Una autora con el arte de transmitir los sentimientos e identificarnos con sus personajes.
Natalia Ginzburg es una de las mejores escritoras de la literatura universal y contemporánea. Cuando la leemos sentimos una cercanía única a pesar de que la trama transcurre hace mucho. Esto solo lo logran los grandes autores. Sus libros te hablan al oído, son un susurro de intimidad, de las pequeñas vidas de mujeres y hombres.
Cualquiera lectura de Ginzburg es un deleite.
Natalia Ginzburg y su literatura
Ginzburg nació en Italia en 1916 y falleció en 1991. Comenzó su carrera como novelista en 1934 con El camino que va a la ciudad (1942, bajo el seudónimo de Alessandra Tornimparte) y la volvió a publicar en 1945 bajo su autoría. Es una escritora prolífica con cuentos, novelas, piezas de no ficción y piezas teatrales.
Ella se centra en el concepto del “pozo”. Para Ginzburg el “pozo” es decir la melancolía, es algo que atraviesa a todas las mujeres del planeta. Concuerdo con ella. La melancolía entendida como una forma de mirar la vida, ser feliz a ratos, una mirada algo triste, con tropiezos de alegría.
Hoy voy a profundizar en su opera prima El camino que va a la ciudad y la otra semana, en su segunda novela Y eso fue lo que pasó.
El camino que va a la ciudad y otros relatos
En esta novela publicada por Acantilado se incorporan también 3 relatos breves. En El camino que va a la ciudad, la protagonista es Delia, una joven sencilla de campo y ve en el matrimonio la única solución para abandonar el campo. Ella sigue los pasos de su hermana mayor. Pero veremos, que en ninguno de los dos ambientes alcanza la felicidad.
A cualquier escritor novel le habría fascinado publicar una novela de este calibre. Si bien no es la mejor de Ginzburg es la que nos marca el camino para lo que vendrá en los próximos años. En este artículo de Letras Libres pueden leer la importancia de esta primera novela en la literatura de Ginzburg.
Uno de los aspectos trascendentales de esta novela de 161 páginas es el rol que juega el matrimonio como un competente rupturista. El matrimonio es una institución destinada al fracaso. Las mujeres viven en casa, no trabajan y solo tienen dos opciones: casarse para ser madres o bien, arrojarse al amor libre y caer bajo. En ninguno de los escenarios son felices. Es tremenda la desazón que Ginzburg transmite. Es interesante la reflexión que se hace en el podcast Libros no obligatorios sobre la literatura de Natalia Ginzburg. Les recomiendo esta reseña de Manuel Hidalgo en El Cultural.
Justamente en ese concepto de camino, tal cual se llama la novela, la escritora va trabajando con la idea de abertura dentro de un ambiente asfixiado por familias que aún deben casar a las hijas lo mejor posible como una transacción económica. En esa misma línea, hay un simbolismo entre el campo y la ciudad.
Delia sale de la casa materna hacia la ciudad donde se transforma en una mujer diferente, abierta a la sociedad, dispuesta a vivir hacia afuera. Es la ciudad que bulle y donde Delia también conoce un yo desligado del legado determinista matriarcal. Se convierte en madre, pero -como muchas mujeres de Ginzburg– no cumple su rol con alegría y amor. En la maternidad no encuentra la realización ni tampoco la felicidad. El camino por lo tanto, cobra una dimensión cercana a la pérdida. La mujer es unilateral, nace para casarse, ser madre y señora. En el camino a la ciudad hay una obertura, pero la tragedia es que tampoco se encuentra la pócima mágica.
En esta edición de Acantilado el prólogo que escribió la misma Natalia Ginzburg nos ayuda a entender lo que quiso transmitir. Se abre de manera brutal a su intimidad como hija, madre, escritora.
“Por primera vez sentí el deseo de escribir algo que le gustara a mi madre…Quería que cada una de mis frases fuese como un latigazo, una bofetada”.
Natalia Ginzburg nos comunica que con este relato culmina un proceso de sanación entre la hija y la madre.
Además dice “quería que cada una de mis frases fuese como un latigazo, una bofetada”. Esto es mucho decir para una autora que por primera vez publica. Denota un arrojo particular, pero sobre todo, confianza en que va a manejar bien el arte estilístico. Está consciente del poder que tienen las palabras y de cómo se pueden crear realidades precisas y dolorosas a partir de ellas. También se muestra vulnerable sobre sus dotes; desconfía poder escribir una novela y no caer otra vez el cuento.
“El relato breve es necesario tenerlo entero en la cabeza, como si estuviera perfectamente encerrado en su cáscara, mientras que una narración larga se desovilla sola, casi se escribe por sí misma”.
La literatura de seres comunes y corrientes
Los personajes que se desarrollan en esta novela -como todos los que aparecen en Ginzburg– son simples. Es la historia de mujeres y hombres que buscan trabajo, son pobres, algunos más ricos, pero todos tienen en común vivir vidas sencillas.
“Desde entonces, siempre que uso la primera persona me doy cuenta de que yo misma, subrepticiamente, me cuelo en mi propia escritura” nos dice Ginzburg al reflexionar sobre el conjunto de 12 personajes que ha creado. “Mis personajes nunca han tenido apellido” añade. Son seres anónimos, universales, con una individualidad limitada por el entorno en que nacen, viven y mueren.
En la literatura de Natalia Ginzburg no hay grandes hazañas ni momentos heroicos. Son seres comunes, los pueblos en que viven, también y universales. Es casi un tropiezo, un dato que sean italianos, porque este tipo de pueblo y este tipo de personajes subsisten en todos los países y tierras.
Sobre los 3 cuentos que se publican junto a la novela, cada uno es extraordinario.
En Una ausencia –narrado en tercera persona y en pasado– Ginzburg trabaja magistralmente el conflicto ante la ausencia de Anna, la mujer y la soledad de su marido Maurizio quien queda solo en la ciudad a cargo de su pequeño hijo. El lector ve a un hombre que quiere echar de menos a su mujer, cree amarla, cree amar a su hijo, pero de una u otra manera todo es un teatro para explicarse su vida. El drama es justamente en ese engaño: Maurizio es incapaz de amar.
En el segundo relato En la playa, también en voz masculina pero en primera persona. Es la voz de Walter, un joven que viaja a la playa a visitar a su amigo quien enfrenta una crisis matrimonial. Es la historia del amor marital, del engaño y de un futuro triángulo amoroso.
Por último en Mi marido, es el más inquietante de los tres, la voz es la de una mujer en primera persona quien narra la sobre la imposibilidad del amor dentro de un matrimonio por conveniencia. Les recomiendo sin duda este cuento, que te deja enganchado porque en su síntesis se esconde el drama más enorme: una mujer que jamás será amada por su marido.
Estos cuentos los pueden encontrar en una edición de Lumen con otros relatos que son magistrales.