Oda a mis recomendaciones #195
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Una novela
El año en que hablamos con el mar de Andrés Montero, editorial La Pollera, 2024
Este autor chileno llevaba tiempo en mi lista de pendientes y me alegra haberle dedicado, por fin, el espacio que merece. Pese a su juventud, ha recibido numerosos reconocimientos y sus obras han sido publicadas en Chile, Argentina, México, España, Italia, Grecia y Dinamarca. El impulso definitivo para leerlo me lo dio Mariana Travacio, cuando en una entrevista para Espiral me confesó que estaba disfrutando de una joyita:
“Al queridísimo Andrés Montero, inmenso escritor, con su texto La muerte viene estilando. Si no lo han leído, lo recomiendo ampliamente. Es un libro de cuentos, uno más perla que el otro, uno más precioso que el otro. Muy bien logrados, muy bien escritos. Es una pluma que se disfruta desde el principio hasta el final, y una hechura, una construcción de los cuentos que son un deleite”.
¿De qué va la historia?
Estamos ante dos hermanos que no se ven desde hace décadas y vuelven a encontrarse, pero no en cualquier lugar. Es en una isla perdida en medio del océano Pacífico, que bien podría ser el archipiélago de Juan Fernández, territorio chileno, aunque nunca se revela con certeza. Las pistas son muchas, pero la novela se cuida de no confirmar nada.
Jerónimo y Julián son gemelos idénticos pero sus vidas difieren de manera radical. En gran medida, El año en que hablamos con el mar explora ese reencuentro y los motivos de dicha separación pero también hay múltiples temas que son colaterales a este reencuentro. Hay grandes cavilaciones y análisis en torno a la literatura, con sutiles y precisas reflexiones metaliterarias sobre el oficio de escribir.
De cierta manera conversa con Las cuatro estaciones de Vivaldi, pues su estructura está organizada en torno al paso del tiempo, de las estaciones del año, con su propio tono y cadencia.
¿Quién narra?
La novela se construye a partir de dos voces narrativas. La primera es coral en un “nosotros” que habla desde la colectividad de la isla, cargado de memoria, chismes y complicidad. La segunda pertenece a Jerónimo Garcés, quien narra en primera persona singular. Montero alterna estos puntos de vista sin un orden aparente, creando un vaivén que enriquece la lectura y amplía las perspectivas sobre los hechos.
El año en que hablamos con el mar también puede leerse como una recreación de La Odisea. Como Ulises tras veinte años lejos de Ítaca, Jerónimo regresa después de décadas para reencontrarse con su hermano, Julián, quien funciona como un peculiar alter ego de Penélope: no por un vínculo amoroso, sino por aquello que guarda —y oculta— en su espera. Ambos están envejecidos, enfermos, y a lo largo del relato van abriendo los secretos del pasado mientras se perfila la relación en espejo que los une y separa.
La trama gira en torno a ese vínculo fraternal y a lo que se perdió en el momento de la separación. Es un viaje a los orígenes, a las marcas imborrables de la infancia, a las pérdidas y a un amor compartido en el que Milena ocupa un lugar central. El mundo que traza Montero es cerrado y asfixiante: la isla, ya de por sí aislada, vive además bajo la sombra de la pandemia. Jerónimo es “el extraño”, el que quebró el orden al marcharse al continente, explorando un mundo que para los isleños es remoto.
Si bien aparece un personaje foráneo —el “gringo”, piloto que conecta por aire estos territorios— su papel es tangencial. La verdadera protagonista es la isla: una frontera que resiste el avance del tiempo. No hay cajeros automáticos, turistas ni comercio; tampoco señal de teléfono o internet. Es un territorio clausurado, un escenario donde lo que está afuera apenas importa, y lo que sucede dentro se magnifica hasta convertirse en mito.
El no tiempo y el espacio mítico
Uno de los temas centrales de la novela es el tiempo, que en la isla transcurre de forma distinta y no se mide como en el resto del mundo. Quizás la mejor forma de resumirlo esté en las palabras de Jerónimo, al final de la historia: “Nunca hay apuro en la isla”.
Destaca el aspecto mágico en la narrativa de Montero, proponiendo un espacio mítico donde ciertos elementos mágicos cobran relevancia, como una campana de oro que está hundida y cada vez que hay una visita, un extraño a la isla, suena. O la taberna que es un barco encallado que funciona como un bar, una taberna y un espacio determinante en la narración. Aquí se está en el mar pero también en la orilla.
María José Ferrada, escritora chilena y presentadora del libro en su lanzamiento, opina que estamos ante la presencia de “el viaje redondo que siempre llega al mismo puerto”. Andrés Montero nos recuerda la importancia de narrar, de rescatar la oralidad como vehículo para expresar emociones y, al mismo tiempo, preservar la memoria. En El año en que hablamos con el mar es mucho más que un reencuentro, es el rescate de la oralidad en la palabra escrita.
Una película
Una película: Aún estoy aquí de dirigida por Walter Salles
Ganó un Oscar a Mejor película internacional este año. Muestra cómo Eunice Paiva, esposa del exdiputado Rubens Paiva, enfrenta la desaparición de su marido durante la dictadura militar brasileña. La película sigue su incansable lucha por encontrarlo y su búsqueda de justicia a lo largo de los años. Está basada en el libro autobiográfico de Marcelo Rubens Paiva, hijo de Rubens y Eunice.
¿Por qué verla?
Porque nos sumerge en el desafío de reconstruir una familia tras la ausencia inesperada de un padre. Porque retrata, con sensibilidad y sin estridencias, el drama de la persecución política y la resistencia pacífica, y cómo una familia se quiebra bajo ese peso. Aunque la dictadura aparece como telón de fondo, lo que predomina son las relaciones humanas, el amor y la fuerza de los afectos.
Es una película dura, muy dura, pero necesaria. Deja la sensación de que, incluso frente a la injusticia y el dolor más profundos, las personas somos capaces de volver a vivir. Con un guion sólido y una realización impecable, “Aún estoy aquí” es de esas historias que se quedan mucho después de que aparecen los créditos.
¿Escuchaste la entrevista a Andrés Barba en Espiral?
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