Oda a mis recomendaciones #190
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Una novela
El Ministerio del Dolor de Dubravka Ugrešić (2004), traducción Luisa Fernanda Garrido y Tibomir Pistelek.
Una escritora del exilio y la identidad fragmentada
La escritora Dubravka Ugrešić, oriunda de la ex Yugoslavia, recibió un amplio reconocimiento internacional. Su obra es vasta y, afortunadamente, buena parte de ella ha sido traducida al español por la editorial Impedimenta. Ugrešić cultivó una escritura híbrida que combina el ensayo, la narración y la reflexión, siempre atravesada por una fuerte dimensión autobiográfica. Sus textos están marcados por digresiones sobre la patria, la identidad, el lenguaje y la memoria.
Uno de los ejes fundamentales de su literatura es la fractura identitaria tras la desintegración de Yugoslavia. La aparición de nuevos estados nacionales como Croacia, Serbia, Albania y Montenegro dejó a la autora en un limbo político y existencial. Esta ruptura del sentido de pertenencia resuena también en la obra de otros escritores europeos que también han explorado los desplazamientos de la identidad, como Olga Tokarczuk, Peter Handke, W. G. Sebald y Jenny Erpenbeck.
Qué nos cuenta El Ministerio del Dolor
Publicado en croata en 2004 y dividido en cinco partes, El Ministerio del Dolor es una de las novelas más accesibles de Ugrešić en términos de estructura narrativa. La protagonista, Tanja, es croata exiliada en Ámsterdam que enseña lengua y literatura yugoslava a estudiantes originarios de los antiguos países que componían Yugoslavia. Mientras intenta reconstruir su vida, lidia con el desarraigo, la soledad, pues su pareja se ha mudado a Japón y experimenta una especie de errancia en la búsqueda de un hogar.
No te haré spoilers, pero lo esencial es que asistimos al viaje de una anti heroína atrapada entre las ruinas de su pasado y la incomodidad de un presente que no le ofrece pertenencia. Ya no tiene Yugoslavia, pero tampoco se siente parte de Croacia ni de la ciudad Zagreb. En Holanda, sigue siendo una extranjera.
La novela retrata con agudeza cómo los exiliados enfrentan el desarraigo y la pérdida de un idioma materno. El inglés y el holandés, lenguas de la nueva vida en Ámsterdam, ocupan un lugar central en la construcción de una identidad rota. Pero más allá del desplazamiento lingüístico, El Ministerio del Dolor ofrece un retrato descarnado de lo que implica ser inmigrante: las humillaciones cotidianas, la precariedad, la invisibilidad. Holanda es un país plano no solo en lo geográfico, sino también en lo emocional, casi como un escenario donde se impone el voyerismo y donde en apariencia el sufrimiento no tiene cabida: una “tierra sin dolor”.
Un nuevo lenguaje que introduce Ugrešić
Sin embargo, Ugrešić introduce un nuevo lenguaje: el dolor como idioma compartido entre quienes han sido arrancados de su lugar de origen. En este espacio suspendido, emerge una crítica feroz al pasado yugoslavo, que Tanja desde su exilio intenta resucitar mediante una forma de yugonostalgia. Esa pulsión por revivir lo perdido, por reconstruir lo irreparable, se revela finalmente como una trampa que solo agudiza el desarraigo.
“Yugoslavia era un país terrible. En él todos mentían. Solo que ahora la mentira se ha dividido en cinco partes”, dijo un alumno.
Uno de los momentos más potentes de la novela ocurre cuando, durante un ejercicio de memoria en clase, una de las alumnas de Tanja evoca la bolsa de compras de rayas blancas, rojas y azules: el diseño le recuerda a la bandera de la antigua Yugoslavia. Esa imagen trivial condensa, con sencillez y fuerza, toda una geografía emocional extinta.
Es también el equipaje de mano más barato del mundo, “el contragolpe proletario a los bolsos Louis Vuitton”.
El show de La Haya
Otro de los grandes temas que aborda El Ministerio del Dolor es la imposibilidad de hacer justicia verdadera. La novela lanza una crítica mordaz al espectáculo que representan los juicios por crímenes de lesa humanidad en La Haya, dialogando de forma intertextual con el pensamiento de Hannah Arendt. En un momento clave, Tanja y uno de sus alumnos asiste a una de estas audiencias, donde se evidencia el vaciamiento ético de la responsabilidad colectiva, sobre todo en sociedades que se auto perciben como neutrales, civilizadas y amparadas por una justicia que se presenta como objetiva, pero que en realidad es lenta, impersonal y carente de arrepentimiento.
“Los juicios no reparan. No hacen justicia, no reparan a las víctimas”. (p. 150)
La novela ha sido criticada por algunos lectores debido a que, en su cuarta parte, se aleja del tono introspectivo para adentrarse brevemente en escenas que rozan el thriller. Sin embargo, una lectura atenta revela que Ugrešić no da un giro gratuito: esta incursión responde a una necesidad expresiva que acentúa la desesperación y el vacío al que se enfrentan los personajes. Puede resultar molesto o incluso chocante, pero en una autora de su talla nada es azaroso.
Una película
“La Viuda de Clicquot” dirigida por Thomas Napper
Encontré esta película por casualidad en Netflix, y me sorprendió saber que está basada en una historia real ¡así es! “La viuda de Clicquot” es un filme hermoso y conmovedor que narra la vida de Barbe-Nicole Clicquot-Ponsardin. Tras la muerte de su marido, heredero de la champañera Veuve Clicquot, decide tomar las riendas del negocio familiar en un mundo dominado por hombres y atravesado por la guerra.
Lo más interesante es la lucha que dio: las penurias, los fracasos y la perseverancia con la que, contra todo pronóstico, logró sacar adelante la empresa y dejar una marca imborrable en la historia del champagne. Un retrato íntimo del coraje, la innovación y la determinación femenina.
¿Escuchaste el Cuestionario Espiral a Mariana Travacio? Aquí puedes encontrar el audio:
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Karen.
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