Llevo un año y medio impartiendo clases en un taller de escritura creativa con alumnos adolescentes. La más joven de 15 y el más “viejo” de 18. Dos jueves al mes nos reunimos en mi casa a trabajar en microficción. Este taller de escritura creativa–me encantaría ponerle un nombre– se ha convertido en un gran sorpresa. Los adolescentes son geniales, inesperados. Comencé en abril del 2017 y con el tiempo me he ido exigiendo más y más para hacer las clases entretenidas. Hay muchos recursos en Pinterest y libros con ejercicios, además los ejercicios de Alberto Chimal son increíbles.
Gracias a este taller de escritura me convertí en profesora, algo que siempre había anhelado y nunca me había atrevido.
Aquí las sorpresas que me he llevado en el taller de escritura:
1. Algunos son tremendamente puntuales y otros transitan en un universo paralelo
La cita es a las 6 de la tarde, algunos llegan a la hora. Pero siempre hay excusas, el taco, me puse a hacer otra cosa, voy en camino. Al comienzo los esperaba, pero me he dado cuenta de que es mejor comenzar y que cada uno vea lo que conviene.
2. El WhatsApp es mucho más que un chat.
Yo no tenía idea pero para ellos el grupo de WhatsApp funciona como una agenda. En el asunto del grupo anotan la tarea, la fecha de la próxima sesión, recordatorios. Algunos se demoran en contestar o no ven sus teléfonos. Así me esfuerzo por no presionarlos, aunque a veces dan ganas de llamarlos por teléfono y decirles “¿por qué no contestas el WhatsApp? ” Pero ya aprendí, no todos los adolescentes viven súper conectados. O quizás ven el mensaje pero no sienten la necesidad imperiosa de contestar inmediatamente.
3. Escriben en el teléfono
Yo todavía soy incapaz de escribir ficción en mi teléfono. Me suena antinatural, pero con los jóvenes es todo lo contrario. Muchas veces leen algo que solo escribieron en el teléfono.
4. Son apasionados
Me encanta la actitud: con ganas, con pasión. Muy pocos han faltado a las clases y si lo hacen, es por un motivo bien específico. Quieren actividades novedosas, dinámicas , es decir me exigen más creatividad. Siempre tengo que inventar nuevos ejercicios, divertidos . Los jóvenes necesitan desafíos y novedades.
5. Aprenden rápido a cómo dar crítica constructiva y a no tomarla en la personal
Para mí es súper importante que ellos entiendan que la crítica constructiva es la única manera de mejorar. En un comienzo cuando leían en voz alta el texto sus opiniones eran pobres, del tipo “me gusta”, “me encanta”. De a poco se han ido soltando, son capaces de armar un cuento mucho más sólido con una opinión más profunda. He tenido que explicarles que mis comentarios son para mejorar el texto y no en contra del autor. (A veces pienso que los estoy traumando…)
6. A los jóvenes del taller de escritura creativa les cuesta reescribir
Seamos justos, si a los adultos escritores nos cuesta editar el texto y volver una y otra vez a él, para ellos es mucho peor. Les encanta escribir, pero trabajar una y otra vez el mismo texto no es la actividad preferida. Esto me recuerda lo que me dijo Carla Guelfenbein en el podcast : “yo reviso por lo menos unas diez veces”. Supongo que esto es se relaciona con la madurez.
7. Son capaces de compartir experiencias personales
Hubo un taller que fue súper significativo. Les pedí que cada uno trajera un objeto importante, cargado de historia. Cada uno lo trajo y yo lo guardé en una bolsa. Después fui llamando uno a uno y le asigné un objeto. Tuvieron que describirlo, luego inventar una historia sobre porqué ese artículo era importante y al final, relatar la historia de su propio objeto. Para finalizar pusimos las cosas en la mesa y cada uno leyó el texto que había creado. Simplemente, extraordinario lo que logramos en ese momento.
8. Tienen miedo al silencio
Les cuesta el silencio sin lugar a dudas. Un ejercicio fue que no podían hablar por 30 minutos, ninguna palabra. Se les hizo eterno. Otra vez los hice meditar. Tal como una alumna del taller de escritura creativa me dijo: “para mí estar sola es con Netflix”.
Una noticia: A todos nos cuesta el silencio. Queremos Spotify, Netflix,[ WhatsApp. Hace unos días inventé un #AmoelSilencio
9. Las redes sociales son otra manera de escribir-se
Algunos de mis alumnos publican sus escritos en Instagram (vean la cuenta de Relatos_e. y Memorias de papel). Yo me demoré años en atreverme a que alguien ajeno al mundo literario me leyera. Me encanta la soltura y seguridad que mis alumnos adolescentes poseen. No le temen a la publicación, quieren compartir sus escritos. Son más naturales, no se pasan tantas películas sobre lo que van a opinar otros.
10. Leen pero no tanto como a mí me gustaría
Yo no leo lo mismo que ellos y por lo tanto, soy incapaz de comentar con las lecturas. Me encantaría leerlo que a ellos les gusta, pero por falta de tiempo es imposible. ¿Han leído clásicos? ¿Conocen escritores extranjeros? Lo ignoro. Una clase nos volcamos al cuento de Catedral de Raymond Chandler y fue una experiencia increíble. Leímos y analizamos el texto como nunca. Creo que es algo que tengo pendiente como profesora: que lean más y mejor.
11. Se sienten cómodos aunque no se conozcan
Tengo dos tipos de alumnos en el taller de escritura creativa. Cuatro asisten a un colegio judío y los otros 2, a uno católico. Pertenecen a mundos opuestos, las realidades difieren, pero los ha unido la pasión y las ganas por escribir. Así han sido capaces de encontrarse en medio del mundo artístico, sin tener que aparentar. Para mí este es el principal regalo. Desconocidos en Santiago de Chile pueden convivir en un taller de escritura con soltura.
12. El respeto les sale fácil
Otra sorpresa. Se escuchan y piensan lo que van a decir. Quieren realmente aprender y que los otros mejoren el texto. Se apoyan.
13. Son buenísimos para comer papas fritas y les encanta el “castigo”
Comen papas fritas con ganas y a veces no pueden leer porque tienen la boca llena. Los castigo sí se tratan mal. Por ejemplo, les encantan las advertencias, por ejemplo, “no me salió bien”, “lo que escribí no me gusta”, “podría haber sido mucho mejor”, “yo no escribo como tú”. Para reparar el daño hemos instaurado una multa: a la clase siguiente traen de regalo una barra de chocolates.
Me ha costado enseñarles que no me interesa la publicidad del tipo “lo que escribí se trata…” Deben aprender a leer sin prólogo ni explicaciones.
14. Son amantes de los ejercicios sensoriales, sobre todo si hay música de por medio
A mis alumnos del taller de escritura creativa les encanta sentir. El año pasado se me ocurrió una clase exclusivamente sensorial. Los recibí con la luz tenue, con velas. En ese ambiente les di de comer alimentos con texturas disímiles y sin ver qué era, debían describir lo que cada uno iba comiendo, ya sea un trozo de manzana, chocolate amargo o zanahoria. Luego vino la música con ritmos diversos y escribieron un texto relacionado a partir de esos sonidos.
15. Por último me sorprenden con
- Sus ganas de trabajar en grupo y armar historias colectivas.
- Salir fuera, por ejemplo, ir por el día a Santo Domingo. El año pasado cerramos el año con un paseo al centro de Santiago.
- Son olvidadizos. Es un desafío que todos traigan lápiz y papel. Que se acuerden de las tareas, se excusan con argumentos del tipo “ni te imaginas lo ocupado que he estado”.
- Sus ganas de exponer lo que han escrito.
Estos chicos del taller de escritura creativa escriben increíble, desde el corazón. Ojalá yo a su edad hubiera tenido la fuerza para asistir a un taller de escritura. Como profesora quiero que tengan un buen recuerdo. Me daré por satisfecha si en el futuro recuerdan su paso por el taller con cariño, alegría y sensaciones positivas de lo que fue la creación literaria.
Ojalá yo pueda sembrar en ellos más creatividad y las ganas de leer mucho para que luego, cada uno vuele a su propio ritmo.