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Escribo esta tarde cuando el sol comienza a brillar con menos intensidad. Sin duda, sentimos cómo el otoño se acerca a Santiago.

Ha sido una semana mixta. Con altos y bajos. Con desafíos y con momentos de paz.

 ¿Por qué escribo? ¿Qué fuerza me conduce a invertir horas y horas en esto? ¿Por qué? Estas son preguntas que me hago constantemente. Comencé con el oficio, ignorante de que algún día intentaría ser escritora. Tenía casi  once años y decidí, tras la  lectura de Ana Frank  que yo también podía llevar un diario de vida. Le iba a escribir a Kitty, igual que Ana.

                                                                                                                                                  25/07/1983

 Querida Kitty:

 ¡Hola! ¿Cómo estás? Acabo de terminar las vacaciones ¡qué lata! Lo pasé muy bien. Salí con varios amigos.

 

6/07/1984

 Querida Kitty

Tengo un montón de cosas que contarte. Hoy es el cumpleaños de D. Tengo un montón de ganas de ir. La casa de F. Se inundó y se tuvo que venir a dormir a mi casa. La casa de su mamá es súper linda. El miércoles pasado fuimos a la escuelita de Pudahuel, lo pasé el descueve, pero nos dio muchos pena.

 

20/07/1985

Querida Kitty

 Lo odio!! Está pololeando ¡imagínate! Y ¿adivina con quién? Con la X. No me puedo hacer la idea y no sé cómo olvidarlo.

 09/07/1986

Querida Kitty

 ¡¡Hola!! No sé lo que siento. No sé si me gusta tanto. Me adelantaron las vacaciones y la primera semana no lo pasé mal y la segunda excelente.

 09/07/1987

 Querida Kitty:

Con el tiempo la gente se pone más dura. Y eso me ha pasado a mí. Las cosas ya no me afectan tanto, soy más insensible.

Mañana salgo de vacaciones. Ahora me siento triste, no sé qué me pasa. Siento que de un minuto a otro me va a empezar a gustar alguien.

 10/07/1988

 Querida Kitty

El viernes salimos de vacaciones y me voy a quedar en Santiago. Quizás vaya a Buenos Aires.

Estoy desesperada, quiero hacer dieta pero no puedo. Ya no sé qué hacer.

 16/07/1989

Querida Kitty

Muchas cosas han pasado en mi vida. Las cosas que yo creía tener claras, no lo estaban.

Ese día sentí lo que habíamos logrado, la confianza. Todo el amor que había de por medio.

 28/07/1990

Querida Kitty

 A veces suena el teléfono y pienso que es él. ¿Qué pasaría si algún día me llama? Creo que me caería en sus brazos.

 



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Escribir es una forma de pensar

Hasta aquí llego con esto, porque para los años que restan las entradas se van complejizando en intimidad.

Mi último diario de vida lo terminé en marzo de 1996. Ya estaba casada.

 En estos 6 libros que fui escribiendo en un período de más de diez años, se vislumbra cómo el pensamiento infantil se va haciendo más rico en abstracciones. En mis años de adolescencia los temas son recurrentes: amigas, relación con los padres, el amor y la relación con el cuerpo. Al comienzo narré los eventos, los detalles más nimios, luego, aparece el pensamiento abstracto.

 ¿Qué haré con estos diarios de vida? ¿Con mis cuadernos de pensamientos que tengo diseminados por doquier y siempre me acompañan?

 Escribir es una forma de pensar. Seguramente por eso comencé desde tan chica haciéndolo. Luego agarré el hábito y hoy, es una necesidad.

Ser escritor requiere balancear dos extremos: la soledad y la socialización.  Por una parte,  la soledad es inmensa. Son varias horas al día que pasas sin hablar. Muchos escritores confiesan que se quedan en pijamas (yo prefiero vestirme con ropa de casa) y otros trabajan en un café rodeados por desconocidos,  sin una comunicación real. El otro esfuerzo es salir al mundo y abrir los escritos al público. Ofrecer la creación al lector, esperar sus comentarios, su reacción.

En esta cadena de soledad y de entrega se van generando espacios que permiten desarrollar el oficio. Con la interacción entre la soledad y el público, el escritor crece como profesional. Pero cuesta. Porque cada vez que uno publica algo es como desnudarse. Se otorga algo muy íntimo.

Como hoy, como ayer.

Escribo porque lo necesito, pero también porque creo en el poder de la literatura para envolvernos del mundo. Nos ayuda a conocer a los otros, a meditar sobre las conductas humanas, a vernos reflejados en un espejo o trasladarnos a tierras ajenas. Escribo porque es mi grano de arena para que las personas podamos conocernos, compenetrarnos.

Escribo, porque me hace bien. Porque con esto, soy yo.

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Libro de la semana: Una educación
— Tara Westover
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Palabra de la semana tarbea: sala grande

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