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¿Magia para ser buen escritor?

En el post anterior les conté que había leído 18 libros hasta julio 2018. ¿Cuán importante es el número? ¿Qué diferencia existe entre 18, 40 , 60? Algunos dirán que mucha, pues son más libros, horas de lectura, conocimiento, goce. 

Lo que interesa es leer diariamente, no cuántos al año. Yo me dedico a esto, como diríamos en chileno “es mi pega”, mi trabajo. Comparado con otros, leo poco. Algunos, van por más de cien textos anuales. 

Esta semana me puse a releer La embriaguez de la metamorfosis de Stephan Zweig. Lo leí hace tres años y me acordaba muy poco. Solo me había quedado una sensación. Reconozco a la protagonista, una joven, su viaje, su madre que muere.

¿Qué recuerdo de Zweig?  Su mirada melancólica y romántica, que nos refiere a una sociedad de clases, a ese orden previo a las guerras en que la cultura jugaba un rol de determinante. Es la voz del amor, del sistema, de la pasión. Hoy comencé a leer La impaciencia del corazón del mismo autor, como siempre, una maravilla.

HABLEMOS DE CHEJOV

Fue muy prolífico. Cientos de cuentos. Habló del amor, del dolor, la enfermedad, los presos y también de cosas nimias, pero que a todos nos suceden, como un dolor de muelas, la espera en la sala de un doctor, de los enemigos.  Sus protagonistas son personas corrientes, con problemas que son comunes a cualquiera; acercó el mundo de los ricos y de los pobres. Cada relato lo comienza de manera magistral y los finales nos dejan impactados. En Chejov la sutileza es lo que prima. Pareciera que nada es importante, pero logra que nos compenetremos como si nosotros fuéramos los personajes.  



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Chejov es el padre del cuento moderno.

EL FILO DE CARVER

Casi un siglo más tarde apareció en la escena literaria Raymond Carver. De origen norteamericano, fue un exponente magistral del cuento del siglo XX. Al igual que Chejov escribió sobre las personas corrientes. Los finales en Carver son muy potentes. Es el lector el que debe dar un sentido, casi crear su propio cuento.   Esto es sumamente difícil, porque una cosa es escribir bien y otra es permitir que se genere una segunda historia.

 

Carver es sinónimo de incomodidad y minimalismo. Sus personajes generan un sentimiento ambivalente, los queremos, pero también desilusionan. Están cerca nuestro, casi que los podemos tocar. Desesperan. Están imbuidos con la cultura pop, superflua, son trabajadores y aún creen en sueño norteamericanos. Sus protagonistas, al igual que en Chejov, son simples, sin grandes avatares ni cuestiones complejas. Aquí vemos a un niño, a la mesera, a los vecinos. Siempre nos acuchilla con su lenguaje preciso, con sus finales abiertos e incómodos.

LOS QUE PERDURAN

¿Por qué hay escritores que perduran? ¿Cómo se llega a esto? Algunos dicen que es un don, otros solo producto trabajo. Estoy segura de que los grandes así lo han hecho. Todos leen mucho, escriben desaforadamente y editan aún más. Esta es una ocupación que exige un compromiso continuo, permanente.

Para Saul Bellow no existían las vacaciones.  

Si se quiere escribir bien se debe afinar la mirada, observar el entorno, escuchar conversaciones, anotar ideas.

Los médicos extraordinarios son los que aciertan con el diagnóstico, escuchan al paciente, empatizan con él. Un escritor a su vez, debe hacer un buen análisis de los tiempos que le toca vivir. Y también, como dije, leer mucho, escribir más, editar sin tapujos y escuchar a los otros.

 Un buen escritor no nace. Se crea cada día.

¿Crees que existe una formula para ser un gran escritor? ¡Deja tu comentario!

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