Escribo en mi taller. Es una tarde atípica de primavera, el cielo gris, algo de brisa, como si nos quisiera engañar diciéndonos: es invierno. Hace una semana oficialmente comenzó la primavera; parece que todavía no es su tiempo.
He recibido mucho comentarios sobre la última publicación Ayuno y perdón. Los invito a dejar sus opiniones aquí en el blog, al final de la página. Estoy segura de que cada uno de ustedes tiene un punto de vista valioso para compartir.
Ahora escribo lo primero se me ocurre. Sin agenda, sin camino ni ruta. He tenido varias ideas de lo que escribir esta semana, pero ahora, en este mismo instante, esas ideas se han ido, se han escondido en una esquina de mi taller. Quiero contarles sobre mi proceso creativo, tan esquivo en el último tiempo, estoy peleando con el capítulo 19, necesito más líneas, necesito más, más caracteres. Veo a Olivia, el personaje principal en su departamento, pero no logro que ingrese.
Los últimos tres capítulos los he escrito en un cuaderno universitario que pertenecía a mi hijo mayor. El cuaderno llevaba años allí, descansando sobre mi escritorio. En sus páginas había escrito reflexiones, un esbozo novela, delineado personajes. Pero esa mañana luminosa de agosto agarré el lápiz de tinta negra y me dejé llevar. Cuando se acabó el lápiz negro, seguí con uno verde. Mi mano iba rápido, no podía borrar, solo tachaba, las palabras iban creciendo dentro de la página, una sensación hermosa. Así comenzó septiembre y seguí creando a la usanza antigua: lápiz y papel.
Pero septiembre también ha sido un mes de desafíos. Me ha exigido vivir a un ritmo desbalanceado, lejos de la rutina, del orden. El calendario se ha valido de fiestas, de ayuno, de cocinar, reflexionar, otras formas de creación. Esto me ha impedido leer con la concentración que me gusta. Sé que es un período, lo acepto como tal. Pero quiero hundirme en un libro, ver ante mí los personajes, los conflictos, las preguntas que cada autor propone. El lunes comencé a leer Los Buddenbrook. Fui a mi biblioteca y cogí el primer tomo de los XVI de la colección de Los Premios Nobel de Literatura. Hace unos años mi mamá me cedió esta colección. Cuando me senté en el sofá a leer, el aroma del libro me trasladó a mis quince años cuando leí sin pausa -de esa misma colección- Lo que el viento se llevó. ¡Cuánto lloré!
¿Cómo definir lo que nos provoca un buen relato? Me lo he preguntado muchísimas veces. ¿Qué es lo que los distingue?
Un buen escrito
Es cuando la prosa tiene ritmo, las descripciones son pertinentes; es la capacidad del autor de trasladarnos a un espacio y tiempo determinados. Es lograr que el lector, en cualquier época y lugar, se compenetre. Para ello se requiere de talento, capacidad para observar el entorno y traspasarlo al papel, evitando que la construcción estética sea artificial. Son los escritos inolvidables. Para algunos, los best sellers, para otros, la poesía, los clásicos. Es importante innovar como lector. Más que quedarse en un género, se debe buscar nuevas aproximaciones, formas de ver el mundo. Escritores rupturistas, para algunos puede ser Valeria Luiselli con La historia de mis dientes – ella acaba de ganar el American Book Award con el libro de no ficción Los niños perdidos– o bien, temáticas que nos pueden incomodar como Motherhood de Sheila Heiti.
Leer es placer
Nos debe conducir a un territorio que nos obligue a hacernos preguntas, abrir la mente y la curiosidad. Respeta tus tiempos. Hay momentos para atreverse, otros para seguir por tus gustos definidos.
Este año me he atrevido por la poesía. Me suscribí a un poema diario de Paris Review. Además un par de semanas atrás, me compré mis primeros dos libros de poesía. Una antología Amor de muchos días y los poemas de Alejandra Pizarnik. Ha sido una gran experiencia. Muchos de los poemas no los comprendo, otros me calan hondo. Ignoro todavía cómo se logra eso, jamás he escrito poesía y además, desconozco por completo las reglas implícitas que existen para ello. Pero sin duda para escribir bien creo que un escritor debe aventurarse a la poesía, es un canal de sensaciones que hemos dejado anquilosadas por e diario vivir. Sé que la lectura de la poesía es algo que no está de moda, menos que llame la atención. Espero algún día descubrir poetas que me provoquen, que me detengan, me pongan un disco pare. Porque bien me pregunto otra vez ¿cómo se logra esa maravilla?