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#42 Cinco madres literarias y un poco más

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Hola, hola, ¿cómo estás? Soy Karen Codner y grabo en Santiago de Chile este episodio 42, y es una luminosa mañana de 5 de mayo, tengo muchas ganas de volver a viajar. Pero lo veo bien difícil por el momento en que estamos, me gustaría conocer Marruecos y  correr la maratón de Londres en octubre. Pero al igual que tú no me queda más que mi imaginación para volar, que es un arma poderosa y que todos tenemos sin distinción. ¿Qué más democrático que ella? Cuando escuches este capítulo de Espiral ya habremos celebrado el Día de la madre en Chile. ¿Cuándo se celebra en España, México o Estados Unidos? ¡Cuéntame! Por eso hoy voy a reflexionar sobre mis otras “mamás”, las que me ayudaron a forjar un interés supremo por la lectura y la creación. 

Como siempre, mi recuento personal:

Tal como te conté en el capítulo anterior fue una odisea el cambio de nombre y música del podcast. Pero estoy muy contenta, me encanta el nombre Espiral y la música la encuentro inspiradora, feliz.  Mi amiga Alejandra Nudman me acaba de decir que le gustó mucho la nueva cortina del podcast. Hoy tengo otra novedad: una nueva página web, con un diseño más amigable donde es más fácil encontrar el contenido. Por favor, por favor, visítala y dime qué opinas. Si se te olvidó donde encontrarla es súper fácil www.karencodner.com.

El episodio de la ilustradora Cata Bu generó empatía, estoy segura de que en el futuro vamos a escuchar puras buenas noticias sobre su carrera. El último boletín parece que le gustó a muchos suscriptores (acuérdate que ahora lo mando todos los lunes, solo hay que inscribirte en mi página) al parecer abordé un tema con el que muchos se han sentido identificados:  el Síndrome del impostor. De cierta forma me ayudó contar el período que estoy viviendo, casi como una niñita que se desahoga con sus padres, me fui superando el síndrome. El lunes pasado me senté a escribir (reescribir en realidad) con más ganas y algo de seguridad. Pedro Araya, un suscriptor, fue uno de los primeros en mandarme un correo y me gustó mucho que así lo hiciera, él me dijo algo muy cierto: “hacer las cosas por amor al arte, como se dice, siempre lleva a dudar”. Además que descubrió que él también sufre del síndrome y ojo, él ha publicado dos veces y todavía no se considera escritor. ¡Vamos Pedro, dejemos fuera este síndrome que nos hace confundirnos! Ana Henríquez me escribió: “¡siempre te leo!”, y mi hermana querida, Ethel, también me dijo que le gustó mucho el tema. 

Ahora vamos con las 5 madres literarias y más

1. Mi mamá: lejos la más importante

Sin ella jamás habría sido lectora y sin su afán de leer, de comprar libros, de invertir tiempo y tomar cursos de literatura,  nunca me habría convertido en una obsesa del tema. He hablado varias veces de mi mamá aquí en Espiral pero nunca es suficiente. No te  imaginas la emoción que siento cuando hay un libro con su firma (que ella leyó) o alguna tarjeta escondida entre las páginas. Tan solo el martes pasado encontré un sobre que tenía escrito mi nombre y el de mi marido. Lo divertido es que no tengo ningún recuerdo específico de ella y yo leyendo, o comentando algo. Solo cuando fuimos juntas al taller de lectura del gran Alfonso Calderón. Pero mi mamá me envuelve con sus pasiones, porque ella era una mujer súper atrevida, pionera diría yo. En este sentido es más que una mamá literaria, diría, es una persona que me permitió aventurarme a probar y a disfrutar con algo tan sencillo como un helado ¡Qué seríamos todos sin las benditas mamás!

Reseña a: Lo que el viento se llevó – Margaret Mitchell | Libros de  Manderley

2. Enid Blyton y Margaret Mitchell  

He sido súper injusta con Enid Blyton, esta autora inglesa que murió en 1968  y que borré de mi chip mental por muchísimos, varios, innumerables años, pero que al convertirme en mamá y al incentivar la lectura en mis hijos (gracias a mi amiga Claudia que sin querer queriendo me contó que su hija la estaba leyendo). Yo creo que tenía como diez años cuando la descubrí y fue la primera autora que me hizo sumergirme en sus sagas. Eso mismo le sucedió a mi hija menor con “Las aventuras de Santa Clara”. A mi parecer es una autora bastante desconocida entre los pre adolescentes y no entiendo por qué. Reconozco que no he querido volver a leerla para no romper el hechizo de su magia. A Margaret Mitchell le debo haber conocido más vieja, a los 15 años, con su pasión y su tema de la esclavitud, y quedarme enterrada en el sofá y llorar, literalmente llorar. Tenía quince años cuando comencé a leer “Lo que el viento se llevó” y no lo solté más hasta que lo terminé. Gracias a Mitchell conocí la sensación de rapto que te da una buena historia, de cómo un lector se puede casi anular del mundo mientras se sumerge en siglos y familias que nada tienen que ver contigo. ¿Con cuál libro te ha sucedido? Si no sabes por dónde comenzar a leer, escucha el capítulo trece que le hice el año pasado a Ana Josefa Silva y a Francisco Mouat con buenas recomendaciones para regalar a tu mamá. 

File:Guiraldes, Ana Maria -FILSA 2016 fRF02 cr.jpg - Wikimedia Commons
La escritora chilena Ana María Güiraldes en la Feria Internacional del Libro de Santiago 2016.

3. Ana María Güiraldes

Ella es una escritora y tallerista chilena que me recibió con las manos abiertas. Han pasado tantos, tantos, tantos años, creo que era el 2004 cuando asistí por primera vez a su casa en el centro de Providencia. Llegué atrasada porque en esa época no existía Waze y no encontraba la calle. Fui casi tres años a su taller en las mañanas, creo que los martes o miércoles. Este fue mi primer taller de creación literaria y, junto a al menos a siete alumnas, nos encerrábamos toda una mañana para comentar y escribir. La metodología era siempre la misma: un pie forzado de tarea. Un pie forzado es un tema, una frase o algo que te obliga a escribir. Por ejemplo, un cuento en que una mujer tenga los ojos verdes. Gracias a Ana María entré en el mundo de la literatura hispánica y recuerdo con mucho cariño ese tiempo. ¡Gracias profe!

4.  Mónica Lavín

Otra escritora de renombre, trayectoria e importancia tremenda en México y a nivel latinoamericano e hispanoparlante. A Mónica la conocí hace un verano en Tepoztlán cuando fui a un seminario de escritura por Under the Volcano. Era un tiempo alejado del Covid-19 y todavía éramos libres. Mónica tiene un talento innato para sacar lo mejor de ti, te obliga a meditar sobre cada palabra y concepto. Es una escritora como pocas y una elegancia que para mí es clave al momento de escribir. Si no lo has leído te recomiendo “Yo, la peor” que ficciona sobre la vida de Sor Juana Inés de la Cruz. 

No aceptes caramelos de extraños de Andrea Jeftanovic - Bajalibros.com

5. Ana María Del Río y Andrea Jeftanovic

Dos chilenas y dos escritoras que de verdad, son increíbles. A Andrea la conozco hace diez, quince o veinte años.  ¡Ohhhhh! Pero siempre me impactó su ojo crítico, una pluma que es capaz de describir el horror con palabras hermosas (te recomiendo “Escenario de guerra” y “No aceptes caramelos de extraños”). Ella fue una de mis lectoras antes de publicar mi  libro “Respirar bajo el agua” y gracias a Andrea conocí a Ana María Del Río, que ha publicado muchísimo, inolvidable es “Siete días”. Con Ana María trabajé harto la escritura de mi actual novela, nos reuníamos semanalmente en un café para comentar lo que había escrito. Sin ellas dos no estaría hoy aquí en este rol híbrido, poco delimitado en que se ha convertido en el rol de escritora y comunicadora con el podcast Espiral. Y claro me han ayudado a  terminar mi futura novela. 

Me gustaría seguir contándote sobre otras “mamás” porque he sido bendecida con una enorme cantidad de mujeres que me han marcado. Por ejemplo, como olvidar a mi primera profesora de pan, la panadera Claudia Warnken, que tiene su mini empresa que se llama Mazza Moma, o una mujer que me inspira con palabras de Torá  y que el mundo es mucho mejor con ella, mi querida Rivka Rosenbaum. A Carolina Ramírez que me enseñó yoga (empecé a ir con mi mamá y hoy sigo practicando). O a la señora Elba, mi nana que me cuidó cuando chica y que cocinaba como la mejor chef francesa. O la Rosita que hoy trabaja en mi casa y que goza cocinando como ninguna y sazona como pocas. Podría seguir, pero mejor paro aquí. Lo importante es que este tipo de madres te permitan volar lejos, comprender su legado y luego iniciar tu propia ruta. Porque en caso contrario no serían madres, sino cadenas que te limitan. Es muy difícil vivir una vida creativa, sobre todo cuando hay tantas personas en el mundo que lo hacen increíble, pero esto de la creatividad debe siempre ir acompañada de mucha constancia y rigurosidad, quizás lo más difícil de todo. ¿Cuáles han sido “tus mamás”? Cuéntame. Acuérdate que siempre puedes leer la transcripción en mi página web www.karencodner.com.

Chaooooo.

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