganara, sino que tener más paciencia para hacer circular las cosas, para buscar publicar algo. Eso creo que para mí fue fundamental, que escribir era reescribir”. 

    Edmundo Paz Soldán es un peregrino de carreras, porque durante siete años deambuló entre distintas disciplinas académicas hasta que formalmente se decidió por la literatura. Así pasó por Ingeniero Civil en Petróleo. Luego, Relaciones Internacionales, fue oyente a clases de Filosofía y Letras, Ciencias Políticas. Edmundo tenía temor de asumir su vocación, pues me contó que le daba miedo enfrentarse a sus padres, quienes estaban alejados de este mundo y no se podían imaginar de qué iba a vivir. 

    Tras la lectura de Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas tomó conciencia del error que sería si se dedicaba a cualquier otra cosa que no fuera la literatura. Y yo pensaba, si voy a ser ingeniero y voy a construir un puente, probablemente el puente se caiga porque yo voy a estar con la cabeza en otra parte. 

    Pero no solo hablamos de literatura sino que abordamos los aspectos más íntimos y de lo que ha significado para él ser padre de dos hijos norteamericanos en que lo latino y en específico, lo boliviano, quedan al margen. Edmundo Paz Soldán reflexiona sobre una paternidad distinta a la que él supuso que viviría.  

    Al igual que Andrés Barba a quien entrevisté en el programa 132, Edmundo vive con su señora que es escritora Liliana Colanzi. Ella acaba de recibir el Premio Zinklar por una colección de relatos publicados por Páginas de Espuma. Entonces conversamos con Edmundo cómo es vivir, respirar y trabajar codo a codo con alguien que le va tan bien como él, y me contó que ella es una lectora muy exigente y ha aprendido a mostrarle sus manuscritos más acabados, para no sufrir tanto con sus comentarios. 

    Un diálogo íntimo y lúcido con un autor que ha sabido tender puentes entre lo personal y lo colectivo, entre la experiencia boliviana y el mundo global. Acuérdate que Espiral es para ti, un programa con entrevistas en profundidad a los mejores escritores de habla hispana, compártelo, ponle un like y déjame un comentario donde sea que lo escuches. Así se convierte en una conversación.

 

Recuento personal

Grabo esta introducción con el tiempo muy justo, pues en una hora comienza el Máster de Creación Literaria en la Universidad Pomepu Fabra y estoy muy nerviosa. Las cosas de la vida. No entendía por qué no encontraba nada de información sobre el máster, y resultó que estaba viendo la plataforma de administración, y no el portal del alumno. Así que gracias a que me preparé con tiempo y pedí el enlace descubrí que estaba en el lugar equivocado. Se suma a esto que hoy, en unas horas más, comienza otra fiesta judía, que se llama Sucot y aquí, a diferencia del Año Nuevo y del Día del Perdón, solo tenemos que celebrar, reunirnos con la familia y claro, rezar. Pero no te exige un trabajo de introspección tan intenso como las otras dos fiestas. Eso sí, para qué les voy a mentir, otra vez me sobre exigí y ayer me dediqué a cocinar mucho y terminé agotada. Pero yo sé que hoy, cuando estemos en la sucá, que es una especie de fonda, con ramas de bambú o totora, estaré feliz con mi familia y los invitados. El menú: hamburguesas con papas fritas, servido en una cajita feliz. 

Mañana también tengo invitados. A la hora de almuerzo varias amigas y en la noche, más familia y amigos. Por suerte el miércoles estamos convidados. Ya el jueves vuelvo a la realidad y a las clases y a preparar todos los pendientes. Como saben, esta época es un desafío mayor. 

¿Algo literario? Sigo en mi novela, estoy leyendo poco porque he tenido poca cabeza y ahora no sé cómo será mi vida con el Máster. El próximo episodio de Espiral lo grabaré en Barcelona porque para allá viajo el 19 de octubre. Lo más probable es que en noviembre tengamos un tremendo escritor chileno en el micrófono de Espiral, que también cursó el Máster así que tendré mucho en común con él. 

Acuérdate que Espiral es para ti, un programa con entrevistas en profundidad a los mejores escritores de habla hispana, compártelo, ponle un like y déjame un comentario donde sea que lo escuches. Así se convierte en una conversación. 

Ahora, vamos con Edmundo Paz Soldán

 

Entrevista Espiral

KC: Hola Edmundo, ¿cómo estás?

EPS: Muy bien, Karen. Muchísimas gracias por la invitación.

KC: Gracias a ti por sumarte a Espiral. Cuéntame, ¿qué estabas haciendo cuando tuviste que apretar el link de la plataforma?

EPS: Bueno, ayer comenzaron las clases en la universidad y yo estoy de director de la facultad, así que estaba resolviendo un montón de problemas antes de comenzar acá.

KC:¿Y el año académico con alumnos cuándo comienza?

EPS: Comenzó ayer.

KC: ¿Pero ya llegaron los alumnos? 

EPS: Ya llegaron, aquí comienza en agosto todo. Hace tres semanas que estamos así. En reuniones de profesores a principios de agosto, y ayer ya comenzó el semestre.

KC: Muy bien. ¿Y tú dictas alguna clase?

EPS: Sí, dicto. Voy rotando. Este semestre me toca un seminario doctoral, es un seminario sobre el impacto de la ciencia y la tecnología en América Latina.

KC: Okey. Vamos a empezar entonces con nuestra entrevista Espiral.

Supongo que esta pregunta te la han hecho, no sé si te la han formulado de la misma manera que te la voy a formular yo, porque tú naciste en Bolivia y cuando eras joven, en la adolescencia, te fuiste a vivir a Buenos Aires. Hay una gran distancia entre estos dos países, entre esas localidades que son mucho más allá de los kilómetros. Me imagino que para ti significó bastante el cambio de dirección de casilla postal, podríamos poner.

EPS: Bueno, primero estuve casi como un año de transición, un año bastante raro, en Mendoza, en la Universidad Nacional de Cuyo. Digo un poco raro porque a ratos me olvido que ese año estudié allá ingeniería. Y, además, una ingeniería que digamos, pues hoy no es políticamente correcta porque era ingeniería en petróleos. Y por suerte me di cuenta rápidamente de que por ahí no era mi camino y lo dejé, y al año siguiente me transferí a Buenos Aires. Lo otro que puedo decir es que esos fueron años complicados en Bolivia, porque en 1982, después de dieciocho años que tuvimos varias dictaduras, volvió la democracia a Bolivia. Y del año 82′ al 85′ fueron años de hiperinflación, tuvimos, creo, que hasta el treinta y seis mil por ciento anual en uno de esos años, era como la tercera hiperinflación más grande de la historia, y las universidades estaban cerradas, había muchísimos problemas políticos. Ahí fue que mis padres decidieron enviarme a la Argentina. Mi papá había estudiado en los años 50’ en Buenos Aires y pues tenía un gran recuerdo de esa ciudad. Yo primero fui a Mendoza por una cuestión de que allí tenía amigos del colegio que se habían ido a estudiar a Mendoza, así que terminé un año en Mendoza.

KC: Pero hablemos de Buenos Aires, lo que significó para ti, vivir en la capital argentina.

EPS: Lo más importante, lo que significó para mí, porque yo venía de un medio en el que siendo joven, por ejemplo, de tener diecisiete, dieciocho años, digamos que una vocación cultural era bastante complicada, por decirlo de manera amable. Mis padres tenían la preocupación de qué iba a vivir. En Bolivia, en general el panorama, digamos, los medios culturales, las universidades, tampoco había muchos espacios para alguien que quisiera dedicarse a la escritura. Entonces, yo estaba con muy pocas dudas en cuanto a la afirmación de mi vocación cultural. A mí lo que me impresionó en Buenos Aires, por ejemplo, cuando ese primer año fui a la Feria del Libro, me impresionaba ver mucha gente de mi edad, jóvenes de diecisiete, dieciocho, diecinueve años yendo a las charlas y decía: ¿por qué ellos sí y no yo? O sea, ¿por qué estos chicos porteños pueden soñar con tener una vocación artística o literaria o escritural y no yo? Y creo que en ese «no yo» fue que me ayudó Buenos Aires a afirmar mi vocación literaria, a perderme en las librerías, en las ferias de libro, en todo ese trasiego de actividades culturales que había cada semana y que para mí fueron como un paraíso.

KC: Para los que nos están escuchando, y a mí me sorprendió – siempre cuando uno investiga a los escritores y escritoras que va a entrevistar, se encuentra con detalles que para ti ya son obvios, pero para los que nos están escuchando no – que a los quince años decidiste abandonar el fútbol. ¿Qué significa abandonar el fútbol?¿qué tan futbolero eras o eres?

EPS: Bueno, abandonar el fútbol significa dedicarse o pensar que podrías tener una carrera profesional. Yo jugaba mucho fútbol y jugaba en las divisiones inferiores en Bolivia, en Cochabamba, pero llegó un momento en que, pues, por ejemplo, tenías que comenzar a entrenar a las seis de la mañana. Ese tipo de sacrificios que comienzan a separar a los que les gusta el fútbol por simplemente por una pasión de juventud y los que quieren dedicarse a eso como una carrera. Y ahí me di cuenta que no era esa mi carrera. Pero, de hecho, me ayudó mucho el fútbol, porque gracias al fútbol recibí una beca universitaria para venirme a los Estados Unidos. Jugué tres años por la Universidad de Alabama. Entonces, yo nunca abandoné el fútbol en ese sentido, porque yo creo que seguía teniendo un nivel, pero más a un nivel universitario, lo que no tenía ya era un nivel profesional, porque obviamente al dejar de entrenar, pues mi estado físico no era el competitivo como para un nivel más superior.

KC: Okey, estamos hablando de fútbol, soccer, lo que se llama en Estados Unidos, el fútbol de Maradona. Yo no sé nada de fútbol, entonces me da susto siquiera abordarlo algo, porque no sé nada. Pero, entonces, sí existía un equipo de fútbol en Alabama. 

EPS: En la Universidad de Alabama.

KC: Estamos hablando hace muchos años atrás.

EPS: Sí. Y de hecho, cosa que a mí me impresionaba, decía, este país es tan rico, porque cuando yo iba a los partidos, cuando jugábamos por la Universidad de Alabama, jugábamos contra la Universidad de la Florida en el estadio, un estadio para cuarenta mil personas, pero en las tribunas había cien personas. Entonces yo decía, este es un país tan rico que se da el lujo de tener estos estadios espectaculares, y aparte, de dar becas completas para un deporte que no les interesa. Estamos hablando de 1988. Luego hubo un mundial, el 94′ en Estados Unidos, y a partir de ahí comenzó a haber un mayor fervor por el fútbol en los Estados Unidos. Pero en los años 80′ era un páramo y, sin embargo, te daban unas becas que eran unas becas completas atléticas, que eran mejores que las becas académicas. Eso me parecía una gran paradoja que hablaba mucho, por un lado, de la riqueza de este país, y por otro lado, de las prioridades que le daban al deporte.

KC:¿Cómo llegas a postular a la Universidad de Alabama? O sea, ¿cómo se te ocurre esa idea, porque tú vivías en Argentina en ese minuto?

EPS: Sí, a mí no se me ocurrió. Tenía un amigo que estudiaba conmigo en Buenos Aires, de hecho no, en Mendoza, un amigo boliviano que su hermano estudiaba en la Universidad de Alabama. Y mi amigo se fue a Alabama a vivir con su hermano, a estudiar en Alabama, y él se hizo amigo del entrenador de fútbol que era un ruso, un ruso que le encantaban los jugadores latinoamericanos. Y un día me dijo: “oye ¿no quieres venir a probarte porque este es amigo?” – solamente me conocía a mí como alguien que sabía jugar al fútbol – y me dijo: “aquí hay muy buenas becas y si te animas, pues te podrían dar una beca”. Y al comienzo dije no, porque yo estaba muy feliz en Buenos Aires, pero también la posibilidad de independizarme era muy tentadora por la crisis en Bolivia y esta era una beca completa, que incluso me ofrecían un trabajo en la biblioteca para tener un sueldo extra, aparte de la beca que me pagaba la matrícula y la habitación en las residencias universitarias. Y así fue que terminé animándome y que terminé en la Universidad de Alabama, gracias a este amigo.

KC: ¿Y dominabas el inglés o también tuviste que empezar a aprenderlo?

EPS: No, no lo dominaba porque me acuerdo que yo estaba en Buenos Aires y me fui a Bolivia. En agosto comenzaba la universidad, me aceptaron condicionalmente y tenía que pasar el examen del TOEFL de quinientos puntos. Y yo fui a Bolivia a tomarme como un intensivo de tres meses solamente a aprender inglés. Y cuando di el examen, me acuerdo perfectamente que saqué quinientos treinta y siete puntos, que era casi un poquito sobre lo mínimo. Y así pude llegar. De hecho, los primeros seis meses yo sufrí mucho porque el acento de Alabama, el acento del sur es muy cerrado. Y yo siempre sentía que la gente hablaba muy rápido, o sea, en clases para tomar apuntes, todo eso. El primer semestre la pasé muy mal, y luego, ya a partir de diciembre, mi oído comenzó a destaparse.

KC: ¿Y cómo era la relación o cómo recuerdas tú el tema del racismo, en el fondo la gente calor, los blancos? ¿En la universidad se percibía esta tensión o no?

EPS: En la universidad no se percibía, pero por una razón bastante perversa o bastante triste, y es que había dos universidades en Alabama, en esta ciudad Huntsville, y básicamente, yo estaba en la Universidad de Alabama que era la universidad de los blanquitos, por decirlo de alguna manera, y había al frente de la universidad, una universidad que se llamaba Alabama A&M, una universidad más técnica donde 90% de los estudiantes eran de color o eran negros. Y, de hecho, había un partido de fútbol anual entre estos dos equipos en el que tú podías ver en el estadio la diferencia o la separación racial muy fuerte. Había una segregación de facto; es una segregación por cuestiones económicas, obviamente. Lo racial estaba ahí muy fuerte, pero yo no veía la discriminación en las clases en Alabama, más que nada, porque había muy pocos estudiantes negros, de color en esos años en Alabama. No sé cómo será ahora, si la universidad estará más integrada, pero a fines de los 80′ estaba todo muy separado por una cuestión económica supuestamente, pero también lo racial estaba ahí atrás.

KC: Tengo otra pregunta respecto al fútbol. ¿Cochabamba está a la misma altura que La Paz? ¿Es menor?

EPS: Es menor, Cochama está dos mil quinientos y La Paz está tres mil seiscientos.

KC: Es una gran diferencia ¿Y Alabama?

EPS:  Alabama creo que está cero.

KC: O sea, volabas ¿o no? 

EPS: Pues sí. Yo alguna vez he jugado en La Paz y sí. Él que te dice que la altura no afecta, miente, la altura sí afecta. Yo viniendo de Cochabamba a La Paz, jugaba y sí sentía a ratos que me faltaba aire para correr. Es una ventaja que tiene, pero ni aun así llegamos al Mundial, lo cual es bastante triste. 

KC: ¿Y hoy día sigues siendo futbolero o ya no tienes la misma pasión? 

EPS: Sigo, pero justamente en Alabama me rompí los ligamentos una vez y luego aquí en la universidad, jugando con estudiantes, también me volví a romper los ligamentos. Entonces, ya no juego, pero sí sigo el fútbol bastante, sigo los mundiales, sigo las ligas, los campeonatos, y todavía mantengo mi entusiasmo y trato de estar al día con lo que está pasando en el fútbol.

KC: Solo porque quienes nos escuchan, porque a mí me va a dar lo mismo. ¿Cuál es tu equipo entonces? ¿A qué equipo sigues?

EPS: Bueno, en Bolivia yo sigo a un equipo que le está yendo muy mal hace mucho, que se llama el Jorge Wilstermann. Wilstermann es un apellido alemán, pero fue el primer piloto de aviación comercial en Bolivia. Y Wilstermann tenía un sindicato que armó un equipo de fútbol que fueron los primeros equipos profesionales. Pero bueno, ahora el equipo está bastante mal. Tuvo su época de oro justamente en los años 80′, cuando yo era joven, adolescente en el colegio. Después, cuando me fui a la Argentina, yo me volví fanático de Boca Juniors, más que nada porque en Boca Juniors jugaba un boliviano que se llamaba Milton Melgar, que estaba en la selección boliviana, entonces yo iba a los restaurantes y los camareros cuando veían que era boliviano me decían, Melgar. Entonces, me volví también de Boca Juniors. 

Un dato más, antes de que me olvide, para mí fue muy importante en Buenos Aires conocer a un escritor chileno, José Donoso. Me ayudó muchísimo porque me acuerdo que vino en 1987 a la Feria a presentar La Desesperanza y yo lo entrevisté para un periódico boliviano, y él fue muy amable conmigo. Yo no sabía que su esposa era boliviana, entonces él me presentó a varios escritores del mundo cultural argentino, por ejemplo, a la directora de la Biblioteca Nacional y él les decía: “cuando yo me vaya, háganse cargo de él”. Entonces, cuando él se fue, porque estuvo diez días en la Feria, yo muy atrevidamente los busqué y les decía: “¿se acuerdan que José Donoso les dijo que se hiciera cargo de mí?”. Claro, yo era muy joven y quería ser escritor pero no conocía a nadie, entonces ellos, yo creo que no por mí sino por José Donoso, fueron muy pacientes conmigo y me trataron muy bien. De una manera rara, José Donoso fue muy importante en mis inicios en Buenos Aires.

KC: Porque según supe, te dijo que sigas escribiendo y también te respondió una postal.

EPS: Sí, y yo le mandé un manuscrito, no me dio muchos detalles, pero me dijo que el libro no estaba listo, lo cual era cierto. Era un libro de cuentos que yo quería publicar en Bolivia. Él me dijo, mándamelo y te voy a dar mi opinión. Simplemente fue una postal en la que me puso dos frases: “El libro no está listo. Qué bueno saber de ti”. Ya el hecho de que me haya contestado fue muy importante. Y sí, yo reconocí ahí que el libro no estaba listo y eliminé la mitad del libro, y durante un año escribí más cuentos y volví a presentar ese manuscrito.

KC: Bueno, vamos a cambiar un poco, no tanto, no vamos a cambiar tanto, la verdad. Me llama la atención como que tú hiciste un tour de carreras o de probar ciertas cosas. Primero, dijiste no al fútbol. Después, Ingeniero Civil en Petróleo. Luego, Relaciones Internacionales. Fuiste oyente a clases de Filosofía y Letras, Ciencias Políticas. Y finalmente, aterrizaste en tu vocación que es escritor. ¿Te acuerdas cuando tomaste esa decisión de realmente asumir que tú quieres ser escritor?

EPS: Bueno, fueron casi siete años que estuve peregrinando y era porque creo que tenía mucho miedo. Yo era muy adolescente, muy inmaduro más que adolescente, y tenía mucho miedo de enfrentarme a mis padres. Y mis padres tenían esa preocupación, que creo que es normal, de decir de qué vas a vivir. Y para alguien que venía, digamos, de una clase media en Cochabamba en la que no había tantos ejemplos de gente que vivía de la escritura, pues era una preocupación normal. Entonces, yo también estaba muy asustado decía: “¿Yo qué voy a hacer con la literatura, si estudio literatura?” Pero terminaba siempre tan frustrado con todas estas otras carreras que estudiaba, que al final siempre estaba buscando robar tiempo para escribir mis cosas y decía, pucha, ¿esa va a ser toda mi vida? Y al final dije, quizás no me quedé otra que asumir que esto es lo que me gusta. 

El día exacto no me acuerdo cómo fue, pero sí me acuerdo que también la literatura influyó, porque yo estaba leyendo una novela de Sábato, de Ernesto Sábato. Una novela autobiográfica que es Sobre héroes y tumbas. En aquel cuento de cuando él era, es un personaje que era él, de que él también fue físico, trabajó en La Plata como físico, pero todo el día pensaba en cosas de escritor, como de Surrealismo, y dice que en una de esas, cuando estaba distraído, provocó un accidente que le quemó la mano a un compañero de trabajo. Y, al día siguiente, él tenía treinta y cinco años, y decidió que iba dejar la física y dedicarse a la literatura, porque su cabeza siempre estaba en otra. Y yo pensaba, si voy a ser ingeniero y voy a construir un puente, probablemente el puente se caiga porque yo voy a estar con la cabeza en otra parte. 

KC: Que el petrolero explote.

EPS: Entonces dije, quizás lo que yo necesito es no más dedicarme a lo que me gusta, que estoy siempre buscando robarle tiempo al tiempo para leer y quizás debería dedicar la mejor parte de mi día a leer y escribir, que es lo que me gusta.

KC: Yo creo que este es un temazo que debe seguir siendo frecuente en la gente joven hoy o en la gente adulta que quiere hacer un turn around en su vida. Pero yo estoy de acuerdo, lo más difícil es esa conversación con los padres, pero al parecer la tuya no fue tan traumática como tú suponías que iba a ser.

EPS: Fue sorprendente el hecho de que, creo que ellos sospechaban, sabían desde mi infancia, entonces hicieron todo por evitarlo, pero cuando les dije, me dijeron, okey, bueno, lo sospeché desde un principio, y pasemos página. Y, de hecho, me sorprendió su no sorpresa, como que ya lo olían, digamos, pues tampoco era muy difícil de ver ¿no? Con las cosas que me interesaban en la casa, nunca les hablaba de ingeniería, nunca les hablaba de relaciones internacionales, siempre les estaba hablando de los libros que estaba leyendo, siempre me veían leyendo novelas. Entonces, creo que dijeron, al menos lo intentamos y ya.

KC:  Uno dice a mis padres, quiero ser escritora, a uno mismo, quiero ser escritor. Pero ¿qué implica eso en la práctica? ¿Qué implicó ese día que tú manifiestas esto con las acciones? ¿En qué cambia?

EPS: Bueno, creo que lo que me dijo José Donoso fue muy importante porque hasta ese entonces, yo escribía las cosas que se me ocurrían por la cabeza. Y un día, José Donoso en una entrevista, Claudia hacía estas preguntas capciosas tipo, ¿qué le recomendaría a un joven escritor? Que eran preguntas para mí, pero supuestamente era la entrevista, y él me dijo: “Le recomendaría que revise mucho sus manuscritos” – y me dijo- “¿tú cuántas veces revisas tus manuscritos?” Yo le dije: “Ninguna. O sea, escribo y luego lo hago circular con mis amigos”. Y me dijo: “Bueno, pues, eso lo hace cualquiera, eso no es ser escritor”, así me dijo. Me dijo: “Escribir es reescribir, mientras no re-escribas, no eres escritor porque todo el mundo escribe”. Y claro, fue una frase bastante dura de escuchar, de decir, oye, tú no eres escritor ni mucho menos. Entonces, creo que a partir de ahí para mí implicaba dedicarme más en serio. Significaba comenzar a revisar manuscritos. Comenzaba a tomarme más en serio esa disciplina de sentarse, no simplemente dejar que la cosa espontánea me ganara, sino que tener más paciencia para hacer circular las cosas, para buscar publicar algo. Eso creo que para mí fue fundamental, que escribir era reescribir.

KC: Pero entonces ahí abandonas, es que estoy perdida ¿Abandonas Alabama? ¿Qué haces ahí?

EPS: Ahí fue que tomé en Alabama, en mi último año, tomé una clase de literatura latinoamericana con un profesor cubano y él me dijo, porque yo estaba pensando volver a Bolivia porque ya terminaba mis tres años de la beca, y él me dijo: “Oye, pero yo creo que con tu interés podrías tener una beca, esta vez académica, y hacer un doctorado en la universidad, una beca de trabajo para enseñar español, lengua, a cambio de una beca. Y así fue que solicité hacer un doctorado en la Universidad de Berkeley, en California, y fui a hacer un doctorado en Literatura Latinoamericana. Estuve seis años, pero esta vez con una beca de trabajo, una beca enseñando español a los estudiantes. Y ahí fue que ya me quedé en la literatura.

 

KC: ¿Y qué son para ti, porque nombraste a José Donoso, nombraste a este profesor cubano que yo leí el apellido pero no me acuerdo el apellido, qué rol juegan para ti los mentores en tu carrera?

EPS: Este profesor cubano se llama Manuel Cachán. Yo me encuentro muchas veces con jóvenes en talleres de escritura o en clases, y también en colegio, chicos hasta más adolescentes de trece, catorce años, que están buscando algún tipo de afirmación pero muchas veces no la encuentran porque, yo creo que es una preocupación generalizada y creo que sí ha cambiado algo, o sea para peor en los últimos treinta, cuarenta años, es que, estas vocaciones artísticas o culturales no tienen necesariamente el viento a favor. Entonces, si tú tienes quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho años, estás buscando a alguien que te ayude a afirmarte, porque en general, lo que te dice la gente es que tienes que buscar algún tipo de vocación más utilitaria. Entonces, creo que eso es fundamental, el trabajo de mentoría con los jóvenes tanto como escritor o como profesor. Yo sí puedo, si me invitan a colegios, nunca digo no, porque me identifico mucho con ese período de cuando yo estaba buscando que alguien me escuchara o que alguien me dijera es por aquí, no es por allá. Quizás me hubiera ahorrado siete años. 

KC: ¿Y quiénes son tus grandes mentores? 

EPS: Bueno, para esos inicios, curiosamente, aunque parecería que todo fue en oposición a mis padres, mi papá, por ejemplo, mi papá era doctor, ginecólogo, pero tenía una muy buena biblioteca y eso también para mí es fundamental, porque mi papá leía mucho y los sábados salíamos siempre a comprar libros, íbamos a librerías y revisterías los sábados por la tarde, era como una especie de rutina, a veces me compraba simplemente revistas cómicas, muchos cómics argentinos, así, Fantasia, D’ArtagnanEl Tony. Y mi mamá también, siempre incentivaron eso, les preocupaba, o sea, no querían que me dedicara eso, pero sí, siempre incentivaron mis intereses culturales o literarios. 

Y luego, creo que sobre todo cuando estaba más perdido en esos años en Buenos Aires, creo que fueron sobre todo escritores con los que hablé en ese entonces, Josefina Delgado, por ejemplo, que era en ese entonces directora de la Biblioteca Nacional en Buenos Aires, una de las amigas que me presentó, o sea, que era amiga, no mía, sino de José Donoso, pero le debo mucho, porque yo me doy cuenta que fui un poco abusivo, porque iba a su oficina los viernes y ella me daba tareas tipo tienes que leer Faulkner, tienes que leer Absalom, Absalom!. Entonces, yo dos semanas después volvía a la oficina simplemente a charlar sobre Absalom, Absalom!. Ella puso muchos muy buenos libros en mis manos y tuvo la paciencia de escuchar a un chico de dieciocho años boliviano que estaba perdido en Buenos Aires. No era ni profesora, ni nada, simplemente se sintió responsabilizada por Donoso para escucharme y para decirme, lee esto, lee el otro, yo simplemente le hacía caso porque mis lecturas eran muy anárquicas, me gustaba leer, pero no tenía una base, sobre todo con los clásicos.

KC: ¿Antes de eso volviste a vivir en Bolivia, después de tu periplo de salir de Cochabamba?

EPS: He vivido temporadas cortas, pero no así vivir, de instalarme en Bolivia. Pero, por ejemplo, con mi mujer – mi mujer también es de Bolivia, de Santa Cruz, es también escritora, Liliana Colanzi – tenemos un departamento en Santa Cruz, la universidad de aquí, por ejemplo, pues nos da los veranos, que tenemos tres meses, y vamos a Bolivia, pasamos tres meses ahí. Pero eso no es lo mismo que estar viviendo allá. Sí mantenemos los contactos muy frescos. Tenemos una editorial, se llama Dum dum, hace siete años, que publicamos dos o tres libros cada año en Bolivia. O sea, hemos hecho cosas para mantener los contactos frescos y seguir aportando a la cultura boliviana. Pero sabemos que no es lo mismo que estar viviendo ahí todo el tiempo.

KC:¿Tú dirías que tu hogar entonces está allá en Cornell?

EPS: Sí, de hecho tengo dos hijos norteamericanos. Pero durante un largo tiempo, yo decía que solamente trabajaba en los Estados Unidos, que no vivía, pero el momento en que ya nació mi primer hijo, ahí sentí que sí hubo un cambio en cuanto a echar raíces y dejar de mirar a Estados Unidos simplemente como un turista o un estudiante extranjero, comenzar a implicarte en lo que significa todos estos dramas de la política norteamericana, de los temas de inmigración. Ahora mismo estamos en plenas luchas con todo lo que está pasando con Trump y la pelea con las universidades. O sea, eso es una cosa que me toca muy de cerca, y que sí la veo como alguien que tiene raíces acá y que le interesa el presente y el futuro de este país, de Estados Unidos.

KC: ¿Cómo está el panorama cultural en Bolivia? Porque reconozco que claro, tu señora, tú pero. ¿Cómo lo ves tú ahora? ¿Desde que tú partiste en los 80 hasta hoy, cómo ha evolucionado o involucionado? Es interesante esa mirada desde adentro y desde afuera.

EPS: Sí, creo que lo que ha evolucionado es que hay ahora varios escritores que, bueno, hay escritores que viven en Bolivia y que tienen una carrera en el exterior, o sea que publican en editoriales en el exterior. Hay varios, no sé, te puedo nombrar Maximiliano Barrientos, Giovanna Rivero, Magela Baudoin, Rodrigo Hasbún, gente que tiene, que digamos en los años 80′, cuando yo comenzaba a publicar, no había escritores bolivianos que circularán fuera y, a veces, me miraban a mí como una cosa exótica, de conocer un escritor boliviano. Pero ahora creo que es mucho más común, y de hecho, también, eso ha ayudado a que, pues, porque es un país pequeño, la caja de resonancia de la literatura boliviana también ha sido muy pequeña y eso ha hecho que escritores importantes como Jaime Sáenz o Hilda Mundy o María Virginia Estenssoro, escritores de la vanguardia, por ejemplo, no sean tan conocidos fuera. Pero en los últimos años sí han tenido traducciones, también están siendo publicados en México, en España, en Argentina, en Chile. O sea, que sí el panorama en ese aspecto es mejor, mucho más vital que antes, creo. Lo que sí siento que todavía falta es que no hay muchos apoyos concertados, ni de la empresa privada ni estatales. Las vocaciones artísticas necesitan ser apoyadas, puede ser la empresa privada, puede ser el Estado, puede ser trabajos conjuntos, pero en Bolivia eres bastante huérfano porque ni la empresa privada ni el Estado se ocupan de eso. Y eso no ha cambiado en estos últimos treinta, cuarenta años. Porque al final, en el arte, los libros o cualquier tipo de arte, es un ecosistema también él que te apoya, no es solamente que aparece un talento que no necesita de nadie. Necesitas de un ecosistema sano de lectores, editores, fundaciones culturales, libreros, todo eso. Y creo que en eso, sí todavía hay mucho por hacer en Bolivia, porque creo que es un sistema que funciona a trancas y barrancas, mucho más a puro pulmón de gente fascinada por los libros o la cultura, que porque haya un proyecto sistemático de consolidar el ecosistema del libro o de cualquier otra arte.

KC: Entonces, ¿no existen estos fondos de cultura, fondos de creación literaria o becas, no existe esto que nosotros en Chile, en Argentina, en México, estamos muy acostumbrados?

EPS: No, no existe y tampoco existen fondos de traducción. Ha habido como proyectos que se han descontinuado. Ha habido fondos así que después de dos o tres años han sido cortados. Incluso el Premio Nacional, teníamos un Premio Nacional de Bolivia, apenas hubo una crisis, ese premio fue eliminado. Hubo un momento incluso, que me parece sorprendente, que hubo un premio para literatura en lenguas indígena en el mejor momento supongo, del gobierno de Evo Morales. Eso también fue eliminado. La crisis hizo que el Ministerio de Cultura se convirtiera casi como en un Ministerio de Turismo que estaba más interesado en financiar el Rally París-Dakar que pasara por Bolivia. Y sí, cuando Chile invitó a Bolivia, como el país invitado de la Feria del Libro hace unos seis, siete años, en vez de llevar escritores, el Ministerio de Cultura decidió llevar a La Diablada, o sea, este gran baile que necesita ciento cincuenta bailarines, que es como el del carnaval orureño de Bolivia, es como una de las marcas registradas del carnaval de Bolivia, que me parece bien hacer propaganda a la cultura boliviana, pero no es exactamente, tienes pocas oportunidades de que te inviten para mostrar tu literatura y resulta que tu ministerio prefiere dejar a los escritores en casa. Entonces, ese tipo de cosas, creo que lamentablemente, hablan mal del lugar en que se tiene a la literatura en Bolivia.

KC: Es decir que el mercado editorial es casi inexistente, lo que estás haciendo tú con tu señora es realmente heroico.

EPS: Es más que inexistente, porque hay varias editoriales, pero sí es un mercado precario en el sentido de que no conozco yo editores que, quizás haya uno, dos, que puedan vivir de él. Por ejemplo, la editorial El Cuervo es probablemente la mejor de las independientes, ellos hacen un muy buen trabajo, creo que ellos también tienen una librería y gracias a la librería, eso permite que la editorial pueda recibir otro tipo de ingresos. Pero en general, es muy difícil subsistir solamente como editor en Bolivia.

KC: Vamos a cambiar totalmente de tema. Vamos a dejar Bolivia de lado, Estados Unidos de lado y vamos a hablar del amor. Te divorciaste y te volviste a emparejar con la escritora, tremenda escritora, Liliana Colanzi. Bueno, este mes salió la entrevista a Andrés Barba, escritor español, pero también nacionalizado argentino, y conversamos bastante de lo que es vivir con la persona que uno ama y también que a él le toca trabajar mucho con ella, y también ella es su lectora. Y él me contó que cuando ella le hace la devolución de sus escritos, se enfurece, a veces lo pasa mal, que es difícil, pero es su mejor lectora, que la escucha muchísimo. ¿Cómo es para ti esta experiencia?

EPS: Bueno, es parecida en el sentido también de que no he publicado nada que no haya sido aprobado por ella y también es una lectora muy exigente. Quizás, en el último tiempo yo he aprendido a no apresurarme, en el sentido de que casi, incluso, puedo ya oír su voz diciéndome esto falta. Entonces, lo que trato de hacer ahora, es presentarle manuscritos más acabados para no sufrir tanto. Pero igual, es ella la que tiene la última palabra de si funciona o no funciona. Obviamente, yo soy el responsable de la versión final, pero sí es una muy buena lectora que se da cuenta altiro de cuando yo, sobre todo, me estoy repitiendo, estoy haciendo lo mismo, no me estoy desafiando o algo así. Y también, querría que yo fuera exigente con ella, porque al comienzo decía que a mí me gustaba, no sé si era el amor o qué, pero a mí de verdad me gustaba todo lo que ella escribía y entonces decía, no vale porque me tienes que decir algo que no te guste porque eso me va a ayudar. Entonces, dice, que ya cuando comencé a decirle cosas que podía mejorar, entonces dijo que recién comenzó a creerme, que no le gustaba cuando yo aprobaba muy fácilmente sus textos.

KC:¿Y cómo son esos días cuando tú le pasas el texto y estás esperando que lo lea? Debe ser difícil porque tú sabes que te está leyendo, no te puede comentar y estás a la espera ¿Son tensos esos días o ya estás muy acostumbrado?

EPS: No, son tensos y también son muy impacientes porque claro, ella también tiene cosas que hacer y ella dice, que yo escribo mucho y probablemente sea cierto. Entonces, no puedo yo venir con un manuscrito de cuatrocientas páginas y decir, bueno, deja todo y tienes que leer lo mío porque está enseñando, está escribiendo una contratapa, etc. Entonces, lo que trato de decirle siempre es, avísame cuándo te puedo dar el manuscrito para no sufrir esperando mucho, hasta que te hagas un hueco con la lectura. Porque lo peor que me puede pasar es que mi manuscrito esté ahí haciendo cola, porque ella tiene que hacer o tiene que terminar otras cosas antes. Entonces, trato de minimizar el tiempo de espera y así como tener menos ansiedades, pero a veces es inevitable, pues que esperes nomás.

KC: Suena como un niñito chico que, “mamá, mamá quiero ahora”. De hecho, a Liliana la invitamos también a Espiral para entrevistarla para el próximo mes, después de ti, y dijo que no, que pronto pero que todavía estaba muy ocupada. Así que ya vendrá.

EPS: Bueno, le voy a decir que se apure.

KC: Sí, tal cual. Y hablando sobre esto, lo que es vivir con alguien que te lee, el mismo oficio. Leila Guerriero hizo una pequeña pataleta, en realidad, cuando yo le pregunté a ella sobre la maternidad, y me dijo: “¿Y por qué tienes que preguntarle a las mujeres sobre la maternidad, por qué no tuve hijos? ¿Y por qué no le preguntas a los hombres? Y yo le contesté, porque no me ha tocado ningún hombre que no haya sido padre, de todos los más de sesenta entrevistados que he tenido aquí en Espiral. Pero tú eres padre de dos, dijiste. Y yo quisiera saber ¿qué ha significado para ti ser padre?

EPS: Bueno, ha significado bastante. Ha significado un antes y un después a todos los niveles. Y también, al nivel, como te dije, para mí, desde el punto de vista personal, aparte de toda la responsabilidad y el amor que implica criar a un niño, también para mí fue muy importante el hecho de que mis dos hijos son norteamericanos, he tratado de inculcarles la cultura latina, la cultura boliviana de diferentes maneras y han respondido de diferentes maneras también. Por ejemplo, el mayor aprendió a hablar español muy temprano en casa, de los tres, cuatro años, y es impresionante cómo no se ha olvidado pese a que después nunca tomó clases en la universidad ni nada, pero simplemente por osmosis. Pero después, claro, como yo ya me fui de la casa, porque me divorcié apenas nació el segundo, el segundo tuvo una relación mucho más distanciada con el idioma, su idioma más que nada era el inglés. Recién ahora en la universidad lo está aprendiendo y está muy dedicado. Pero por otro lado, este chico menor, por ejemplo, siempre estuvo fascinado por el fútbol, o sea, había otra conexión cultural que yo no tenía con mi hijo mayor, que estaba más dedicado a la cultura japonesa, al animé, al manga, toda la cosa japonesa más que a lo latinoamericano. 

O sea, que sí, también ha sido para mí un aprendizaje, en cuanto a cómo criar a un niño, a un hijo, en aprender que la cultura de ellos es también tu cultura. Pero a la vez, también tratar de enseñarles de dónde vienes, de cuáles son los valores que te importan. Y muchas veces todas esas cosas se resuelven en el idioma, y  ver que no puedes tampoco obligarlos ni aprender español, tienes que respetar sus gustos y sus disgustos. O sea, que es una negociación continua y creo que eso es lo mejor de ser padre para mí, de que enseño, pero también yo aprendo mucho de sus gustos y de sus valores. Para mí, es fascinante ver a este chico, el menor, Joseph, que tiene dieciocho años, por ejemplo, cómo su generación se está posicionando con el tema político, con el tema Trump. Ese tipo de cosas, que es una entrada interesante a ver cómo las nuevas generaciones están procesando todas estas crisis geopolíticas que estamos viviendo estos días.

KC: Pero también, ahora pensaba, si uno se divorcia acá en Santiago es muy fácil porque vivirías en distintos sectores de Santiago, pero no vives a kilómetros y kilómetros de distancia. Ellos se criaron en Missouri, tengo entendido. Entonces, fuiste un padre a larga distancia, efectivamente ¿no?

EPS: Sí, y fue muy difícil porque aparte hubo un tiempo en que mi ex mujer se fue a vivir a otro estado, al otro extremo, que era Washington, el Estado de Washington que está sobre Oregon y California, allá arriba. Entonces, para visitarlos tenía que cruzar todo el país, que son viajes de seis horas, es como ir de acá a Bolivia casi.

KC: Claro.

EPS: Durante el semestre yo podía ir a verlos un fin de semana rápido, pero luego, las vacaciones, pasaba toda la vacación con ellos. Pero tampoco era lo mismo, como me decía alguien, era casi como si yo fuera su tío, en el sentido de que yo les daba todos los gustos porque pasaba poco tiempo con ellos, sobre todo al menor, cuando no había cumplido un año, me separé. Entonces, fue también un desafío mantener los vínculos afectivos, digamos, de manera cálida, que no creciera esa distancia. Yo tenía esa, casi como una obsesión, de que cada dos o tres meses tenía que irlos a ver, no podía dejar pasar más de dos o tres meses sin verlos. No es lo mismo que, como tú dices, estás en la misma ciudad y el fin de semana los ves, pero cómo haces si tu ex mujer se va a vivir al otro extremo del país. 

Fueron años difíciles, me acuerdo que había días que, por ejemplo, cuando iba el fin de semana, el domingo, tomaba el vuelo del domingo en la noche para viajar toda la noche y llegar el lunes por la mañana, a las once de la mañana, para ir a enseñar a las doce, por ejemplo. Hacía ese tipo de cosas que ahora ya con mi edad me parece bien pesado, pero quizás, en ese entonces, lo sentía como algo natural porque era lo que me permitía mantener el vínculo fresco con mis hijos

KC:¿Y tú crees que este dolor, esta desesperación, esta distancia, esta figura del tío, lo que has contado, se ha reflejado de una manera u otra en tu narrativa, se ha plasmado?

EPS: Pues esa es una buena pregunta. La verdad que es bien difícil que yo sea crítico de mí mismo. Pero yo creo que sí, hay figuras como que para mí durante mucho tiempo, por decirlo de una manera, yo comencé a escribir novelas ambientadas, cuando vine a Estados Unidos, estuve durante más de diez años en Estados Unidos escribiendo novelas ambientadas en Bolivia y muy marcadas por la nostalgia. Y quizás, o sea, fue después ya con mis hijos acá, que comencé a pensar yo mismo en lo que significaba vivir en este país para mí, tener más conciencia de ese enraizamiento que antes lo había tratado de negar. Entonces, sí, entré a una época en que comencé a escribir, escribí dos o tres novelas seguidas ambientadas en los Estados Unidos que justamente coincidieron con la infancia del mayor, que me permitieron procesar, creo, el hecho de que, pues había dejado atrás a mi país, a Bolivia, que dos tercios de mi vida, de hecho, los he pasado fuera de Bolivia, y que también pertenecía a los Estados Unidos o era parte de esta cultura.

KC: Hablas sin tapujos – y lo conversaste hace poco con Cristián Warnken en el podcast “Tú, hipócrita lector” – sobre la crisis que tuviste en el 2006 y el 2008. Y creo que es algo muy valiente que pocos escritores se atreven a comunicar, a compartir sus crisis. Y aquí estamos hablando de una crisis que va en torno a lo que uno escribe, a lo que uno ha hecho, hacia dónde va ¿Qué recuerdas tú de esos años?

EPS: Lo que recuerdo es, pues digamos, que las cosas que me motivaban a escribir habían desaparecido y que no encontraba motivación, lo cual era para mí algo raro, porque yo si alguna cosa nunca había tenido problemas era en cuanto a tener temas o motivos para la escritura. Pero sí, tuve un periodo largo en que simplemente no sentía qué era o para qué o qué significaba la escritura o para qué quería o debía escribir. Y ahí se me ocurrió volver a mis lecturas adolescentes.

KC: Volver al padre, podríamos decir.

EPS: Sí, o volver a la infancia, a ese lugar protegido. Porque lo que pasa también es que en el mundo académico te acostumbran a respetar, y con todo derecho, obviamente, a los libros clásicos, pero muchas veces tu infancia no han sido esos libros clásicos. Tu adolescencia ha sido Agatha Christie o tu adolescencia ha sido Julio Verne. Entonces, ahí dije, quizás si vuelvo a estos libros que originalmente me gustaron, podría encontrar por qué me gustaron. Y de hecho es muy diferente cuando lees ciencia ficción a tus catorce años y cuando lees ciencia ficción ya con más de cuarenta. Y de pronto dices, guau, mira qué impresionante, tantas cosas se pueden hacer con este género popular tan denostado. Y claro, para mí fue bastante refrescante hacer eso y descubrir que hay ciertas cosas que podría hacer, quizás, ahora tratando de combinar ya una formación más clásica en el mundo académico con estos intereses más populares que tuve en mi adolescencia. ¿Por qué no puedo hacer ambas cosas a la vez? Entonces, eso creo que me ayudó mucho a salir del pozo.

KC: En el 2011, bueno, estamos hablando hace muchos años atrás, presidiste la primera edición del Premio de las Américas que ganó el chileno Arturo Fontaine Talavera, quien también estuvo en Espiral. ¿Qué recuerdas de Arturo? ¿Cómo te vinculas con él?

EP:  A través de viajes. Yo viajé – bueno, creo que desde la pandemia que se enfriaron mis viajes a Chile – hasta la pandemia mucho a Chile, la Feria del Libro. Había más trasiego en cuanto a mi relación con Chile, y en uno de esos viajes conocí a Arturo Fontaine. Luego hubo este premio que se organizó en esta feria en Puerto Rico. Y, sí me acuerdo de cuando lo llamamos para felicitarlo por el premio por teléfono. Pero ese fue un premio muy lindo que no tuvo continuidad lamentablemente.

KC: Ah, no tiene continuidad. Qué pena.

EPS: No, porque era un festival, el Festival de la Palabra, que lo organizaba una familia que era dueña de un centro comercial en Puerto Rico, y gracias a esta escritora puertorriqueña, Mayra Santos-Febres, había conseguido el financiamiento durante tres o cuatro años, incluso para un premio. Y durante muchos años, Puerto Rico se convirtió en un centro importante de reunión para la cultura, la literatura latinoamericana. Y luego, creo que, después de que llegó un huracán que ahorita no me acuerdo el nombre, que fue a partir de ahí, esa crisis en Puerto Rico, que ese premio se suspendió.

KC: Declaraste en Senda – me encantó esto que declaraste, te lo tengo que decir, no sé si a ti te va a gustar – que si editaras tu bibliografía eliminarías un par de libros. ¿Cuáles? ¿Cuáles libros eliminarías?

EPS: Bueno, para mí ahora mi tercera novela es mi primera. Las primeras dos novelas creo que las eliminaría. O sea, a veces salen en mi bibliografía en ese sentido, no han sido eliminadas oficialmente, pero no son libros que quisiera publicar. Y por si acaso, pues no sé, a veces hay otro par de libros que tampoco estoy seguro de que vaya a volver a publicar. 

KC: Bueno, has publicado mucho.

EPS: Si no tienes piedad con otros, pues no tienes que tener piedad contigo. Marguerite Yourcenar decía: «cuando corrijo cosas, es a mí a quien corrijo». O sea, no es que corrijo un texto simplemente porque quiero que el texto esté mejor, también me estoy corrigiendo yo. Entonces, a veces pasa con textos, eso lo digo también en talleres, no solamente corriges textos por publicar, sino también textos ya publicados que quisieras corregir. Y hay textos que sí puedes mejorar y hay otros textos que son incorregibles y que es mejor que mueran de muerte natural.

KC: Veo un cambio muy grande en las editoriales que te han publicado. O sea, pasaste de transnacionales, a últimamente, las independientes o más pequeñas, podríamos decir, como Batiscafo, Los libros de la mujer rota o Almadía, que son editoriales que se salen de estos grandes conglomerados ¿Hay un motivo para ello?

EPS: Pues el motivo principal quizás tenga que ver con que cuando yo comencé a salir con Liliana, le tenía mucha envidia porque ella publicaba, digamos, en Chile publicaba con Montacerdos, en Colombia publicaba con Laguna, en México publicaba con Almadía y en Argentina con Eterna Cadencia, todas eran editoriales independientes muy respetadas, pero a mí me impresionaba que tenía un trabajo muy cercano con los editores. Y lo que pasa con las editoriales grandes, y por si acaso yo tengo mucho cariño, o sea, guardo muy lindos recuerdos de mis pasos, por ejemplo, por Alfaguara, estuve como quince años con Alfaguara. Pero, por ejemplo, cuando yo entré a Alfaguara, había una Alfaguara Bolivia, y una Alfaguara Global. Pero luego, se cerró Alfaguara Bolivia y me pasaron a Alfaguara Miami porque querían abrir Alfaguara Miami, publicar cosas propias. Pero luego, cerraron también eso y dijeron solamente Alfaguara Miami va a distribuir libros que lleguen de las otras Alfaguaras. Y luego me pasaron a Alfaguara España. Entonces, yo siento que en todos esos viajes nunca encontré una editora, porque un trabajo con una editora es alguien que te conoce durante muchos libros y también sabe tus virtudes y tus defectos y te aconseja. Entonces, yo creo que en esos viajes yo mismo me fui perdiendo en la editorial o la misma editorial no sabía exactamente qué hacer conmigo y me costaba como asumirlo, porque decía que estoy bien en Alfaguara porque Alfaguara te da mucha difusión. Pero, luego yo veía cómo trabajaba Liliana con sus editores más cercanamente y yo quería tener eso, decía al final, ya tengo cierta edad en la que lo que más me importa ahorita es poder tener un diálogo muy cercano con mis editores. Eso no significa decirle no a una editorial grande, no se trata de eso, sino que quizás en ese momento, pues me pasó lo que me pasó y ya. Tengo amigos en editoriales muy grandes que están muy felices en su trabajo con sus editores muy cercanos. A veces es también cuestión de suerte. Pero en todo caso, hoy, si voy a estar en una editorial, privilegio mucho estar con un editor o editora que cree en lo que yo hago o con lo que pueda tener una relación muy cercana.

KC: Nos quedan pocas preguntas y se me quedan muchas en el tintero, obviamente, pero esa es la gracia. Eres profesor, crítico, novelista, cuentista, ensayista ¿Cuál de todos es tu regalón? De todas estas.

EPS: Creo que narrador, diría, narrador. Cuento o novela indistintamente, pero sí narrador.

KC: ¿Cuándo escribes? Porque el trabajo académico consume y consume lecturas, consume reuniones y burocracia.

EPS: Justamente hoy te voy a dar una respuesta, todo el verano he estado escribiendo muy bien todas las mañanas y estaba en un muy buen ritmo de trabajo. Y esta mañana quise escribir y me di cuenta que a cada rato se suspendía, tenía que parar porque tenía que contestar un e-mail urgente porque ya comenzó la universidad y hoy dije, “ay, creo que a partir de ahora voy a tener que comenzar a escribir en las noches”. En ese sentido, soy flexible, yo no escribo cinco o seis horas al día, no me da la cabeza. Necesito continuidad, necesito un par de horas. Entonces, mi gran desafío es cómo hago para conseguir dos horas al día, si es posible temprano en la mañana, muy temprano, digo, siete de la mañana, o si no, al final del día, cuando ya los e-mails dejan de zumbar. Y creo que justamente hoy, voy hacer el cambio a la noche.

KC: Dime Edmundo, sé, y puedo estar súper equivocada, que en octubre sale un volumen de relatos por Páginas de Espuma y el otro año una novela breve, el 2026, ¿o estoy equivocada?

EP: Lo que es seguro es la novela, el libro de cuentos con Páginas de Espuma, El comienzo del paraíso porque se tiene incluso fecha, creo que sale el 5 de noviembre. Y lo otro, o sea, digamos ya el libro está terminado y entregado pero todavía no están claras las fechas, ni el contrato está firmado así que no sé exactamente. Lo ideal sería que salga el próximo año, pero todavía se tienen que definir los detalles.

KC:¿Y ahora, qué estás escribiendo?

EPS:  Ahora estoy escribiendo dos cosas. Por un lado, estoy terminando una novela corta – cuando digo corta es de menos de doscientas páginas – que es la historia de un grupo de trabajadores en un momento de cambio climático, quizás en un futuro cercano, no un futuro dentro de treinta años, sino un futuro dentro de cinco y diez. Y es un grupo de trabajadores que se dedica a reparar ciudades, después de alguna catástrofe natural. Digamos, si llega un gran incendio, si llega una gran inundación. Pensé que a medida que haya más catástrofes naturales por el cambio climático va a haber más personal, más gente dedicada a ese trabajo de recuperación o reconstrucción de ciudades. Entonces, es la historia de un grupo de trabajadores que pertenece a una empresa y de todas las tensiones que suceden tanto en su enfrentamiento con los desastres como en su enfrentamiento con la empresa que no quiere que se forme el sindicato. Esa es la novela corta que estoy terminando. Y he comenzado otra novela un poco más ambiciosa sobre la extinción de las especies.

KC: Pero aquí me voy a ir a tomar un antidepresivo entonces.

EPS: Bueno, el asunto es cómo hacer que esta novela sobre la extinción de las especies sea también entretenida.

KC: Pero mira, cuando tú me contabas en todo lo que estabas yo decía, Lilliana tiene razón, es que escribes mucho.

EPS: Bueno, uno hace lo que puede y bueno pues yo digo, mientras estás agarrado del cable tienes que aprovecharlo porque luego de algún rato se pasa eso y ya no se te ocurre nada. Así que prefiero escribir con esa sensación de apuro y de urgencia.

KC: Edmundo te quiero dar las gracias por haber estado hoy día en Espiral. La verdad es que disfruté mucho conversando contigo. Me encantaron tus respuestas, lo que logramos desarrollar, temas muy distintos. Así que muchas gracias por haber estado hoy día en Espiral.

EPS:  Muchísimas gracias Karen y también por haber creado este ambiente que me ha permitido sentirme muy tranquilo, muy cómodo y haberte dicho cosas sin pensarlo mucho, que quizás luego me arrepienta, pero por lo menos ahora salió todo para mí muy naturalmente. Así que muchísimas gracias por eso.

KC: Gracias, gracias grandes. Cuídate. Chao.

EPS:  Igualmente ¡Suerte!

 

Cierre

¿Conocer a Edmundo Paz Soldán fue una aventura, porque antes de este encuentro, solo lo ubicaba de nombre y no lo había leído. Sabía que era un escritor con mucho impacto y con una tremenda carrera. Me gustó su ponderación y cómo vive la literatura. ¿A ti?
Nos vemos en noviembre con Espiral en Barcelona.

Chaoooo.

 

 

Lee. Escribe. Crea con Edmundo Paz Soldán.