#134 Entrevista a Arturo Fontaine

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Hola, hola ¿cómo estás? Soy Karen Codner y te doy la bienvenida al programa 134  de Espiral  con el escritor chileno, Arturo Fontaine. Aquí hay algo extraordinario porque entrevisté a Arturo en persona, en el Centro Cultural El Tranque, gracias al apoyo de la Corporación Cultural de Lo Barnechea.

Conversamos mucho sobre su arte, cómo escribe y sus referentes. Me gustó mucho, más que mucho, lo que dijo sobre José Donoso a quien conoció bastante:

“Ahora en el caso de Pepe Donoso, en especial, a mí lo que más me impresionaba de él era su pasión por la literatura, por la novela, su memoria. O sea, tú tenías una escena de té en tu novela o capítulo o cuento lo que fuera, y él te decía: “a ver, pero qué escenas de alguien tomando té, recuerdas tú en la literatura”. Y él te producía tres, cuatro escenas de novelas totalmente distintas. Y después, te cambiaba y te decía a ver, un trago, ahí son muchos más. Qué sé yo, en fin, empezaba a dar ejemplos. Tenía una memoria literaria asombrosa y muy contagioso su entusiasmo por la novela en particular”.

Te invito a conocer a Arturo Fontaine que hace muy poco lanzó la novela Y entonces Teresa de la mano de la editorial Catalonia, y que viene impactando la escena literaria chilena desde 1992 cuando publicó Oír su voz  con grandes elogios de Mario Vargas Llosa. Pero a partir de entonces, este hombre de 72 años, que también es catedrático de la Universidad de Chile en la facultad de filosofía, no ha parado de escribir y si bien sus inicios fueron en la poesía actualmente, su fuerte es la novela, y este es el género que más le gusta.

Así lo dijo:

“Pero la poesía tiene esa virtud de la síntesis de la brevedad, la concentración de sentido en muy pocas palabras. La narrativa es completamente otra cosa. En la narrativa tú entras y empiezas a ver los personajes, armar diálogos. Yo no me siento a escribir una novela con un plan, sino que voy encontrando la trama mientras escribo, salvo en este caso, que es una bio-ficción y que yo tenía una trama en lo esencial dada por la realidad, que yo no iba a mover”.

Como ven, podría seguir por mucho rato contándoles lo que conversamos, pero lo mejor será que ustedes mismos se sumerjan en esta gran entrevista. Pero estén atentos a cuando relata lo que le sucedió en el entierro de Mario Vargas Llosa, es una historia digna de Gabriel García Márquez o cualquiera que se dedique al realismo mágico.

Acuérdate que Espiral es para ti, un programa con entrevistas en profundidad a los mejores escritores de habla hispana, compártelo, ponle un like y déjame un comentario donde sea que lo escuches. Así se convierte en una conversación.

 

Recuento personal

Han sido días tranquilos en términos de escritura y lectura, lo que sí me doy cuenta, de que como suspendí los talleres de lectura, esto me ha permitido leer más. Ya llevo casi sesenta libros leídos durante este año. ¿Cómo? Bueno, dedicándole tiempo y muchas horas en la noche porque soy lectora nocturna. ¿De qué tipo eres?

En preparación para mi master, en la Universitad Pompeu Fabra en octubre, decidí cambiar el cuaderno en papel por uno digital y un amigo me recomendó Remarkable, que es básicamente una especie de tableta pero sin ninguna conexión, ni aplicación, o correo o redes sociales. Solo sirve para escribir y leer. Escribo con lápiz que tiene incorporado y se siente como si lo estuviera haciendo en papel. Es bien impresionante. Además reconoce mi grafía y puede transformarla a la que yo elija, a tipografía que uno elija, arial, helvética. Si bien sigo ocupando libretas para escribir mis pensamientos, esta tableta me ayuda a organizarme mejor y tomar apuntes de diversa naturaleza que después terminaban perdidos en cualquier parte y ahora los voy a poder integrar en mi dropbox.

El desafío de septiembre es no perder el ritmo con mi escritura porque la semana del 18 y la siguiente, la del 22 tendré cuatro días que son feriados. Unos por la independencia de Chile y el otro, por el año nuevo judío. Ya comienza el período de mi vida que todo se ve revolucionado por las fiestas judías y siempre siento que no sé cómo me voy a organizar, pero igual termina resultando bien.

Los dejo con la entrevista a Arturo Fontaine.

Muchas gracias a los que me han dejado comentarios y enviado sus fotos. Acuérdate que Espiral es para ti, un programa con entrevistas en profundidad a los mejores escritores de habla hispana, compártelo, ponle un like y déjame un comentario donde sea que lo escuches. Así se convierte en una conversación.

 

Entrevista Espiral

KC: Él está sentado a mi izquierda.

AF: Yo siempre he visto que hay un gran interés académico, son estudiantes sumamente inteligentes. Yo, por ejemplo, he hecho un curso, un seminario sobre Nietzsche y Dostoievski, y ustedes no se imaginan todo lo que leyeron esos estudiantes y cómo leyeron, con qué atención. Entonces, yo creo que son estudiantes muy buenos, la verdad.

KC: Es increíble porque estuve conversando con Gonzalo Contreras en el verano y su opinión era completamente distinta a la tuya. Él estaba muy decepcionado del nivel académico de los alumnos universitarios en Chile. Entonces, es para tener fe y ver que en distintas aulas se encuentran distintos tipos de estudiantes. 

Y de todas las facetas que tú tienes, porque son múltiples ¿Cuál es la que miras con más amor? ¿Cuál es la que más te gusta, donde tú vas y te sientes, aquí me siento bien, estoy contento? 

O sea que vamos a tener un Arturo escritor por mucho tiempo. 

AF: Ojalá. 

KC: Quiero compartir con ustedes un descubrimiento. A ver, Arturo, no te pongas nervioso, porque no sacamos nada. Voy a citar este extracto del final de cuento: “Tras un árbol vio a su hermanito que jugaba extasiado con las flores y mariposas. Permaneció mudo, inmóvil. No se atrevió a acercarse, ni a irse. Sintió admiració por su hermanito y pena por sí mismo. Avanzó despacito temiendo sacarlo de su atmósfera celestial y le dejó el chanchito cerca sin atreverse a decir nada. Luego se alejó en silencio”. ¿Qué leí?

AF: Bueno, me da bastante vergüenza todavía, es el final de un cuento que yo escribí cuando tenía doce años y que participó en un concurso del IBBY International Book Fair and People. Y tuve suerte y me premiaron, por eso fue publicado. Y es la historia de un niñito que recibe de su mamá un chanchito de juguete. Ya ni me acuerdo mucho, porque la verdad que lo leí, no lo tengo en la cabeza, pero básicamente lo que ocurre es que el niño juega con este chanchito, lo tiene en la almohada, que es como la nieve, lo esconde en una cueva, lo saca… qué sé yo, en fin. Bueno, el chachito me parece que desaparece en algún momento de su vida, y él crece y ya con su propia plata – su mesada, porque todavía es un niño – compra el mismo chanchito, ¿no es así?

KC: Exacto. 

AF: Claro, y entonces vuelve a su casa muy contento, porque ahora él mismo se compró su propio chanchito, y trata de jugar como jugó y no puede. No puede, y entonces ve a su hermano jugando y le deja el chanchito.

KC: Estaba enfermo este niñito. Se sentía mal, tenía fiebre. Quiero decir algo que aquí, entre el público, tenemos a Francisca Jiménez, que es la editora general de Mis Raíces, una gran editorial de literatura infantil que ha recibido múltiples premios, pero también es miembro de IBBY, que es esta institución que habló Arturo y que cumple un rol fundamental en la promoción de la lectura a nivel mundial. Y se puso roja.

Estuve pensando, en estas conversaciones de pasillo que uno tiene no forzada, en el colegio de mis hijos hay un profesor de lenguaje, Nicolás Salerno, que fue alumno tuyo.

AF: Así es.

KC: Y fue increíble, porque voy a contar otra cosa, a Arturo no le gusta que le celebren los cumpleaños, y dice que la única vez que le ha encantado el cumpleaños feliz ¿dónde fue? en el colegio Maimonides, es de mis hijos. Entonces, llegó a contarle a su señora eso, y ahí se enteró que Nicolás Salerno estaba ahí, era profesor de mis hijas, y tú lo formaste, ¿qué significa para ti la formación?

AF: Bueno, él es, desde luego, una persona excepcional. Yo lo conocí como estudiante, él estudiaba Literatura y yo estoy en el Departamento de Filosofía, en la Chile. Pero yo hacía un curso que era como Dante, el poeta Dante y la filosofía, era un curso así, con ambos lados, y él tomó ese curso. De ahí nos hicimos amigos y hemos mantenido la amistad hasta hoy. Es una persona extraordinaria. Y bueno, la satisfacción de un profesor es esa, haber formado alguna persona que realmente valga la pena.

KC: Vamos a volar en el tiempo, Arturo. Porque vivió en Nueva York, cuando hiciste el Magister en Columbia, y conociste a Manuel Puig, fuiste amigo de él.

AF: Así es. 

KC: Y este es un escritor que ha marcado la literatura mundial, no es cualquier profesional de la literatura, pero en ese minuto, ¿cómo fue codearse en un ambiente literario para ti siendo que tú estabas haciendo un magister en filosofía? ¿cómo fue vivir esos años ahí?

AF: A ver, había una cosa que es que yo estaba haciendo principalmente, bueno, tenía que hacer una serie de lógica, matemática, en fin, tenía que hacer un montón de cosas. Pero mi especialidad, por así decir, era estética, entonces yo conseguí que me autorizaran a tomar algunos cursos, no sólo con Manuel Puig sino con varias otras figuras que estaban en lo que se llama el Writing Division, o sea, la Escuela de Escritura de Columbia, y el departamento me autorizó porque yo estaba estudiando eso justamente. Y me incorporé al taller de Manuel Puig, nos hicimos muy amigos. Era un grupo pequeño, debemos haber sido unos diez.

Y Manuel era un tipo extraordinariamente sencillo, extraordinariamente humilde, con un humor muy delicado. Y el taller era muy interesante, porque en lugar de hacer un taller donde uno mostraba sus originales, él te seleccionaba en función de los originales que uno mandaba. O sea, tú mandabas un cuento y él escogía diez de los que recibía, porque era bastante conocido Manuel. Y, una vez que tú entrabas, él te decía: “mira, si tú quieres hablar conmigo de lo que tú estás escribiendo, lo hacemos fuera del curso, convengamos una hora para juntarnos. En este curso, nunca más va a haber un manuscrito, nunca va a haber nada de eso”. Entonces, todo el curso consistía, por así decir, en técnicas literarias. Entonces nos mandaba – bueno, en esa época no había Netflix, no había nada de estas cosas – íbamos a ver unas películas o a veces se daban en algunos canales de trasnoche unas películas de los años treinta, los años cuarenta, esas películas que le encantaban a él en blanco y negro, por supuesto, con una femme fatale, que sé yo, y unos crímenes y unos gatos y que sé yo. Bueno, y entonces él nos decía, por ejemplo, a ver tú aquí has la prostituta, cuenta la historia cómo la ve la prostituta.  Tú eres el asesino, entonces tú cuentas la historia desde el punto de vista del asesino. Entonces, se iba armando, te fijas, podía ser también, tú vas a ser el monólogo interior. Me acuerdo que una de las tareas más difíciles, que no me tocó a mí, menos mal, fue un asesinato visto por un gato, porque el único testigo presencial del asesinato había sido un gato. Entonces, a ver qué podemos decir de un gato que ve esto. Así que era muy fascinante el taller y nos hicimos muy amigos.

KC: Hablando de talleres, porque también estuviste con José Donoso, que tuvo una fuerte influencia en tu formación. Pero antes de indagar en José Donoso. Los talleres de escritura generan polémica. Son instancias que se dice que no sirven. Algunos opinan que no sirven, otros que sí sirven. Yo pienso que sirven muchísimo. Pero me encantaría saber tu perspectiva de cómo te ayudó en tu formación estar en talleres de escritura.

AF: Para mí fue positivo, fíjate. Me doy cuenta que hay una dinámica que a veces puede ser un poco negativa, tensiones, no sé, alguien te criticó, tú criticas un cuento y cuando presentas el tuyo, te devuelven la mano. En fin, hay ese tipo de tensiones. Pero yo te diría que para mí fue muy útil, no solamente el de Manuel Puig, sino que, por supuesto, el de Pepe Donoso y otros que tuve en Columbia, pero ya en inglés, digamos, pero con escritores o poetas ingleses. Y cada personalidad que hay ahí, te marca. Es una manera también de acercarse a escritores, de poder tener una relación con un escritor que de otra manera no conocerías. Y eso es valioso. Y también uno empieza a mostrar sus originales, y a pesar de que te lleguen coscorrones, bueno, uno va saliendo hacia fuera, digamos. Entonces, es un primer paso hacia la publicación, es como un filtro. Yo creo que fue muy útil.

Ahora en el caso de Pepe Donoso, en especial, a mí lo que más me impresionaba de él era su pasión por la literatura, por la novela, su memoria. O sea, tú tenías una escena de té en tu novela o capítulo o cuento lo que fuera, y él te decía: “a ver, pero qué escenas de alguien tomando té, recuerdas tú en la literatura”. Y él te producía tres, cuatro escenas de novelas totalmente distintas. Y después, te cambiaba y te decía a ver, un trago, ahí son muchos más. Qué sé yo, en fin, empezaba a dar ejemplos. Tenía una memoria literaria asombrosa y muy contagioso su entusiasmo por la novela en particular.

KC: ¿Tú sientes que tienes esta tensión entre la vida y la escritura que marcó tanto a José Donoso? Él dijo: «Cada polvo son cincuentas páginas menos», en un minuto.

AF: Eso me lo dijo a mí.

KC: Ah, te lo dijo a ti. 

AF: Eso me lo dijo a mí. 

KC: Y tú te quedaste

AF: Yo me quedé mudo porque me estaba retando. Me estaba retando porque yo era frío, no era, en fin, no era tan bien comportado. Y ahí fue cuando me dijo: “Acuérdate, cada polvo son cincuenta páginas menos”. Yo quedé lelo.

KC: No te voy a preguntar si son o no.

AF: ¿Cómo lo vamos a saber?

KC: Yo conozco Marco Antonio Parra, que él quedó.

AF: Bueno, estuvimos juntos. 

KC: Ah, estuviste con Marco Antonio.

AF: Sí, claro. Estuvimos un tiempo juntos. Él estaba de antes, pero nos cruzamos. También estuve con Alberto Fuguet.

KC: ¿Había alguna mujer?

AF: Sí, varias. Agata Giglio, desde luego, que era inolvidable. Una mujer fantástica, inteligente, de una belleza enorme y que hizo algunas cosas muy interesantes. Tiene un asunto sobre María Luisa Bombal muy bueno y tiene un par de novelas. No escribió tanto, pero tenía mucho talento. El taller era un lugar bien interesante.

Una de las características que tenía el taller de Donoso, hay que decirlo, que se dice poco, es que no nos cobraban, era gratis. O sea, estábamos becados por la Academia, la Universidad, Academia ¿cómo se llama?

KC: La Academia de Humanismo, sí.

AF: ¿Cristiano puede ser? 

KC: Sí.

AF: La Academia de Humanismo Cristiano. Nunca se le da el crédito, pero la Academia financiaba a Donoso y nos becaba a todos nosotros, digamos. En el sentido, no que nos diera un cheque, sino, en el sentido que no teníamos que pagar. Entonces, lo único que hacía Pepe al principio era seleccionar a la gente y decir esto sí, esto no, y una vez que tú estabas adentro no pagabas un peso. Yo nunca pagué un peso. Y esto funcionó financiado por la Academia de Humanismo Cristiano y hay que darle el crédito.

KC: Se pasaron

AF: Y, además, esto era en casa de Pepe Donoso, o sea, tampoco era en la Universidad, no había que ir a la universidad ni nada, esto era en la casa de Pepe, que fue una de las exigencias que Pepe exigió a la universidad para hacer el taller. Entonces, al comienzo del taller, él siempre decía: «Ustedes están aquí becados, por la Academia de Humanismo Cristiano”. En fin, contaba un poco lo acabo de decir.

KC: Oye, no te quiero, sí, sí te quiero preguntar ¿cómo era esa biblioteca?

AF: ¿La de Donoso? Mira, no tan grande como la que tú te hubieras imaginado. 

KC: ¿En serio?

AF: No, no era tan grande porque Donoso vivió en muchos lugares y se le fueron quedando libros. Entonces, era una buena biblioteca, pero te quiero decir que no era una cosa así espectacular. Había muchas cosas que él tenía en su memoria y que no estaban ahí. Pero tenía cosas muy interesantes. Recuerdo, por ejemplo, un libro que a mí me fascinaba hojear, que era un libro grande como antiguo, de fotos de Rusia del siglo XIX, que a él le interesaba mucho, porque tenían que ver con el mundo que contaba Tolstoi en Ana Karenina o en la Guerra y paz. Ese era un libro extraordinario. O sea, había cosas muy especiales, pero no era una biblioteca así inmensa.

KC: Ahora vamos a olvidarnos de él y me quiero centrar en algo que debe haber sido duro para ti, que fue tu salida del CEP. Yo sé que tú has hablado en otras entrevistas o has dado declaraciones. Pero, después de treinta y un años, ¿cómo es salir de una institución a la que uno le ha dedicado tanto y volver a reinventarse?

AF: Mira, claro, por supuesto, en el primer momento a mí me tomó totalmente de sorpresa, como lo dije, pero mirando las cosas en perspectiva, yo creo que fue para mejor, fíjate. En lo personal fue para mejor, porque me liberé de ese trabajo administrativo, me pude concentrar en la Universidad, empecé a hacer clases. Primero, en la Diego Portales, luego en la Adolfo Ibáñez – tu alma máter – en la parte de filosofía, porque ahí hay un programa que nutre, por así decir, con ramos humanísticos a las carreras profesionales, y yo estoy ahí todavía. Pero yo sí estaba de antes en la Chile, como dije, hace más de veinte años que estoy en Filosofía en la Chile y eso lo mantenía cuando era director del CEP. Pero claro, mi vida como escritor y como intelectual estaba muy, mi capacidad de escribir, por ejemplo, era mucho menor que ahora, porque tenía que estar editando los artículos de la revista, porque tenía que estar encargando artículos, juntando a la persona con el tema. Entonces, fue un trabajo fascinante e interesantísimo y yo me entregué por entero a él. Pero mirando las cosas hoy día, creo que fue para mejor lo que pasó.

KC: ¿Pero fue doloroso?

AF: En su momento, sí, claro.

KC: ¿Te deprimiste un poco o no?

AF: No, yo soy poco de deprimirme.

KC: Ah, tienes esa virtud.

AF: No sé si es virtud, yo creo que es una cosa genética no más.

KC: Claro. Hablemos de poesía, porque estuve viendo y lo último que publicaste, quizás que yo esté equivocada, salió publicado en el 2007, que fue Mis ojos por tus ojos.

AF: Sí.

KC: Ha pasado bastante tiempo. Has sido elogiado por tu poesía, pero, ¿qué ha pasado con ella?

AF: Mira, la verdad que no sé lo que ha pasado. Lo que ha pasado es que simplemente me siento a escribir y empiezo a escribir algo narrativo, no poesía. La poesía es como una canción que he ido olvidando. No quiero decir que no he escrito, de repente a lo mejor sale algo, pero no con la cosa habitual de antes. O sea, como que, ¿cómo digo?, es como algo que se me ha empezado a olvidar. Pero leo mucha poesía, eso sí, y está en mi interior – de alguna manera – todo lo que leí de poesía y toda la importancia que para mí tuvo la poesía. Y yo encuentro que la narrativa te permite incorporar mucho de la poesía. Yo creo que en este libro Y entonces Teresa – me lo ha dicho mucha gente – hay mucho de eso, de poesía, de alguna manera. Pero, por alguna razón – y en eso puede haberme influido Pepe Donoso y también Manuel Puig – no es casual que yo haya tenido esos maestros, me empujaban mucho a escribir novela. Me decía: “Tú eres un narrador, tú tienes que narrar”.

KC: Y al momento de enfrentarse a crear ¿son distintas las sensaciones que provoca la poesía versus la narrativa?

AF: Sí, es muy distinto, porque en la poesía, por lo menos la que yo he escrito, el poema es corto, o sea, tú lo haces de un round, digamos, de una sola tirada. Lo puedes revisar veinte veces, lo puedes cortar, etcétera, por supuesto, pero el impulso es como inmediato. Y a mí una de las cosas que me encantaba de la poesía, era poder leer un poema en la estación de metro mientras llegaba el metro, una cosa corta. Y cuando empezó lo de las redes sociales muy fuerte, yo dije, la poesía va a entra aquí con todo. Parece que no ha pasado.

Pero la poesía tiene esa virtud de la síntesis de la brevedad, la concentración de sentido en muy pocas palabras. La narrativa es completamente otra cosa. En la narrativa tú entras y empiezas a ver los personajes, armar diálogos. Yo no me siento a escribir una novela con un plan, sino que voy encontrando la trama mientras escribo, salvo en este caso, que es una bio-ficción y que yo tenía una trama en lo esencial dada por la realidad, que yo no iba a mover. Eso yo me propuse. De tal manera que los hechos centrales que están ahí, son verdaderos, digamos. Ahora, entorno a eso hay mucha creación, por supuesto. Pero es muy distinto sentarse a escribir un poema que estar metido en una novela. Una novela es un viaje largo.

KC: Bien largo. ¿Cuánto te demoraste en Y entonces Teresa?

AF: No voy a contestarte eso porque es mucho. Tendría que empezar a contar. Pero bastante porque se fue armando de pedazos. Además, es una historia, que estaba en mí. Es muy curioso cómo surgió esta novela.

KC: Vamos a hablar de Y entonces Teresa, pero antes de eso quiero seguir un poco con la visión de vida, cómo es Arturo, sus obras previas. Y en ese sentido, también hablar de la relación con Mario Vargas Llosa. Arturo, para que ustedes sepan, ha publicado cuatro novelas, las conté varias veces.

AF: No es mucho.

KC: No, tienes un corpus grande, ya tienes harto, entre la poesía, los ensayos. No, tiene. Es modesto. Y con Oír su voz tuvo una excelente acogida. Y lo que dijo Mario Vargas Llosa fue: «Es una novela profunda». ¿Qué sentiste tú cuando leíste ese comentario de Mario Vargas Llosa?

AF: Bueno, se lo agradecí mucho por su generosidad.

KC: ¿Y cómo fue para ti su fallecimiento? ¿Estabas todavía en contacto con él, porque eran cercanos?

AF: Sí, fuimos muy amigos y estuvo comiendo mi casa como un año y medio antes, poco antes de que se guardara, aquí en Santiago, en una invitación justamente de la Adolfo Ibáñez donde dio una conferencia. Estuvo como dos días y comió en mi casa. Y después, al día siguiente, fuimos a una librería y llegó gente pidiendo firma, etcétera. Éramos muy amigos. Y, además, cuando murió, la familia me hizo señas y yo fui al funeral. Yo fui uno de los que estuvo presente en el funeral, que fue muy poca gente, porque él quiso que el funeral fuera extraordinariamente… 

KC: Pequeño, íntimo.

AF: Pequeño, íntimo. Fue velado en su propio departamento y de ahí nos fuimos a la cremación, como él había ordenado. Él fijó cómo iba a ser cada detalle. Y se cumplió su voluntad.

KC: Quería mandar desde la tumba.

AF: Sí. Ahora, él era una persona extraordinaria, de una simpatía única, de una vitalidad, de una energía. Una mezcla muy curiosa, porque era un hombre de una gran disciplina y, por otra parte, tenía condiciones para indisciplinarse. O sea, él podría haber sido algo muy distinto a lo que fue, digamos. Y yo pienso que la imagen del padre – que era un bohemio, que era un periodista – influyó en él. Pero cuando Mario empezó a trabajar como periodista, que fue una pega que le consiguió el padre, él era muy jovencito, estuvo ahí no mucho tiempo, pero se dedicó con mucha intensidad al periodismo y a la farra. Y fue tal pasión por la farra, que el papá, recibiendo información de periodistas amigos, decidió quitarle este trabajo para que continuara su estudio porque Mario estaba lanzado a la vida en ese momento. Y esto es la contra cara de alguna manera de lo que fue después su vida. Yo creo que él se mantuvo siempre con esta tensión. Pero tenía una simpatía natural, como digo, extraordinaria.

KC: Puedo dar fe, porque entrevisté a Leila Guerriero y contaba lo mismo, que es una familia súper particular, muy cariñosa y que él también era una persona, así como tú la estás describiendo.

AF: Sí, era un hombre divertido, un gran contador de anécdotas. Le gustaba el vino español, el tempranillo. Le gustaba comer lentejas, ese era uno de sus platos favoritos, las lentejas. Y no soportaba comer algo que tuviera cuesco. Bueno, los escritores son gente especial.

KC: ¿Y es verdad? ¿qué milagro presenciaste, esto que viste tú? ¿O ya no? Es que cuesta creerlo. Ya van a enterarse.

AF: Es que es verdad, es una cosa increíble. Lo que pasa que no se produjo, a ver el milagro consistió en que él estaba con el pelo completamente blanco desde los cincuenta años, yo creo, o cincuenta y cinco años, es un tipo que encaneció muy temprano, tenía todo su pelo, pero muy blanco. Seguro ustedes recuerdan la foto de él con el pelo blanco. Y cuando yo lo veo en el cajón, tenía el pelo negro. Entonces, pregunté y ahí me dijeron, no, lo que pasa es que se le fue poniendo negro el pelo mientras se iba enfermando, posiblemente por alguno de los remedios, qué sé yo, que le daban. Entonces, el pelo se fue oscureciendo y estaba con el pelo oscuro. Y como siempre pasa con alguien muerto, claro, con la piel muy estirada. Entonces se veía muy joven. Era realmente un milagro.

KC: Vamos a tener que averiguar cuál es el remedio. Volvamos a ti con La vida doble, que fue publicada el 2010 por la editorial Tusquets, que es una editorial fascinante. Tu libro fascinó a Carlos Fuentes, también a Mario Vargas Llosa, a muchos críticos, pero, ¿a qué crees tú que se debió el éxito esa novela? ¿qué fue lo que tocaste en el alma de los lectores?

AF: Yo pienso que fue el tema de la traición y la voz atraidorada de la protagonista. Porque es la historia de una mujer que estaba en los servicios de seguridad y que ha sido una traicionera en el fondo. Yo creo que eso fue lo que interesó, el tono. Esa es una novela que debo haber escrito ochocientas páginas para escribir esa novela que tiene, no sé, doscientas cincuenta. Y puedo haber escrito fácil, ciento cincuenta páginas, antes de encontrar la primera frase. Y de repente escribí esa primera frase. Y dije, no escribo más por ahora.

KC: ¿Y te acuerdas cuál es la primera frase? 

AF: Eh, no.

KC: No lo vamos a poner en aprieto ¿verdad? No seamos malos. 

AF: Pero es la primera frase, digamos el primer párrafo de la novela. Al día siguiente lo volví a leer y dije, aquí empezó la novela. se repente había pescado la voz del personaje y podía trabajar desde esa voz. Es una historia con mucho suspenso, con balas, en fin, con muertos.

KC: Combinaste a Puig, Donoso y Fontaine. Una tríada.

AF: Ojalá. Pero fue muy satisfactoria, esa novela me ha dado mucha satisfacción, la verdad. Ahora, es una novela dura, una novela oscura, no es una novela alegre. Pero creo que agarra.

KC: Bueno. Vamos a ir Y entonces Teresa. Antes de comenzar a indagar en ella ¿nos podrías leer el comienzo?

AF: Claro.

KC: El primer párrafo.

AF: «Y entonces ella, que se sabe inteligente. Ella, Teresa, una mujer casada y con dos hijos, una mujer aficionada a la lectura y a la música. Una mujer de espíritu libre que sabe cómo son los hombres, lo está dejando hacer. Eso es lo ridículo. Y sí, Gustavo, el mago hermoso, por su espalda pasa a ratos una especie de escalofrío y siente miedo de sentir miedo. Entonces, es bueno poder abandonarse la risa que todo lo perdona y esa carcajada insistentemente baja de Vicho enredándose a la suya, la conforta y anima y apoya. Porque él se ríe de lo que ella dice, y también de puro gozo al verla reír. O incluso cuando se imagina que ella ya se va a alargar a reír. Son esas risas las que habría que interrumpir y detener. Son ellas las que están creando esta complicidad maldita. Son ellas las que evaporan su sentido de responsabilidad de mujer casada y hacen que tomarse en serio lo que ocurre, que es nada, por supuesto, nada, es absurdo».

KC: Yo quiero que hoy día nos cuentes, Arturo, porque tú dijiste que te demoraste más de lo que quieres confesar en escribirla y yo creo que eso tiene relación con la historia de Teresa Williams. 

AF: No, Wilms.

KC: Wilms, que me cuesta, Wilms Montt. ¿Cuál es tu vínculo con ella? ¿Cómo es el germen de esta novela?

AF: Mira esta novela a mí me fue llegando como por oleadas en mi vida, sin que yo me diera cuenta que era una novela que yo quería escribir. Era una historia que me inquietaba, que me intriga. Y la primera vez que oí la historia de esta mujer, que es de comienzos del siglo XX, una viñamarina que se casa con Gustavo y tiene este amante que va a ser Vicho y se va a producir un escándalo en Santiago, porque se descubren las cartas.

KC: O sea, Netflix hubiera estado feliz.

AF: Sí, yo creo. Claro, se descubre no solamente el adulterio, sino que las cartas. Y como vemos ahora con los WhatsApp, una cosa es que tú sepas más o menos lo que pasó, otra cosa es ver la cosa escrita. Entonces, las cartas escritas por ella causaron mucho escándalo porque eran cartas íntimas. Entonces, yo oí esta historia, primero de mi abuela que me la contó muchas veces cuando yo tenía diecisiete años por ahí. Y después, cuando una tía abuela mía, se murió mi abuela, y cuando una tía abuela mía se enfermó y me avisaron de que ya difícilmente se iba a levantar, fíjate, que yo la fui a ver.

KC: A la tía abuela.

AF: Para que me contara la historia, ¿por qué? Porque ella era hermana de Gustavo, o sea, el marido de Teresa Wilms ¿Y por qué? Y ahí ella me contó de que no solamente era hermana de Gustavo, sino que, además, cuando se produjo el drama, Teresa se fue a alojar a la pieza de ella, Olga. Entonces fue su confidenta.

KC: No te puede creer, ¿era la niñita? 

AF: Sí, esa niña como de catorce años.

KC: Sí. Tienen que leer la novela para que entiendan.

AF: Claro. Entonces ella me contó muchas historias. Ella era una periodista del cierto éxito, sacó el premio Lenka Franulic, o sea, era una mujer muy distinta que mi abuela. Era mucho más factual, más de datos. Y ahí quedó la historia como una historia que a mí me interesaba tener. Y después, cuando yo estudiaba en Columbia, en Nueva York, veía con frecuencia a un amigo bastante mayor que yo, que a su vez había sido amigo de Jorge Cuevas, el famoso Marqués de Cuevas, que era muy amigo de Teresa Wilms, de Vicho y de Joaquina Barbello, que es el otro personaje que está en la novela. Todos estos son personajes que están en la novela, y él, curiosamente, Cuevas, el Marqués de Cuevas, le hablaba a este amigo que era chileno de esta historia y él estaba muy comprometido con la historia, porque resulta que la hija de Teresa Wims, la hija mayor, la chica, se casó con un ruso, un noble ruso que le presentó el Marqués de Cuevas. O sea, el Marqués estuvo como protegiendo de alguna manera a la familia, ayudando, le presentó el marido. Y yo conozco a la hija de ellos dos, la conocí en Nueva York, tengo contacto con ella.

KC: Una de las cosas que impresiona realmente es hacer la unión de que es un hombre el que toma el rol de Teresa. O sea, yo a veces decía ¿cómo lo logra? Porque tiene una sensibilidad y realmente, como mujer, no dudé jamás de que Teresa era Teresa y que había un Arturo que me estaba escribiendo sobre Teresa. La verdad es que tienes una sensibilidad especial ¿Cuánto te costó ponerte en la piel de ella?

AF: Mira, fue curioso lo que pasó porque de repente yo empecé a sentir que quería escribir la historia y quería escribirla un poco a partir de lo que había oído, pero también de lo que yo imaginaba, pero no me atrevía. Y, de repente, escribí una escena, una escena que estaba adelante en la novela, que es un diálogo cuando ya Vicho y Teresa están metidos, digamos, y es una conversación que tienen ahí. Y escribí eso. Y cuando escribí eso dije, yo puedo hacer esto. Pero no me fue fácil, me costó mucho. Lo trabajé harto, la verdad. Frase a frase.

KC: ¿Te generaba inseguridad?

AF: Sí, me generaba inseguridad por el hecho de ser una mujer y por ser una mujer de otra época. Y me producía terror la idea de que yo recortara, por así decir, sobre el comienzo del siglo XX chileno, la realidad de hoy y que las personas hablaran como hablamos hoy. Uno de los puntos más difíciles fue crear un lenguaje que fuera un poquito arcaico, un poquito distinto como hablamos hoy. Lo suficiente como para que tú sientas que estás en otra época, en otra sensibilidad. Lo que a mí me producía mucho miedo era eso y estaba todo el tiempo alerta. Y por supuesto, se me metían muchas frases de hoy que después tenía que decir “no, esto no se puede decir”. Ahora, me ayudó mucho el recuerdo de la voz de mi abuela porque muchas veces yo me decía, a ver ¿esto lo diría así mi abuela? No, entonces cambiaba.

KC: Esta es una novela que además retrata mucho, pero mucho, el Chile de la época de oro del salitre, de cuando Alessandri se estaba postulando a Senador por Atacama. Es una época que en el colegio uno estudia mucho, yo diría hoy día que el lujo hubiera sido leer esta novela mientras estaban tercero medio o preparándome – en ese minuto – para la prueba de aptitud, hoy en día para la PAES. Y entonces, también se puede leer como una docuficción. Me encantaría saber cómo abordas tú la investigación histórica.

AF: Bueno, lo que pasa es que Gustavo y Teresa se van a vivir a Iquique. Gustavo tiene un trabajo allá en Iquique y ella empieza a desarrollarse como escritora en Iquique. Y en eso llega Arturo Alessandri como candidato, desafiando al candidato conservador que hay en ese lugar y desafiando toda una corruptela que hay en la municipalidad Iquique, que probablemente era la municipalidad más rica de Chile. Entonces, aparece este joven político y en el grupo de las personas que vienen con Arturo Alessandri para su campaña, viene Vicho. Y eso es real. Entonces, el reencuentro de Vicho y Teresa después de estas escenas primeras de coqueteo, pasan unos años y se vuelven a encontrar. Pero ya él ha venido a Iquique en esa calidad, como parte del equipo de campaña de Arturo Alessandri Palma. Y es una campaña muy dura, porque hay grupos anarquistas muy violentos, está todo el tema de la cuestión social, el tema de la salitrera, en fin, es un momento políticamente muy cargado. Y a mí me pareció que había que darle a eso, su espacio. Esta novela un poco es como un embudo, o sea, parte siendo ancha y se van goteando, digamos. Parte siendo ancha en el sentido que hay muchos personajes, situaciones, es un poco abierto como mar abierto, pero después se va concentrando en la pasión arrebatadora de Teresa y Vicho.


KC: 
Exactamente. porque va cambiando el ritmo, la narrativa va cambiando cuando comienza y al final. Si bien los capítulos son breves, aún son más breves, y ahí netamente, diría la penúltima y la última parte es Teresa, se nos va el Chile que va describiendo Arturo, se va diluyendo, pero hay frases y cosas que son realmente impactante: «Hay que electrificar, Chile es el futuro». Voy a citar de nuevo: «y hay que expandir velozmente la red de tranvías eléctricos, la que tenemos es insignificante, y traer automóviles. No más carros de sangre por el amor de Dios». Y en ese sentido también, hay una parte que es muy interesante, que es la parte donde se habla de los conflictos sobre, en general, el tema femenino, de esta tensión que uno piensa que la tenemos hoy día. Y Arturo habla sobre el rol de la mujer y de la maternidad. Cito: «No hay nada natural en la maternidad – dice Gustavo irónico – nada. En el sentido en que tú te lo imaginas – le responde ella ceñuda así. Ella es otra, es implacable. Llega a dar miedo. Ese es justo el punto – le dice Borda. Teresa llega a dar miedo».

 Y así en esta novela, Arturo nos lleva de la mano para descubrir un Chile tan distinto y que justamente uno de los temas que me llamó mucho la atención es el lenguaje. El lenguaje y cómo abordas el tema político sin que se haga un ladrillo, sin que sea pesado, y para uno que tiende a olvidar mucho, voy a citar aquí, cuando Arturo Alessandri está en el norte: “Y Alessandri volvió a tomar la palabra para atacar la violencia venga de la izquierda o venga de la derecha, venga de los anarquistas que siembran el caos o de los matones que invocan el orden y cobran la coima. Quiero condenar esta obra del odio – dijo. Apuntó al pobre Borda a su lado, cabizbajo, apoyado en su bastón y con su cabezota vendada. Nosotros no creemos en el odio – dijo. El odio, nada engendra, sólo el amor es fecundo. La frase sería famosa y la repetiría después muchas veces».

AF: Bueno, lo primero que leíste tiene que ver con un empresario, que es uno de los financistas de la campaña que aparece ahí en Iquique, que apareció antes también en la novela, y que es un empresario que se supone está tratando de electrificar Chile, porque tiene un negocio en eso, digamos, y entonces es un gran enemigo de los carros de sangre, porque en ese momento había estos carros tirados por caballos. Era como el metro tirado por caballos, digamos. Y, por supuesto, estaba lleno de carreteras, coches y carruajes, y entonces él ahí hace todo una crítica de eso, de la inmundicia que eso produce, la cantidad de moscas, de bacterias. El hecho de que hay como doscientos, que eso lo investigué, por ejemplo.

KC: Me imagino.

AF: Eso lo investigué bastante, cuántas vacas había en las esquinas de Santiago porque no había leche en cartón, se fijan ustedes. La única manera de tener leche al desayuno era que alguien fuera a la esquina y ahí había alguien ordeñando una vaca y tú salías con tu leche. Así funcionaba el mundo en ese momento. Entonces, eso para mí fue muy interesante y logré pescar unos artículos donde había una cifra aproximada. No eran muchas las vacas, pero suficiente como para que hubiera muchas moscas. Entonces este empresario, ese capítulo está hecho con cierta ironía, hay un cierto humor sutil en varias partes de la novela. Y eso está hecho con cierta ironía, porque él se cuelga de este tema de las moscas y las bacterias, y todo esto para meter su negocio en realidad, que es lo que a él le interesa.

KC: Sí, pero también nos muestra un Chile que está en una tensión de cómo abordar el futuro y dejar una tradición. Y esa tradición también se ve en las instituciones, se ve en el rol de la mujer, se ve en el rol del hombre, de cómo estamos enfrentando el tema de la ciudad versus el campo. Entonces, es una novela muy compleja en ese sentido, porque nos hace ver cuando una sociedad está a punto de cambiar, y nosotros sabemos que va a cambiar y sabemos que va a venir el salitre sintético. Y nadie se lo pregunta. Estamos en plena guerra, Primera Guerra Mundial. Entonces, es súper interesante, como registro histórico, como registro humano y como también una poeta que quiere seguir sus sueños y no puede y quiere vivir el amor. Eso, no les quiero contar más porque estaría dando un spoiler. Pero miren esta frase que la dice Paulina.

AF: Amiga de Teresa.

KC: Amiga Teresa: «Esa es tu confesión. Lo que una mujer más quiere no es sexo, sino que la enamoren – se explica Teresa». Sabes que leí eso y dije, guau que lo diga Teresa, digamos, pero yo sabiendo que el autor es un hombre. Es una gran cosa. Pero no solo eso, yo les quiero decir que hay algo magistral en cómo Arturo logra compenetrarse en las descripciones, en hacernos ver cosas que con palabras a veces es difícil, y eso solamente los buenos escritores lo pueden hacer.

«En la noche Teresa ve el desierto oscuro, abierto como un mar seco – dijo extendiendo su brazo- Aquí, allá de lucecitas, de estrellitas vacilantes que se te pierden en el horizonte. cientos y cientos de distintas salitreras. La camanchaca silva en las calaminas de los tejados y se congela en tu camisa». 

Ahora yendo un poquito más Arturo, a este viaje, que estoy buscando aquí, mi ayuda de memoria, obviamente. Tú eres un padre que viviste una separación con un alto grado de exposición pública. Has declarado que tus hijos son un compromiso irrenunciable, y vemos, disculpen spoiler, que justamente Teresa deja a sus dos hijas pequeñas. ¿Pensaste en esto?

AF: Sí, yo pensé en eso. Bueno, no sé cuánto contar de la trama, digamos, pero yo quise, por lo menos, que quedara con mucha intensidad la maternidad de ella, el instinto maternal de ella. A pesar de todos los pesares, de todo lo que ocurre y que es un poco producto de la circunstancia y de la crueldad con que se actúa respecto de ella, porque ella fue tratada en forma espantosa.

KC:  Espantosa. Es de no creerlo.

AF: Es de no creerlo. Entonces hay que ver, lo que fue eso. Y fíjate, que a propósito del tema del papel de la mujer y todo eso, que es una de las cosas que está en la novela como tú lees, yo una de las cosas que quise hacer fue poner esto del machismo en los hombres, pero también en las mujeres.

KC: En su suegra. Ustedes no saben. Les regaló su suegra.

AF: En la suegra y la madre, son tan duras como el marido cornudo, digamos.

KC: 

AF: Entonces, a mí eso me pareció muy interesante, ese choque de visiones entre ellas. Ella está en un mundo más moderno, donde es escritora y quiere salir adelante, digamos, y tiene su personalidad. Y este mundo conservador que no puede aceptar eso, pero que está en la mente de mujeres, no solo de hombres.

KC: También es una novela de múltiples voces con un narrador que tenemos en tercera, pero también múltiples primeras personas. Es una novela tremendamente moderna, lo que se llama posmoderna, porque tú pudiste jugar con el estilo, con el ritmo, como dije, con los narradores. ¿Cómo te imaginaste tú este proyecto narrativo?

AF: Mira. A ver, como les decía, yo tenía clara la historia de Teresa Wilms, que yo quería respetar, yo no quería inventar, digamos, que había tenido un hijo hombre, por ejemplo. O que había tenido otro amante. No, yo quería respetar los hechos básicos e imaginar a partir de ahí, por eso es una bioficción. Ahora la forma como se fue construyendo la novela fue bien azarosa. Te voy a decir, o sea, fue bien como dependiendo de la escena. Había ciertas escenas que yo las escribí en tercera persona y me daba cuenta que no funcionaban, entonces buscaba por la primera, qué sé yo. Todo esto mira, por lo menos yo, soy un escritor muy ineficiente, quiero decirlo, no estoy recomendándole a nadie, pero yo voy como tanteando todo el tiempo. O sea, yo tengo por ahí un artículo que publiqué en México que se llama Yo pienso con mis dedos, y hay algo de eso en mí. O sea, yo pienso mientras voy escribiendo y se me van ocurriendo las cosas en ese momento, no antes. No es que yo me sienta a decir esa frase que tú has leído, las voy a anotar, por así decirlo. No. Simplemente que en el momento de escribir se me ocurren y las voy cambiando y modificando. Lo mismo con la estructura de voz en narrativa que tú bien ves, es una estructura bastante polifónica, digamos, ¿no? Y eso, algunos lectores me han dicho que se han sentido un poco extraviados por eso, que se han perdido un poco porque cambia la voz y claro, hay que aguantar una página para captar quién es, por ejemplo.

KC: Que cambia la voz, no hay aviso, y dijo, no, lo que está haciendo Arturo es tremendamente contemporáneo y moderno y se agradece mucho. Lo agradezco, yo lo agradecí.

AF: Me alegro mucho.

KC: Pero bueno, vamos a ir cerrando Arturo. Cuéntame ¿Estás escribiendo algo nuevo o estás descansando? 

AF: Sí, estoy avanzando en otra novelita, vamos a ver.

KC: ¿Novelita o novelón?

AF: Novelita, está va a ser corta, yo creo, ojalá. Toda mi vida he querido escribir una novela corta y no me ha resultado.

KC: Es que es difícil escribir novelas cortas, yo les tengo que decir. No es fácil.

 

Cierre

¿Te impactó lo de Mario Vargas Llosa? Es de no creer. Pero voy a tener que suspender mi incredulidad.

Acuérdate que Espiral es para ti, un programa con entrevistas en profundidad a los mejores escritores de habla hispana, compártelo, ponle un like y déjame un comentario donde sea que lo escuches. Así se convierte en una conversación.

Nos vemos el otro mes, con un gran entrevistado, Edmundo Paz Soldán.

Chaoooo.

 

 

Lee. Escribe. Crea con Arturo Fontaine.