Escribo como suelo muchas veces en un café donde vengo a desayunar. En realidad, es algo nuevo en mi vida. Antes prefería empezar el día en mi casa. Pero he descubierto el encanto de sentirme turista en mi propia ciudad.
Anoche me acosté pensando ¿qué voy a escribir en el blog? Llevaba varias horas intentando dar con un tema y nada se me ocurría. El martes fui al lanzamiento de “Volver del silencio” de Michéle Sarde. Lo disfruté enormemente. No solo porque fue en el Gam -una verdadera plaza pública, bulle de cultura, movimiento- sino que además la propuesta del evento fue muy linda. La lectura se alternó con varias piezas musicales. Las palabras de la autora y de Adriana Valdés, directora de la Academia de la Lengua Chilena me llegaron al corazón.
Me he quedado pensando en algo que dijo Michéle Sarde: “todos tenemos a nuestros desaparecidos”. ¿Cuáles son los míos? Están las personas queridas que fallecieron, pero también figuras que en algún momento me marcaron y desaparecieron. Quizás que son ángeles, pienso. Vinieron a darme apoyo por cortos instantes, a alentarme, a guiarme y luego, se esfuman. Existen los desaparecidos que te dejan marcas de dolor, que desconoces por completo su paradero, recuperas su presencia en fotografías, en cartas, en voces.
Hay voces que uno no quiere perder, no desea que desaparezcan a pesar del paso del tiempo y de las circunstancias de la vida. Esta la voz de la madre, del padre y del hijo, del marido y del amante, de la hermana, del hermano, de la abuelo y el abuelo. De esa amiga que con su mirada comunica una extensión enorme de voz.
Pienso entonces en el día de la madre que recién celebramos. En esas mesas coronadas por alegría y dicha, celebramos a las que nos trajeron al mundo. Aunque sea un día comercial, de todas formas he aprendido a valorarlo. Por ejemplo, la dicha en las mujeres que han batallado muchísimo para convertirse en mamás, (conozco a muchas, un beso grande si me están leyendo) y a aquellas que siguen batallando para alcanzar el sueño.
Hay otras mujeres que han optado por no ser madres. He aprendido a comprender esta decisión.
En el último tiempo he leído mucho sobre la maternidad en términos literarios. Porque claro, puedes leer desde un punto de vista científico, psicológico y también asociado a la creación. Hoy recuerdo tres libros que se me han quedado presentes.
Tú no eres como otras madres de Angelika Schrobsdorff – se casó con el autor del documental Shoah, Claude Lanzmann- habla de su vida marcada por la guerra y su madre. Lo leí justamente hace dos años. No solo es la historia de la madre, sino de la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista íntimo. El padre de Angelika, ario. Viven una vida ajena al judaísmo, pero llega la guerra y les recuerda su origen y su identidad. “Malditos recuerdos, cristalinos y truculentos” quizás se debería llamar este libro, pero la autora, honra a su madre. Aquí nos adentramos en un mundo íntimo donde la fuerza de la creatividad se ve trastocada con la guerra.
Otro y rotundamente distinto es Motherhood de Sheila Heiti. Más que una novela o autoficción, es una digresión en torno a los conceptos que hemos venido aceptando como validos para convertirnos en madre. Ella no es mamá y no desea serlo. Ha elegido ese camino. No le interesa trascender por medio de un hijo. Para ella, trascender es dedicarse a la literatura y engendrar libros. Hay muchísimos pasajes que -a pesar de que haberme convertido en mamá es una de las cosas más hermosas que he vivido y lo que hoy me define con mucho orgullo- lograron identificarme.
El libro es una alabanza a su madre que pudo serlo sin sacrificar sus proyectos personales. Es también una postura del tiempo, las mujeres tenemos “un tiempo preciso” para convertirnos en mamás. Por otra parte, postula que se nos ha hecho creer que la única manera de “realizarnos” es por medio de la maternidad. Este libro es uno que te obliga a hacerte preguntas, a los hombres y a las mujeres. A pensar en cuestiones que son importantes.
La autora conversa con sus demonios. A momentos quiere ser madre. En otros, no por completo. Y esa sinceridad, se agradece enormemente.
Por último, uno que recomiendo a ojos cerrados es “También esto pasará” de Milena Busquets. Es una novela tremenda. Nos encontramos ante una mujer que vive la pena, el duelo de la muerte de su madre, la gran escritora y editora Esther Busquet. Es la ley de la vida. Es una historia con su progenitora, de la profundidad del vínculo y la complejidad del mismo. Brutalmente honesto. Sin apariencias.
Hay ficción ¿pero en qué relato autobiográfico no existe la ficción? Para mí la postura rígida entre ficción, autoficción y biografía es una quimera. En el momento en que un escritor se sienta a recrear su vida o la de un tercero, se genera una propuesta estilística.
Y si esa propuesta estilística está bien lograda le creemos.
Eso pasa con la Busquets. Ella busca a su madre, a su desaparecida. Remueve en su infancia. En su juventud. En sus últimos días la figura de una mujer fuerte. Enorme. Su madre.
¿Cómo escribirías a tu madre? Cuéntame aquí.